Cuando
los norteamericanos aún vestían con plumas, la Europa céltica ya celebraba la
noche de los muertos
Mucho
antes de que llegaran los colonizadores británicos a suelo norteamericano, en tierras asturianas se ahuecaban nabos para
rellenar de carbón e iluminar los caminos en la noche de los muertos, el
31 de octubre.
Mucho
antes de que niños disfrazados de zombies pidieran golosinas casa por casa al
ritmo del ‘trick or treat’, en el norte peninsular y en todas las tierras con
ancestros célticos se llenaban vasijas con agua y dulces alrededor de las casas
para ayudar a las almas a encontrar su descanso y el camino al sol.
Mucho
antes de que los americanos industrializaran el cutre-género cinematográfico halloweenesco y comercializaran la
fecha, en Asturias y Galicia la noche
del 31 de octubre era común la narración de historias y leyendas sobre las
andanzas de bruxas, curuxas y la "Güestia" o Santa Compaña.
Pero
no solo en Galicia o Asturias se celebraba entonces la noche de los muertos. La
procesión de las ánimas era una tradición muy extendida en Extremadura y
Castilla y León en el XIX. Ánimas vestidas de negro o blanco que recorrían las
calles del pueblo pidiendo dinero casa por casa (¿les suena?) y que solía
terminar en el cementerio.
Los
faroles de calabaza pueden parecer una original tradición estadounidense pero
no es más que una adaptación de viejos hábitos célticos. En Andalucía, sin ir
más lejos, existe todavía la costumbre de hacer farolillos con melones huecos
la noche de difuntos. Se ahuecan y se modelan con ojos (¿les suena?) para
después colgarlos en el dintel de las puertas y asustar con ello a los malos
espíritus.
Ningún
historiador tiene ya dudas sobre el origen celta de la fiesta de “Halloween”.
Hace más de 3000 años, a finales de su octubre, cuando el verano estaba más que
rematado, los celtas celebraban el fin de las cosechas. Durante la noche de Samhain, el 31 de octubre, los
espíritus de los muertos volvían también para reconocer el mundo de los
mortales. Para ello el pueblo celta (y por ende los celtíberos) se preparaban
en toda una serie de rituales que mezclaban la fiesta, la comida y el culto a
sus muertos.
Con
la ocupación romana la fiesta se mantuvo, haciendo suyas las tradiciones e
incorporando únicamente a sus dioses.
Con
la gran hambruna irlandesa de 1845 dos millones de irlandeses cruzaron el
charco. Con su hambre viajaron también sus viejas tradiciones célticas. No fue
hasta 1921 cuando se popularizó la fiesta en territorio norteamericano
camuflándola con sus modas y manías.
D.R- (Ignoro nombre del autor).
No hay comentarios:
Publicar un comentario