El deseo, ¿es traicionero?
Cuenta una antigua historia que un
picapedrero pasó por la casa de un rico mercader. Quedó maravillado con el
poder y las riquezas que tenía aquel señor y, ni corto ni perezoso, deseó
convertirse en un hombre adinerado. La magia escuchó su petición y le transformó.
Así, el picapedrero se dedicó a disfrutar de todos los lujos y comodidades que
el dinero ofrecía.
Llegó el verano y el sol brillaba
con fuerza en lo alto del cielo, inmutable ante la mirada del hombre de
negocios en el que se había convertido el picapedrero. Agotado por el calor y
asombrado por el poder y la fuerza del astro rey, deseó ocupar su lugar. Dicho
y hecho, por arte de magia se convirtió en sol, y se dedicó a alumbrar el mundo
entero. Pero, de repente, una enorme nube negra se interpuso entre él y la
Tierra, impidiendo el paso de su luz. “Que poderosa es esa nube de tormenta”,
pensó. “Desearía ser nube”. Y así sucedió.
Descargó tormentas a lo largo y
ancho del planeta, pero sentía que algo le faltaba. El viento le empujaba de
aquí para allá y al poco tiempo comenzó a sentir celos de su ligereza. Quiso
tener su fuerza y su libertad y, tras desearlo, se convirtió en brisa. Soplaba
y soplaba, y los árboles y casa cedían a su voluntad. Tan sólo había una cosa
que no lograba mover: una enorme roca. “No hay nada más sólido y poderoso que
esa gran piedra”, pensó. “Desearía convertirme en una igual”.
Al cabo de poco tiempo, siendo roca,
escuchó el sonido de un martillo y un cincel que atravesaban su dura superficie
a golpes. Sorprendido, se preguntó: “¿Qué puede ser más poderoso que una
roca?”. Y cuando miró vio ante él a un picapedrero.
Reproducido
del Blog http//cafedialogo.wordpress.com
Copiado
de Ramón H Ramos, FB
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