Frías,
la ciudad mas
pequeña
de España
Asentada en un
extraordinario paraje natural, Frías es un poderoso imán para el turismo, y la
reina indiscutible de la comarca de Las Merindades.
Frías es uno de esos
lugares a los que “hay que ir”, porque no pilla de camino a ningún sitio, pero
no siempre ha sido así. En la Edad Media era un paso natural de la meseta
castellana hacia el norte de la península, lo que explica su impresionante
puente fortificado sobre el Ebro, el único autorizado
en la zona durante el
reinado de Alfonso VIII para el paso de animales y gentes.
La estrategia de la
época convirtió a Frías en un asentamiento importante y el viejo bastión, tal
vez de origen musulmán, que se actualizó y amplió hasta convertirse en un
castillo roquero de primer orden capaz de garantizar la seguridad de sus
habitantes y la estabilidad en la linde fronteriza.
Esta localidad
burgalesa, alejada y mal comunicada con la capital, tuvo fueros propios,
privilegios tributarios y, ya en el Siglo XV, Juan II le otorgó el título de
ciudad. La ganadería y la Agricultura unidas
al comercio, la
hicieron desarrollarse y crecer hasta alcanzar, allá por el 1600, más de
2000 habitantes. Pero el tiempo y el progreso fueron, poco a poco, limando sus beneficios e importancia, si bien
respetaron su trazado medieval y su aspecto antiguo, lo que le ha valido
diversos títulos, desde Conjunto Pintoresco a Conjunto Histórico y,
recientemente, el de “Pueblo de Cuento” concedido por la prestigiosa revista
norteamericana Condé Nast Traveler.
La ciudad de Frías fue cuna de emigrantes por los avatares de la historia, que la fueron despoblando hasta diezmarla y, en época de vacas flacas, con el ocaso de la agricultura y la ganadería muchos fredenses, como señala un impreso municipal, destacaron «Por su carácter emprendedor y colonizador, desplazándose a América en busca de fortuna».
En este siglo, ya sin fueros propios, privilegios tributarios ni arciprestazgo, Frías mantiene la cabeza alta y muestra los méritos atesorados a lo largo de los siglos, ejerciendo como poderoso imán con su urbanismo, su gastronomía o la peculiar “Fiesta del Capitán”, que se celebra en junio y conmemora el levantamiento popular contra el Conde de Haro, quien “poco a poco fue quitando los fueros, además de ir subiendo los impuestos, lo que colmó la paciencia de los vecinos, que se negaban a pagarlos cuatro años después de haber perdido sus libertades”.
Carlos
Ortega, Carta de España
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