Por
Elsa M. Rodríguez
Aunque
es algo que el ser humano ha practicado casi desde que bajó del árbol y empezó
a andar en dos pies, tal parece que el concepto de “Culto a la Personalidad”, o
sea la admiración enfermiza adjudicándole méritos especiales como a un Dios, a
cualquier persona, es típico de la antigua y hoy desaparecida Unión Soviética.
Es palpable por la forma en que venera la figura de José Stalin allí.
Cuando el pueblo
pasa de sentir una sana admiración por cualquier persona, en este caso un
gobernante y lo lleva al extremo de adoración en el fondo lo que está haciendo
es un culto a la personalidad de ese individuo. Eso lo vimos como dijimos en la
URSS con la figura de Stalin, pero en otras partes del mundo ha sucedido igual,
por ejemplo en España, cuando gobernaba el dictador Francisco Franco, había
estatuas y fotos del mismo en toda la extensión del país, y no hay más que ver
cualquier copia del noticiero NODO de aquella época para comprender que Franco
tenía que ser mencionado en cuanta obra buena se hiciera en el país, así como
que los peces más grandes y la pieza de caza mayor siempre eran obra de Franco.
No hay más que notar que él era "el Generalísimo", no el General, o
sea, era lo máximo.
En Cuba viene
sucediendo lo mismo con Fidel Castro, o "el caballo" como le llamaba
antes del pueblo, su figura es el centro de todo, cuando se habla de él, se
dice "El Comandante" y con ese título ya se sabe que es él. También
como con Franco todo gira alrededor de este hombre.
Hugo Chávez, aun
en vida, creó ese tipo de adoración por él y en todas partes estaba su
rostro. Hoy, ese culto a la figura de Chávez se ha exacerbado gracias a la
falta de cultura, especialmente política, del actual presidente de Venezuela,
Nicolás Maduro.
Estos personajes
tan fanáticamente adorados por muchos han dado pie a que surjan aparentes
doctrinas filosóficas utilizado sus nombres, así hablamos del Franquismo, del
Fidelismo, del Chavismo.
Desgraciadamente
no solamente sucede esto a nivel gubernamental, también en el mundo civil lo
hemos visto, así una vez en Miami se inauguró una calle con el nombre de José
Canseco, figura controversial del deporte, acusado de usar esteroides, y que
aún vive y nadie sabe a ciencia cierta si efectivamente cometió los delitos de
los que le acusan, pero esa calle está al lado de un centro estudiantil, una
universidad, el peor sitio donde "adorar" a un joven que no es
ejemplo para los demás, o al menos, se le acusa de ello.
También se
acostumbra a utilizar el nombre de personas conocidas para adjudicárselo a
edificios y calles. Una forma más de ejercer el culto a la personalidad.
No somos vecinos
de la ciudad de Hialeah, sin embargo cuando nos enteramos de que se ha acordado
allí por sugerencia del alcalde re-electo Carlos Hernández, prohibir utilizar
el nombre de personas que aún están vivas, para nombrar una calle o edificio,
no tenemos más remedio que felicitar al gobierno de dicho municipio.
Si se le quiere
demostrar a una persona que se la admira y que se está de acuerdo con ella, lo
más correcto es hacerle un homenaje en vida, y así que esa persona sepa cuánto
y cómo le admiran. Si posteriormente, el día que fallezca, se considera que ha
tenido méritos suficientes como para usar su nombre en una calle o en un
edificio, entonces nada más justo que hacerlo. Mejor es esperar.
Elsa M.
Rodríguez
Elsa
M. Rodriguez es autora de la novela “Su mejor diseño”, que puede adquirirse en
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