El
legado de Laura Pollán
Por
Yoani Sánchez
(16
de octubre de 2011)
Hace
ocho años, Laura Pollán era una maestra que vivía con su marido, Héctor
Maseda, líder del proscrito Partido Liberal Cubano. A pesar de las vicisitudes de vivir en un país donde la oposición al gobierno es castigada, la familia trató
de vivir una vida normal en su pequeña casa de la calle Neptuno en La Habana.
Pero una mañana, temprano, un insistente llamado a la puerta cambió sus vidas irrevocablemente.
Después
de una búsqueda exhaustiva y un juicio sumario, Maseda y sus compañeros
fueron encarcelados y condenados a 20 años de cárcel, acusados de actuar contra
la seguridad nacional. Su crimen: imaginar una Cuba diferente, oponerse políticamente
a las autoridades y expresarlo por escrito.
Setenta
y cinco figuras de la oposición fueron detenidas y condenadas durante aquel triste
marzo de 2003, un tiempo que siempre será conocido en la Historia de Cuba como la
Primavera Negra. El gobierno cubano esperaba que este golpe a la oposición
convencería a otros ciudadanos a
abandonar las filas de los agitadores. Sus funcionarios también creyeron que
las mujeres, las madres y las hijas de los prisioneros políticos permanecerían
calladas para no causar más problemas a sus seres queridos. Nunca anticiparon
que estas mujeres se unirían para denunciar públicamente las detenciones y
encarcelamientos. Cada cálculo político producto de su arrogancia de poder les resultó
equivocado.
Así
fue que nacieron las Damas de Blanco, un
grupo de mujeres que a través de una lucha pacífica exigieron y alcanzaron la liberación de todos los prisioneros de conciencia.
Al principio parecía un movimiento diminuto, desunido, considerando las largas
millas que separaban a una mujer de la otra. Pero la indignación de las damas
funcionó como un elemento de unificación, con sus marchas por las calles de La
Habana, cada una vestida de blanco llevando un gladiolo, domingo tras domingo
durante más de siete años. Una voz se
destacó entre ellas, él de una mujer diminuta de ojos azules que enseñaba español y literatura a adolescentes.
Laura
Pollán surgía como la portavoz y la líder de las Damas de Blanco que pedían
por derechos humanos y la liberación de sus familiares. En un país siempre zarandeado por la polarización de un discurso ideológico,
las Damas de Blanco fueron diferentes desde su inicio. En vez de plataformas de
partido, estas mujeres mostraron sólo el deseo de abrazar a sus amados. No
decidieron organizarse alrededor de una doctrina, sino más bien alrededor de la
posición inexpugnable del afecto familiar. Así ganaron simpatía entre la población de la isla, y esto, desde luego,
provocó que las autoridades lanzaran una campaña de difamación e insultos
contra ellas.
Si
hay un grupo que haya sido denigrado hasta el extremo en los medios de
comunicación cubanos, es el de las Damas de Blanco. El régimen ha lanzado una guerra
propagandística contra estas mujeres, con el apoyo de actos de intimidación. “Actos de repudio”, turbas "espontáneas" les gritaban insultos y hasta las golpeaban. Hicieron de la casa de Laura Pollán su objetivo principal. Los periodistas
oficiales les llamaban "las Damas
en Verde", alusión al apoyo
económico que recibían de cubanos en el
exilio para poder llevar alimentos a sus maridos encarcelados. Mientras
tanto, el gobierno cubano no vacilaba en
sufragar toda clase de ataques políticos;
dinero que podría haber sido usado en
beneficio de los cubanos, gastado para
denunciar cada centavo que llegaba a las
manos de estas mujeres necesitadas.
La
prensa nacional siguió denigrando a Laura Pollán aún el 7 de octubre, cuando era admitida en la unidad de cuidados intensivos
de un hospital de La Habana con intensos dolores, dificultades respiratorias y debilidad extrema. Considerando la seriedad de
su estado, representantes gubernamentales preguntaron a su familia si la
paciente podía ser transferida a una clínica de lujo diseñada para los
militares. Laura Pollán dijo antes de
perder la conciencia en un coma inducido, «quiero quedarme en el hospital de la
gente.» Y allí murió el 14 de
octubre, después de un retraso de cinco días en diagnosticar como dengue su
fiebre, en un país que ha estado experimentando un brote intenso de esa
enfermedad durante meses.
Mientras
los periódicos en el mundo entero reportaban la muerte de Laura Pollán, Granma,
el periódico oficial del Partido Comunista, y todos los periódicos de las provincias
de Cuba permanecieron callados. Esta reacción era esperada, considerando la
mezquindad de un gobierno que no puede sentir compasión por la muerte de un opositor. El
régimen de Castro nunca ha sido capaz de hacer una pausa en su belicosidad,
nunca ha sido capaz de ofrecer condolencias. Pero este silencio también se
derivó de su miedo a esta pequeña profesora de español, miedo que enmudece, incluso
ahora, las gargantas de sus
funcionarios.
La
líder de las Damas en Blanco está muerta, pero ya nadie en Cuba llevará alguna vez en sus manos un gladiolo sin pensar en Laura Pollán.
Reproducido
de The Washington Post.
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