A LA CAZA DEL HOMBRE
MAS RICO DE FRANCIA
En los barrios elegantes de París se oye un grito
de guerra. O de desesperación. El gobierno socialista de François Hollande ha
anunciado un drástico incremento de la presión fiscal a las grandes fortunas.
En respuesta, Bernard Arnault, propietario del emporio del lujo Louis
Vuitton-Moët-Hennessy (LVMH) y el hombre más rico de Francia, ha confirmado
esta semana que tramitará la nacionalidad belga para
refugiarse en el exclusivo barrio bruselense de Uccle.
Rápidamente, el magnate de 63 años se ha
convertido en el paladín de la plutocracia francesa. O, si cabe, en su mártir.
Y es que tanto la derecha, muy cercana a Arnault, como la izquierda han
decidido cerrar filas contra él.
Por su parte, Hollande, quien alguna vez ha
declarado que «no le gustan los ricos», no está dispuesto a dar marcha atrás en
su proyecto, ni siquiera ante la amenaza de que uno de los mayores empresarios
del país (el grupo LVMH emplea a casi 30.000 personas en Francia, más de 83.000
en todo el mundo) se exilie, llevándose consigo una fortuna personal que la
revista «Fortune» estima en 21.000 millones de euros. «Tiene que pensar muy
bien lo que significa buscar otra nacionalidad, porque nosotros estamos
orgullosos de ser franceses», dijo el presidente.
Lejos del
fisco
Los abogados de Arnault han aclarado que su
cliente quiere la nacionalidad belga por motivos personales y para iniciar
nuevos proyectos empresariales. Sin
embargo, para los expertos en derecho fiscal, la decisión del «rey del lujo» es
una huida de las duras reformas tributarias promovidas por el Elíseo para
capear la crisis. No sería la primera vez que lo hace. Y esta vez tampoco sería
el único.
Y es que los detractores del dueño de firmas
célebres como Vuitton, Givenchy, Dior o Moët & Chandon todavía recuerdan
cuando Arnault emigró a los Estados Unidos durante la última presidencia
socialista en Francia en 1981, cuando Mitterrand tomó el poder enarbolando la
bandera de una reforma tributaria. El empresario solo regresó a Francia cuando
los socialistas volvieron a un curso económico más conservador.
En
Bélgica no hay impuestos sobre la fortuna o las plusvalías, y el de sucesiones
es mucho más favorable que en Francia. Ciertamente, los ricos con nacionalidad
belga no pagan.
Fuente: abc.com
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