Teresa Cabarrús y madame Récamier, una de sus mejores amigas. |
Teresa Cabarrús
Sexta
y última parte
Teresa hubiera podido soportar los vacíos y desprecios, pero su marido
no. El conde de Caramán no podía vivir tranquilo y cada día le pesaba más su
situación. Existe una carta, escrita por Teresa, en la que quedan perfectamente
reflejados sus sentimientos ante la crítica implacable a la que están
sometidos:
«Quisiera, con todo el corazón, que Dios se apiadara de mis largos sufrimientos y de los tuyos poniendo término a mi vida que ya no es necesaria a nadie. Mas, en verdad, parezco destinada a hacerte merecer el cielo [...] Tus cartas, querido amigo, hieren mi corazón, pues veo demasiado claramente que la malevolencia ha logrado hacer que te arrepientas de lo que hiciste, y veo hasta qué punto soy una carga para ti, y de qué peso tan grande te aliviaría si el Cielo pusiera fin a mi existencia. Créeme que lamento no poder desembarazarte de esa carga sin crimen y sin proporcionar nuevas armas a esa malevolencia que envenena mi vida. Mi corazón, sin embargo, está lejos de guardarte rencor; te compadezco y sufro más por ti que por mí.»
Pero lo cierto fue que, con dificultades y desencuentros, François y Teresa consiguieron salir adelante y mantenerse firmes. Sin duda, los tres hijos habidos en el matrimonio contribuyeron a reforzar la unión de la pareja. Pero la sociedad nunca les iba a dejar tranquilos.
En 1830 se estrenó en París, Robespierre, melodrama histórico
que recreaba distintos aspectos de la época revolucionaria. Los personajes más
importantes de aquella etapa cobraron vida en el escenario y, lógicamente, uno
de ellos era Teresa, madame Tallien. La obra gozó del favor del público y muy
pronto se representó en toda Europa. Los príncipes de Chimay, según la
biografía de una de sus biznietas, se encontraban entonces en Niza. Teresa
estaba muy enferma y su marido había querido acompañarla. Fue en Niza donde se
enteraron de la existencia de la obra. El príncipe escribió desesperado a su
hijo José:
«Es pues imposible, querido, vivir un momento tranquilo. Me disponía a librarme de la sombra de mis pensamientos cuando al abrir un periódico veo el anuncio del gran éxito de un melodrama titulado Robespierre en el cual, con desprecio de todas las conveniencias, se permite colocar en escena a mi pobre mujer. [...] Desgraciadamente no he podido ocultarle este anuncio que solamente habla del éxito, prometiendo nuevos detalles. [...] Tu madre ha pasado una noche espantosa; la tos convulsiva ha vuelto y el pobre médico ya no sabe qué hacer, cuando la primera condición, la tranquilidad del espíritu, es imposible. Yo no he dormido tampoco. Estoy pagando bien caros algunos años de felicidad; que este ejemplo, hijo mío, te sirva para prever mejor que yo el porvenir».
«Es pues imposible, querido, vivir un momento tranquilo. Me disponía a librarme de la sombra de mis pensamientos cuando al abrir un periódico veo el anuncio del gran éxito de un melodrama titulado Robespierre en el cual, con desprecio de todas las conveniencias, se permite colocar en escena a mi pobre mujer. [...] Desgraciadamente no he podido ocultarle este anuncio que solamente habla del éxito, prometiendo nuevos detalles. [...] Tu madre ha pasado una noche espantosa; la tos convulsiva ha vuelto y el pobre médico ya no sabe qué hacer, cuando la primera condición, la tranquilidad del espíritu, es imposible. Yo no he dormido tampoco. Estoy pagando bien caros algunos años de felicidad; que este ejemplo, hijo mío, te sirva para prever mejor que yo el porvenir».
François de Riquet, conde de Caramán y príncipe de Chimay, se había
casado con Teresa Cabarrús por amor y desafiando a todos. Pero no era lo
suficientemente fuerte para soportar el pasado de su mujer. Un pasado que
conocía desde el primer día y que no le importó asumir, aunque después la dura
realidad le hiciese lamentar su decisión. Teresa, conociendo los sentimientos
de su marido y no queriendo perjudicarle en su carrera política, seguirá a su
lado, casi siempre en la sombra, cuidando de él y de sus hijos. Ella, que había
brillado esplendorosamente en el París prerrevolucionario y en la época del
Directorio, se instalará ahora en Chimay cumpliendo con dignidad su papel de
esposa y madre. Ya no es la jovencita alocada que desea alcanzar la gloria y el
poder. Teresa se ha dado cuenta de que ambos son efímeros:
«Yo que aprendí a mi costa a reflexionar, sé que el dinero no basta para ser dichoso, que no se debe nunca causar asombro ni llamar la atención de nadie con actos que no parezcan sencillos. El que sabe ser moderado en todo conoce el secreto de vivir bien y de ser amado y considerado por todo el mundo».
Según se puede deducir de este texto escrito por Teresa, su escala de valores había variado sensiblemente. Solo permanecerá inalterable su generosidad. Murió el 15 de enero de 1835 en Chimay.
En la historia de esta localidad medieval belga, se recuerda a Teresa
Cabarrús como una verdadera bendición para toda la ciudad. Porque ella fue la
más popular y generosa, la más bella princesa de Chimay. Desde el teatro creado
en su memoria, la música parece sonar sólo para ella.
Tomado
de: http://www.sentadofrentealmundo.com
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