9 de mayo de 2012

COMER HASTA MORIR




COMER HASTA MORIR

Por Elsa M. Rodríguez

En la primera página de los periódicos está la imagen del gatito llamado Meow (sin duda un nombre original) que estaba pasado de peso, pues pesaba unas 39 libras cuando el peso normal para un gato como él sería de unas 7 u 8 libras, y falleció a pesar de que el refugio donde había sido acogido porque su dueño, un anciano de 87 años,  no podía ya cuidarlo, lo había puesto a dieta.

Todo el mundo se conmueve, a todos nos da penita saber que el pobrecito minino no pudo soportar la carga extra que llevaba su cuerpecito. Los médicos, o ¿debería decir veterinarios? suponen que llegó a ese peso excesivo posiblemente por sedentarismo y una dieta alta en calorías.

Todo esto nos lleva a pensar que hoy, donde tanta gente muere de hambre y sed porque están viviendo en zonas áridas donde el hombre ha talado los árboles y los gobiernos locales solamente sirven para robar la ayuda que les envían de países más desarrollados, existan casos como el de este gato. Y no es porque el gato haya muerto por obesidad mórbida, sino porque tal como el gato hay muchos seres humanos que hoy se encuentran en la misma situación. El gatito puede que inspirase lástima e inclusive puede que muchos lo encontrasen gracioso, sin embargo una persona con el exceso de peso que tenía este animalito, también es algo que se ve con mucha frecuencia y la gente no lo encuentra gracioso y no todos sienten pena por estos seres, sino que son motivo de burla y escarnio, y muchas veces la única solución a su problema es pasar por el salón de operaciones para que le sometan a una cirugía bariátrica.

El caso de este gatito muerto por mucho comer y tanto descansar nos debía alertar para que tomásemos medidas e inmediatamente comenzásemos a controlar la cantidad y calidad de lo que comemos, así como cambiar nuestras costumbres sedentarias y activar nuestros músculos, para que así no nos pase que contrariamente a aquellos que mueren porque no tienen que comer ni agua que beber, nosotros nos suicidemos por comer hasta morir.

Elsa M. Rodríguez
Hialeah, FL

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