Munich, Alemania
Daniel Camiroaga
Mas de 70 incursiones aéreas
aliadas durante la II Guerra Mundial destruyeron una maravillosa ciudad que
quiso ser recordada y reconstruida tal y como fue en los años 30.
Rechazando
cualquier pretensión de modernizarse, ha mantenido tradiciones centenarias, una
cultura bien arraigada y la esencia y el encanto que el rey Luis I quiso
recrear, imitando la grandeza que Napoleón había dado a París. Moderna pero
medieval, rasgada por el color esmeralda del río Isar cuando luce el sol,
Munich transmite un encanto por el que te sientes atraído y cálidamente
acogido.
Contrastes. Flamantes BMW,
descapotados en cuanto sale el sol y conducidos por rubias estupendas ceden el
paso a señores de grandes bigotes, ataviados con el traje bávaro tradicional.
Se vive con pausa, con oficios que emplean y mantienen herramientas de hace
décadas, los cuales contrastan en una de las ciudades más prósperas de
Alemania, en la que empresas electrónicas, químicas, de instrumental óptico
y automoción, hacen que se respire bienestar, dinero y ganas de pasarlo bien.
Tradicional como pocas, se
me antoja también como una de las mas latinas, al menos, la que mas y mejor
parece divertirse. Próspera y cosmopolita, sí, pero aún mantiene esa
cordialidad propia solo de las pequeñas ciudades de provincia. Millionendorf,
el pueblo de un millón de personas.
Aquí aman la música como en
ningún otro sitio, es significativo que cada semana acudan más personas a un
concierto que a ver al Bayern, el equipo de fútbol. No en vano, ha mantenido
hasta tres filarmónicas consideradas entre las mejores del mundo. Arte y
antigüedades; palacios y jardines, vigilados siempre por las monumentales
estribaciones de los Alpes.
Es también la Munich de
Thomas Mann, con su resplandeciente bóveda de cielo azul brillante y
sedoso, que cubre los parques, las columnatas blancas, los monumentos clásicos
y las iglesias barrocas, las fuentes, los palacios y sus parques, sus amplias
vistas, siempre arboladas…
Tres puertas originales
guardaron la ciudad en el Medievo: Senlingertor (1318), la mas antigua,
abría el camino para comerciar con Italia. Isartor (1337), al oeste de
Marienplatz. Y Karlstor, también conocida popularmente como Stachus,
cerca de la estación de tren, auténtico centro de la ciudad.
En Marienplatz se
levanta el nuevo ayuntamiento de estilo gótico. El carrillón de su torre que
asoma cada día, a las 11 y a las 12 en punto, sorprendiendo con figuras de
proporciones humanas mientras repican rítmicamente las campanas. La catedral,
que puede albergar 20.000 fieles, eleva sus torres gemelas coronadas por
cúpulas, que se muestran como orgullosas señas de identidad de la ciudad; tanto,
que ningún edificio puede sobrepasar su altura. La torre de la iglesia de San
Pedro, Alter Peter, como la conocen los muniqueses, es el edificio más
antiguo de la ciudad (del año 1180). Si subes sus 302 escalones disfrutaras de
unas magníficas vistas con las citadas torres en primer plano.
El Teatro Nacional,
un palacio de mármol impresionante. La Bavarian State Opera, donde
Mozart estrenó su primera ópera, el Cuvilliés Theatre, con una capacidad
de 2.000 espectadores en su espectacular anfiteatro circular.
Schwabing es quizá uno de los barrios con más encanto, mezcla de Soho y
Village, sembrado de cafés, bares, restaurantes y pequeños clubes de jazz. Glockenbachviertel,
otro barrio curioso, de ambiente familiar y gay-friendly, repleto de
tiendas y cafés, tiene un encanto que cautiva.
El gusto por la buena
cerveza es parte del acervo transmitido por los monjes que en el siglo VIII
fundaron la ciudad. La Augustiner, la más antigua, junto con Paulaner, Hofbräu,
Löwenbräu, Spaten y la Hacker-Pschorr, conforman las seis grandes. Si no
viajas durante la Okctoberrfest, pásate por Hofbrauhaus, en Platzl 9,
probablemente la cervecería más famosa del mundo, sin duda la más grande y una
de las más antiguas, más de 420 años sirviendo cerveza en jarras de a litro, y
todos los días, tocan animada música popular Bávara. Sus clientes habituales
tienen reservada su mesa favorita todo el año, así que pregunta antes de
sentarte.
Mi jefe decía que el mejor
café del mundo se toma en Alemania porque importaban siempre las mejores
calidades. No le voy a contradecir, porque además se prepara con un mimo
especial que solo he visto, tal vez, en Italia. En todo caso, el mejor sitio
para tomar un café en Munich es Dallmayr: café, pasteles, quesos, pan.
En Dienerstr 14-15, muy cerca de Marienplatz.
Esibach, en English
Garden, el parque más grande de Europa, donde incluso existe una zona
nudista para tomar el sol y estupendos beer gardens. Hay un pequeño
riachuelo artificial, que produce una pequeña pero constante ola, justo detrás
del puente de Haus der Kunst, donde se practica surf a diario. Nunca
dejo de ir hasta allí antes de volver paseando al hotel.
El Alte Pinakothek,
uno de los museos más antiguos del mundo, exhibe Rembrandt, Van Dyck, Rubens,
Miguel Angel, Botticelli, Leonardo, Tiziano, Velázquez, entre otros. Su museo
hermano, el Neue Pinakothek, cuelga de sus paredes a la mayoría de los
maestros impresionistas franceses. El Deutsches Museum exhibe la más
grande y espectacular colección de tecnología del mundo, más de 16.000 artefactos,
construidos por Benz, Diesel, Krupp, Siemens, Daimler, Maybach, esas grandes
marcas referentes de calidad que nos hace envidiar el talento de este país.
Aunque no te emocionen los coches, seguro que los clásicos del Museo de BMW
te vuelven loco... ¡Es un espectáculo!
Otro de los sitios que
aconsejo, donde acuden muchos granjeros de la zona para vender sus productos,
es el mercado Viktualienmarkt, especializado en productos bávaros: miel,
flores, quesos, salchichas, huevos.
En verano, el Schabinger Art Market,
en Leopoldstrasse, donde los estudiantes exponen a la venta sus primeras obras
de arte. Tal vez te decidas a comprar una obra de un futuro artista de nivel
mundial.
Si visitas la ciudad en Navidad, no puedes dejar de visitar el
mercadillo de Christkindlmarkt en Marienplatz, todo tipo de adornos y
efectos de Navidad.
Entre tanto restaurante de
salchichas y codillo, sorprende el Prinz Myshkin, un vegetariano para
todo tipo de comensales, con precios muy ajustados, una buenísima comida y una
fabulosa puesta en escena. Aquí la comida entra por los ojos.
De recuerdo, unas típicas
jarras de cerveza de porcelana de colores azules y blancos bábaros, en Hertie,
al otro lado de la estación, o en Orlandostrasse, cerca de Hofbrauhaus.
Si tienes oportunidad, hay dos
excursiones que te recomiendo, y que aunque despiertan sentimientos
opuestos, son muy interesantes. Una, a quince kilómetros de la ciudad, el campo
de concentración de Dachau, su visita te deja acongojado. La otra, a
hora y media en coche, el Castillo de Neuschwanstein, construido
sobre una imponente roca, que inspiró el palacio de la Cenicienta de Walt
Disney.
No sé por qué, pero en
general es mejor pagar en metálico, no suelen poner buena cara cuando sacas la
tarjeta de crédito en pequeños establecimientos.
Reproducido de elimparcial.es
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