2 de febrero de 2012

LA VIRGEN MARÍA, 498 AÑOS EN CAMAGÜEY

La Virgen María,
498 años en Camagüey

Roberto Méndez Martínez

El 2 de febrero de 1514, cuando un puñado de hombres al mando de Diego de Ovando fundó en la Punta del Guincho, la villa de Santa María del Puerto del Príncipe, puesta bajo la advocación de Nuestra Señora de la Presentación, más conocida como La Candelaria, Patrona de Islas Canarias, estaban dando inicio, sin saberlo, a la profunda vocación mariana de este territorio, que se ha puesto de manifiesto a lo largo de estos casi cinco siglos, y que nada ha podido borrar.

Cuando la villa fue refundada tierra adentro hacia 1528, no sólo se mantuvo en su Parroquial Mayor su advocación a La Candelaria, sino que muy pronto fue surgiendo un elevado número de grandes templos o capillas, muchos de los cuales estaban bajo la advocación mariana: las ermitas de Nuestra Señora de la Altagracia y la de la Candelaria, los templos dedicados a Nuestra Señora de La Merced, de La Soledad, La Caridad, a lo que lógicamente podría agregarse la parroquia de Santa Ana, madre de Nuestra Señora. Ya en el siglo XX, el hermoso vitral se completaría con las capillas dedicadas a Nuestra Señora Reparadora, a María Auxiliadora, a Nuestra Señora de Monserrat (Patrona de Cataluña), y a Nuestra Señora de Fátima. 

La proximidad a esos templos o las devociones particulares de ciertos vecinos, hicieron que también el complejo entramado urbano citadino se poblara de calles con nombres marianos: Candelaria (Independencia), Soledad (Ignacio Agramonte), Merced (Lope Recio), Avenida de la Caridad (Ave. de la Libertad), Nuestra Señora de Loreto (luego Hospital), Carmen (Marín Varona). Pero esto no se limitaba a la zona urbana, los vecinos también acostumbraron a denominar sus haciendas, potreros o sitios de labor con un nombre mariano, proliferaron las fincas llamadas "La Purísima" "La Candelaria" "Nuestra Señora de las Mercedes", "El Carmen", "Loreto",  que en algunos casos son todavía hoy nombres de granjas o poblados.
En la vida cotidiana, la presencia de la Virgen era constante. Las personas acostumbraban, al abrir la puerta de su casa a un visitante o al encontrarlo en la calle, saludarle con un "¡Ave María Purísima!". Era usual el rezo del Ave María antes de dejar el hogar, al amanecer, a la hora de dormir, o en el momento de emprender un viaje. Así mismo era frecuente el rezo del rosario en familia, en los hogares, como última actividad antes de retirarse. Las horas de la villa estaban marcadas sobre todo por el toque del Ángelus, a las doce del día y al oscurecer, y en ambos casos las personas se detenían en la vía pública o en su trabajo para rezarlo.  Había cofradías para el rezo del Rosario de la Aurora, que se realizaba por las calles al amanecer y en determinadas festividades; había también un Rosario Nocturno, a la luz de las velas, que recorría la villa con un carácter mayormente penitencial. 

También los festejos en el territorio estaban signados por la presencia de la Madre de Dios. Eran especialmente solemnes las fiestas dedicadas a Nuestra Señora de la Merced (24 de septiembre), celebradas en el templo que le estaba dedicado, con procesión y música, que continuaban luego en la plaza con corridas de toros, torneos a caballo y otras diversiones; no le iban detrás en importancia las consagradas a Nuestra Señora de la Soledad (Viernes de Dolores) y a Nuestra Señora del Carmen (16 de julio). Ésta última, aunque muy antigua en el territorio, ganó especial solemnidad en la ultima década del siglo XIX con la presencia de los Padres Carmelitas en la ciudad.

Una costumbre que se ha perdido en el tiempo es la de celebrar, como los antiguos camagüeyanos, la "nochebuena chiquita", nombre que se dio a la cena familiar del 8 de diciembre, fiesta de María Inmaculada, que se realizaba después de la misa en la Soledad y de la procesión vespertina.

Sin embargo, quizá la festividad que más definía al territorio era la Feria de la Caridad, que se celebraba durante el novenario y fiesta de la que llegaría a ser proclamada Patrona de Cuba. Casi toda la ciudad se volcaba en esos días hacia la barriada de La Caridad y, además de asistir a misa, participaba en rifas, bailes, banquetes, serenatas y bromas variadas, que han sido muy bien descritas por el escritor José Ramón de Betancourt en su novela "Una Feria de la Caridad en 18..."

498 años después de la fundación es preciso no olvidar estas costumbres de nuestros antepasados, no porque sea lógico hoy practicarlas todas, sino para tener siempre presente la hermosa mirada de nuestra Madre sobre esta tierra.

Reproducido de Boletín Diocesano, Camagüey, Nº 63

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