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Historias de Puerto Príncipe
Cuando Puerto Príncipe era español, algunos años antes de la Guerra del 95, había en Camagüey un pintor de brocha gorda que vivía en la cuartería de la calle de la Soledad (después Estrada Palma y luego Ignacio Agramonte), frente a la confitería de Brigas, lugar en que posteriormente se establecieron los Dptos. de Producción y Disribución de la Comp. de Electricidad, al comienzo de dicha calle, y cercana ya al puente de Garrido.
Este señor era muy locuaz y muy dispuesto a tomarse días de vacaciones en el mes visitando las bodegas y reuniéndose con amigos que, como él, gustaban de los tragos.
Como vivía en uno de los cuartos de la citada cuartería de don Juan Barreras, frecuentemente le tocaban la puerta por error solicitando a otras personas, pues los cuartos carecían de numeración.
Disgustado Robles, que así se llamaba el pintor protagonista de este relato, cuando más entusiasmado estaba en su faena de pintar letreros para la confitería y otras “matazones” (tradicional nombre que daban a las carnicerías en el viejo Puerto Príncipe), teniendo que abandonar su tarea, cuando le tocaban la puerta solicitando a alguien, él contestaba: “No señor, quien vive aquí es el eximio pintor Juan Robles. Y ya cansado de tales molestias, decidió pintar en la fachada del “edificio”, con color azul de fondo y sobre él un árbol seco y en el pimpollo un aura. En el tronco un rótulo que decía: “Esta es la morada de Robles”.
A pesar de eso y por maldad, los muchachos que iban a bañarse al río Hatibonico por el paso de la Soledad tocaban a la puerta para preguntarle por qué le había pintado un aura.
Y les contestaba: “El Aura es la ninfa de Baco y yo su representante en mis ratos de expansión. Y no me pregunten más si no quieren que el Aura se los coma.”
El célebre pintor murió en el asilo San Juan de Dios a los 71 años.
Dr. José R. Espineta, 1976
Reproducido de la revista “El Camagüeyano”, editada en Miami por la Dra. Mª Antonia Crespí.
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