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ERNESTO SABATO
- Por Quique Lavilla
El Mundo. Madrid
El escritor del pesimismo ha dicho adiós a la vida
después de atravesar un túnel de casi un siglo de distancia. Este sábado, a los
99 años, Ernesto Sabato, ponía fin a su dificultoso recorrido vital. El
argentino era un hombre marcado por su carácter introvertido y sus continuas
depresiones, pero bajo su imagen de hombre frágil y su aparente inseguridad escondía fuertes convicciones éticas, ideológicas y
literarias.
Su primera vocación fue científica. Logró una beca para
realizar trabajos de investigación sobre radiaciones atómicas en el Laboratorio
Curie de París, y en 1945 lo abandonó todo por la literatura. La primera novela que publicó, en 1948, fue 'El
túnel', una obra por la que tuvo que sufrir "amargas
humillaciones" hasta lograr que viera la luz.
Afortunadamente para Sabato, la primera edición de 'El
túnel' se agotó de forma inmediata y un año después Albert Camus le escribía
para decirle que había recomendado a Gallimard la traducción al francés de su
relato. Hasta el mismísimo Thomas Mann quedó impresionado al leer 'El túnel',
según dejó anotado en un volumen de sus diarios.
Marcado por la tragedia
Ernesto Sabato fue el décimo de once hijos y su marca de
tristeza quedó fijada en él nada más nacer, al recibir el nombre del hermano
que le precedía y que murió cuando sólo era una criatura. El propio Sabato
cuenta en su libro de memorias, 'Antes del fin', que aquel hecho tal vez fue el
motivo de su existencia "tan dificultosa, al haber sido marcado por esa
tragedia".
Hijo de Juana María Ferrari y de Francisco Sabato, desde
pequeño se sintió más vinculado a su madre que a su padre. "La tierra de mi infancia se hallaba invadida
por el terror que sentía hacia él", escribe en su
autobiografía. Ernesto tuvo una infancia solitaria y asustada, que dejó
"huellas tristes y perdurables en su espíritu".
Su amor por la literatura le llegó en el colegio, cuando
conoció al profesor puertorriqueño Pedro Henríquez Ureña. "¿Por qué, don
Pedro, pierde tiempo en estas cosas?" le preguntó en una ocasión cuando
era alumno de secundaria, a lo que el maestro replicó: "porque entre ellos
(sus pupilos) puede haber un futuro escritor".
Sin embargo, el
gran pilar del novelista fue Matilde Kusminsky Richter, su mujer,
a la que conoció en las reuniones comunistas y anarquistas a las que acudía
cuando era un adolescente. Sabato se decidió finalmente por el comunismo y en
1933 fue nombrado secretario de la Juventud del Partido.
Su implicación en el movimiento comunista era intachable,
pero Sabato, que siempre fue un pensador, encontraba contradicciones en algunos
aspectos de la ideología. Esas dudas a punto estuvieron de llevarle directo a
un 'gulag'. Tenía 24 años y de camino a la fría y lejana Rusia comprendió que su
vida corría serio peligro. Abandonó el viaje y tomó un tren con destino a
París, ciudad donde sufriría tres grandes crisis existenciales.
Las crisis de Sabato
La primera crisis le llevó a abandonar el comunismo, algo por lo que tiempo
después algunos escritores del 'boom' latinoamericano le tildarían de
'traidor'. Fueron los que él denominaba 'comunistas de salón' quienes le dieron
la espalda. Pero Sabato se defendía parafraseando a Camus "siempre hay una
filosofía para la falta de valor".
La segunda crisis también se produjo en París, en
1939, cuatro años después de la primera. Allí se trasladó con Matilde y su hijo
recién nacido, Jorge Federico. Entró en contacto con los surrealistas y comenzó
a llevar una doble vida. Realizaba sus investigaciones científicas durante el
día y por las noches se entregaba a la diversión compartiendo penas, alegrías,
confidencias e inquietudes con Wilfredo Lam, Oscar Domínguez, Benjamín Péret, o
Tristan Tzara. Fue entonces cuando comenzaron
a surgirle dudas en torno a su carrera en el mundo de la ciencia
y finalmente abandonó Europa y volvió al continente americano.
De vuelta en Argentina empezó a escribir su primer ensayo
'Uno y el Universo', que se publicaría en 1945. Pero dos años después volvió a
París para tomar posesión de un cargo que le habían ofrecido en la UNESCO. A
los dos meses de su llegada a la capital francesa se produjo su tercera gran crisis. Había empezado a
escribir 'El túnel' y, hundido en una profunda depresión, abrazó seriamente la idea del suicidio.
Superado el bache volvió a su país natal, de donde ya no se movería.
La literatura como exigencia vital
Su segunda novela, 'Sobre héroes y tumbas', considerada
la mejor novela argentina del siglo XX, no vio la luz hasta 1961. Se decidió a
publicarla por la insistencia de Matilde, que le convenció de que la historia
merecía librarse de las llamas, ya que era
frecuente en Sabato quemar por la tarde lo que había escrito por la mañana.
Según dijo "cuentos, ensayos y obras para teatro los he visto consumirse
en el fuego".
La tercera y última obra de ficción de Ernesto Sabato fue
'Abbadón el exterminador', quizá la más compleja de sus tres novelas.
Los últimos años de su vida los pasó en su casa de Santos
Lugares, en la provincia de Buenos Aires, donde su vista deteriorada le impidió
leer y escribir, por lo que se dedicó a la pintura, su otra gran pasión. Como
dejó escrito: "el destino siempre nos conduce a lo que teníamos que
ser".
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