El domingo de la sal y de la luz.
Hazme, Señor, ser sal y luz,
que lejos de falsificar mi vida,
la mantenga soldada a tu gracia,
alimentada por tu Palabra
y sostenida con tu mano salvadora.
Que siendo Tú el salero de mi existencia,
puedas contar conmigo, Señor,
para sazonar oportunamente tantas situaciones
que reclaman ilusión y fuerza,
alegría y optimismo, dignidad y verdad.
Que siendo Tú la fuente de la luz,
puedas contar conmigo, Señor,
para alumbrar miserias y soledades,
tristezas y angustias, aflicciones y pruebas,
luchas y tribulaciones
en las que combaten tantos hombres.
Hazme, Señor, ser sal y luz,
que dé gusto, no a lo que el mundo quiere,
y sí a una nueva forma de vivir y de sentir.
Que ofrezca la luz de tu presencia,
a los que viven como si no existieras,
y a los que, creyendo en Ti,
caminan como si el Evangelio no conocieran.
Que sepa ser conservante como la sal:
que guarde, para mí y para los demás,
tu gracia y poder, mi fe y mi fidelidad,
mi oración y mi confianza en Ti.
Javier Leoz,
Betania.es
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