7 de noviembre de 2009

MI CALLE



  Mi calle

Ana Dolores García

Mi calle, la calle en que nací y en la que viví todos mis años en Cuba, disputa, con la calle de San Ramón, (Enrique José Varona), el título de la más larga de Camagüey. Sinuosa a veces, muy recta otras, paralela a República por lago trecho la atraviesa en otro de sus extremos, apenas cuando acaba de nacer.

Nació en la mismísima Plaza de San Juan de Dios, en los vericuetos más rancios de la villa de Santa María del Puerto del Príncipe. Entonces era sólo un conjunto marginal de chozas y bohíos, colocados en línea no muy rectas que bordeaban charcos y fango, mientras ella hacía lo propio y a distancia con la corriente del Hatibonico. Comenzó a llamársele la calle de los pobres porque, al decir del historiador Torres Lasqueti, «eran personas pobres la mayoría de sus habitantes», y el nombre la ha acompañado hasta nuestros días, aunque desde 1897 el Ayuntamiento decidiera que debía llamarse Padre Olallo y, antes de ello, en 1785 tenía el nombre de «Purísima Concepción».

Cargando con la pobreza que albergaba, fue capaz de cruzar calles que ya desde entonces contaban con casonas de grandes ventanales de madera, anchas cocheras e impresionantes aleros. Así, en su orden y dando giros, atravesó la calle Mayor (Cisneros), Contaduría, (Independencia), San Pablo (Torres Lasqueti), y Reina (República). Se fue alejando del río y en nueva curva de casi noventa grados pasó cerca de la antigua plaza e iglesia de San Francisco, a la par que se asomaba a angostos callejones y se burlaba de la estrechez del de «Funda del Catre»

Allí vio nacer a la calle de San Fernando, (Bartolomé Masó), con la que se volvería a reunir una decena de cuadras más adelante. Siguiendo su camino hacia el Norte, al llegar al Callejón y la Plazoleta de Triana, (Cruz Olivera) disfrutaba en cada san juan de la coronación de la reina que los esclavos celebraban al toque de tambores. El callejón conectaba también con el «Paso de Triana» del Hatibonico, que antiguamente era la salida de Puerto Príncipe para el camino de Nuevitas.

Para entonces ya se le veía enmarcada, como a las demás calles, por quicios de amplia variedad de diseño y tamaño y siempre de ladrillos, y de casas de mampostería al uso principeño: sala amplia de alto techo que se inclinaba hasta casi la altura de un hombre al llegar a la cocina. Cochera o zaguán, si no para algún coche, al menos para que pudieran pernoctar los caballos, y argollas en columnas o paredes para atar caballos o hamacas.

Del lado del río ya surgían otras líneas de casas humildes: eran la calle del Rosario (Enrique Villuendas) y la de Palma (Ciro Betancourt). Anduvieron juntas por un trecho, pero la calle de los Pobres tenía otras ambiciones, y decidió alinearse a San Fernando y a otra de más renombre: San Juan (Avellaneda). Eso se hizo más notorio al cruzar la calle Soledad (Estrada Palma > Agramonte).

Antes de llegar a Soledad y después de pasar Triana, Pobres atravesó el callejón del Tío Perico (Vate Morales) y el de Montera (Félix Caballero). Recuerdo bien estos nombres porque precisamente fue entre ellos, en esas tres cuadras de la calle Pobres, donde viví siempre en Camagüey.

Pobres prosiguió su paso y, no se sabe como, decidió permanecer derecha. Se trazó una línea recta que cada vez la separaba más de Rosario y la acercaba a San Fernando y Avellaneda y, muy intencionalmente, a República, que había sido testigo de su humilde origen.

Así fue como se enteró que san Fernando y Avellaneda habían decidido unirse después de haber cruzado san Martín. No pocas calles habían atravesado ya: el callejón de Jaime (Coronel Aguilar), san Juan Nepomuceno, o simplemente Nepomuceno (Coronel Labrada) y San Esteban (Oscar Primelles).

Al Pobres cruzar San Martín, evocó que el nombre que ya llevaba esa calle por poco se lo daban a ella a pedido de los Veteranos, porque el patriota Fidel Céspedes había sido vecino de Pobres y en su casa habían tendido su cadáver cuando fue muerto por los españoles en un encuentro armado.

Y al cruzar San Martín fue también que se dio cuenta que la línea que se había trazado la llevaba indefectiblemente a unirse con San Fernando y Avellaneda… Lo hizo un poco más allá de atravesar San José (Manuel Ramón Silva). Ganó anchura pero perdió identidad. De esa forma, sin ya saber quién era, llegó a la calle Van Horne y al paradero del ferrocarril. Allí murieron también junto con ella, San Fernando y Avellaneda, y más allá, del otro lado del paradero, la Reina, República.

A pesar de que un mismo final las igualara, mi calle siempre fue la parienta pobre que miraba con envidia los adoquines de República, Cisneros y aquellas calles importantes que había encontrado en su camino. Ella permanecía siendo de tierra, o de fango cuando llovía. No fue hasta la década de los cuarenta del siglo pasado que pudo tener alcantarillado, aceras y un piso de asfalto. Fue cuando un Ministro de Obras Públicas del Gobierno Central, a quien el pueblo apodó Pepe Plazoleta, acometió la pavimentación y el alcantarillado de todas las calles de Camagüey que no formaban parte del exiguo y selecto circuito de las calles principales.

En Pobres nació Luis Casas Romero, mambí, músico e innovador, autor de una pieza inmortal de nuestra música: «El Mambí». En Pobres vivió Fidel Céspedes, patriota y mártir. En Pobres estaba el «Campo Garay» donde mucho se jugó al baloncesto y adonde iba nuestro colegio «San Agustín» a hacer calistenia. En Pobres estaba la Escuela Pública Nº 11, Félix Varela. En Pobres había Logias Masónicas y Centros Espíritas. Y también una fábrica de mosaicos. En Pobres vivieron profesionales y obreros, ricos, clase media y pobres. Casas de bien y casas malas que muchos recuerdan. En Pobres quedan algunas casas antiguas restauradas por su edad, casas en derrumbe, casas siempre poca cosa. En Pobres me quedan aún algunos amigos, vecinos que fueron desde mi niñez.

Creo que en un pueblo tan aferrado a sus tradiciones como lo es Camagüey, los principeños del siglo XXI le seguirán llamando Pobres a mi calle. Aunque su nombre oficial desde hace más de un siglo sea el de un hombre que esparció su bondad y el amor de Cristo entre los pobres y enfermos de aquella villa a la que llegó para servirles y que hoy, transformada por el progreso y convertida en patrimonio histórico de la humanidad, ya le venera como santo junto con la Iglesia: Fray Olallo Valdés. 



Ana Dolores García
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3 comentarios:

  1. ¡Qué maravilla! ¡Cuánto placer!

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  2. Imagino que haya podido recorrer «mi calle» sin perderse, Víctor. Son tantos los recuerdos que almacenamos de nuestro Camagüey que se nos hace difícil el no referirnos a todos. Prometido queda hablar del parque Agramonte, de la billetería El Cambio, del Parque Bar y de la dulcería Roxi. ¡Hasta quedará espacio para La Volanta!
    Saludos,
    Lola

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  3. En la calle Pobres, entre Independencia y San Pablo murió mi abuelo, Don Leopoldo Mozo y Andrade
    El dueño del Parque Bar, del Roxi y La Balanza, que se comunicaban entre sí, era, si mal no me acuerdo, un español llamado Eusebio Cal Colmenares. De los dulces del Roxi que nunca olvidaré, los rememoré en una dulcería que vi en Santiago de Compostela hace ya unos diez años.
    Cuando íbamos a misa a la Catedral los domingos al salir mamá me llevaba siempre al Roxi. Qué bueno es recordar y qué bueno lo que nos tocó vivir. Gracias una vez más, espero su próximo artículo con mucha impaciencia.

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