De “La supremacía izquierdosa”
Zoé Valdés
Me
siento en la obligación moral de responder brevemente a un artículo de mi
querida Fabiola Santiago publicado en El Nuevo Herald. Fabiola Santiago describe (y
se vale de un medio de comunicación masivo) cómo se ha sentido marcada y
víctima desde niña por lo que ella llama la “supremacía cubana” para contar de
qué indebida manera una lectora y comentarista de uno de sus artículos, a
la que ella nombra por su apellido, no sabemos si es real o verdadero, la
insulta por sus opiniones sobre Donald Trump.
Bien,
no sé si Fabiola Santiago se dio cuenta que al escribir su artículo
respondiéndole a una comentarista a través de un periódico (y no de un simple
comentario como debió de haber hecho) desde su posición de renombrada
periodista, está también ella ejerciendo la “supremacía cubana” tal como se
ejercía en la Cuba de los Castro cuando los periodistas se veían en la
obligación ideológica y exclusivamente por razones políticas de denunciar o
chivatear a los opositores o disidentes en las páginas del Granma. No sirvió de
nada que Fabiola Santiago escapara siendo niña de Cuba, la “supremacía cubana”
ya la llevaba inoculada dentro.
Pero
como en este caso se trata de un periódico del sur de la Florida, tirante a la
izquierda “demócrata”, Fabiola Santiago también hace uso de lo que yo llamo la
“supremacía de la izquierda”, la “supremacía demócrata”, que si no se pertenece
a ellos aunque tampoco se pertenezca al lado contrario ya sitúan a los demás en
ese lado adverso, por descontado “aborrecible e infernal”, y del que no se
salva uno jamás -según sus rígidos análisis amparados todos por una ideología.
Yo
he conseguido, con mucho esfuerzo y gimnasia mental, situarme fuera del
estercolero, ni con los indios ni con los cowboys, tan manipuladores son unos
como otros. Sin embargo, por dar mis opiniones sobre los Clinton, sus
seguidores también me han querido linchar verbalmente. Por el contrario, los
amigos que votarán por Trump, han respetado mi derecho a criticarlo, como lo he
hecho y seguiré haciendo. Por cierto, estos últimos no han quemado ni pisoteado
banderas americanas como sí hicieron públicamente los fanáticos clintonianos.
Aunque francamente “le
peuple” -sea del bando que sea- siempre nos da la sorpresita…
A
esa “supremacía de la izquierda” responde la mayoría de los periódicos de
Estados Unidos, las editoriales, las casas disqueras, y casi toda la cultura
progre de ese país, que de un tiempo a esta parte es la cultura más inculta que
se haya conocido jamás en la faz de la tierra. Ignoran su historia y denigran
de su propia cultura, al parecer siguiendo las pautas del Comité Central
de La Habana. Para la mayoría de esos izquierdosos, educados en esas
universidades americanas que dan pavor (ya lo decía Fidel y Raúl te lo
cumplió porque cuán castristas son), lo hemos visto con nuestros propios
ojos, resulta más grande una cantante revolucionaria y robesperriana que
se desgañitó toda su vida cantando himnos comunistas representantes de una
dictadura, como la Omara Portuondo, que una Celia Cruz o una Olga Guillot.
Estas
dos últimas, más por trabajadoras que por afortunadas, pudieron imponer su
estilo a la par que sus opiniones, porque su arte era tan inmenso que en vida
nadie pudo derrumbarlas y mucho menos eliminarlas. Y allí estuvieron hasta su
muerte. Incluso si así, nada fue para ellas un camino de rosas. La señora
Portuondo (que yo sí padecí en Cuba y de la que se salvó Fabiola Santiago) tuvo
que esperar a que estas dos reinonas murieran para usurpar un lugar
que no le corresponde, con el apoyo, por supuesto, del presidente Obama (el
mismo que estrechó la mano de Raúl Castro y pidió hacerse una foto con el
aChesino de la Plaza de la Revolución, sí, el prematuro Nobel de la Paz), que
la invitó a cantar en la Casa Blanca, en lugar de invitar a Lucrecia o a otra
artista exiliada que al menos haya mantenido una posición loable a la
hora de opinar sobre Aquella Cochiquera que es Cuba.
Esa
“supremacía demócrata” de una gran parte de la prensa norteamericana es la que
funciona así: cuando un autor cubano del exilio publica traducido en Estados
Unidos, como ha sido mi caso, en lugar de referirse a la obra traducida
prefiere subrayar sin venir a cuento que el autor es un anticomunista
(marcándolo con una “mancha en el expediente”, ¿les recuerda algo?); y esa
misma “supremacía de la izquierda” es la que le brinda espacios a los artistas
y escribidores defensores y representantes de una ideología de idólatras
extremistas en sus instituciones liberales, antes que brindárselos a los
exiliados, que son los que pagan impuestos y los que tienen todo el derecho a
opinar y votar en libertad como jamás pudieron hacer en Cuba.
Zoé
Valdés.
Nota:
Por escribir este post, por el que no cobro nada, se me cerrarán algunas
puertas, otras más. Por el que escribió Fabiola Santiago desde una posición
privilegiada arremetiendo contra una cubana exiliada ferviente defensora
de Trump probablemente se le abrirán algunas puertas. No es culpa de ella
ni mía. Se llama: Sistema. Eso define muy bien a quienes hoy en día se parecen
y están más próximos a los hermanos Castro, lo que no quita que Trump en algún
momento llegue a competir con ellos, pero eso todavía está por verse.
Gracias a mi amiga Elsa
Rodríguez por publicar este comentario de Zoé en Facebook y que me he atrevido a reproducir.