"La magia de la danza" del Ballet Nacional de Cuba representada en el Teatro Albeniz de Madrid en 2002 |
¿Por qué los
bailarines cubanos
siguen escapando?
Roger Salas, El País, España
Según algunas fuentes del exilio cubano de
Miami, en los últimos 18 meses han dejado la isla 83 artistas de ballet entre
miembros de Ballet Nacional de Cuba, egresados de la Escuela Nacional de Ballet
y miembros de otros conjuntos estatales, como el Ballet de Camagüey. Y todo
ello, a pesar de la repercusión global del deshielo de las relaciones con los Estados
Unidos, de la visita al Caribe del Papa y otros gestos de alta diplomacia.
Desde algunos sectores de la ortodoxia castrista se pide paciencia.
Pero a un artista de ballet no se le puede
pedir paciencia aunque sea parte de su disciplina; la ambición profesional de
superación, cuando hay talento, es la urgencia de cabecera; la ambición doma la
paciencia para que no se convierta en frustración. Para un bailarín o bailarina
el tiempo es oro.
Las últimas y sonadas deserciones de una
primera bailarina del BNC, Amaya Rodríguez, y tres jóvenes solistas (que se
consideraban promesas seguras por su calidad y virtuosismo) que cruzaron la
frontera de Canada tras un
viaje oficial del conjunto cubano y entre las que se encuentran Massiel Alonso
y Mayrel Martínez, ponen otra vez la atención sobre un goteo que nunca ha cesado
y que ha poblado el planeta de artistas de la danza cubanos, desde Holanda,
Suecia, Noruega, Italia, Reino Unido y España a varios países de Latinoamérica,
con Estados Unidos a la cabeza.
Amaya Rodríguez había salido legalmente a
México con un permiso y cruzó por su cuenta y riesgo la frontera con Estados
Unidos, una espalda mojada más en busca de su oportunidad. Pero estos
jóvenes bailarines aún en tierra norteamericana hablan con temor. La mayoría de
ellos ha dejado atrás a sus familias en la isla. Los que están en Europa, con
menos presión política, y mediática, eluden el compromiso declarado con la
oposición o cualquier actitud contestataria, algo que en la isla sigue siendo
delito.
La euforia turística, las remesas de
dólares que envían los familiares cubanos emigrados desde el extranjero, la
promesa de la entrada de grandes capitales occidentales para reindustrializar
la isla y las promesas de apertura en el terreno político no son capaces de
tapar una realidad ruinosa y amarga cuya mejor metáfora es, en el terreno de la
danza, el hecho de que las bailarinas se vean obligadas a remendar
imperturbables sus gastadas zapatillas de ballet.
El ballet ha servido recientemente, como lo
fue el pimpón para las relaciones entre China y Estados Unidos en tiempos de
Nixon, para desbloquear las conversaciones entre Cuba y los estadounidenses, y
todo empezó con una visita oficial del American Ballet Theatre [ABT] a La
Habana después de más de 50 años, de modo que se puede hablar con propiedad en
este caso de “diplomacia del ballet”. El ABT fue a La Habana con el plácet de
Washington y así empezó esta parte de la fiesta... o del drama, según se mire.
Hay quien dice que ya no tiene sentido emigrar o pedir asilo político al pisar
suelo norteamericano. Que se lo expliquen a los bailarines, ellos tienen una
respuesta.
Pedro Pablo Peña, director del Cuban
Classical Ballet of Miami y del Miami Arts Center, como viene haciendo desde
hace más de 30 años, ha acogido a estos artistas y preparó para ellos una
función especial el sábado 18 en el Miami Dade County Auditorium. Un programa enteramente clásico que terminó con el segundo acto de Giselle”,
protagonizado por Amaya Rodríguez acompañada por otro cubano invitado, Carlos
Guerra, primer bailarín del Miami City Ballet y artista adorado por el público
de La Florida. También bailaron otros cubanos como Marifé Fumero (Reina de las
Willis) y Arionel Vargas (Hilarión), este último exprimer bailarín del English
National Ballet de Londres. Alonso y Martínez hicieron también papeles solistas.
La diáspora de los artistas cubanos de
ballet, desde los años sesenta del siglo XX con la histórica deserción de los
10 de París en 1966, es la más importante de la historia moderna junto a la de
los rusos, que empezó en los días de la revolución de octubre, se extendió todo
el estalinismo y terminó con la caída del muro de Berlín y la desaparición del
bloque socialista. Ambas historias tienen sus héroes, sus luces y sus sombras y
están por escribirse; los rusos quizás han tenido más suerte y mejor fama pues
los ayudaba su propia tradición. Los cubanos siguen navegando en una tierra de
nadie, luchando por su arte distintivo y su briosa calidad característica