En ocasión de conmemorarse hoy el Día Internacional
de la Mujer, Palmas Amigas ofrece a sus lectores la biografía de la primera
feminista española, Concepción Arenal, incansable luchadora por la reivindicación
de los derechos de la mujer, de los presos y de los desvalidos.
La historia del origen de la celebración de esta
fecha puede encontrarse en los archivos de Palmas Amigas visitando el siguiente
enlace:
Concepción Arenal,
la primera feminista española
Pese a
la reserva absoluta con que Concepción Arenal quiso mantener su vida privada
con el fin de que en el futuro sólo se la conociera por sus trabajos
intelectuales, contamos con algunos trabajos biográficos que, basados en
fuentes documentales y en los testimonios de la propia escritora y de algunos
de sus amigos más íntimos, permiten esbozar su biografía.
Nació
en Ferrol (La Coruña) el 31 de enero de 1820, primer fruto del matrimonio
formado por María Concepción de Ponte y don Ángel del Arenal, miembros de
ilustres familias gallegas y santanderinas, respectivamente.
La
ideología de su padre, firme defensor del liberalismo, y su prematuro
fallecimiento marcarán sin duda el carácter de Concepción Arenal. De él
aprenderá a mantener firmes sus convicciones personales y a luchar por lo que
cree justo. Tras su muerte la viuda y
las tres hijas del matrimonio se trasladan a la casa de la abuela paterna en
Armaño, una pequeña aldea del valle de Liébana (Santander), donde permanecerán
hasta 1835, no sin antes sufrir un nuevo infortunio, pues la hermana más
pequeña de Concepción Arenal, Luisa, morirá el 26 de octubre de 1830.
En 1835
doña Concepción Ponte decide trasladarse a la Corte para que sus dos hijas,
Concha y Tonina, reciban la educación propia de unas señoritas. En
Madrid reside el conde de Vigo, hermano de Concepción Ponte y las niñas junto a
sus primas ingresan como alumnas externas en el colegio de Tepa, donde a falta
de un verdadero programa de estudios les enseñarían a comportarse correctamente
en sociedad, tal como deseaba su madre.
Programa
de estudios que desde luego no satisface su enorme curiosidad intelectual, esa
inmensa ansia de saber que caracteriza a Concepción Arenal. Se ha dicho que en
estos años aprendió sola italiano y francés, al igual que se sentía atraída por
la lectura de libros que versaban sobre ciencias y filosofía. Las relaciones
entre madre e hija no fueron muy armoniosas, pues Concepción Arenal al
finalizar esa primera etapa educativa tenía la pretensión de cursar estudios
superiores, deseo inaudito en una mujer de la época y claramente reprobable
para su madre.
En 1840
vuelve a Armaño para asistir a su abuela enferma, Jesusa de la Cuesta, circunstancia
que le permite poner distancia entre su madre y ella. Por ironías del destino, el fallecimiento de
su abuela ese mismo año, recae sobre ella la herencia familiar, y el de su
madre en 1841, facilita su pretensión: a los veintiún años Concepción Arenal es
dueña absoluta de su destino, poniendo en práctica aquellos proyectos a los que
su madre se había opuesto con fuerza.
Durante
los cursos de 1842-43, 1843-44 y 1844-45 Concepción Arenal asistirá vestida de
hombre a algunas clases de Derecho en la Universidad. Evidentemente no cursó la
carrera, ni hizo exámenes, ni alcanzó ningún título, pues en este momento
histórico las aulas universitarias estaban reservadas exclusivamente para los
varones, pero sin duda enriqueció y afianzó su interés por las cuestiones
penales y jurídicas.
Allí
conoce a Fernando García Carrasco, con el que contrae matrimonio. Hombre avanzado para la época que supo
entender con total perfección las aspiraciones de Concepción Arenal y contempló
a su esposa desde el verdadero plano de igualdad, pues siempre admitió que le
acompañase vestida de hombre a las tertulias del café Iris o que aportara al
hogar las ganancias de un trabajo remunerado. El matrimonio tuvo tres hijos, de
los que sobrevivieron los dos menores, Fernando (1850) y Ramón (1852), pues la
mayor, Concepción (1849), falleció a los dos años de edad.
Durante
los primeros años de matrimonio Concepción Arenal parece decantarse por la
literatura. Escribe algunas composiciones poéticas, y sus Fábulas en verso
(1851), texto que será declarado lectura obligatoria en enseñanza primaria.
En 1855
junto a García Carrasco comienza a colaborar en La Iberia, periódico
liberal fundado por Pedro Calvo Asensio en 1854 y que gozará de gran prestigio
hasta su desaparición en 1898. García
Carrasco, además de escribir artículos sueltos, es el encargado de redactar los
editoriales, los artículos de fondo del diario hasta su muerte el 10 de enero
de 1857. Concepción Arenal junto a sus
hijos se traslada a Oviedo y poco tiempo después regresa al valle de Liébana, instalándose
en Potes en la casa que alquila a la madre del violinista y compositor Jesús
Monasterio, quien se convertirá en fiel amigo de la escritora. De firmes
convicciones religiosas, Monasterio acaba de fundar en Potes las Conferencias
de San Vicente de Paúl y consigue interesar a Concepción Arenal en esta
actividad.
Como
consecuencia de esta amistad con Jesús de Monasterio, decidirá fundar la rama
femenina de esta institución en Potes. Se inician, pues, las preocupaciones
sociales y humanitarias de Concepción Arenal, cuyo fruto intelectual será su
ensayo La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad (1860) que será
premiado por la Academia de Ciencias Morales y Políticas, a pesar de que la
escritora encubriera su identidad bajo el nombre de su hijo Fernando, que
entonces tenía sólo diez años.
Su preocupación por la situación en la que se
encontraban los presos viene motivada por el hecho de que, a iniciativa de la
propia Isabel II, el ministro de Gobernación, Florentino Rodríguez Vaamonde, la
nombrara el 4 de abril de 1864 Visitadora de Prisiones de Mujeres. Con este fin
Concepción Arenal se traslada a La Coruña, donde conocerá personalmente a la
condesa de Espoz y Mina, Juana Vega, que se convertirá en una de sus mejores
amigas y colaboradoras. Fruto de esa experiencia personal son sus conocidas Cartas
a los delincuentes (1865) donde aborda, entre otras, cuestiones tan
delicadas como la necesidad de reformar el Código Penal.
En 1865
se crea la Sociedad Abolicionista con el fin de acabar con la esclavitud en las
colonias españolas. Concepción Arenal presentará al certamen literario que se
convoca el poema titulado Oda a la esclavitud, que obtiene el primer
premio. Tras la Revolución del 68 el gobierno provisional presidido por Serrano
la nombra Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres, cargo que
desempeña hasta 1873.
En 1870
funda La Voz de la Caridad, periódico que fue plataforma para denunciar
los abusos e inmoralidades presentes tanto en hospicios como cárceles de la
época. Desde sus páginas Concepción Arenal, que contaba con la ayuda moral y
económica de la condesa de Espoz y Mina, Fernando de Castro, Gertrudis Gómez de
Avellaneda y Salustiano Olózaga, especialmente, impulsa diferentes proyectos benéficos.
En 1869
la duquesa de Medinaceli había establecido la rama femenina de la Cruz Roja y
Concepción Arenal se vuelca en su organización y trabajo. Dirigió,
personalmente, durante el transcurso de la tercera guerra carlista, el Hospital
de Sangre de Miranda de Ebro, donde se atendió a los soldados de ambos bandos.
Experiencia que motivó la publicación de sus Cuadros de guerra (1880),
donde la nota sentimental predomina en la descripción de las escenas de dolor
que ella misma contempló.
Ese
propio año, 1869, Publica La mujer del porvenir (1869), su primera obra
de carácter feminista -en realidad había sido redactada en 1861- y a la que
seguirán, años más tarde, trabajos como La mujer en su casa (1881), Estado
actual de la mujer en España (1884) o La educación de la mujer
(1892). Obras en las que Concepción Arenal se propone no sólo disipar los
errores que sobre la mujer han arraigado en la opinión de la mayor parte de la
sociedad, sino también reivindicar la capacidad intelectual de la mujer y su
derecho a recibir una educación que le permita desempeñar cualquier profesión
en condiciones iguales a la del hombre.
En los
últimos años de vida de Concepción Arenal su producción disminuye. No obstante,
a pesar de su avanzada edad y precaria salud, colabora en innumerables
periódicos de la época. En el mes de enero de 1893 sus dolencias se
agravan, falleciendo, finalmente, el 4 de febrero.
Extractado de
M.ª
Ángeles Ayala Aracil
© Fundación
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes