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JOSÉ IGNACIO RIVERO
- Por Wilfredo Cancio Isla
- El periodista cubano José Ignacio Rivero, el último patriarca de la
dinastía familiar que publicó el Diario de la Marina (1832-1960),
falleció este miércoles en Miami a los 90 años, víctima de un paro cardíaco.
El legendario periodista murió ayer a las 5 a.m. en el hogar de su hija
María de Lourdes Rivero de González del Valle en Miami, tras varias semanas con
afectaciones cardiopulmonares, según dijeron a CaféFuerte fuentes familiares. La
muerte de su esposa Mariíta Mederos Beci, ocurrida hace siete meses, lo afectó
profundamente.
Con el fallecimiento de Rivero desparece un testigo excepcional del
periodismo y la historia cubanas del siglo XX, y un comprometido defensor
de la libertad de expresión en el continente.
Se va también el símbolo de una época de hidalguía periodística, pasión
ideológica y caballerosidad inclaudicable que él representó hasta el final de
su existencia, aferrado al patriotismo, la fe católica y la memoria de su
tiempo.
En medio de la arrolladora avalancha revolucionaria de 1959, fue Rivero
quien enfrentó, con actitud quijotesca, a Fidel Castro y denunció desde los
primeros momentos el rumbo comunista que tomaba el proceso y comenzó a publicar
una sección titulada Relámpagos bajo el seudónimo de Vulcano, con fuertes
críticas a la implantación de un régimen totalitario en el país.
El enfrentamiento vertical y las denuncias de Rivero contra la revolución
castrista desembocaron en la ocupación del edificio del periódico en Prado y
Teniente Rey por una cuadrilla de milicianos armados, y en un “entierro
simbólico” con un acto multitudinario en la escalinata de la Universidad de La
Habana. Se ponía fin al periódico más antiguo de la América hispana, inaugurado
el 16 de septiembre de 1832 durante la dominación colonial española de la isla.
Rumbo al exilio
Rivero presenció la movilización popular por televisión, ya asilado en la
Embajada de Perú en La Habana. El 26 de mayo de 1960 abandonaría para siempre
el país adonde soñó regresar por los últimos 51 años.
“El féretro tenía mi nombre y Raúl Castro afirmó allí que no importaba que
yo me fuera al extranjero, que me irían a buscar donde estuviera”, recordó
Rivero en una entrevista del 2009.
Nacido en La Habana el 28 de octubre de 1920, Rivero creció en el seno de
una acaudalada familia de inmigrantes asturianos que le inculcaron los valores
conservadores y la educación católica.
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Antiguo edificio del Diario de la Marina |
Tras graduarse de Periodismo en la prestigiosa Universidad de Marquette,
Estados Unidos, en 1943, Rivero se vio ante el reto de asumir la
dirección del periódico con apenas 25 años. Había muerto su padre, José
Ignacio Rivero Alonso, “Pepín”, el afamado columnista de “Impresiones” y a su
vez heredero de una legado familiar que inauguró el asturiano don Nicolás
Rivero Muñiz en 1895.
Sustituyó entonces al prestigioso historiador Ramiro Guerra, quien asumió
temporalmente la dirección del rotativo tras el fallecimiento de Pepín, en
1944. No podía imaginarse que le tocaría encarar la más azarosa etapa de la
publicación, marcada por accidentes históricos de trascendental impacto en la
vida de la nación, como el golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952, y la
lucha guerrillera que llevó al poder a Fidel Castro en 1959.
En 1952, bajo el liderazgo del joven Rivero, el Diario de la Marina
había concluido la construcción de su nuevo edificio y la instalación de
modernas máquinas de impresión a un costo de $4 millones de dólares. Tras su
cierre, la instalación fue destinada al periódico Hoy, órgano del
Partido Socialista Popular (comunista), desaparecido cinco años más tarde, y
luego sede del diario Juventud Rebelde hasta 1985.
“Le tocó dirigir el Diario de la Marina en los días de mayor turbulencia de
la historia cubana”, comentó en Miami Oscar Grau, secretario personal de Rivero
desde 1944. “Para mí, José Ignacio fue más que un amigo, un verdadero hermano”.
Grau conversó con Rivero la tarde de este martes. “Se fue apagando
lentamente, se deterioró mucho después de la muerte de su esposa, que fue su
único amor y compañera por 67 años de matrimonio”.
Fue Grau quien atinó a rescatar el crucifijo de marfil que colgaba en el
despacho de Rivero y escapó por la azotea cuando el edificio del diario fue
ocupado por fuerzas gubernamentales. En el exilio le sirvió como fiel asistente,
fiel hasta horas antes de la muerte de quien siempre llamó como “El Director”.
Fin de las esperanzas
Tras su llegada al exilio, Rivero publicó un Diario de la Marina con
frecuencia semanal, realizado desde una oficina de Miami Beach. Tras el fracaso
de la invasión de Bahía de Cochinos, en abril de 1961, decidió cerrar la
edición.
“Allí se acabaron nuestras esperanzas de un pronto regreso a Cuba”, me dijo
en una entrevista en el 2009.
Durante esos primeros años de exilio publicó también las revistas Impresiones,
Foto Impresiones y Relámpagos.
Entre sus proyectos periodísticos posteriores estuvo la dirección de ABC
de las Américas, un proyecto patrocinado por el diario español ABC, y
publicado en Washington y Puerto Rico. Rivero mantuvo una larga y entrañable
amistad con Torcuato Luca de Tena, ex director del diario español.
En 1973 fue nombrado por Prensa Española S.A. como corresponsal político y
diplomático en Washington.
También se desempeñó como consejero de asuntos latinoamericanos para la
reconocida firma Carl Loeb Rhoades, en Nueva York.
Como columnista, Rivero mantuvo colaboración con los principales periódicos
de América Latina y España. Sus artículos se publicaron en Diario de Yucatán
y El Porvenir, en México; ABC y Ya, en Madrid.
Rivero consolidó además una larga trayectoria como articulista semanal de Diario
Las Américas, en Miami.
Es autor de los libros Prado y Teniente Rey (1983), Contra viento
y marea (1990) y Biografía de un crimen (2009). En fase final de
edición dejó Ex corde (Del corazón), un volumen de reflexiones y
pensamientos acumulados a los largo de su vida.
El sueño de volver
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Murales en la entrada del edificio |
Rivero fue reconocido con múltiples condecoraciones cívicas, profesionales
y religiosas a nivel internacional. Ostentaba la Gran Cruz de Isabel la
Católica, Grado Máximo de la Cruz Roja, la Gran Cruz de San Gregorio El Magno,
el título de Caballero de la Orden del Santo Sepulcro y la Medalla Pro Eclesia
et Pontifice, estás dos últimas otorgadas por el Vaticano.
Fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Católica de
Villanueva, en La Habana, y por la Universidad de Marquette, en Wisconsin.
En 1960, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) le otorgó la distinción
de Héroe de la Libertad de Prensa.
Nunca abandonó la quimera del renacimiento del Diario de la Marina
en una Cuba futura.
“En una Cuba con plena libertad y democracia, el periódico tendrá que
resurgir con más patriotismo que nunca”, aseveró. “Tengo la convicción muy
dentro de mí que no seré yo, pero que algunos de mis descendientes recuperarán
la legítima propiedad del periódico y del edificio, y que sacaremos el Diario
de la Marina otra vez en La Habana”.
Lo sobreviven sus hijas Maria de Lourdes, Beatriz, Inés María y
Magdalena Sofía, 12 nietos y 14 bisnietos.
La familia anunciará próximamente la fecha de los funerales en Miami.
Foto de Ignacio Rivero y oscar Grau, por Koltun
Reproducido
de cafefuerte.com