9 de septiembre de 2014

Vaticano declara Solemnidad el día de la celebración de Santa María de la Caridad del Cobre.

Vaticano declara "Solemnidad"
el Día de la Virgen de la Caridad del Cobre

LA HABANA, 06 Sep. 14 / 08:04 pm (ACI).- Otra buena noticia ha recibido la Iglesia en Cuba,  pues a la reciente entronización de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre en los Jardines Vaticanos y a la carta del Papa Francisco, se ha sumado el anuncio de que a partir de este año el día de la Virgen Patrona de Cuba será celebrado como Solemnidad.

El anuncio fue hecho por la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en una notificación enviada al Presidente de la Conferencia Episcopal de Cuba (CEC), Mons. Dionisio García Ibáñez.

En ese sentido, el Obispo de Cienfuegos, Mons. Domingo Oropesa, expresó la alegría de la Iglesia  en Cuba en su mensaje a los fieles con ocasión de la ahora solemnidad, cuyo día es el 8 de septiembre.

“Podemos decir que este año 2014, y en torno a la Fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre estamos con varios estrenos, de maravillosos estrenos. Pues estrenamos celebrar a la Virgen Patrona de Cuba como solemnidad; estrenamos textos litúrgicos y de la Palabra de Dios para las misas del próximo día 8; estrenamos el primer mensaje de un Papa en toda la historia dirigido a todos nosotros por la Virgencita de la Caridad; y hace unos días se ha estrenado la presencia de una imagen de la Virgen en los Jardines Vaticanos”, expresó en el texto difundido en el sitio web de la Conferencia Episcopal Cubana (CEC).

“Ciertamente que este 8 de septiembre de 2014 está adornado de gestos, textos, imágenes y mensajes llenos de sencillez y de amor como fue y es la Virgen Santísima. Celebrar como Solemnidad a la Virgen de la Caridad  cada 8 de septiembre es algo muy importante, y ha supuesto pasar la Fiesta del nacimiento de la Virgen al día siguiente. Así lo ha aprobado la Iglesia Católica. La solemnidad en el culto católico es el mayor grado de celebración”, añadió.

Por ser el máximo grado, las celebraciones de las solemnidades se inician en las primeras vísperas del día anterior. Incluso cuentan con lecturas propias tomadas del Leccionario Dominical y sus Misas poseen oraciones propias para cada una de ellas.

En ese sentido, Mons. Oropesa explicó que “en cuanto a los textos aprobados para la celebración de la Misa   podemos ver que se nos muestra a la Virgen como Madre y Patrona nuestra, como la que nos acoge con amor materno desde el Calvario, como nuestra abogada intercediendo por nosotros, como la que nos acompaña en nuestros pasos hacia la patria celeste, como la que nos anima a dar testimonio del Evangelio, de su Hijo Jesucristo, en el mundo... Son unos textos sencillos aprobados casi cien años después de que el Papa Benedicto XV, en 1915, la declarara Patrona de Cuba”.

El Santuario de Nuestra Señora de la Caridad se encuentra a unos 16 kilómetros al oeste de Santiago de Cuba, en la villa de El Cobre. Según la tradición, en una mañana de 1612, dos indígenas de apellido Hoyos y un esclavo negro de diez años de edad salieron de Barajagua a la bahía de Nipe a buscar sal, pero una terrible tormenta destruyó sus planes quedando postergados a algunos días después.

Cuando por fin pudieron embarcarse en una canoa y dirigirse a las salinas de la costa, descubrieron sobre las olas un objeto blanco que flotaba, que para gran sorpresa era una imagen de la Virgen María colocada sobre una tabla.

En la tabla venía una inscripción que decía: "Yo soy la Virgen de la Caridad". Tomaron la imagen y la llevaron al altar mayor de la iglesia parroquial de Barajagua, donde un hombre de fe llamado Marías de Olivera ofreció dedicarse a su servicio.

La imagen de la Virgen de la Caridad es pequeña y su rostro es redondo. En el brazo izquierdo sostiene al Niño Jesús, quien lleva en una mano un globo terráqueo. Esta imagen fue coronada por San Juan Pablo II el 24 de agosto de 1998 durante su visita pastoral a Santiago de Cuba, en el marco de su viaje a la isla.

Esta advocación ha jugado un gran papel en la formación de la nación e identidad cubana, es por ello que antes que se cumpliera el 400° aniversario de su hallazgo, los obispos cubanos elaboraron un programa de preparación de tres años que culminó en 2012.

A esta preparación invitaron “a todos los cubanos, porque la Virgen de la Caridad es nuestra, seamos creyentes o no creyentes, católicos o protestantes, o tengamos una devoción popular que pueda ser más o menos sincrética”.

“También nos dirigimos a nuestros hermanos cubanos que viven fuera de Cuba, porque la Virgen de la Caridad es símbolo de la Patria, es vínculo de unidad de nuestras familias, de nuestro pueblo y, ante todo, porque es la Madre de Jesucristo, el Hijo de Dios, Salvador de todos los hombres”, señalaron.

En su mensaje, los obispos afirmaron que "la Santísima Virgen quiso quedarse entre nosotros bajo el título de ‘Caridad’ que significa amor, y, ante su presencia materna los cubanos tomamos conciencia de la fraternidad que debe reinar entre nosotros, que nos mueve a la comprensión, el perdón, la justicia, la solidaridad, la tolerancia, el amor entre los cubanos, sin hacer distinciones. Así, únicamente, se podrá alcanzar un futuro mejor para nuestras familias y para nuestra Patria".

Celebración de la festividad de María de la Caridad del Cobre en Miami

 
 
Santa Eucaristía celebrada el 8 de septiembre de 2014 en conmemoración de la Festividad de Ntra. Sra. María de la Caridad del Cobre en el stadio Bank United Center, Miami FL.

No ha probado con cianuro... General?


¿No ha probado con cianuro… General?
Yoani Sánchez

Ya se han puesto en vigor por la Aduana General de la República [Cuba] las nuevas restricciones para la importación no comercial. La medida me ha hecho recordar un viejo chiste que circulaba en los años noventa y que aún sigue vigente. En aquella historia humorística, un periodista extranjero entrevistaba a Fidel Castro y éste enumeraba todos los obstáculos que habíamos sorteado. "El pueblo cubano ha sobrevivido al colapso del transporte, la crisis alimentaria y los cortes eléctricos", decía con orgullo el delirante político. El reportero lo interrumpía y preguntaba: "¿Y no ha probado con cianuro, Comandante?"

Han pasado casi dos décadas y se nos siguen imponiendo límites y prohibiciones incompatibles con el desarrollo y con la vida. Como si en este laboratorio social se quiera probar cuánto le pueden quitar a los conejillos de Indias –que somos nosotros– para que sigamos respirando, aplaudiendo, aceptando. El nuevo experimento viene no con forma de jeringuilla, sino a través de las normas aduaneras que rigen el equipaje de cada viajero. Medidas que se tomaron sin antes haber permitido la importación comercial que favorezca al sector privado. Como si en la cerrada caja de cristal donde estamos atrapados, nos estuvieran cortando el oxígeno... para mirar desde el otro lado del vidrio cuánto aguantamos.
 
¿No ha probado con cianuro, Comandante? Me resuena en la cabeza mientras leo el “el libro verde” con los nuevos precios y límites para importar desde una máquina de afeitar hasta pañales desechables. Las cobayas, sin embargo, no nos hemos quedado tranquilas y calladas, como tantas veces anteriores. La gente se queja, y con razón, de la asfixia que estas restricciones representan para el trabajo por cuenta propia y la economía doméstica. Todos están molestos. Los que reciben paquetería desde el extranjero y los que no, porque algo de esos cubitos de sopa concentrada o de la crema contra los dolores de reuma terminaba llegando a sus manos a través del mercado ilegal o de la solidaridad de un amigo.

No es que los cubanos tengamos una genética particular para acumular cosas y echemos –por pura neurosis– en nuestras maletas desde el papel sanitario y pasta dental hasta bombillos  incandescentes. La razón no es un cromosoma alterado, sino un sistema que no ha sabido mantener un suministro estable y de calidad de casi ningún producto... como no sea los enlatados de ideología y la insípida papilla del culto a la personalidad. Mientras los estantes de las tiendas estén vacíos o con mercancía de pésima factura y precios estratosféricos, tendremos que traer de afuera lo que no hay aquí. Una ley de importación comercial era lo que necesitábamos y no que la cuchilla de las restricciones aduaneras cayera con más fuerza sobre nosotros.

Las medidas que han entrado en vigor evidencian aún más el divorcio entre la clase gobernante cubana y la realidad del pueblo. ¡Cómo se ve que en sus mansiones no faltan los recursos, los alimentos ni los productos importados! Ellos, claro está, no necesitan traerlos en sus bolsos de viaje. Para abastecerse echan mano del Ministerio de Comercio Exterior, de los containers oficiales que atracan en nuestros puertos y de una red de traslado que les lleva desde el cloro para las piscinas hasta los quesos franceses a la puerta de sus propias casas. A ellos las normas aduaneras no los afectan, porque sus lujos no pagan exceso de equipaje, ni son evaluados como misceláneas, menaje de casa o alimentos. Ellos viven al margen de la ley y nos miran encerrados en el grueso cristal del laboratorio que construyeron para nosotros.
 
¿No ha probado con cianuro... General? Quizás sería más rápido e indoloro.

8 de septiembre de 2014

Santa María de la Caridad del Cobre

SANTA MARÍA 
DE LA CARIDAD DEL COBRE

Ana Dolores García

Dos indios y un negrito esclavo. María, Madre de Cristo, no podía ser menos que su divino Hijo para escoger a sus amigos. Y los escogió humildes, sencillos, de entre esos que se quemaban la vida al sol sacándole sal al mar.

Se dice que fue alrededor del año 1612 según la palabra de Juan Moreno, un negro esclavo de 85 años que confesaba haber tenido diez cuando, siendo uno de aquellos tres buscadores de sal, encontraron una imagen flotando sobre las aguas de la cubana bahía de Nipe. Era la pequeña imagen de una Virgen que podía no tener nada de extraordinaria, porque quizá fuera sólo resto del naufragio de algún bergantín. Flotaba sobre una tabla, pero imagen y tabla se conservaban secas a merced de las olas.

Fue Rodrigo de Hoyos, uno de los indios, quien supo leer las letras de la tabla: "Yo soy la Virgen de la Caridad". Y como el hallazgo fue más importante que seguir cribando sal, llenos de contento se regresaron enseguida al Hato de Barajagua.

Allí tuvo Santa María de la Caridad su primer altar cubano, hecho de rústicas tablas en una ermita pequeña con techo de guano. No estuvo a su gusto y, ante el asombro de todos, desapareció tres veces con su divino Hijo en brazos, volviendo siempre mojada.  La interpretación fue sencilla y entonces la llevaron en procesión hasta Santiago del Prado, bien al sur de Barajagua.

La colocaron en el altar mayor de la parroquia del pueblo pero, misteriosamente, la imagen desapareció de nuevo. Se dejó encontrar por una niña llamada Apolonia, que subía a la montaña donde trabajaba su madre en las minas de cobre. María de la Caridad, la Madre de Dios, quería ser también madre de los cubanos y velar por todos, y por ello decidió quedarse entre las montañas.

Desde entonces se convirtió en Nuestra Señora de la Caridad del Cobre y lleva ya con nosotros más de cuatrocientos años. Cuatro siglos para consolarnos y llenarnos de esperanza y compartir nuestra historia. Ya no está sólo en el Cobre, porque tiene también un altar en el corazón de cada cubano y más de ochenta altares en iglesias y capillas. No sólo en Cuba, sino varias decenas más de altares por el mundo.

Los esclavos creyeron en ella, la llamaron Ochún y la veneraron a su modo. Así la siguen venerando hoy en día no sólo sus descendientes de piel sepia y oscura, sino también no pocos hijos de aquellos mambises blancos a los que acompañó a la manigua y se hizo una de ellos. La Ochún del sincretismo, la Mambisa, la Cachita del cariño, María de la Caridad... no importa cómo la llamemos los cubanos, porque es la Madre de todos como ella siempre ha querido.

Hasta su altar en el Cobre llegaron un día Calixto García y sus hombres, apenas guardados los fusiles de la guerra en el propio 1898, para ofrecerle y agradecerle el triunfo y la independencia. Fue el primer acto oficial de Cuba libre.  Treinta años antes, en 1868, Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, había subido hasta el Santuario a pedir su ayuda  para el triunfo de la causa libertaria.

Hasta Roma llegó también el clamor de los mambises, ya en la República, que la querían Patrona de Cuba. Benedicto XV atendió el clamor y la procamó como tal en 1916.

Veinte años después, fray Valentín Subizarreta, obispo primado de Santiago de Cuba, la proclamó Reina y Señora de nuestro pueblo.

En 1954 se colocó una imagen suya en el Pico Turquino, la montaña más alta de nuestra Patria. Allí estuvo hasta 1960 en que desapareció, pero esta vez muy probablemente no por propia voluntad.

Las peregrinaciones al Cobre nunca han cesado y Santa María de la Caridad también ha peregrinado para visitar a su pueblo. Lo hizo en 1951 para saludar el entonces próximo cincuentenario de la República (1952). 
 
Tampoco podía permanecer ajena a los acontecimientos que se produjeron en 1959. Nuestra joven nación se debatía entre confiadas esperanzas y temidos presagios, entre triunfalismo y sangre. Para orientar confusión y recelos, aclarar conceptos y definir la posición de la Iglesia cubana, se celebró en La Habana un Congreso Católico Nacional.  La imagen de María de la Caridad recorrió Cuba ese año motivando la veneración y el cariño en todos los pueblos que visitaba a su paso hasta La Habana. Allí congregó a más de un millón de cubanos en el acto culminación del Congreso. Se dice que fue entonces cuando Fidel Castro se enfrentó por primera vez con su mayor enemiga: la fe del pueblo. Fe que ha sobrevivido a pesar de los muchos esfuerzos que han sido hechos por destruirla. 

María de la Caridad del Cobre cumplió recientemente cuatrocientos años con nosotros y los ha celebrado a lo grande, llegando de nuevo a su pueblo, peregrinando por cuanta ciudad, poblado o caserío se levantan en territorio cubano. No fue la imagen aparecida en el mar de Nipe, sino una réplica, la que veneraban los mambises en una vieja iglesia de Santiago de Cuba y de la que se despedían cuando marchaban a la manigua.

También los cubanos de la diáspora le hemos hecho su santuario. En él, levantado en Miami, donde se encuentra la mayoría de los cubanos que viven fuera de Cuba, la hemos colocado delante de un mural que refleja toda nuestra historia y a las figuras de nuestros próceres. Como tantos otros cubanos, tuvo que salir de Cuba exiliada a través de una Embajada. Es también una réplica de la imagen original y nos acompaña desde 1961. La Caridad del Cobre también anda por los altares del mundo. En Madrid, en Sevilla, en Navelgas, en Nueva York... donde quiera que haya una comunidad de cubanos, su imagen está entre ellos, querida y venerada.

Juan Pablo II la visitó en su Santuario de El Cobre en 1998 y le colocó corona de reina. Y otro Papa, Benedicto XVI, hace apenas unos años se postró ante su imagen y le ofreció una rosa de las que no se marchitan, no porque sea de metal, sino porque representa el amor filial que todos profesamos a nuestra Madre en los cielos, la Madre de Dios.

Curiosidades sobre la Imagen de Ntra. Sra. de la Caridad del Cobre

Curiosidades sobre la imagen  
Ntra. Sra. de la Caridad del Cobre

  Según narra una leyenda muy difundida, en una mañana de mayo de 1608 tres pescadores conocidos como "los tres Juanes" (Juan Blanco, Juan Indio y Juan Hoyos o Juan Diego, el apellido dependerá de la versión que se lea), navegando por la bahía de Nipe para pescar algunos peces, vieron al poco tiempo de empezar su trabajo que algo se acercaba a ellos, algo blanco que lucía como una niña sobre las aguas. Su sorpresa fue mayor al percatarse que se  trataba de una imagen de la Virgen con el Niño, de unos 30 cms. y que flotaba sobre una tablita que tenía escrito "Yo soy la Virgen de la Caridad". Los "tres Juanes" tomaron la imagen y regresaron a tierra firme para dar la noticia del hallazgo.

Esto es una de las versiones más contadas, pero  revisando los archivos del santuario y de otros lugares se ha encontrado que esta leyenda tan difundida difiere un poco o bastante de la realidad. Esto se comprobó debido a la existencia de una declaración formal hecha por Juan Moreno, un esclavo negro que sería uno de los tres Juanes de los que habla la leyenda, el llamado "negrito de la Virgen". 

En esta declaración Juan Moreno hace constar que los verdaderos nombres de los tres pescadores eran Juan Hoyos y Rodrigo Hoyos, que eran indios y hermanos y, el tercero, el mismo Juan Moreno, esclavo negro de 10 años de edad cuando sucedió el hallazgo. Con esto queda más que claro que la famosa versión en la que se dice que uno era español, el otro indio, y el tercero un negro, no era más que una cuestión simbólica y alegórica para representar a las tres razas que habitan en Cuba. 

Otra diferencia que se hace notar en la narración es que los llamados "tres juanes" no eran pescadores sino que habían ido a buscar sal, y estando en su quehacer vieron sobre la espuma del mar cómo flotaba la imagen y quedaron sorprendidos al ver que sus vestidos estaban secos. Lo que si coincide es la tablita y lo escrito en ésta, "Yo soy la Virgen de la Caridad". 

Algo  que suele ser destacable en la iconografía de la Virgen es la luna invertida que la acompaña, la cual a diferencia de las demás imágenes marianas está con las puntas hacia abajo. Se aduce que eso se basa en las deidades autóctonas de los antiguos habitantes de la región, para quienes la luna invertida simbolizaba el dominio sobre la muerte, la protección y el cuidado de la vida.
 


 
Otra cosa a destacar es que aunque la imagen de la Virgen se viste de dorado, en las estampas populares se le encuentra con el manto azul. Algunas investigaciones han concluido en que lo más posible es que antes de que le pusiera el traje dorado que es del siglo XVII y confeccionado en México, debió haber tenido ropas originales como las que se encuentran en la imagen de los "tres juanes", es decir, el manto azul verdoso según algunas referencias de la época.
 
Muchas conjeturas se han hecho acerca de la procedencia de la imagen, pensando que podría haberse debido a algún naufragio español o de piratas. El encargado de la última restauración de la imagen, Francisco Figueroa, menciona que la cabeza de la Virgen está hecha a base de una pasta de maíz típica de las áreas azteca y maya de México. Basados en esto, pudiera ser que la imagen hubiera sido elaborada en la península de Yucatán, que tiene cercanía con Cuba, o en alguna otra parte del antiplano central de México como Michoacán, en el que era común la elaboración de imágenes religiosas con la pasta de maíz y la pasta de caña.

En 1899 se cometió un sacrilegio contra la imagen. En la mañana del 12 de mayo se encontró que se le habían quitado la cabeza, sus alhajas, el Niño Jesús y el resplandor. Algún tiempo después y debido a varias gestiones se pudieron recuperar la cabeza y el Niño Jesús, abandonados en un lugar.  
Fuente:
André Efrén, http://www.preguntasantoral.es 
Rogelio Zelada,Director Asociado de la oficina de Ministerios Laicos de la Arquidiócesis de Miami nos envía  estas importantes aclaraciones:

En las notas curiosas sobre la Virgen de la Caridad se cita a Figueroa con el dato de que la cabeza de la Virgen es de pasta de maíz. Resulta que cuando se restauró la imagen, al quitarle todas las capas de pintura y de cera que la habían recubierto por siglos, se encontró que la imagen era de barro, que al quebrarse durante el robo del 98 perdió el volumen de su cuerpo. La técnica con que fue  hecha era típica  de  su  época y se hacían estas imágenes en  España y en Brasil,  donde  unos monjes paulistas tenían un taller. 
 
La diferencia estaba en que las españolas, también hechas de barro cocido, estaban recubiertas de una capa final de polvo de arroz mezclado con cola de conejo, lo que les daba una apariencia fina y pulida. Las de Sao Paulo eran idénticas con la diferencia de que el polvo era de maíz. 

Hasta el momento no podemos saber de qué material era la cubierta del rostro de la Virgen de la Caridad, pues Mons. Meurice no dio permiso para hacer esta investigación. Así que creo que el detalle del autor de la nota habría que averiguar su procedencia, pues los que  trabajaron  en la restauración que  se hizo  entonces -me contó uno de ellos- que se habían quedado con las ganas de saber la procedencia de la imagen, si era carioca o gallega.

Actualmente el rostro de la imagen tiene un torso de madera de roble y unas extensiones de acero que la fijan a la base de plata. La acaban de restaurar, con mucho mejor tino, para la visita del Papa Benedicto.La profanaron dos marineros americanos de los que desembarcaron en la guerra hispanoamericana, con el propósito de robar los exvotos riquísimos que vestía la imagen. Es un milagro que el rostro no lo hubieran destruido al quitarle el gran brillante que tenía incrustado en la frente.

7 de septiembre de 2014

Nuestra Señora de la Caridad en la Poesía Cubana


 
Nuestra Señora de la Caridad en la Poesía Cubana
"Déjame tomar asiento
en tu preciosa canoa
y poner al cielo proa
navegando por el viento..."
Emilio Ballagas
 
por Roberto Méndez Martínez
Texto publicado originalmente en  la revista católica cubana Verdad y Esperanza (Segunda Época. Año 2, No. 2. 2010) aparece en el blog Gaspar, El Lugareño por cortesía de sus editores.


Proemio
No resulta tarea sencilla el estudio de la impronta de nuestra Madre y Patrona en la poesía de la Isla, pues una devoción por esencia popular no sólo deja sus huellas en las páginas de algunos poetas consagrados, sino que se extiende como rico venero en el quehacer de los improvisadores populares, cuyos versos raras veces pasan al papel sino que deben ser rescatados del tesoro de los memoriosos. La Virgen de los humildes, de los mestizos, de los pobres de espíritu de que habla el Evangelio, no parece haber movido demasiadas veces la pluma de las figuras capitales de nuestra literatura, aunque de las muy felices y privilegiadas excepciones hayamos de nutrir nuestro artículo. Queda pendiente, más allá de estas cuartillas, una exploración de la literatura oral cubana, así como una prospección en revistas de orientación religiosa, folletos y hasta almanaques, para hacer un justo inventario de lo que Nuestra Señora, desde su peñón del Cobre, ha derramado sobre los cantores insulares. Modestamente coloco estas páginas incompletas a sus pies, en espera de que alguien encuentre en ellas el aliento para emprender una obra mayor.

 
María en los albores de nuestra literatura
El siglo XVIII en la literatura cubana es un período fragmentario, lleno de lagunas y carente, por decirlo en dos palabras, de una obra grande y significativa. Hay versos festivos y de ocasión, piezas vinculadas a una peculiar circunstancia histórica o función oficial, pero no habiéndose formado una expresión criolla de rasgos estables, difícilmente podían sentarse todavía las bases de una literatura nacional.

 
Sin embargo, aún en este modestísimo panorama, la Virgen María encuentra sitio en los versos que en la Isla se redactan. Disponemos, por ejemplo, del romance “A la Purísima Concepción” del médico villaclareño José Surí Águila (1696-1762), pieza de cierta extensión que José Lezama Lima quiso recoger en su Antología de la poesía cubana. Al texto se puede aplicar la aseveración que Enrique Saínz formula a propósito de las muestras que se han conservado de este aficionado:

 
Diríase que sus poemas vienen a ser exaltaciones de la doctrina católica mediante versos pobres de expresión en todos los sentidos, tanto conceptual como estilísticamente. Sus octosílabos tienen, por momentos, cierto ritmo que hace grata su lectura, cierta fluidez simpática y una adjetivación muy acorde con sus intenciones doctrinales, aunque a veces extremadamente pobre. Un culteranismo ingenuo está presente también en esta poesía simple y candorosa…

 
Así, por ejemplo, en el citado romance a la Inmaculada Concepción, exhibe una enojosa erudición sobre el simbolismo de las piedras preciosas, destinado a relacionar la visión apocalíptica de la Nueva Jerusalén con las virtudes virginales:

 
[...]
de María el dulce nombre
indica la calcedonia,
con resplandor y virtudes
que a este mar de gracia adornan,
rubricando la esmeralda
la esperanza que transforma
este ser inmarcesible,
este nardo o amapola…

 
Es llamativo que este médico, que ganó fama popular por su capacidad para convertir en versos hasta las recetas que dejaba a los pacientes, hombre de notoria piedad como terciario de la Orden Franciscana, necesitara acudir al culteranismo gongorino para proclamar su devoción a María.

 
Un año después de la muerte de Surí, en 1763, el obispo Pedro Morell de Santa Cruz extiende el título en que se nombra a Esteban Salas maestro de capilla en la Catedral de Santiago de Cuba. Este talento singular, tomaría posesión de su cargo al año siguiente y trabajaría allí el resto de la centuria, para enriquecer los oficios divinos con misas, himnos, salmos, pero sobre todo con aquellos “villancicos, cantadas y pastorelas” cuyos textos él mismo redactaba. Quizá porque no tenía pretensiones de poeta, quizá porque las letras no debían perder el sabor popular de los villancicos antiguos, son piezas donde hay mucha menos retórica que en la mayor parte de la poesía de su tiempo y a la vez, sus imágenes son de una riqueza singular, muy particularmente cuando se refieren a María. Véase la estrofa que inicia Una nave mercantil:

 
"Una nave mercantil  
que conduce Pan de el cielo  
para bien del mundo todo  
busca tierra, pide puerto".  

 
Nótese que en solo cuatro versos se desarrolla una imagen de singular riqueza: María, que lleva en su seno al Redentor, es comparada con las naves que tocan el puerto santiaguero, cargadas del alimento para los hombres. En este caso, Jesús es visto no en su figura humana externa, sino en la sacramental de “Pan de el cielo”. Es habitual reconocer a Salas la condición de ser el primero de nuestros grandes compositores, habría que añadir que, a la vez, fue un poeta más moderno y elocuente que la mayoría de sus contemporáneos.

 
Se sabe que por esos mismos años, en el modestísimo santuario a Nuestra Señora en el Cobre se cantaban ya “gozos o coplas” en su alabanza. Sin embargo, la primera versión escrita conservada es muy posterior:

 
Pues te hizo la Trinidad
tan perfecta y sin igual.
Líbranos de todo mal
Virgen de la Caridad.
Sobre las aguas vinisteis
A dar al hombre consuelo
Como una señal del cielo
A tres os aparecisteis,
Con esto claro nos disteis
Pruebas de tu gran piedad.
Líbranos de todo mal
Virgen de la Caridad.

 
No puede afirmarse que tales “gozos” sean demasiado originales. Probablemente los elaboró un capellán del santuario, guiándose por ejemplos más antiguos dedicados a otra advocación mariana, como los que popularmente se rezaban a la Virgen del Pilar en Zaragoza. Pero en ellos, con su condición de oración antifonal —es decir, donde alternan, estrofa y estribillo, que podrían corresponder en la liturgia al diálogo entre cantor y coro— así como en el casi infantil relato del hallazgo de la imagen y sus milagros, está la impronta de lo auténticamente popular.

 
María en el romanticismo
Cuando se inicia el siglo XIX ya la devoción a la Virgen de la Caridad alcanza a la mayor parte de la Isla. Peregrinos de todos los sitios van hacia su santuario y se han levantado templos bajo su advocación en otros sitios, como Puerto Príncipe, sin embargo, sigue siendo un culto extremadamente popular, que no tiene el “prestigio” de otras advocaciones más antiguas, que gozan del apoyo de órdenes religiosas o son titulares de templos de gran relieve: la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora de la Merced, la Virgen del Pilar. Esto, indudablemente, influye en la literatura de carácter culto. Por ejemplo, en el caso de Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) en cuya obra hay el mayor número de poemas dedicados a la Virgen María de nuestro siglo XIX, muchos de ellos notorios por sus valores estéticos. Ella, en su infancia y adolescencia principeña debió conocer la devoción a la Señora del Cobre, más aún, seguramente participó en los grandes festejos que cada año se celebraban en torno a al templo que le habían consagrado en las afueras de la ciudad, durante el novenario que precedía a la fiesta. Sin embargo, en sus versos no hay una alusión precisa a los rasgos singulares de esta advocación, como sí los hay a la Inmaculada o al Dulce Nombre de María, aún en los numerosos versos y oraciones que incluyó en su Devocionario, sin embargo, no sería difícil aplicar algunos de ellos a la que sería Patrona de Cuba, por ejemplo “A la Virgen. Canto matutino”, poema compuesto en 1842:

 
Vuela mi ruego, y endulzando el pecho
plácido el nombre —que doquier invoco— ecos del monte, del vergel y el valle
                             vuelven ¡María!
Vuelven ¡María! y sin cesar mi lengua
torna — ¡María!— a pronunciar despacio...
Siempre —¡María!— y cada vez más dulce
                              suena ese nombre!

 
Sin embargo, a todos parecerá evidente el que los dos poemas más notables dedicados en esa centuria a la Virgen Morena, hayan sido redactados por autores que nacieron en la región oriental.

 
El primero de ellos, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, más conocido por su seudónimo El Cucalambé, nacido en Las Tunas en 1829, va a consagrarle un extenso poema en dos partes, compuesto totalmente en décimas. Aunque era un hombre culto, el poeta, acostumbrado a cantar el paisaje oriental, la flora y fauna que lo rodeaban, así como a evocar el supuesto pasado idílico de los primitivos habitantes de la Isla, empleando para ello los metros y combinaciones más populares: el romance y la décima, otorga un tono de extrema sencillez y familiaridad al poema:

 
Cuando yo, inocente niño,
En el regazo materno
Era objeto del más tierno
Y solícito cariño;
Cuando una mano de armiño
Me acarició en esa edad,
Mi madre con la ansiedad
Más grata y más fervorosa,
Me habló de la milagrosa
Virgen de la Caridad.

 
Son versos que pueden ser cantados todavía, con acompañamiento de guitarra y laúd en una fiesta campesina, de ahí su música persuasiva, su permanente actualidad, su estricta concordancia con una devoción que se encuentra inscrita en lo más humilde y raigal de nuestras tradiciones.

 
Tú que bondadosa y pía
Consuelas el trance fiero
Del náufrago marinero
Que en ti con fervor confía;
Tú, cuyo nombre lo guía
Al puerto de salvación;
Tú, para quien nunca son
Los tristes clamores vanos,
No niegues a los cubanos
Tu sublime protección.

 
En una finca, en las cercanías del Cobre había nacido la poetisa Luisa Pérez Montes de Oca (1865-1922), de ahí que ella recibiera de manera privilegiada la devoción a María, junto con su primer aliento. A lo largo de su azarosa y atormentada vida, la imagen piadosa de María iba a acompañarla y una muestra de ello es su poema “Ante la virgen de la Caridad” compuesto por seis cuartetos endecasílabos, de un tono más solemne y elevado que el de las décimas de Nápoles, como corresponde a la plegaria de una mujer atribulada por las pruebas que sufre en su existencia. Una de sus estrofas evidencia la incorporación de la leyenda que asocia el hallazgo de la imagen en medio de una tempestad que pone en peligro la vida de los navegantes y ella aprovecha simbólicamente ese motivo para darle un sentido espiritual, aplicable a todos los hombres:
 
 
Virgen, a quien los náufragos un día
hallando ya en las aguas sepultura,
aparecer sobre las olas vieron
como un ángel de blanca vestidura.

 
También nosotros somos ¡madre amada!
náufragos que tu amparo reclamamos,
haz que delante de nosotros siempre
flotar tu blanca túnica veamos.

 
No es este uno de los textos mayores de la autora de “La vuelta al bosque”, pero su sinceridad y fervor lo convierten en uno de los exponentes más valiosos de nuestra poesía religiosa en esa centuria.
 
 
Poemas en un siglo contradictorio
La vida cubana se inicia en el siglo XX bajo doble signo, por una parte, la Constitución de 1901 trae consigo no solo una polémica sobre la pertinencia de invocar el nombre de Dios en ella, sino la separación de la Iglesia y el Estado. El pensamiento liberal, masónico y anticlerical tiene una gran influencia a lo largo del siglo sobre los que participan en la política cubana y entre la intelectualidad en general. Mas, por otra parte, ocurre también la proclamación de la Virgen de la Caridad como Patrona de Cuba, a solicitud de un grupo de veteranos de la guerras de independencia y su culto se extiende de forma notoria por todo el país, lo que se evidencia por ejemplo, en las gestiones de Doña América Arias, esposa del General José Miguel Gómez, para que el templo habanero de la calle Salud consagrado a la Virgen de Guadalupe, cambie su advocación por la de la Caridad. Todo esto debía influir en la poesía.

 
En 1936, con motivo de la coronación de la Virgen en el Cobre, se convocó a un Concurso para confeccionar una Corona Poética compuesta por los doce poemas más notables. A repasar el conjunto en la actualidad se hace notoria la ausencia de las verdaderas voces de la lírica cubana de ese tiempo, no solo las de primera fila, sino aun las que por entonces eran consideradas “medianas”, a pesar de que entre ellas había auténticos creyentes. También —aunque esto entra ya en el terreno inseguro de lo subjetivo— se nos hace notorio que aunque el primer lugar es otorgado al “Canto a la Virgen de la Caridad” de Marietta Escanaverino, tanto el segundo como el tercer lugar resultan piezas mucho más apreciables: sea la “Balada del peregrino” del sacerdote paúl Francisco Romero, que aunque no tiene un alto vuelo poético, conserva, en sus octosílabos romanceados, tantas décadas después la frescura de una inspiración que nos remite a los ya citados “Gozos” del siglo XVIII:

 
Dos almas tengo sin duda:
ésta que conmigo va,
y la que dejé a la Virgen,
de hinojos ante su altar.
 
 
Prendida aquélla en la gracia
quedó de celeste imán,
y ésta camina al reclamo
de un bohío en un palmar.
 
 
Bajo un dosel me imagino
de protección contra el mal...
¡Por Tí, Patrona de Cuba,
Virgen de la Caridad!

 
Algo semejante ocurre con el “Romance a la Virgen de la Caridad” de Luisa Muñoz del Valle, cuya simplicidad casi infantil tiene aún una gracia que nos recuerda la llamada “poesía pura” que cultivaron Mariano Brull y otros poetas de la vanguardia:
 
 
Para escribir su leyenda,
que es alba primaveral,
busqué una tiza de luna
y ahora quiero llegar
a la pizarra del cielo
por mi escala de cristal.
Quiero escribirla muy alto:
lección pura, que leerán
cuantos levanten la frente
al gran pergamino astral.
Una leyenda de estrellas
sólo se puede contar
con la garganta del viento
o el aroma de un rosal.

 
De todos modos, la “Corona” nos permite comprobar que los festejos en honor de la Virgen mestiza, a pesar de celebrarse en un año tan convulso en lo social como el 1936, tuvieron una verdadera impronta nacional y que entre los autores participantes había no solo clérigos —obtuvieron lugares, además del paúl citado, dos jesuitas y un franciscano—, una religiosa —la Madre Mercedes Azcárate, del Sagrado Corazón del Cerro en La Habana— y siete laicos —tres hombres y cuatro mujeres— lo que habla de modo muy positivo de la acogida que recibió esta convocatoria.

 
Por esos años, el P. Juan J. Roberes, quien fuera Párroco de Managua, en La Habana, compuso el “Himno a Nuestra Señora de la Caridad”. Como dato curioso puede señalarse que este fue cantado durante varios años, en ceremonias religiosas con la música del Himno Nacional cubano o del Himno Invasor, hasta que en 1959 se convocó a un concurso en vísperas del Congreso Nacional Católico, para dotarlo de una partitura propia. Ganó el certamen el compositor catalán, radicado en Camagüey, Félix Rafols y con su música fue cantado en el citado evento y desde entonces es el Himno Oficial a nuestra Patrona, aunque lamentablemente no es demasiado conocido a nivel popular:

 
Salve, salve, delicias del cielo
Virgen pura, suprema beldad,
salve excelsa Patrona de Cuba
Madre hermosa de la Caridad.
Si de Cuba en las bellas comarcas
elegiste, Señora, un altar,
para hacer la mansión de prodigios
y a tus hijos de dichas colmar…  

 
En esta centuria, aparecen algunos textos de inspiración mariana, en los que no se puede precisar con exactitud qué advocación de la Virgen los inspiró, pero sus valores estéticos hacen necesario que nos detengamos un instante en ellos. Es el caso del Himno a la Virgen de Silverio Díaz de la Rionda (1902-?), publicado en forma de folleto, sin fecha, cuyos cuartetos asonantados tienen la delicadeza y emoción de la lírica neorromántica:

 
“¡Oh fruto celestial! ¡Oh luz herida!  
espuma de candor en tiempo de alma:
déjame adivinar qué siente el cielo
bajo el etéreo ardor de tus pisadas”.

 
Tampoco en el ciclo de los cuatro “Sonetos a la Virgen” que José Lezama Lima (1910-1976) incluyó dentro de su primer libro de poemas: Enemigo rumor (1941) puede precisarse cuánto pudo aportar a su inspiración nuestra Patrona, aunque, dentro del barroquismo de su lenguaje, pueda discernirse la alusión a la aparición de la imagen en el mar:

 
“Pero sí acudirás; allí te veo,
ola tras ola, manto dominado,
que viene a invitarme a lo que creo:
mi Paraíso y tu Verbo, el encarnado.”

 
Sin embargo, la obra poética de mayor extensión y aliento dedicada a la Virgen de la Caridad es Nuestra Señora del mar, cuaderno que Emilio Ballagas (1908-1954) dio a la luz en 1943. El autor camagüeyano había conocido esa devoción en su propio hogar, a partir de su madre, Caridad Cubeñas. Después de haber transitado su obra por la llamada poesía pura, la poesía de inspiración afrocubana y el neorromanticismo de sus Elegías, siente la necesidad espiritual de ofrecer este conjunto como prueba de sus sentimientos cristianos, donde se mezclan la religiosidad popular con el conocimiento de la poesía católica en lengua española e inglesa. A diferencia de otros autores, para escribirlo ha consultado las fuentes disponibles, conoce la historia de la aparición la imagen y sus traslados, los “Gozos” y loores anónimos que se le han dedicado, así como la iconografía de la Caridad que en estampas y medallas se hace presente en los hogares cubanos.

 
El conjunto está estructurado a partir de formas estróficas tradicionales: la introducción es el “Soneto de los nombres de María”, que como afirma el escritor en una nota:

 
El soneto con que se inicia este poema se refiere a la unicidad de la Virgen María y a la pluralidad de nombres que recibe por parte de la Iglesia y de la tradición religiosa universal. Uno de esos nombres es el de la Caridad, bajo cuya advocación el pueblo cubano rinde amoroso culto de hiperdulía a la madre del Redentor.
 
 
El cuerpo del poema está formado por diez décimas, destinadas a cantar la aparición y traslados de la Señora. La inspiración viene al autor de un grabado que acompañó el libro de Bernardo Ramírez: Historia de la aparición milagrosa de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre… publicado en 1853 en Santiago de Cuba15 y que años después, en forma de litografía coloreada, resultó muy difundida. Allí se mostraba la imagen rodeada por seis óvalos que contenían cada uno de los momentos fundamentales de su historia y un poema conclusivo “Liras de la imagen” que consta de siete estrofas.

 
El poema termina con unas liras en donde se canta a los atributos de la Virgen, cuya imagen de media vara aproximadamente lleva en el brazo un diminuto grumete, y en la mano izquierda una cruz de oro con una esmeralda al centro. Situada sobre una nube de dos tercios de alto lleva un cerco de doce estrellas y la acompañan diez y seis serafines.

 
De esta manera hemos querido aislar la luminosa religiosidad popular —tradición universal popular— de la superstición plebeya que con innegables vetas de pintoricidad étnica, carece de legítimo vuelo espiritual. Y creemos que sin dejar de ser fieles a la poesía lo hemos sido a una de nuestras más puras tradiciones de isla, el culto de una Virgen que boga a través de nuestro mediterráneo.16

 
Resulta llamativo el hecho de que, si bien Ballagas había cultivado hasta entonces, como signo de su pertenencia a la poesía de vanguardia, el verso libre, se sujete ahora a las normativas clásicas, en busca del sabor tradicional y popular que asocia al culto mariano.

 
No todo el cuaderno está a la misma altura estética. De las décimas, confieso preferir la inicial u “Ofrecimiento”, con su rima fácil y lenguaje deliberadamente añejo, que tiene la gracia y ligereza de los improvisadores populares:

 
Déjame tomar asiento
En tu preciosa canoa
Y poner al cielo proa
Navegando por el viento.
Muévame el Divino Aliento
Con su poderoso brío.
Éntrame en tu claro río
Y súbeme a los alcores
Donde ángeles ruiseñores
Abren las albas del pío.

 
Así como una de las espinelas finales, aquella en la que el ermitaño Matías de Olivera interpela a la imagen, que se ha ausentado por la noche de su lugar y que tiene una discreta relación intertextual con el Cantar de los cantares bíblico y el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz:

 
¿De dónde vienes, Señora,
Con la ropa tan mojada?
¡Saliste sin ser notada
Y regresas con la aurora!
Bajo el manto seductora,
Igual que la sulamita.
Fuiste, Paloma, a la cita
Con el Celestial Esposo
Y traes del Amor Hermoso
Reflejo en la faz bendita.

 
Algunas de estas estrofas ganaron más amplia difusión hace unos años, cuando el compositor José María Vitier las intercalara en su Misa cubana, algo que hubiera gustado sobremanera a este poeta tan lleno de músicas.

 
Hacia un nuevo milenio
¿Hacia adonde ha derivado después la poesía cubana en alabanza de María? Creo poder arriesgarme a señalar dos vertientes fundamentales, una que sigue la ruta de inspiración católica, que se caracteriza, en lo formal, por su filiación clásica y que pudiera ejemplificarse con un soneto poco conocido del Dr. Rubén Darío Rumbaut López, psiquiatra, conocido durante años como uno de los líderes de la Acción Católica Cubana que salió de la Isla hace medio siglo. Aunque nunca pretendió ser un escritor profesional, el texto tiene esa sinceridad conmovedora de quien escribe desde la lejanía:

 
Te llamaron tres voces aterradas.
Respondiste colmando sus anhelos,
serenando las iras de los cielos
y aquietando las aguas sublevadas.

Subiste luego grácilmente sobre
el frágil bote que la fe salvara,
y porque siempre en Cuba se te amara
te posaste en lo verde, allá en el Cobre.

Fuiste madre al hacer callar el agua,
marinera al subir a la piragua
y gaviota al posarte en el oriente.

Y tus hijos, tus olas y tus montes
—toda Cuba, partida en horizontes—
a tus plantas están eternamente.
 
 
Mucho más cercano en el tiempo es el Canto a la Virgen del Cobre, debido a la inspiración del P. Jesús Bermejo (1941),20 sacerdote claretiano español que residió algunos años en Cuba. El texto consta de 56 partes, compuestas en diferentes formatos métricos y más allá de la buscada, y lograda, sencillez del lenguaje, percibimos la huella de la poesía religiosa española, no sólo la clásica, sino la del movimiento católico que tras la Guerra Civil ganó fuerza en la Península, de la mano de autores como José María Pemán, Dionisio Ridruejo y Luis Rosales.

 
Una vertiente completamente distinta es la de aquella poesía actual en la que la Virgen de la Caridad no es vista desde la inspiración católica, sino como un motivo cultural, generalmente sincretizada con Ochún, deidad de la santería o Regla de Ocha, como sucede en el poema de Sigfredo Ariel (1962) “Aparición natural de la Virgen de la Caridad del Cobre,21” inspirado en un dibujo de Zaida del Río, que el autor incluyó en su poemario Hotel Central (1999). En esta línea, donde el sentido evangélico es preterido en función de una identidad de corte antropológico, abierta a todos los vientos, puede encontrarse también en “Nacimiento de Ochún” de Minerva Salado y en motivos o alusiones dispersos en los versos de Georgina Herrera, Alina Galliano, Miguel Barnet y otros autores. Aun cuando podamos diferir de esta óptica, se hace evidente la riqueza de influencias que Nuestra Señora de la Caridad ha colocado en la cultura cubana, que impregna el quehacer no solo de los creyentes católicos, sino de los practicantes de la religiosidad popular, de los cultos afrocubanos o de los que, desde rumbos muy personales, buscan acercarse de algún modo a lo trascendente.

 
Sería un hermosísimo tributo a la Señora que, a propósito de los tres siglos de su hallazgo sobre las aguas, alguien reuniera en un pequeño folleto algunos de esos textos con que los cubanos, desde cuerdas diferentes, han cantado sus amores y sueños.

 
Reproducido www.ellugareno.com