29 de mayo de 2014

Los habaneros prefieren quemarse



Los habaneros prefieren quemarse



 Julio Cesar Álvarez



 LA HABANA, Cuba -Hace apenas ocho años comenzó a brindarse al público el servicio de cremación en las funerarias habaneras, y ya el 39 por ciento de los capitalinos optan por ella.

          Un promedio de 13 600 personas mueren cada año en La Habana. De ellas un cerca de 8300 son inhumadas en los 21 cementerios de la capital, y las restantes 5300 son cremadas en el único crematorio que por ahora brinda ese servicio en la capital del país



El primer crematorio

          Fallecidos sin reclamar por sus familiares o amigos inauguraron el crematorio del Cementerio Nuevo de Guanabacoa, en La Habana, en el mes de enero del año 2006.

          Con sus cuerpos se calibró y probó el horno del crematorio, el primero en el país que bajo la supervisión de la Dirección Provincial de Servicios Necrológicos comenzó a brindar el servicio de cremación a la capital cubana. Las cenizas de estas personas no se depositaron en urnas o ánforas, como ahora, sino en cajitas cuadradas de madera. Están guardadas en nichos, en el mismo cementerio donde se ubica el crematorio.

          Se daba inicio así en Cuba a una nueva cultura funeraria ausente hasta ese momento, en el que sólo se cremaban los cuerpos de casos excepcionales, como extranjeros, en el viejo horno de Medicina Legal. El servicio de cremación era gratis al comienzo y sólo las funerarias de la capital tenían acceso al servicio, pero con el aumento de la demanda el precio varió. Primero se cobraba 70 pesos, y después aumentó a 340 pesos, que es el precio actual”, afirma Ilda Zamora, empleada del Buró de Coordinación del Crematorio de Guanabacoa.

          El crematorio cuenta ahora con dos modernos hornos de gas. En ellos secreman 16 cuerpos diarios, en dos turnos de doce horas. Antes contaba con un solo horno, y no tenía nevera, lo que limitaba a seis el número de cremaciones al día. Según Ilda, los dos hornos del crematorio pueden cubrir la demanda actual, pero ante el aumento de esa práctica funeraria ya se está preparando el segundo crematorio en la capital, en Santiago de la Vegas, en el municipio Boyeros. El mismo contará con un horno.

          En la capital existe un otro horno para cremar cuerpos. Se localiza en el Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (CIMEQ), pero es un crematorio para personas VIP (personalidades, famosos, etc.), como el difunto director del grupo los Van Van, Juan Formel, quien fue cremado allí. Los otros hornos que existen en la capital son para cremar restos solamente, como el del cementerio Colón. Asegura Ilda que en los primeros cuatros meses de este año se han cremado 1771 cuerpos en La Habana, sin contar las demás provincias de la isla que ya cuentan con este servicio, como Santiago de Cuba y Mayabeque. Los cuentapropistas también se han beneficiado del auge de la cremación. Ellos aportan parte de las urnas o ánforas que el crematorio necesita.



Vender la bóveda

          Con la nueva opción de la cremación, algunos propietarios de bóvedas en el cementerio han optado por venderlas. En el sitio digital más popular de compra y venta en la isla, Revolico, pueden verse los anuncios de ventas de dichos espacios, destinados a guardar los restos de familias enteras. Para otros, como Ivón Soto, una capitalina de 42 años se trata de romper con la tradición del cementerio. Visitarlo los deprime, de la misma manera que el prolongado velorio en la funeraria. La cremación acorta el velatorio y le da la opción a las familias de no pisar nunca un camposanto, si esa es su voluntad.



Aferrados a la tradición

          A pesar del aumento en las cifras de personas cremadas, todavía más del 60 por ciento recurre al tradicional método de la inhumación. La generación que nos dice adiós enterró a los suyos en el camposanto, y acudía con regularidad a ponerle flores en su aniversario. Los hermanos que quedamos nos reunimos en el cementerio todos los años. Ponemos flores, limpiamos la bóveda y recordamos. Dejar de venir al cementerio es como olvidarlos”, afirma Juana López, una anciana de 73 años. Aunque a los santeros y cristianos, grupos religiosos mayoritarios en Cuba, no se les prohíbe la cremación, la mayoría de ellos opta por la inhumación.

          La historia cuenta que antes del arribo de los españoles a la Isla, separar a los muertos de los vivos se resolvía mediante la disección de los cadáveres hasta dejarlos como momias. Los taínos preferían enterrar a sus muertos, pero también practicaban la cremación. Los españoles construyeron iglesias, donde enterraban a sus muertos y también a los indios convertidos al catolicismo.

          La Parroquial Mayor, primer templo edificado en La Habana por los españoles, fue la primera iglesia donde se dio sepultura a los fallecidos. El Obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa construyó el primer camposanto, situado junto al Hospital de San Lázaro. El Cementerio de Espada, como se conoce, fue durante cerca de 27 años el único existente en La Habana.

Reproducido de Cubanet.com

27 de mayo de 2014

Mujeres cubanas




Mujeres cubanas

“…Esas si son cubanas”
Marlene María Pérez Mateo

          Ignacio Piñeiro (1888-1969), a quien debemos muchas de las melodías mas conocidas del cancionero cubano, le sucedió una  anécdota hace casi un siglo, en 1932 durante su estancia en  la “Gran Manzana”, Nueva York, haciendo presentaciones con su Septeto en las Emisoras de Radio CMCJ y Radio Lavin. Vieron, el compositor y sus acompañantes, pasar a una bella mujer que según su opinión sobresalía entre los muchos transeúntes. Algo tenía esta chica capaz de llamar la atención de los músicos. Corrieron el riesgo de acercársele y cuestionarle si era cierto lo que a sus ojos era ya un hecho:

          -¿Es usted cubana?-, preguntaron.

           El si fue tan contundente como la certeza unánime de los artistas. Tal “sí” llega tantos lustros después en la melodía titulada “Esas no son cubanas,” de autoría ya mencionada.

          Hablar de Piñerio y su grupo puede fácilmente llenar múltiples cuartillas sin ser el tema agotado. No es ello exactamente el objeto de esta presentación de artículo, que se inserta y deriva dentro de la Secuencia de Música Cubana por mi escrita para este blog. Salen ahora a la luz unas pinceladas históricas sobre pioneras dentro del universo cubano, cuyo recuento es en si mismo un privilegio. Para ello “parafraseando” al referido compositor me he regalado a mi misma y de igual manera espero también a ustedes lectores el saber que: “.. Esas si son cubanas...”.



Marlene María Pérez Mateo

Secuencia  Música cubana

Mayo, 26, 2014

Vídeo del Septeto nacional de Ignacio Piñeiro:

 https://www.youtube.com/watch?v=FkMCbtcuQEk

26 de mayo de 2014

El perro, el hombre viejo y el bosque


El perro, el hombre viejo y el bosque


Orlando González Esteva


          No tengo memoria. Voluntaria, quiero decir. Basta que me proponga recordar algo para que se me olvide, para que se me escurra por el mismo sendero por el que asomó la nariz y por el que no alcanzo a adentrarme en su búsqueda porque hasta el sendero mismo se desvanece.

          Mientras algunos amigos exhuman nombres, fechas, títulos, versos, párrafos, acontecimientos que parecen aguardar por ellos para plantarse en medio de la conversación y reverdecer laureles, yo permanezco mudo, avergonzado de mi ineptitud, y no es raro que al tratar de emularles yerre, diga un disparate que esos amigos piadosos tratan de rectificar disimulando la expresión de perplejidad que les contrae el rostro y dulcificando una mirada en la que es lógico detectar, por un instante, un asomo de ira: nada más intolerable para un memorioso que un desmemoriado que atenta contra la perfección de su discurso suscitando un equívoco. No es que lo que esos amigos convocan me resulte extraño, es que la facultad de traerlo a colación con la puntualidad y el brillo que ellos lo hacen me ha sido denegada.

          No todo, sin embargo, es adversidad: a la pésima memoria voluntaria opongo una memoria involuntaria óptima. Nada recuerdo con más nitidez que lo que presumía haber olvidado y que es, por consecuencia, lo que jamás evoco de manera consciente. Lo que no recordaba recordar me sale al paso como una mariposa monarca sale de la maleza donde husmeaba, sólo que ahora la maleza, lejos de estar fuera de mí, soy yo, y la mariposa puede desdoblarse en versos que de joven no creí memorizar y que de repente me descubro susurrando, saboreando más bien, en los lugares más diversos, desde la butaca de un cine hasta el asiento de mi todoterreno, donde la soledad exhorta a la recitación sin tapujo, para inquietud de otros conductores que me descubren hablando solo y que aun yéndoseme delante continúan volteando la cabeza o asomándose al espejo retrovisor para observar al chiflado que no cesa de hablar con nadie e incluso de entornar los ojos, de puro deleite, en pleno tráfico.

          El asalto de versos presuntamente olvidados es cada vez más frecuente, ventaja de los muchos años, y no puede menos que maravillarme constatar hasta qué punto atino a rememorar estrofas que abarcan desde la Edad Media hasta finales del siglo XX, con cierta preferencia por algunos autores del Siglo de Oro, algunos románticos cubanos, Martí y aquellos poetas que marcaron mi juventud y me indujeron a probar suerte con el verso, a imitarlos, en el sentido más noble y hasta ingenuo del verbo: Pablo Neruda y los poetas de la llamada Generación del 27. El otro, el mismo, también me ronda.*
    Hay días que me despierto murmurando:

Para que tú me oigas /

mis palabras /

se adelgazan a veces /

como las huellas de las gaviotas en las playas



O que deambulo entrediciendo:

Y dije: quiera Amor, quiera mi suerte, /

que nunca duerma yo si estoy despierto, /

y que si duermo que jamás despierte.



Y hasta medianoches que, con la boca llena de pasta dentífrica, asomado al espejo que aureola el lavabo, me pongo a balbucear:

Creo en el alba oír un atareado /

rumor de multitudes que se alejan



          No los convoco, vuelven por sí mismos. Si los convocara, ninguno comparecería: tan adentro están.

          No es raro que su irrupción inesperada me recuerde una transmisión de la Radio Pública Nacional de Estados Unidos que escuché hace años donde la periodista conductora, luego de entrevistar a Ted Kooser (1939), poeta laureado, decidió poner a disposición de la audiencia las líneas telefónicas. Entre los testimonios de admiración y gratitud que se escucharon aquella mañana estuvo el de un hombre de edad avanzada que, con cierta torpeza para hilvanar las frases, comenzó por confesar el desdén que desde su infancia había sentido hacia la poesía. Nunca comprendió por qué una maestra de escuela primaria los había obligado a él y a sus condiscípulos a memorizar versos, ni la utilidad de este género de escritura.

          Su decisión de no volver a poner los ojos sobre un poema sobrevino al final de aquel curso cuando la susodicha exigió al niño memorizar uno de Robert Frost (1874-1963) y decirlo ante la clase: Stopping by Woods on a Snowy Evening. El poema describe cómo un hombre y su pequeño caballo se detienen junto a un bosque una noche de nieve, y cómo el primero se siente tentado a permanecer indefinidamente allí, entre tanta oscuridad y hermosura. El caballo, sorprendido, sacude los cascabeles del arnés como preguntando a qué viene tanta demora e instando a su dueño a reanudar el viaje, mientras éste permanece absorto, en medio de la lluvia de copos y el sonido del viento. No sin volver a recrearse en el encanto y la hondura del lugar, el viajero concede:
 

Este bosque es hermoso, oscuro y hondo,

pero tengo promesas que cumplir,

y un largo trecho por andar antes de dormir,

y un largo trecho por andar antes de dormir.



El lector intuye que la distancia que ese hombre recorre es su vida.


          El anciano radioescucha reveló que olvidar este poema y jamás volver a leer versos fue su forma de vengarse de aquella maestra antipática. Pero sólo para inmediatamente después relatar cómo hacía sólo unos días, al atardecer, paseando con su perro entre los árboles de un parque, había comenzado a nevar y aquel poema había aflorado a su memoria, y él había comenzado a decirlo con fluidez, sin explicarse cómo era posible que pudiera recordarlo con tanta precisión, y cómo de pronto, diciéndolo, se había echado a llorar.

          El propósito de su llamada era, terminó manifestando con voz entrecortada, exhortar a todas las maestras de Estados Unidos a obligar a sus estudiantes a memorizar un poema.


*El otro, el mismo, libro de versos de Jorge Luis Borges publicado en 1964.

In Honor of our Veterans


25 de mayo de 2014

El Papa Francisco en Tierra Santa (Ayer en Jordania)



El Papa Francisco
en Tierra Santa
(Ayer en Jordania)

«Con la esperanza de que esta visita contribuya a incrementar y promover relaciones buenas y cordiales entre Cristianos y Musulmanes». En su primer discurso, en Amán, en la ceremonia de bienvenida, el Papa Francisco, empezó agradeciendo a Dios el poder comenzar su peregrinación, visitando el Reino Hachemita de Jordania – siguiendo las huellas de sus predecesores Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI – y agradeciendo al Rey Abdullah II, por sus cordiales palabras de bienvenida, y por ser conocido como «hombre de paz», con el vivo recuerdo del reciente encuentro en el Vaticano.
          Abrazando al pueblo de Jordania, «tierra rica en historia y de gran significado religioso para el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam», el Papa Bergoglio señaló que este País «acoge generosamente a una gran cantidad de refugiados palestinos, iraquíes y de otras zonas en crisis, en especial de la vecina Siria, destruida por un conflicto que está durando demasiado tiempo».
          Y, alentando el reconocimiento y la ayuda de la comunidad internacional, reiteró el compromiso de la Iglesia Católica, dentro de sus posibilidades, en la asistencia a los refugiados y a los necesitados, sobre todo mediante Caritas Jordania.
          Junto con «su dolor, ante las fuertes tensiones en la región medio-oriental», y «su gratitud a las autoridades jordanas», animándolas «a seguir esforzándose por lograr la tan deseada paz duradera en toda la Región», el Obispo de Roma señaló que «para esto, es necesario y urgente encontrar una solución pacífica a la crisis siria, además de una justa solución al conflicto entre israelíes y palestinos».
          Luego, renovó su profundo respeto y consideración a la comunidad Musulmana, y expresó reconocimiento por el liderazgo de Su Majestad el Rey en la promoción del entendimiento de las virtudes proclamadas por el Islam y la serena convivencia entre los fieles de las diversas religiones.
          Un saludo lleno de afecto dirigió también el Papa a las comunidades cristianas – ahora numéricamente minoritarias – presentes en el País desde los tiempos apostólicos, que contribuyen al bien común de la sociedad en la que están plenamente insertadas. Comunidades que pueden profesar con tranquilidad su fe, respetando la libertad religiosa, que es un derecho humano fundamental, con el anhelo firme – dijo el Obispo de Roma de que «sea tenido en gran consideración en todo Oriente Medio y en el mundo entero».