27 de abril de 2014

Semblanza de Juan XXIII, santo, el papa bueno




Semblanza de Juan XXIII,

 santo, el papa bueno


Fue el papa del cambio, el papa Concilio Vaticano II. Pero Angelo Giuseppe Roncalli, sobre todo, fue el papa bueno. Pocas veces una definición se ajusta tanto a la realidad. Y si, además, la definición es sencilla y facilísima inteligible, mejor todavía. Su legado, como afirmó de él Pablo VI, no cabe en su sepultura. Ha sido una de las personas más queridas y admiradas de las últimas décadas. Su figura, tan sencilla, tan humana, tan cristiana, sigue vigente e interpeladora, a pesar de los años. Más aún, según pasan los años, como acontece con los buenos vinos, su figura es todavía más atrayente.



¿Por qué? ¿Cuál fue su secreto? Vivir, buscar y testimoniar siempre la voluntad de Dios. El mismo lo dijo: “Este es el misterio de vida. No busquéis otra explicación. He repetido siempre la frase de San Gregorio Nacianceno: Tu voluntad, Oh Señor, es nuestra paz. Este mismo pensamiento, en estas otras palabras, me hicieron siempre buena compañía: Obediencia y paz”, tal y como se lo había enseñado en sus años de infancia y adolescencia un sacerdote: “Obedece siempre, con sencillez y bondad, y deja hacer al Señor”.



Así se explica su fecunda vida, de más de 81 años. Así se explica su prolijo y variado ministerio sacerdotal y episcopal. Así se explican sus cuatro años y medio de pontificado. Así se explica que los búlgaros, en los once años que fue delegado papal en este país, le llamaran buen padre. Así se explica, como quedó dicho al comienzo, que los fieles de todo el mundo y de distintas culturas y religiones le llamaran y le sigan llamando el papa bueno.



Así se explica que, 132 años después de su nacimiento y otros 51 años después de su muerte, siga siendo un personaje de actualidad. Qué se lo pregunten sino a los cientos y miles de personas que día a día acuden a su tumba en la basílica de San Pedro de Roma. Que se lo pregunten al papa Francisco, que según testimonio de Loris Capovilla, el custodio de la memoria de Juan XXIII y de su legado, el neo cardenal, pensó en llamarse, al calzar las sandalias del Pescador –sandalias también del papa Juan-, Juan XXIV.



Vivir la voluntad de Dios, en obediencia y en paz, siempre alegres y activas, es descubrir la auténtica sabiduría de Dios, que escribe rectos con renglones torcidos y cuyo caminos, aunque no son nuestros caminos, están siempre rezumando amor y plenitud.


Semblanza de Juan Pablo II, santo: el papa grande




Semblanza de Juan Pablo II,
  santo: el papa grande

Karol Jozef Wojtyla nació en Wadowice (Polonia) el 20 de mayo de 1920. Con tan solo 20 años, y ya muertos sus padres y su único hermano, y Polonia invadida por el ejército nazi, Karol, que prometía ser actor y escritor, al enfrentarse a la realidad del mal, descubre que solo el amor de Jesucristo es la clave de la felicidad que anhela el corazón del hombre. Ingresa en el seminario de Cracovia, estudia en Roma y es ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1946.



La universidad  y los jóvenes fueron los principales ámbitos de los doce años de su ministerio como sacerdote. Su patria polaca se enfrentaba entonces a otro de los grandes males del siglo XX: el comunismo. Karol Wojtyla es obispo auxiliar de Cracovia de 1958 a 1962 y arzobispo metropolitano de esta misma sede durante 16 años. Cardenal desde 1967, el 16 de octubre de 1978 es elegido Papa con el nombre de Juan Pablo II. Durante más de veintiséis inolvidables años, desarrolla un admirable ministerio petrino. 

Fallece, tras ser visitado durante años por la cruz, el 2 de abril de 2005. Fue beatificado el 1 de mayo de 2011.



Dos claves, dos pilares, dos focos que iluminan, explican y definen la figura y el pontificado de Juan Pablo II, y  nos marcan los caminos para vivir en plenitud nuestra vocación cristiana. 

Estas claves no son otras que Jesucristo y el hombre, palabras emblemáticas que figuran en el título de su primera encíclica, Redemptor hominis, palabras programáticas que aparecen ya en su primer mensaje a la Iglesia y al mundo en la misma tarde de su elección:"¡No tengáis miedo -nos dijo en aquella tarde memorable-. Abrid las puertas a Jesucristo. Sólo Él puede salvar al hombre!”. Jesucristo fue su razón de ser, la clave de su existencia.



Su amor apasionado a Jesucristo, cultivado en la oración, en la intimidad y en la unión con Él, fue el venero fecundo de toda su vida y actividad. 

Quienes tuvimos el privilegio de contemplar al Papa rezando muy de mañana en su capilla privada, pudimos comprobar con emoción su capacidad de interioridad, su capacidad para abstraerse, abandonarse y centrarse sólo en Dios, conscientes de que estábamos contemplando la oración de un santo. 

En el amor apasionado a Jesucristo, en su vida interior, en su experiencia de Dios, sustentó Juan Pablo II la fe profunda que se traslucía en sus palabras y en sus gestos.



En su amor ardiente a Jesucristo sustentó Juan Pablo II su fuerza interior y la entrega agónica de su vida. Su servicio apasionado al Evangelio y a la Iglesia se convirtió en los compases finales de su vida en la catequesis más persuasiva y convincente sobre cómo debe ser la oblación sin límites de nuestra propia vida al servicio de lo que creemos, amamos y esperamos. 

Juan Pablo II se entregó a su tarea como el Buen Pastor a pesar de las enfermedades que le acompañaron de manera permanente durante todo su ministerio desde el atentado del 13 de mayo de 1981. A todos nos ha sobrecogido su imagen doblada por la edad y el deterioro físico, mientras se engrandecía su figura moral.

Sus últimos meses, crucificado con Cristo en la cruz  y unido por la comunión con todos los enfermos del mundo, han sido el preludio de una fecunda pascua. 

Como escribiera el cardenal Joseph Ratzinger, con su vida y testimonio, Juan Pablo II nos legó en los diez últimos años de su vida la más bella de sus encíclicas: la del sufrimiento y la cruz aceptados por amor al Señor y en solidaridad con todos los que sufren, desde la conciencia de su deber de Supremo Pastor vivida heroicamente.



Y desde este amor apasionado e incondicional a Jesucristo, brotó en plenitud el amor al prójimo. Y así fue el Papa de los jóvenes, de las familias, de los pobres, de los derechos humanos, el Papa de los viajes, de los records, de los documentos… Todo como una ofrenda en totalidad y radicalidad de su persona y de los demás, recibidos para servir a los demás y ser testigo del amor y de la gloria de Dios.

revistaecclesia, España

26 de abril de 2014

Milagros por intercesión de Juan Pablo II





Los milagros 

por intercesión  

 de Juan Pablo II

El papa polaco guió la barca de Pedro entre el 16 de octubre de 1978 y el 2 de abril de 2005 y en su camino a los altares la Santa Sede le reconoce dos intercesiones milagrosas.



La primera corresponde al proceso de beatificación, y la beneficiada fue la religiosa francesa Marie Simon-Pierre, quien padecía de Parkinson y trabaja en una clínica de maternidad en París (Francia).



El 14 de enero de 2011 la religiosa contó a la cadena francesa KTOtv y a la cadena italiana RAI Vaticano que su curación sucedió el 2 de junio de 2005. “Ese día por la mañana yo estaba completamente impedida y ya no podía más”, indicó, por lo que solicitó su dimisión a la superiora de su comunidad para “dejar de brindar mi servicio en la maternidad donde trabajaba (…). Yo no puedo hacer que esto deje de avanzar, no es posible".



Sin embargo, su pedido fue rechazado con amabilidad y a cambio la superiora le propuso pedir la gracia de su curación a Juan Pablo II, quien al final de su vida  también padeció Parkinson.



Cuando esto sucedió, "sentimos por un buen momento un gran cambio en su oficina, diría que una gran paz, una paz muy grande y una gran serenidad, me sentía muy apacible, ella también".



En ese momento, le pidió escribir el nombre de Juan Pablo II en un papel. El avance de la enfermedad había afectado su brazo izquierdo y sufría de intensos temblores. Su superiora le propuso escribir con la mano derecha. "Le dije que no podía porque mi mano derecha también se ponía a temblar, pero ella insistió: ‘sí puedes, sí puedes’".



Escribió algo ilegible pero pensó que de repente "ocurrirá un milagro si es que creo". "Esa noche seguí la jornada como de costumbre con la comida comunitaria, luego un poco más de servicio y después la oración nocturna en la capilla".



En su cuarto, la religiosa se obligó a escribir y vio con sorpresa que podía hacerlo.


A las 4:30 de la madrugada del 3 de junio despertó sintiendo que "ya no era la misma. Había una alegría interior y una gran paz; y luego me sorprendí mucho por los gestos de mi cuerpo".



Tras rezar en la madrugada, sor Marie acudió al oratorio de la capilla pues su comunidad celebraba Misa  a las 6am. En el trayecto "me di cuenta de que mi brazo izquierdo ya no se quedaba inmóvil al caminar sino que se balanceaba normalmente. En la Eucaristía tuve la certeza de que estaba curada".



La Congregación para las Causas de los Santos estudió la curación de Simon-Pierre y determinó que fue por intercesión de Juan Pablo II, a quien Benedicto XVI   beatificó el 1 de mayo de 2011.



El segundo milagro atribuido a la intercesión de Karol Wojtyla fue la curación de Floribeth Mora, una mujer costarricense que padecía un aneurisma cerebral.



El hecho ocurrió el 1 de mayo de 2011, el mismo día de la beatificación de Juan Pablo II.



Ese día, fue con su familia  a la Misa dominical. En el centro del barrio se estaba celebrando una procesión. “En ese momento estaba pasando una carroza con la imagen de Jesús Sacramentado y sentí un frío en el cuerpo. Me bajé del coche y fui hasta allí”. Entonces, el sacerdote que acompañaba a la procesión declamaba una oración: “¡Oh, Señor! Haz una sanación”.



“Le pedimos a nuestro papa Juan Pablo que nos ayudara a pedirle a Dios que me ayudara”. Y en ese preciso instante, algo empezó a cambiar. “Salí de ese parque con la fe de que yo fui la sanada”, expresó Floribeth.



Días después fue al santuario de la Virgen de Ujarrás para rezar, consciente de que el templo había recibido un relicario con muestras de sangre del nuevo Beato. “De nuevo, un milagro”, apostilla. Sin embargo, cuando llegó ya había terminado la exposición. Sin embargo, el P. Dónald Solano hizo una excepción. “Me la enseñó y la toqué. Seis meses después me hicieron otro examen en el cerebro y me indicaron que el aneurisma había desaparecido para la honra y la gloria de mi Dios”, afirmó Floribeth.



Según publicó el diario “La Nación” de Costa Rica, el neurocirujano Alejandro Vargas Román, que atendió a Floribeth Mora durante su enfermedad, confirmó que no encontró explicación científica a la desaparición repentina del aneurisma que padecía, cuando analizaron exámenes posteriores a aquel 1 de mayo de 2011.

Año Jubilar Teresiano




El Santo Padre concede

la gracia de Año Jubilar Teresiano

por el Centenario de Santa Teresa

Con motivo del 400 aniversario de la beatificación de Santa Teresa, que celebramos este 24 de abril de 2014, el Obispado de Ávila quiere comunicar el Decreto de la Penitenciaría Apostólica, por el cual el papa Francisco concede la gracia de Año Jubilar Teresiano en España, desde el día 15 de octubre de 2014 hasta el 15 de octubre de 2015, con el fin de celebrar con solemnidad el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Con él, se concederá la Indulgencia Plenaria a los fieles verdaderamente arrepentidos, con las condiciones acostumbradas: Confesión Sacramental, Comunión Eucarística y Oración por las intenciones del Romano Pontífice. En fechas posteriores, se comunicará oportunamente cuáles serán los templos o santuarios jubilares donde los fieles puedan lucrar la Indulgencia Plenaria.



Asimismo, el Santo Padre ha concedido durante el Año Jubilar la gracia de impartir la Bendición Papal a todos los fieles cristianos presentes, que verdaderamente arrepentidos y movidos por la caridad, hayan asistido a los Ritos Sagrados y cumplan con las condiciones anteriormente citadas.



Cabe recordar que en su día el Obispo de Ávila solicitó la declaración de Año Jubilar por el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa, y más tarde, durante la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de noviembre de 2011 el entonces presidente, Cardenal Antonio María Rouco Varela, remitió un escrito al Santo Padre en el que, además de solicitar también este Año Jubilar, se recordaba la vida de santidad de Teresa de Jesús, y la intención de celebrar solemnemente su Centenario con actos litúrgicos especiales y diversas prácticas espirituales, que permitan promover la devoción a la Santa abulense.



(Este comunicado se ha hecho público al término de la Misa de Acción de Gracias, celebrada en la S.A.I. Catedral de Ávila, con motivo del 400 aniversario de la beatificación de Teresa de Jesús. El encargado de anunciar esta importante noticia ha sido el Canciller de la diócesis, D. Miguel García Yuste. Al término de la lectura del comunicado, todos los fieles que se encontraban en la Catedral han irrumpido en aplausos)