29 de enero de 2014

En 1913... Tagore




En  1913…
Tagore

 Marlene María Pérez Mateo

En 1913 le fue otorgado al escritor indio Rabindranan Tagore (1861-1941) el Premio Nobel en Literatura.

Fue Tagore un enamorado de las letras desde muy temprana edad. A sus 20 años ya contaba con dos libros “Mis días de infancia” y “ Cartas de un viajero por Europa”. Ambos recorren su vida, no exactamente desde el punto de vista cronológico sino mas bien evocatorio de las atmósferas que envolvieron su vida de niñez primero y luego como extranjero.
 
 Pocos lustros después escribe y publica “Ofrenda Lírica”. Es esta quizás su obra mas conocida. La prosa poética de esta obra fue en lo personal lo que marcó mi cercanía y conocimiento sobre este autor, lejano y a su vez próximo. Las estrofas de Ofrenda Lírica acompañan no pocas ilustraciones de láminas de un sin número de publicaciones y poster.

Tagore, aunque fue un hombre profundamente arraigado a su credo religioso, lleva a su pluma un mensaje muy suyo y a la vez universal de todo ser humano. Estos poemas nacieron en su vida luego de inmensas pérdidas afectivas  personales. Una exquisita sensibilidad sin ligerezas impregnan las páginas y  traducen un misticismo sencillo y mesurado.
                   
Tagore publicó posteriormente La nueva luna, Nostalgia, El niño y tránsito, entre otras. Casi todos sus libros fueron traducidos al español por Juan Ramón Jiménez y su primera esposa.
                  
Tagore escribió sobre filosofía, religión y drama.  

Marlene Maria Perez Mateo
Noviembre 14, 2013


Si acaso piensas en mí, te cantaré cuando el anochecer lluvioso...

Si acaso piensas en mí, 
te cantaré cuando el anochecer lluvioso
suelta sus sombras por el río, arrastrando, lento, su luz vaga hacia el ocaso;
cuando lo que queda del día es ya 
demasiado poco para trabajar o jugar.
Te sentarás sola en el balcón que da al Sur, 
y yo me pondré a cantarte
en el cuarto oscuro. El olor de las hojas mojadas entrará por la ventana,
en el crepúsculo creciente, 
y los vientos tormentosos
clamorearán en los cocoteros.
Traerán la lámpara encendida al cuarto, 
y entonces me iré yo. Y tú, quizá, entonces, escucharás la noche,
y oirás mi canción cuando esté yo callado.

Paspartú y Marialuisa




Paspartú y Marialuisa

A los hispanos que llevamos viviendo muchos años en Estados Unidos se nos olvidan a veces palabras de nuestro idioma nativo, y no creo que haya nadie que alguna vez no se haya visto enredado en  esta situación. He aquí un ejemplo.
  
Veamos, en inglés  “mat”  es una delgada pieza de cartulina adicional a un marco exterior de una litografía, título o foto, que le sirve como decoración adicional y que, además, lo separa y protege del cristal que lo cubre. 

Mat” es un monosílabo fácil que como tal se nos ha hecho común de emplear y ya se ha convertido en el nombre ideal para referirnos a esa cartulina interior que ayuda a “enmarcar” una litografía o foto. En fin, que a fuerza de usar “mat”… se nos olvida cuál es la palabra correcta en español.

Esa palabra correcta en español es paspartú, derivada del francés passe-partout. Hay que reconocer que no es la única que se emplea en nuestro idioma, aunque la otra más común, marialuisa, no está aceptada por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
  
En realidad la palabra “paspartú”  no nos resulta del todo desconocida, porque así llamábamos a la cinta de color brillante con la que enmarcábamos desde niños muchos trabajos escolares. Como anécdota al margen respecto a la palabra paspartú, se puede citar que en época del presidente Porfirio Díaz, en México se pusieron de moda nombres de origen romano  tales como César, Octavio, Tulio…   Chucho Urueta,  un elocuente orador mexicano de aquel tiempo, bautizó a uno de sus hijos con el nombre de Marco, lo que dio pie a que José Juan Tablada, otro destacado poeta contemporáneo,  le dedicara esta cuarteta satírica y popular:
  
Urueta, no seas canijo
Chucho, por Belcebú,
no le pongas Marco a tu hijo,
mejor ponle “paspartú”

En cambio, “marialuisa” es como prefieren llamar en algunos países hispanoamericanos -México, Colombia, Venezuela- a ese “marco” de cartulina que protege fotos y acuarelas.  
    
Según Arturo Ortega Morán, escritor mexicano que se ha especializado en la investigación del origen de palabras y expresiones del idioma español, «las primeras pesquisas nos llevan al Diccionario de México de Juan Palomar de Miguel,  en donde dice que marialuisa es una deformación de “area lisa”, una manera de referirse a ese marco interior, delgado y liso.

Esta ingeniosa explicación suena convincente pero no es correcta. La verdad es que el término fue acuñado en Francia en la década de los cuarenta, cuando allá se pusieron de moda los antropónimos, es decir dar nombres de personas a instrumentos, artefactos, técnicas, etc.

Muy probablemente el nombre fue inspirado en María Luisa, la segunda esposa de Napoleón, de quien se conservan cuadros en los que ya la imagen no cubre todo el espacio; una franja evita que la pintura se extienda hasta la orilla, es decir, una marialuisa.  Así, a mediados del siglo XX, la “marie louise” francesa llegó a México y desde entonces, cuando solicitamos un servicio de enmarcado nos preguntan ¿lo quiere con marialuisa?»

Y es muy probable que ese mismo sea el origen de nombrar “marialuisa” a los paspartúes en otros países de la América hispana.

Con la colaboración de María Dominicis

27 de enero de 2014

Comedia en Cuba



COMEDIA EN CUBA

Editorial del diario “El comercio”
Lima, Perú.

La historia de Cuba es la historia del secuestro de una nación entera por más de medio siglo. Los Castro son los amos y señores de los 11 millones de personas que viven en la isla. Deciden quién puede viajar dentro del país y fuera de él, qué se puede decir y leer, qué se puede comprar y vender. Deciden incluso qué visten y qué comen los cubanos. Lanzan a la cárcel a sus opositores políticos y reprimen violentamente cualquier manifestación. Incluso, por muchos años, restringieron severamente las libertades de culto y de opción sexual. Por supuesto, no dan reconocimiento legal a las organizaciones de derechos humanos, para evitar que puedan actuar en su país. No es casual que todos los años miles de cubanos decidan arriesgar sus vidas tratando de navegar en precarias balsas por un mar lleno de tiburones con la esperanza de escapar de su patria.

Este es, precisamente, el tipo de régimen que la relativamente joven Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac)  debería condenar. Después de todo, esta institución multinacional se creó como un organismo que busca la defensa de la democracia, de los derechos humanos, de la libertad de expresión y de la integración económica. Es más, sus miembros (que incluyen a todos los países del continente, salvo Estados Unidos y Canadá) adoptaron una “cláusula de compromiso”, según la cual si un país viola el Estado de derecho, el presidente de la institución llamará al resto de miembros para adoptar medidas que permitan el retorno al orden democrático en la nación en conflicto.

No obstante, existe un par de pequeños inconvenientes que impiden que la Celac tome alguna medida en contra de Cuba: Raúl Castro detenta su presidencia y La Habana es la sede de su II Cumbre de Jefes y Jefas de Estado.  Esto, por supuesto, tiene tanto sentido como haber nombrado a Kim Jong-un presidente de una cumbre que busque el desarme nuclear y la paz mundial, o a Ayman al Zawahiri presidente de una organización de lucha contra el terrorismo internacional. De hecho, en su momento, parece que hasta al propio Castro le pareció ridícula su designación, pues en el discurso que ofreció cuando asumió el cargo bromeó al decir: “No se preocupen que yo solo voy a estar un año”.

Por supuesto, no sorprende que países como Venezuela, Ecuador, Argentina o Bolivia  consientan que la Celac se use así (no es coincidencia, además, que uno de los primeros promotores de su creación y diseño hubiese sido Hugo Chávez). Lo que sí sorprende, sin embargo, es que democracias como el Perú, Chile o Colombia   sean parte de esta comedia al punto que, como bien anotó Andrés Opprenheimer,    parece que sus representantes ni siquiera van a aprovechar la visita a Cuba para participar en la cumbre paralela que la oposición pacífica intenta organizar (y cuya represión ya está en marcha en la isla).

Este despliegue de hipocresía internacional, por supuesto, no es nuevo en nuestra región, que ya está acostumbrada a crear instituciones que solo defiendan la democracia y la integración en el papel. Ahí está también la Unasur, que no tuvo reparos en apañar la forma irregular en la que el chavismo mantuvo el poder en Venezuela, que sirve de altavoz de las declaraciones populistas de los gobiernos de línea bolivariana y que prácticamente nada ha hecho por la integración de sus países miembros (a diferencia, por ejemplo, de la Alianza del Pacífico, que está cerca de convertirse en una zona de libre comercio y que ha dado importantes pasos para liberalizar la circulación de personas).

¿Tiene sentido que una democracia como la peruana sea cómplice de una organización que legitima a una dictadura abiertamente violadora de derechos humanos? Quienes creemos en la libertad y el Estado de derecho esperaríamos, por lo menos, que cuando el presidente Humala participe esta semana en la cumbre manifieste su disconformidad con la situación que se vive en Cuba y exhorte al resto de miembros de la Celac a aprovechar que la presidencia cambia de manos para, de una buena vez, mostrar que la institución sirve para algo más que para organizar turismo presidencial a destinos caribeños.

25 de enero de 2014

SUEÑOS MOTORIZADOS

 
Sueños motorizados
 
Cada año que empezamos
en mi casa se concilia
entre toda la familia
a ver qué cosa compramos.
De esa manera alcanzamos
a cumplir mas de una meta:
se compró la bicicleta,
el microway, la nevera
y hasta a la pared, por fuera,
se le reparó una grieta.

Este enero la alborada
llegó con muchos empeños
y nos planteamos los sueños 
para la nueva jornada.
Mi mujer, entusiasmada,
soltó un reto bien bajito:
-si entre todos, un poquito
nos apoyamos y ahorramos,
este año nos compramos
(para pasear) un carrito.

En eso llegó Cutarro,
amigo que había escuchado
que había una ley del Estado
para la venta de carros.
-"¡Pues a dar candela al jarro!"
exclamaba el yerno mío.
-"Suelte ya ese desafío,
diga los precios que hay
y aprestémonos, caray,
que andando se quita el frío". 
 
Cuando aquel hombre sacó 
el papel, vimos los precios...
y un ejército de necios
por la casa se regó.
Mi suegra se desmayó,
el nieto rompió la cuna,
a mi mujer le dió una
fatiga (casi la entierra),
y allá en el patio, la perra
se enfureció con la luna.
 
Pues nada, para comprar
el carrito más barato
hay que apretarse el zapato
y hasta tendremos que ahorrar.
Voy a tener que empeñar
la cosecha de aguacate,
el niño que venda el bate
con el guante y la pelota
y sepa que no se bota 
nada del escaparate.
 
Venderemos la nevera,
el microway, el fogón,
la cama grande, el colchón
y hasta la olla arrocera.
La tele, la cafetera,
la plancha, la secadora,
la ropa de mi señora,
el collar, el pulso, el broche,
la lamparita de noche
y también la lavadora.

Vamos a vender también 
la mata de mamoncillos,
los blumers, los calzoncillos,
un caldero y la sartén.
Venderemos como cien
libros que hay en mi hogar,
la tabla para planchar,
la mesa, las cuatro sillas
y como cinco bombillas
que tengo para alumbrar.

La bicicleta será
vendida al mejor postor.
Y el viejo ventilador
buena plata nos dará.
Hay una puerta que da
para el patio, si la quito
puede que entre el mosquito,
pero como todavía 
está firme me daría
un poco de dinerito.

También pienso renunciar
a la cuota en la bodega
a ver si ahorrando nos llega
lo que falta por lograr.
Y hasta la hora de dar
del cuerpo, en un gesto  diario
habrá que ser solidario
y sin que nadie se abruma
usar hoja de yagruma
como papel sanitario.

Olvidaremos los vicios,
adiós cigarro, adiós ron:
Montarse tras un timón
vale bien sus sacrificios.
Haremos mil artificios 
con el dinero precario,
y sin ser estrafalarios
meteremos en el gorro
de la estrechez y el ahorro,
buena parte del salario.

A pesar de todo eso,
 de acostarme sin comer,
de olvidarme del placer
y de quedarme en el hueso,
a pesar de tanto exceso
de sacrificio sufrido,
ya me siento convencido
que voy a morirme yo
sin montarme en un Peugeot
por su precio desmedido.

Ni mi nieto más chiquito
de dos añitos de edad
tendrá la oportunidad
de montarse en el carrito.
Puede que su nietecito
le dé fin al desconsuelo
y pensará en su desvelo
manejando con empeño
que al fin ha cumplido el sueño
que tuvo el tatarabuelo.
 A.R.
15-1-14
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Remitido por Delsa Durán