7 de enero de 2014

Preocupación por tergiveración cotinua de las palabras del Papa Francisco


El uso partidista e interesado que algunos medios de comunicación hacen de las declaraciones del Papa Francisco es un hecho que preocupa a la Santa Sede y que probablemente será abordado por el Vaticano en consideración.

P. Federico Lombardi, Portavoz de la Santa Sede 

Platero y él



Platero y él
Ana Dolores García

Platero

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...

Así es Platero, el pequeño burro idealizado por Juan Ramón Jiménez y hecho inmortal por la poesía que brota de la prosa que lo describe.  Tan inmortal, que sus trotes ya centenarios continúan deleitando a quienes siguen sus travesuras, subyugados por el encanto de la sencillez con que Juan Ramón las narra.    

El poeta publicó la primera edición en 1914. Luego hubo otras con más aventuras de Platero, las que llegaron a llenar 138 capítulos, mas tres últimos que se agregaron en la década de 1920. Quedaron en sueños otros proyectos como el de una segunda parte que se llamaría Otra vida de Platero. Al cabo, la vida y muerte de Platero quedaron encerradas en los breves capítulos de Platero y yo.  Ellos bastaron para hacer más brillante aun la aureola de poeta grande que alcanzó Juan Ramón Jiménez.  

Platero, más que para niños, fue escrito para adultos, a los que no escaparía la sensibilidad del autor.  Juan Ramón lo advertía  «Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren».

En el libro dedicado «a la memoria de Aguedilla, la pobre loca de la calle del Sol, que me regalaba moras y claveles», Juan Ramón escribe este prologuillo:

Advertencia a los hombres que lean este libro para niños:

Este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito para… ¡qué sé yo para quién!... para quien escribimos los poetas líricos. Ahora que va á los niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué bien!

«Donde quiera que haya niños –dice Novalis-, existe una edad de oro, que es como una isla espiritual caída del cielo, anda el corazón de poeta, y se encuentra allí tan á su gusto, que su mejor deseo sería no tener que abandonarla nunca».

¡Isla de gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los niños; siempre te halle yo en mi vida, mar de duelo; y que tu brisa me dé su lira, alta y, á veces, sin sentido, igual que el trino de la alondra en un sol blanco del amanecer!
El poeta


Él

«Nací en Moguer, la noche de Navidad de 1881. Mi padre era castellano y tenía los ojos azules; y mi madre, andaluza, con los ojos negros. La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa vieja de grandes salones y verdes patios. De estos dulces años recuerdo que jugaba muy poco, y que era gran amigo de la soledad…»


Óleo de Joaquín Sorolla
Fue depresivo y taciturno gran parte de su vida, por lo que se vio internado varias veces en sanatorios y clínicas para enfermos mentales. Aun así, no fue nunca ajeno a reuniones con otros poetas y escritores. En 1911 se decide a vivir en Madrid y poco tiempo después conoce a Zenobia, con quien contrae matrimonio y comparte el resto de su vida.  

Durante los convulsos años de la Guerra Civil española se traslada a Washington, y allí se desempeña como Agregado Cultural de la Embajada de la República Española. Al finalizar la Guerra Civil no considera el regreso a España y opta por el exilio. Vive en Puerto Rico hasta su muerte en 1958, totalmente desolado a partir  del fallecimiento de su amada Zenobia, ocurrida en 1956, el mismo año en que le fuera otorgado el Premio Nobel de Literatura.

"...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando,
y se quedará mi huerto con su verde árbol
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las esquilas del campanario.
Se morirán los que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año;..."

La máquina de escribir cumple hoy 300 años


Máquina ideada por Sholes en 1872

La  máquina
que  desbancó  a  la  pluma
cumple  hoy  tres  siglos



Borja Bergareche / Londres
 abc.es

Entre la concesión de la primera patente de la máquina de escribir hace 300 años y su fabricación a escala industrial a comienzos del siglo XX pasaron casi dos siglos.

No puede decirse que la máquina de escribir tenga un único inventor,  pues    fueron varias las personas que contribuyeron con sus ideas e invenciones quienes terminaron llevando a las primeras máquinas comercializadas con éxito. De hecho, los historiadores estiman que varias formas de máquina de escribir fueron diseñadas al menos 52 veces por mecánicos que intentaban conseguir un producto final y útil.  La innovación que condujo a la máquina para que a la postre pudiera escribir  sobre papel mas rápidamente que el puño humano, fue considerable. Y sirvió para optimizar las posibilidades de otro invento clave de la Humanidad, la imprenta ideada por John Gutenberg a mediados del siglo XV.

Aunque no se conservan ni dibujos ni maquetas de aquel primer intento, el 7 de enero de 1714 la Reina Ana Estuardo concedió en su último año en el trono una patente para lo que los historiadores consideran como el aparato precursor de la máquina de escribir.

Según consta en los archivos de la época, la soberana reconoció a Henry Mill, un inventor inglés, el haber llevado a la perfección «una máquina artificial o método para la impresión o transcripción de letras de forma individual o progresiva una detrás de la otra, como al escribir, por medio de la cual todos los escritos quedan fijados en papel o pergamino de forma tan clara y exacta que no se distingue de la imprenta, con lo que la citada máquina o método podría ser de gran utilidad en los asentamientos y en los archivos públicos…». Así describía la patente real el invento de Henry Mill, un ingeniero hidráulico inglés.     

Mas de un siglo después se produce la patente registrada en 1829 por el estadounidense William Austin Burt para un «tipógrafo», un aparato tosco con aspecto de mesa de carnicero cuya única maqueta ardió en el incendio de la oficina de patentes de 1836.

Por su parte, el italiano Pellegrino Turri ya había concebido un aparato con esa función en 1808 con la idea de ayudar a los ciegos, el mismo afán que guiaba a otros de los padres de la criatura, el norteamericano Charles Thurber, que en 1843 patentó la primera máquina con carro móvil.

No sería hasta 1872 cuando el “tipógrafo” alcanzó su éxito comercial con el modelo desarrollado por los estadounidenses Christopher Sholes -inventor también del teclado QWERTY empleado para escribir en él, Carlos Glidden -con quien Sholes ya había inventado una máquina para contar billetes- y Samuel W. Soulé. El invento fue adquirido por Remington and Sons, fabricantes de armas y de máquinas de coser todavía activos. En 1873, lanzaron en Nueva York la primera línea de producción industrial de máquinas de escribir, montadas, claro, sobre mesas de coser.
 
Uno de los primeros y más entusiastas adeptos fue el escritor Mark Twain, que en una carta a su hermano en 1875 describía así las ventajas del aparato con el que escribiría, por ejemplo, el «manuscrito» de "Vida en el Misisipi". «La máquina tiene varias virtudes: creo que imprimirá más rápido de lo que yo puedo escribir, uno puede reclinarse en su silla y trabajar con ella, permite apilar un montón de palabras en una sola página, y no ensucia ni esparce manchas de tinta. Por supuesto, permite ahorrar papel».

Para 1909 existían en EE.UU. 89 fabricantes de máquinas de escribir, según se recoge en la historia de la compañía IBM. Y su presencia era ya imprescindible en las oficinas y espacios laborales del país, entonces una economía emergente en un mundo ya mecanizado.

El sonido de las teclas marcaba el ritmo de su crecimiento económico. Un ta-ca-ta-ca-ta-ca-ta-ca que amenizaría luego comedias de Hollywood como la de Jack Lemmon de disciplinado oficinista, y clásicos del cine  de terror como el filme de Jack Nicholson y su obsesiva y psicopática escritura repetitiva.

En la misma época de la carta de Twain a su hermano, otra de las grandes mentes prácticas de la época, Thomas Edison, había comenzado ya a idear la aplicación de la electricidad al funcionamiento de la máquina de escribir. Tras varios modelos eléctricos desarrollados en los años 20, se hizo finalmente la luz cuando en 1933 la empresa International Business Machines (IBM)  adquirió las patentes y herramientas necesarias para desarrollar el Modelo IBM 01, la primera máquina de escribir eléctrica tal y como la conocíamos… antes del fulgurante advenimiento del ordenador personal y la consiguiente conversión de la máquina de escribir en objeto de museo y culto en blogs especializados.

6 de enero de 2014

Los Reyes Magos y la Estrella de Cuba



Los Reyes Magos
y la Estrella de Cuba
 
Orlando González Esteva
martinoticias.com

Que Jesús naciera en Judea y no en Cuba fue providencial. De lo contrario es difícil que los Reyes Magos hubieran dado con él. El resplandor nocturno del cielo insular los hubiera desorientado, y cómo reconocer entre tantas estrellas ávidas de protagonismo la que debían seguir.

Verdes insectos portando sus fanales
se pierden en la voraz linterna silenciosa,

anota José Lezama Lima, observando los enjambres de cocuyos que recorren la noche de la isla y cuya propia luz es devorada por la claridad ambiental. Es una caravana fantasmagórica que atraviesa el aire rumbo quién sabe adónde; una patrulla de serenos que, farola en mano, vela por la seguridad de una ciudad invisible; futura o prehistórica.

Sobran razones para suponer que Jesús nació en La Habana: el Barrio de Jesús María, la Loma del Ángel, la Calle de Luz, San José de las Lajas y el Arco de Belén evocan su presencia o la de sus padres. Oriente fue la provincia más levantina de Cuba: de allí pudieron venir los Reyes. No lo digo yo, lo dice el evangelista: vinieron del oriente (Mateo 2:1). No hay nieve en los Evangelios ni pastor cuerdo capaz de invitar a su rebaño a pastarla; su inserción en la Navidad es un disparate. Pero si no lo fuera, Cuba podría ofrecer la nieve más cálida del mundo: los aguinaldos que por diciembre cubren la isla de campanillas blancas. No obstante, el niño nació en Belén y eso convino.

Nada mejor para ilustrar las dificultades que hubieran confrontado los Magos de haberse visto forzados a seguir una estrella y localizar a Jesús en Cuba que el testimonio anotado por Alejandro de Humboldt, el gran geógrafo, naturalista y explorador prusiano, durante una de sus visitas al país:

"En ninguna otra parte he visto tan innumerable cantidad de insectos fosforescentes, porque las hierbas que cubren el suelo, las ramas y las hojas de los árboles resplandecían con aquellas luces rojizas y móviles, cuya intensidad varía, según la voluntad de los animales que las producen, pareciendo que la bóveda estrellada del firmamento bajaba sobre la sabana o pradera".

De haberse internado en esa bóveda es de suponer que los Magos y sus cabalgaduras no sólo hubieran acabado confundiendo las perspectivas, el cielo raso estelar con el suelo cubierto de minúsculos astros, sino estrellándose contra éste antes de alcanzar el pesebre.

El indígena que en una décima de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé)  fuma, retiene el cocuyo con el que dio lumbre a su cigarro y contempla el firmamento, hubiera contribuido a la confusión de los viajeros: el extremo encendido del rollo de hojas de tabaco o el propio cocuyo podían haber sugerido a los Reyes distantes que cualquiera de los dos era la estrella que buscaban, provocando una colisión que en este caso no sólo hubiera involucrado a los Magos y sus monturas sino al fumador y al insecto aborígenes.

Miguel Teúrbe Tolón vio en el cocuyo que vuela "la huella del dedo de Dios". Nadie más que éste, de haber tenido razón el poeta y patriota cubano, hubiera podido garabatear un mapa de Cuba en el aire noctámbulo e indicar a los Reyes la ruta hasta donde él mismo, recién nacido, les aguardaba.

Si Jesús hubiera nacido en Cuba, el primer árbol de Navidad hubiera sido la noche: no lo hay más antiguo, sagrado o mejor decorado. Ni los cubanos, tan pendientes del suyo, han logrado escrutar la totalidad de su fronda y distinguir sus respectivas estrellas entre la multitud guiñadora:

¡Ah!, ¡cuántas noches
Como ésta desprecié! ¡Noches de Cuba!
Que allá en los tiempos de mi edad primera
Pasasteis sobre mí sin comprenderos.
Llegó el momento que os contemple triste.
Llegó el momento que mi vista errante
Vague en la inmensidad. ¡Cuántas estrellas!
¡Qué hermosura! ¡Qué luz! ¿Serán acaso
Influyentes al hombre mientras vive,
O aparecen después que ha sucumbido?
Si influyen en el hombre, ¿cuál la mía?
¿Aquella débil, que refleja apenas?
¿Aquella opaca, triste, moribunda?
¿Eres mi estrella tú?,

se preguntaba Francisco Pobeda a mediados del siglo XIX. La suerte de los Reyes Magos no hubiera sido mejor que la suya. Ni que la nuestra.

De nada valió que, apostando por una soberanía suma, colocáramos una estrella en la enseña nacional y la situáramos dentro de un triángulo rojo, como una constelación aparte. A diferencia de la estrella de Belén, la estrella de Cuba no parece guiar a nadie y muchos menos llevar a algún sitio.

Los nuevos ricos de Cuba





(Cena de Nochevieja en la Plaza de la Catedral para turistas 
 y nuevos ricos)

Los nuevos ricos de Cuba


Iván García, Dla

 No son tan ostentosos como los nuevos ricos rusos que compran compulsivamente y vacían los anaqueles en Marbella. Tampoco su tren de vida y gastos tiene que ver con un millonario de Qatar, que por puro placer compra un arruinado club de fútbol europeo. Los nuevos ricos cubanos tienen otra pinta y comportamiento.

«Hay varias castas. Están los privilegiados de toda la vida: ministros, gerentes de empresas boyantes o generales que han cambiado el uniforme verde olivo por una impoluta guayabera blanca. Ellos pueden comer mariscos y tomar vino tinto español», dice un exfuncionario.

En su opinión, es una clase muy especial. «Se accede por genes familiares, lealtad o adulonería. Pero es un coto exclusivo. Según su jerarquía, estos burgueses revolucionarios pueden tener un yate y hasta un Hummer».


Una nueva clase social

Una persona que conoce de cerca el poder, afirma que suelen ir de vacaciones a Ibiza o Cancún. «Están por encima de las leyes y la Constitución. Por decreto divino, pueden tener antenas de cable, internet en casa y varios autos. No necesitan apagar los   aires acondicionados para ahorrar energía y cuando el dólar estaba prohibido, en sus carteras habían billetes del supuesto enemigo».

Hubo y aún existen otros tipos de “ricos”. La gente les dice “macetas”. Es una fauna variopinta de ladroncillos de cuellos blancos que se birlan unos cuantos millones de pesos y abundan en diferentes niveles de los ministerios públicos. «Portan el carnet del partido a conveniencia o te sueltan un discurso repleto de consignas revolucionarias. Esa casta le ha sabido dar una vuelta al sistema», expresa una señora que fue sirvienta en la casa de un dirigente.

Los cubanos comunes y corrientes saben que andan en carros del Estado, con gasolina del Estado y que le roban al Estado. Que invierten en negocios familiares. Y debajo del colchón guardan dólares y euros, entre otras divisas. «Los más inteligentes desertan en un viaje oficial y con el dinero robado montan una empresa discreta en la Florida», asevera el exfuncionario.

La gente de a pie igualmente sabe que va en aumento el número de emprendedores privados que está ganando bastante en sus negocios.

También, que en Cuba existen los “metedores de cuerpo”. Personas que siempre han vivido al margen de la ley. Vendiendo drogas, ropa de marca, perfumes piratas, casas o autos. Y con la plata ahorrada, los “metedores de cuerpo” abren una cafetería o alquilan habitaciones a turistas extranjeros por 30 dólares la noche.

Otros privilegiados son los ricos “de flay”. Según una maestra jubilada, «son los cubanos que gracias a las remesas giradas por parientes en Miami, que para sostener el tren de vida de estas sanguijuelas, no pocas veces tienen hasta dos trabajos».

Todos ellos, desde la casta verde olivo hasta los ricos “de flay”, marcan la diferencia con esa amplia mayoría de la población que come caliente una vez al día y alivia el calor con un ventilador chino.

Fastuoso tren de vida

Los nuevos ricos se pueden dar el lujo de cenar tres veces a la semana en una paladar y pagar 150 cuc [Mas de 150 dólares] por un cubierto en la Plaza de la Catedral, para comer exquisiteces y esperar el nuevo año escuchando a Isaac Delgado.

Algunos los envidian. Pero, en general, los cubanos aceptan las nuevas reglas de juego. Ven bien que su vecino tenga un negocio, haga dinero y pueda alojarse en un hotel de Varadero. Y que el Estado venda autos y te permita viajar al extranjero. Aplauden que se elimine la absurda doble moneda y reclaman mejores salarios, con la esperanza de algún día ellos también puedan cenar en restaurantes caros o visitar Cayo Coco.

Lo que la gente reprocha es la hipocresía de los jerarcas del régimen. Que hablen en nombre de los pobres mientras viven y cenan como los nuevos ricos de Rusia.

Por eso, cuando muchos cubanos ven a Raúl Castro, les parece estar observando a Vladimir Putin. Puede que sea una ilusión óptica.

Del Diario Las Américas, Miami