6 de enero de 2014

Los Reyes Magos y la Estrella de Cuba



Los Reyes Magos
y la Estrella de Cuba
 
Orlando González Esteva
martinoticias.com

Que Jesús naciera en Judea y no en Cuba fue providencial. De lo contrario es difícil que los Reyes Magos hubieran dado con él. El resplandor nocturno del cielo insular los hubiera desorientado, y cómo reconocer entre tantas estrellas ávidas de protagonismo la que debían seguir.

Verdes insectos portando sus fanales
se pierden en la voraz linterna silenciosa,

anota José Lezama Lima, observando los enjambres de cocuyos que recorren la noche de la isla y cuya propia luz es devorada por la claridad ambiental. Es una caravana fantasmagórica que atraviesa el aire rumbo quién sabe adónde; una patrulla de serenos que, farola en mano, vela por la seguridad de una ciudad invisible; futura o prehistórica.

Sobran razones para suponer que Jesús nació en La Habana: el Barrio de Jesús María, la Loma del Ángel, la Calle de Luz, San José de las Lajas y el Arco de Belén evocan su presencia o la de sus padres. Oriente fue la provincia más levantina de Cuba: de allí pudieron venir los Reyes. No lo digo yo, lo dice el evangelista: vinieron del oriente (Mateo 2:1). No hay nieve en los Evangelios ni pastor cuerdo capaz de invitar a su rebaño a pastarla; su inserción en la Navidad es un disparate. Pero si no lo fuera, Cuba podría ofrecer la nieve más cálida del mundo: los aguinaldos que por diciembre cubren la isla de campanillas blancas. No obstante, el niño nació en Belén y eso convino.

Nada mejor para ilustrar las dificultades que hubieran confrontado los Magos de haberse visto forzados a seguir una estrella y localizar a Jesús en Cuba que el testimonio anotado por Alejandro de Humboldt, el gran geógrafo, naturalista y explorador prusiano, durante una de sus visitas al país:

"En ninguna otra parte he visto tan innumerable cantidad de insectos fosforescentes, porque las hierbas que cubren el suelo, las ramas y las hojas de los árboles resplandecían con aquellas luces rojizas y móviles, cuya intensidad varía, según la voluntad de los animales que las producen, pareciendo que la bóveda estrellada del firmamento bajaba sobre la sabana o pradera".

De haberse internado en esa bóveda es de suponer que los Magos y sus cabalgaduras no sólo hubieran acabado confundiendo las perspectivas, el cielo raso estelar con el suelo cubierto de minúsculos astros, sino estrellándose contra éste antes de alcanzar el pesebre.

El indígena que en una décima de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé)  fuma, retiene el cocuyo con el que dio lumbre a su cigarro y contempla el firmamento, hubiera contribuido a la confusión de los viajeros: el extremo encendido del rollo de hojas de tabaco o el propio cocuyo podían haber sugerido a los Reyes distantes que cualquiera de los dos era la estrella que buscaban, provocando una colisión que en este caso no sólo hubiera involucrado a los Magos y sus monturas sino al fumador y al insecto aborígenes.

Miguel Teúrbe Tolón vio en el cocuyo que vuela "la huella del dedo de Dios". Nadie más que éste, de haber tenido razón el poeta y patriota cubano, hubiera podido garabatear un mapa de Cuba en el aire noctámbulo e indicar a los Reyes la ruta hasta donde él mismo, recién nacido, les aguardaba.

Si Jesús hubiera nacido en Cuba, el primer árbol de Navidad hubiera sido la noche: no lo hay más antiguo, sagrado o mejor decorado. Ni los cubanos, tan pendientes del suyo, han logrado escrutar la totalidad de su fronda y distinguir sus respectivas estrellas entre la multitud guiñadora:

¡Ah!, ¡cuántas noches
Como ésta desprecié! ¡Noches de Cuba!
Que allá en los tiempos de mi edad primera
Pasasteis sobre mí sin comprenderos.
Llegó el momento que os contemple triste.
Llegó el momento que mi vista errante
Vague en la inmensidad. ¡Cuántas estrellas!
¡Qué hermosura! ¡Qué luz! ¿Serán acaso
Influyentes al hombre mientras vive,
O aparecen después que ha sucumbido?
Si influyen en el hombre, ¿cuál la mía?
¿Aquella débil, que refleja apenas?
¿Aquella opaca, triste, moribunda?
¿Eres mi estrella tú?,

se preguntaba Francisco Pobeda a mediados del siglo XIX. La suerte de los Reyes Magos no hubiera sido mejor que la suya. Ni que la nuestra.

De nada valió que, apostando por una soberanía suma, colocáramos una estrella en la enseña nacional y la situáramos dentro de un triángulo rojo, como una constelación aparte. A diferencia de la estrella de Belén, la estrella de Cuba no parece guiar a nadie y muchos menos llevar a algún sitio.

Los nuevos ricos de Cuba





(Cena de Nochevieja en la Plaza de la Catedral para turistas 
 y nuevos ricos)

Los nuevos ricos de Cuba


Iván García, Dla

 No son tan ostentosos como los nuevos ricos rusos que compran compulsivamente y vacían los anaqueles en Marbella. Tampoco su tren de vida y gastos tiene que ver con un millonario de Qatar, que por puro placer compra un arruinado club de fútbol europeo. Los nuevos ricos cubanos tienen otra pinta y comportamiento.

«Hay varias castas. Están los privilegiados de toda la vida: ministros, gerentes de empresas boyantes o generales que han cambiado el uniforme verde olivo por una impoluta guayabera blanca. Ellos pueden comer mariscos y tomar vino tinto español», dice un exfuncionario.

En su opinión, es una clase muy especial. «Se accede por genes familiares, lealtad o adulonería. Pero es un coto exclusivo. Según su jerarquía, estos burgueses revolucionarios pueden tener un yate y hasta un Hummer».


Una nueva clase social

Una persona que conoce de cerca el poder, afirma que suelen ir de vacaciones a Ibiza o Cancún. «Están por encima de las leyes y la Constitución. Por decreto divino, pueden tener antenas de cable, internet en casa y varios autos. No necesitan apagar los   aires acondicionados para ahorrar energía y cuando el dólar estaba prohibido, en sus carteras habían billetes del supuesto enemigo».

Hubo y aún existen otros tipos de “ricos”. La gente les dice “macetas”. Es una fauna variopinta de ladroncillos de cuellos blancos que se birlan unos cuantos millones de pesos y abundan en diferentes niveles de los ministerios públicos. «Portan el carnet del partido a conveniencia o te sueltan un discurso repleto de consignas revolucionarias. Esa casta le ha sabido dar una vuelta al sistema», expresa una señora que fue sirvienta en la casa de un dirigente.

Los cubanos comunes y corrientes saben que andan en carros del Estado, con gasolina del Estado y que le roban al Estado. Que invierten en negocios familiares. Y debajo del colchón guardan dólares y euros, entre otras divisas. «Los más inteligentes desertan en un viaje oficial y con el dinero robado montan una empresa discreta en la Florida», asevera el exfuncionario.

La gente de a pie igualmente sabe que va en aumento el número de emprendedores privados que está ganando bastante en sus negocios.

También, que en Cuba existen los “metedores de cuerpo”. Personas que siempre han vivido al margen de la ley. Vendiendo drogas, ropa de marca, perfumes piratas, casas o autos. Y con la plata ahorrada, los “metedores de cuerpo” abren una cafetería o alquilan habitaciones a turistas extranjeros por 30 dólares la noche.

Otros privilegiados son los ricos “de flay”. Según una maestra jubilada, «son los cubanos que gracias a las remesas giradas por parientes en Miami, que para sostener el tren de vida de estas sanguijuelas, no pocas veces tienen hasta dos trabajos».

Todos ellos, desde la casta verde olivo hasta los ricos “de flay”, marcan la diferencia con esa amplia mayoría de la población que come caliente una vez al día y alivia el calor con un ventilador chino.

Fastuoso tren de vida

Los nuevos ricos se pueden dar el lujo de cenar tres veces a la semana en una paladar y pagar 150 cuc [Mas de 150 dólares] por un cubierto en la Plaza de la Catedral, para comer exquisiteces y esperar el nuevo año escuchando a Isaac Delgado.

Algunos los envidian. Pero, en general, los cubanos aceptan las nuevas reglas de juego. Ven bien que su vecino tenga un negocio, haga dinero y pueda alojarse en un hotel de Varadero. Y que el Estado venda autos y te permita viajar al extranjero. Aplauden que se elimine la absurda doble moneda y reclaman mejores salarios, con la esperanza de algún día ellos también puedan cenar en restaurantes caros o visitar Cayo Coco.

Lo que la gente reprocha es la hipocresía de los jerarcas del régimen. Que hablen en nombre de los pobres mientras viven y cenan como los nuevos ricos de Rusia.

Por eso, cuando muchos cubanos ven a Raúl Castro, les parece estar observando a Vladimir Putin. Puede que sea una ilusión óptica.

Del Diario Las Américas, Miami

5 de enero de 2014

La Epifanía y los Magos en nuestros archivos


También sobre
La Epifanía y los Magos en
el archivo de Palmas Amigas:


(El archivo puede desglosarse fácilmente en años, meses y días).

--Carta especial a los Reyes Magos, 6 de enero de 2013
--La Epifanía del Señor, 6 de enero de 2013
--Roscón de Reyes, la historia y la receta, 6 de enero de 2013
--El Misterio de los Reyes Magos, 6 de enero de 2012
--El amanecer de un Día de Reyes, 6 de enero de 2011
--La Arqueología hace revelaciones sobre los Reyes Magos, 4 de enero de 2011
--Mis Reyes Magos, poema de Emilio Cosío, 3 de enero de 2011
--La llegada de los Reyes Magos, poema de Lope de Vega, 2 de enero de 2011
--La Epifanía del Señor, 6 de enero de 2010
--Noche de Reyes, 4 de enero de 2010

Los Tres Reyes Mayos, poema de Rubén Darío



Los tres Reyes Magos

Rubén Darío

-Yo soy Gaspar. Aquí traigo el incienso.
Vengo a decir: La vida es pura y bella.
Existe Dios. El amor es inmenso.
¡Todo lo sé por la divina Estrella!

-Yo soy Melchor. Mi mirra aroma todo.
Existe Dios. Él es la luz del día.
La blanca flor tiene sus pies en lodo.
¡Y en el placer hay la melancolía!

-Soy Baltasar. Traigo el oro. Aseguro
que existe Dios. Él es el grande y fuerte.
Todo lo sé por el lucero puro
que brilla en la diadema de la Muerte.

-Gaspar, Melchor y Baltasar, callaos.
Triunfa el amor y a su fiesta os convida.
¡Cristo resurge, hace la luz del caos
y tiene la corona de la Vida!