18 de diciembre de 2013

Objetos para vivir el Adviento


Objetos para vivir intensamente el Adviento

Una lupa
para ver por dónde viene el Señor y por dónde nunca llegará. Preparar el camino del Señor implica estar al tanto de aquello que sin verse demasiado obstaculiza su entrada en nosotros.


Un espejo
para huir de la autocomplacencia. Para ser más críticos con nosotros mismos y menos con los demás. Para poner delante  del espejo los más hondos sentimientos del corazón. Si Juan el Bautista nos llama a la conversión es porque tal vez hace mucho tiempo no hemos puesto delante del espejo de Dios lo que ocurre en nuestro interior.

Un arado
para remover nuestras entrañas. Para sacar lo malo y dejarlo a un lado; para profundizar en nosotros mismos y convertir nuestra estéril tierra en una senda en la que Jesús pueda de verdad caminar y hacerse presente.



Una Biblia
para no olvidar que si Dios vino a la tierra es por amor al hombre. ¿Pero cómo no lo vamos a olvidar si frecuentemente pasamos de largo de su Palabra?  La Navidad será santa en la medida en que escuchemos el porqué y el por dónde viene el Señor a la Tierra.

Un vaso
para ser más sobrios en los días que se acercan. Un vaso para beber lo esencial a la fe y para no dejar que entre en él aquello que es secundario.


Unos auriculares
para escuchar los pasos del Señor. Para alejarnos de los ruidos que nos aturden. El Señor no grita, habla, susurra… indica los caminos para encontrarle, no los impone.



Una lámpara
para estar en vela. Nunca como hoy los escaparates o vidrieras, las calles, los puentes, las ciudades, los pueblos, los monumentos han tenido tantas luces. ¿Y el hombre? ¿Tiene luz en su conciencia?  ¿La posee en su corazón?  ¿Qué luz busca el hombre de hoy?



Una esponja
para empaparme de la riqueza que me trae Dios: el amor, la sencillez, la paz, la fe, la humildad, la alegría.
En el fondo, el gran fracaso de la Navidad sería que los hombres en vez de ser esponjas nos hayamos convertido en un muro infranqueable para el niño Dios.

Javier Leoz.
ecclesia.com

Las piñatas



Las Piñatas

La tradición mexicana de las Posadas se acompaña de las acostumbradas piñatas. Aunque hay piñatas de animales y caricaturas, la piñata original es una estrella con siete picos.

La piñata llegó al continente con los misioneros agustinos procedentes de España, mismos que la habían recibido de italianos; y éstos, a su vez, la obtuvieron de Marco Polo, quien conoció decoraciones de animales coloridos en China.

El asociar la piñata con las Posadas viene de la cultura Náhuatl, quienes celebraban a Huitzilopochtli (dios de la guerra) del 17 al 26 de diciembre. Éstos ponían cazuelas de barro decoradas con listones y plumas sobre palos en el templo. Al romperlas, tesoros y alhajas caían a los pies de su dios.

Los misioneros mezclaron las dos costumbres para la catequesis. La estrella de siete puntos representa al diablo y los 7 pecados capitales, mientras que la venda en los ojos es la fe en Cristo. El acto de pegarle a la piñata son nuestros esfuerzos cristianos a pesar de las desorientaciones que trae la vida. Romper la piñata es estar bañado con la gracia del Espíritu Santo y recibir los dones de Dios.

Fray Giberto Cavazos-Glz, OFM

17 de diciembre de 2013

San Lázaro




 
San Lázaro


Se sabe de la Orden de los Hermanos de San Lázaro, unos cruzados fundadores de un leprosorio en Jerusalén hacia el pretérito año de 1091. Notemos que al tomar su nombre enlazan el concepto de “leprosorio” con el de “Santo”,  es decir, se dicen “Hermanos de San Lázaro”  que se consagran a atender un leprosorio, y que de hecho en ese nombre que adoptan aúnan a los dos personajes bíblicos.  

Uno, el Lázaro hermano de Marta y María, amigo de Jesús, a quien éste resucita y que después marcha con los apóstoles a predicar el cristianismo, que es consagrado obispo y que muere mártir, por lo que el Papa lo consagra santo; y el otro, el mendigo Lázaro, leproso, y ficticio personaje de una parábola que Jesús narra a sus apóstoles.  


Lo anterior nos induce a dos conclusiones, pues aunque en la Biblia sólo aparezca dos veces el nombre Lázaro, el llevarlo el hermano de Marta y María hace suponer que fuera un nombre corriente en los tiempos de Jesús y sin relación significativa con la lepra. La´zar es la forma abreviada de Ele´azar que significa “Dios ha ayudado”.

Pero por otra parte, a partir de la difusión del evangelio y del relato del rico Epulón y el mendigo Lázaro, narrado por Jesús,  el concepto de la palabra “lázaro” adquiere otra significación: de allí, el propio nombre que decidieron para su Orden aquellos hombres de bien en el Jerusalén de 1091: “Hermanos de San Lázaro” y, paulatinamente, que lazareto pasara a ser sinónimo de leprosorio y, “lázaro”, equivalente además de a leproso, a mendigo o menesteroso (recordemos al “Lazarillo de Tormes”).

En los evangelios aparece el nombre de Lázaro en san Lucas, en la parábola de El rico malo y Lázaro el pobre (Lc 16, 19-31), y en san Juan, en el milagro de La resurrección de Lázaro (Jn 11,1-44). De los dos, curiosamente, el que más interés ha suscitado en el pueblo ha sido el Lázaro imaginario de la parábola, que ya en la Edad Media era venerado como el patrón de los leprosos.

En Cuba, ¿Cuál de esos dos Lázaros es el más venerado? Sin lugar a dudas –y fuera de lo que enseña la Iglesia- es el Lázaro de las muletas, las llagas y los perros. Dos son los factores que lo determinan: primero el de la tradición popular del Lázaro que según la parábola de Jesús pasó a disfrutar del Reino al momento de su muerte y, segundo y tal vez más notorio, un fenómeno distorsionador provocado por la diversidad de culturas. Un caso típico del sincretismo creado en nuestra isla por la confluencia de diferentes culturas y creencias: la que llegó con los esclavos traídos de África, y la de los criollos y españoles que en Cuba vivían.

Así, al igual que en el plano biológico comenzó a surgir un nuevo concepto racial, el del “mestizo”, en lo espiritual también empezó a crearse un factor cambiante y diferente, el del  sincretismo religioso, el  de las deidades del panteón yoruba que se identificaban con los personajes del santoral cristiano.

Vayamos al África. Allí, según cuenta un relato legendario, “en tiempos remotos una epidemia de lepra se extendió por la tierra de los dahomeyanos. Como éstos tuvieran noticia de un milagroso rey lucumí acudieron a él suplicando ayuda. Tardó en llegar y cuando lo hizo quedaban sólo unos pocos sobrevivientes. Apareció un jinete cabalgando en un corcel blanco. Descendió de la cabalgadura, abrazó a todos los enfermos y se contagió de la enfermedad. 

Mas he aquí que con una escoba hecha de ramas de coco y un mazo de hierbas, se frotó todo el cuerpo y quedó curado. Repitió la operación con todos los enfermos y les dijo que él era, Babalú-Ayé, señor de la tierra y de las enfermedades, y que el que creyera en él, por su fe, sería curado. Los dahomeyanos se lo agradecieron tanto que optó por quedarse reinando entre ellos, donde fue muy venerado hasta el fin de sus días”.

“En Cuba, Lázaro es un santo creado por la devoción popular. Es el patrón de los pobres y de los enfermos. La Iglesia católica  no lo reconoce oficialmente como santo”.

“Con todo, debido a la devoción que le profesan, El Rincón es uno de los lugares de mayor peregrinación para muchos cubanos. 

Allí se acercan a rendir tributo a esa deidad de la Regla de Ocha, Babalú-Ayé, identificado con el Lázaro de las muletas que va acompañado de unos perros lamiéndole las llagas, aunque la imagen que allí se encuentra no ro represente en esa forma.

Para los creyentes de la Regla de Ocha, Babalú-Ayé y ese Lázaro son el mismo. Es la deidad que cura las enfermedades de la piel, las enfermedades contagiosas y las epidemias y, el patrón de los leprosos según la tradición religiosa y popular de los creyentes católicos sin mucha formación. Para ellos   es también el patrón de los perros, sobre todo de aquellos que no tienen dueño, los callejeros.”  

La fiesta tiene lugar el día 17 de diciembre, pero ya dos días antes empiezan a llegar al pueblo de El Rincón gran número de devotos para cumplir sus promesas. Llegan unos de rodillas, arrastrándose sobre el polvo de la calle; otros con pesados ladrillos atados a sus pies y otros con ofrendas que presentan a los pies del santo. En El Rincón, sin embargo, la imagen central del altar mayor es la del San Lázaro obispo. Hay además una imagen en un altar lateral, del que llaman el San Lázaro milagroso y en la que por la foto que se compaña se pueden ver las flores moradas o amarillas que popularmente se le ofrecen.  Es la imagen más antigua y venerada del Santuario.




La devoción sincrética fuera de la Iglesia, conlleva además muchos ritos atávicos, costumbres africanas de la religión yoruba. Por eso, el culto rendido al Lázaro de las muletas es muy diferente a la celebración litúrgica de los santos de la Iglesia católica, tales como velar al santo en las casas durante toda la noche anterior al 17 de diciembre con música y bailes, y las ofrendas de frutas, comidas y tabaco.
 
Algunos cubanos exiliados han traído esta devoción popular a Estados Unidos. Especialmente en Miami, por ser la ciudad que reúne la mayor concentración de población cubana, la  devoción al Lázaro de la muletas se encuentra extendida.