4 de noviembre de 2013

Cómo se comía en el siglo XV?


Recreación de un banquete del siglo XV en "Isabel" (tve)

¿Cómo se comía en el siglo XV?  

  

Por Francisco Merino
Director de la Escuela Internacional de Protocolo, España. 

La información que se detalla a continuación está extraída del Libro de la Cámara Real del príncipe don Juan (1548) de Gonzalo Fernández de Oviedo, texto nacido en su día con la finalidad inicial de informar en la corte del futuro Felipe II acerca del orden que se siguió en la casa del príncipe don Juan, primogénito de Fernando e Isabel, que había sido educado y servido conforme a los usos que regían el llamado ceremonial de etiqueta de Castilla.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que no había un comedor como tal, sino que la gran sala de palacio en la que se realizaban las recepciones, se transformaba en comedor en el momento de las comidas, lo que requería el que la servidumbre montase las mesas, las cubriese con manteles, etc.

El banquete en sí era un espectáculo ritual, donde la ostentación y el lujo trataban de impactar y sobrecoger a quien tenía el privilegio de compartir la mesa con los reyes.

El ritual requería comenzar por acondicionar la gran sala en la que tendría lugar el banquete, para ello se ponían en marcha un gran número de oficiales de la corte. Los reposteros de estrados y mesa montaban las mesas, los bancos y las sillas; los estrados en los que se situarían los reyes y los aparadores en los que se exhibía la vajilla y la cristalería, piezas que se encontraban bajo la supervisión de los reposteros de plata y botillería respectivamente.

Al lado del aparador de la plata se situaba el repostero de plata sujetando una serie de platos que iba facilitando al maestresala o al trinchante, según se necesitaban para el servicio, y que previamente había limpiado con una toalla.

La comida se convertía de esta manera en un acto público en el que el lujo y la abundancia tenían como objetivo resaltar la imagen del rey como el centro del reino. El comportamiento del monarca en la mesa aparece descrito en las Partidas como: digno, mesurado, siguiendo un ritmo equilibrado, y de esta forma mostrar a sus súbditos su sabiduría en el comer y el beber, ya que ellos serán el modelo a seguir.

El rey ocupa la posición central situándose a su lado los invitados de alto rango a los que quisiese agasajar. Una vez todos estaban sentados a la mesa, y se habían lavado las manos, el capellán mayor la bendecía y comenzaba el ritual del servicio de la misma, que requería una larga procesión de servidores que presentaban los platos precedidos del sonido de trompetas.

Coordinados por el maestresala, vestido de negro, con un paño sobre el hombro derecho y una vara de mando con la que daba instrucciones, los pajes iban trayendo la comida a la mesa. La comida venía escoltada desde la cocina. La razón de la escolta es la misma que la de la salva, es un momento de exposición, de peligro para el rey que podía ser envenenado; haciendo la salva se comprobaba que ni en la comida ni en la bebida había veneno.


La tarea más compleja, técnicamente hablando, de las que se realizaban en la mesa real la llevaba a cabo el trinchante, y consistía en cortar los alimentos, colocar los trozos sobre rebanadas de pan, sazonarlos y distribuirlos entre los invitados por orden de precedencia. La comida se reducía así a bocados que el comensal podía pinchar con el cuchillo o recoger con los dedos, la cuchara o la escudilla; la importancia de este oficio la daba el hecho de no existir tenedores.

Al rey nunca se le servía sobre trozos de pan, como a los otros invitados, a él se le servía sobre platos de metal cubiertos por una rebanada de pan, plato que se cambiaba con cada nuevo alimento, para evitar tanto la mezcla de sabores, como el ser considerado tacaño.

Como se ha visto en párrafos anteriores, todo lo que se le servía al rey había de ser probado por el trinchante para comprobar que no estaba envenenado. Incluso los utensilios que iba a utilizar para cortar los alimentos que ingeriría el monarca eran objeto de salva, se les pasaba por un trozo de pan que era ingerido por el trinchante o el repostero.

La tarea que requería un ceremonial más elaborado era el servicio del vino. Cada vez que el rey quería beber la copa se transportaba alzada y en silencio escoltada por un ballestero de la maza y un rey de armas, que irán delante del copero del maestresala y del caballero de la salva. La bebida del rey era guardada y custodiada, por las razones que se han mencionado: podía ser envenenada, o de estar en mal estado y producir enfermedades.

Terminada la comida se volvía a rezar en acción de gracias por los alimentos recibidos; los comensales se volvían a lavar las manos y el maestresala con todo su equipo de servidores hacían la reverencia y se marchaban a comer.

La comida sobrante se repartía entre los servidores teniendo en cuenta un determinado orden de precedencia, a mayor rango se elegían los mejores manjares sobrantes, algunos, como en el caso del trinchante tenían precedencia para escoger de entre los alimentos que trinchaba las mejores piezas; otros recibían las viandas como parte del pago por sus servicios, e incluso determinados cargos llevaban aparejado el suministro de estas viandas.

Reproducido de la página web de tve

Semblanza de Fidel Castro (8º Entrega)


SEMBLANZA
DE FIDEL CASTRO

(8ª Entrega)

Por José Ignacio Rasco

PASO A PASO…


Carlos Rafael Rodríguez jugó un papel clave en el proceso de afirmación marxista de Castro y en el casamiento de lo que fue en un principio un mero amancebamiento del Comandante en Jefe con los viejos y nuevos comunistas. Así primero se armó aquella ORI (Organizaciones Revolucionarias Integradas) que amparaba a las siglas más involucradas en el proceso. Luego se llamó el PURS (Partido Unido de la Revolución Socialista) y finalmente, sin máscaras, el PCC (Partido Comunista Cubano) en 1965.

Castro, desde luego, no es un aliado seguro de nadie. Sus relaciones con la Unión Soviética y la China comunista han sido siempre variables y temperamentales, como todo lo suyo, y van desde la sumisión abyecta hasta la hepática rebeldía. Sus conversaciones con los rusos -de modo abierto- comienzan en Cuba desde el propio año 59, casi siempre se celebraban en el INRA (Instituto de Reforma Agraria). Su director -Núñez Jiménez- jugó un importante papel en el interregno paralelo.

Según Fabio Grobart, la fusión incipiente de todos los elementos de la vieja y la nueva guardia comenzó en 1959. Pero los asistentes a aquellas reuniones eran tamizados siempre por el filtro de Fidel. Los más asiduos al conciliábulo: el Che, Camilo, Raúl, Blas Roca, Ramiro Valdés y Alfredo Guevara. Alguien dijo: «Mierda, ahora que somos gobierno tenemos que seguir reuniéndonos ilegalmente».

PERO ACELERACIÓN HISTÓRICA

La velocidad de la comunización ya en el propio año de la victoria es increíble. Castro había dicho que si en el Turquino hubiera proclamado su socialismo no hubiera podido bajar de la loma. Pero ahora impulsaba -aunque sin aparecer directamente- medidas de indoctrinación y de propaganda marxista. El lro. de enero ya salió la primera edición del periódico oficial del PSP, «Hoy», que había sido clausurado durante mucho tiempo. Enseguida surgieron las EIR (Escuelas de Instrucción Revolucionaria). Otro gran centro de adoctrinamiento se instauró en la Primera Avenida de la Playa en el que colaboraron, entre otros, Leonel Soto, Valdés Vivó, Lázaro Peña, y Blas Roca.

Un «Manual de Preparación Cívica» cargado de doctrina marxista se hizo pronto texto para escolares. La entrega a los comunistas de la CTC (véase el capítulo VI) fue una de las «bravas» más indecentes que se han dado para usurpar el control a los no comunistas. Cuando Castro se declara socialista ya se habían tomado muchas avenidas. Raúl en pocos meses desbarató el aparato militar y formó un nuevo ejército policíaco-militar y de seguridad, al estilo de los países comunistas. El fin siempre fue el mismo, los medios variaban.

Amigos de Fidel suelen comentarme con frecuencia el impacto que recibió ya estudiante cuando leyó -y se aprendió- el Manifiesto Comunista de 1848. Cuando lo de Bogotá (1948) Fidel dijo que «ya era casi comunista». En aquel evento Castro se mezcló con los peores elementos de izquierda y con gente de armas tomar. Sus arengas allá, en país extranjero, fueron bien extremistas. Como se sabe aquello fue un brote de terrorismo que se destapó con motivo del asesinato de Gaitán, el popular líder colombiano, durante la Conferencia de Cancilleres que dio origen a la nueva OEA. Castro fue salvado gracias a las gestiones del Embajador Guillermo Belt que lo llevó para Cuba en avión especial.

Hubo un tiempo en que Raúl Castro se jactaba de haber sido quien inició a su hermano en la secta comunista. Sin embargo, Alfredo Guevara, más discretamente, decía que él era «el culpable, pero los jesuitas le habían hecho mucho daño».

LA TOCATA EN FUGA

Pronto empezaron las renuncias de personajes del gobierno donde la denuncia de infiltración comunista era la razón fundamental del abandono de los cargos. Notorio fue el caso de Pedro Luis Díaz Lanz, jefe de la aviación revolucionaria, testigo de las conversaciones pro-comunistas que le escuchó al propio Fidel. El presidente Manuel Urrutia también alegó la penetración comunista en su salida. Y Manolo Artime. Y Hubert Matos y Rogelio Cisneros. Pero el traidor seguía diciendo que su revolución «no era roja sino verde como las palmas». Sólo los muy cegatos no veían la creciente infiltración comunista en casi todos los sectores nacionales y en las llamadas «leyes revolucionarias».

La lluvia de renuncias de reconocidos dirigentes era impresionante por la jerarquía que tenían en el nuevo régimen: Humberto Sorí Marín (luego fusilado), Elena Mederos, Justo Carrillo, Rufo López Fresquet, Manuel Ray, Roberto Agramonte, Felipe Pazos, José Miró Cardona. Hubert Matos fue condenado a 20 años de prisión. Viene después la fuga en masa. Recuérdese simplemente lo de Camarioca y el Mariel, lo de los balseros… más de un millón escapados de un país donde la gente casi nunca emigraba. Si Cuba no fuera una isla hoy sería un desierto.

PREDICCIONES CONFIRMADAS

Las pruebas del proceso de comunización eran cada vez más evidentes. Algunos políticos y sacerdotes que habían vivido etapas semejantes en China y en Europa veían claramente la tipicidad del fenómeno. Pero nadie parecía creerlo. En todo caso querían salvar la buena fe de Castro al que tanto habían endiosado. No querían confesar su gran equivocación de haber colaborado tanto para establecer el nuevo régimen. Entre los pocos políticos que profetizaron el desastre hay que mencionar a Juan Antonio Rubio Padilla, gran figura de la generación de 1930, que no se cansó de denunciar, con mucha anticipación, la maniobra comunista. Por otra parte, los batistianos acusaban de comunista a Castro y su revolución, pero la falta de moral de aquel gobierno espurio restaba credibilidad a sus denuncias. El temor a ser fusilado -física o moralmente- inhibía a muchos de manifestarse con claridad. 

Se impuso un terrorismo verbal que constituyó una verdadera pesadilla. Una ola de calumnias arrollaba a los disidentes y opositores. La censura y las «coletillas» en los periódicos frenaban conductas. Pronto se confiscó toda la prensa independiente.

UNA PESADILLA INCONCLUSA

A los pocos meses aquello parecía una pesadilla. Deserciones, traiciones, falsas acusaciones, censuras, irrespeto a la persona, a las instituciones revolucionarias, periodísticas, económicas, religiosas y de todo tipo. Jóvenes y viejos, hombres y mujeres que mostraban su anticomunismo eran perseguidos, presos o fusilados; aquello no parecía real. Los hijos denunciaban a sus padres. Los casados a su pareja, los hermanos a sus hermanos. El paredón aumentaba. La cárcel y el exilio eran las únicas salidas para sobrevivir.

3 de noviembre de 2013

De Mata-Hari a Snowden, espías que dejaron huellas



De Mata-Hari a Snowden,
espías que dejaron huella

Un repaso por los grandes casos de espionaje
que cambiaron el rumbo de la historia

Por Constan Doval
Reproducido de La Nueva España, Oviedo

El espionaje, con sus intrigas, misterios y engaños, ha llenado páginas y páginas en la literatura. Historias alejadas de la realidad, aunque no tanto. Ahora los espías vuelven a estar de moda, pero no en los libros sino en la vida real gracias a un tipo llamado Edward Snowden, que ha puesto en jaque a la administración Obama.

Un buen día, este hombre, consultor tecnológico, informante y antiguo empleado del servicio de inteligencia de los Estados Unidos (CIA), decidió dejar a su guapa novia bailarina y compartir con el mundo algo que muchos ya sabían: que los yanquis nos espían.

Según Snowden, el Gobierno de Barack Obama ha espiado a millones de ciudadanos en todo el mundo escudándose en que es necesario para prevenir ataques terroristas. Entre ellos, algunos tan importantes como la mismísima canciller alemana Angela Merkel e incluso es probable que hasta a Mariano Rajoy. Solo en España se habrían pinchado más de 60 millones de llamadas entre abril de 2012 y enero de este año.

Antes que Edward Snowden hubo otros mitos del espionaje que, en algunos casos, cambiaron el rumbo de la historia.

La legendaria Mata-Hari

Margaretha Geertruida Zelle, Mata-Hari, es la espía más famosa de la historia, aunque no por su valía como tal. Su vida estuvo rodeada de misterio, lujo y amantes por doquier. Nació en Holanda y se hizo pasar por bailarina hindú gracias a su exótica belleza, llegando a realizar espectáculos de strip-tease.

Uno de sus múltiples amantes la convenció para que espiara a los franceses para Alemania. Ella aceptó debido a su penosa situación económica. De este modo, se convirtió en agente doble.

En 1917 fue sometida a juicio en Francia acusada de espionaje. Aunque no había pruebas concluyentes fue declarada culpable de la muerte de miles de soldados galos. Fue ejecutada por un pelotón de fusilamiento el 15 de octubre de 1917. Cuentan que los soldados tuvieron que vendarse los ojos para no caer en sus encantos.

Joan Puyol, el espía español

Conocido como “Garbo” en el Reino Unido, y “Arabel”, en Alemania, Joan Puyol fue un agente doble español cuyo papel fue decisivo en el desembarco de Normandía que puso fin a la Segunda Guerra Mundial. Su papel consistía en desinformar a los alemanes. Les enviaba informes ficticios sobre movimientos de barcos mercantes y les convencía de que eran datos valiosos.

Gracias a esta labor logró que Adolf Hitler y muchos de sus colaboradores creyeran que la invasión aliada se produciría en el estrecho de Calais y que el desembarco de Normandía era sólo una maniobra de distracción para atraer a las tropas alemanas lejos de Calais.

“Garganta profunda” (Deep Throat)

Bajo este pseudónimo (por la famosa película  que protagonizó Linda Lovelace) se escondía William Mark Felt, por aquella época número 2 del FBI. En 1972, Felt reveló al periodista Bob Woodward la participación del entonces presidente de EEUU Richard Nixon en el espionaje de la sede del Partido Demócrata en el complejo residencial y de oficinas de Watergate en Washington. El caso supuso el final de la carrera política de Nixon y el prestigioso premio Pulitzer para Woodward y Carl Bernstein, el otro periodista que destapó el escándalo.

Kim Philby, el gran espía

Harold Adrian Rusell Philby, más conocido como Kim Philby, está considerado como el mejor espía de la historia. Nacido en la India británica en el seno de una influyente familia, Philby fue un comunista convencido que formó parte de la red de espionaje conocida como “Los cinco de Cambridge”.

Trabajó como periodista (cubrió para el “Times” la Guerra Civil española) y fue herido en la batalla del Ebro, lo que le supuso una condecoración del propio Franco. Ingresó en el servicio secreto exterior británico, ejerciendo de agente doble tanto para el Reino Unido como para los soviéticos, a quienes proporcionó información sobre el arsenal nuclear estadounidense.

En Washington ejerció de enlace entre la embajada del Reino Unido y la CIA, que sospechaba que espiaba para los soviéticos, aunque Philby siempre se las ingenió para evadir esas sospechas. Gracias a su la labor para la URSS fue condecorado con la “Orden de la Bandera Roja”, uno de los más altos honores de la Unión Soviética. Murió en Moscú en 1988 a los 76 años.

Aldrich Ames, el traidor

Ames, natural de Wisconsin (EEUU), traicionó a la CIA proporcionando a la KGB la identidad de todos los agentes que trabajaban para Estados Unidos en la Unión Soviética.
Fue arrestado por el FBI en 1994 junto a su esposa y acusado de filtrar información clasificada a la KGB. Durante el juicio reconoció que proporcionó a la URSS enorme cantidad de datos sobre seguridad, defensa y política exterior de EEUU. Cumple cadena perpetua en la cárcel de alta seguridad de Allenwood, en Pensilvania.

Ellsberg y los “papeles del Pentágono”

Daniel Ellsberg, analista de las Fuerzas Armadas de EEUU, destapó en 1971 los llamados “papeles del Pentágono”, más de 7.000 informes reservados sobre la guerra de Vietnam que filtró a varios periódicos norteamericanos. Estos papeles ponían de manifiesto las mentiras del Gobierno de Nixon sobre la contienda en Vietnam. Ellsberg fue acusado de robo, espionaje, y conspiración. El juicio, sin embargo, se anuló tras comprobarse que la administración Nixon ocultó testigos y suprimió pruebas.