27 de octubre de 2013

Liv, la pequeña pianista del Campoamor




Liv, la pequeña pianista
del Campoamor

Una niña invidente de 8 años que disfruta con los clásicos y con estrellas como Adele y Alicia Keys, recogió  el galardón Príncipe de Asturias de la Concordia con el presidente de la ONCE


Javier Blanco, La Nueva España, Oviedo.   

Antes de desayunar su Cola-Cao con cereales Liv se va directa al piano, a tocar la primera pieza del día. Es algo irresistible para ella, lo lleva dentro, en el corazón, en su cabeza, en las manos y en la garganta. Tiene un impresionante chorro de voz como mostró ayer en su casa de Sariego (en Santianes) a los periodistas de LA NUEVA ESPAÑA.

Liv Parlee Cantin es la niña que acompañó al presidente de la ONCE, Miguel Carballeda, y a otra mujer ciega, en el escenario del teatro Campoamor para recoger el premio "Príncipe de Asturias" de la Concordia el pasado viernes.

Liv habla siempre con mucha alegría y dando la bienvenida de manera constante. Lo hace con una soltura inusual para su edad: «Tengo 8 años y cumplo 9 el lunes que viene», dice. Va al Colegio Santo Ángel de Oviedo. «Estoy muy bien, tengo profesores, profesoras, cuidadoras...», añade ya sentada en el sofá. Y, efectivamente, su pasión sale rápido a relucir. «El piano es lo que mejor se me da. Me gusta tocar de todo. Toco mucho tiempo en el colegio y tengo un piano aquí en casa. Me gustaría tocar una pieza para vosotros. Ya pensaré qué pieza os toco», comenta con un gesto lleno de amabilidad.

«El miércoles pasado por la mañana me dijeron eso de la entrega de premios», cuenta cuando se le pregunta cómo le llegó la noticia de que protagonizaría el gran acto de los galardones y que tendría muy cerca a Felipe y a Letizia. «Me llamó la ONCE para comunicármelo», puntualiza Lara Cantin, su madre. Y en este punto de la conversación Liv prosigue: «Hoy -(por ayer)- en el comedor les dije a los compañeros lo del premio “Príncipe de Asturias”, y cuando paré de hablar, todos me dijeron: «¡bien Liv!». Y comienza Liv a nombrar amigos, imposible de citar todos; unos del colegio, otros de Sariego; también tiene elogios para sus profesores.  

Liv llegó al mundo en Costa Rica, donde residían entonces Lara Cantin y Steve Parlee. Allí pasó sus tres primeros años de vida. El matrimonio supo de la invidencia de Liv cuando tenía 5 meses. Eso cambió los planes y decidieron que la mejor opción era España y la ONCE para emprender un nuevo camino. «Se integró fenomenal, gracias a la ONCE, eso ayudó muchísimo», explica su madre. Dice Liv que echa de menos Costa Rica y su madre también. Tienen mucho cariño a ese país. Pero están muy bien aquí, aunque Steve tiene sus peleas con "el tiempo" en Asturias.

Cuenta la pequeña, siempre con su eterna sonrisa, cómo es un día cualquiera de su vida: «Desayuno cereales con Cola-Cao y a veces tostadas». En este punto hay una discrepancia con el que esto escribe, más de la cuerda del Nesquik. Pero Liv no quiere debate sobre cacaos, sonríe de nuevo. Luego, en el fin de semana, se va con sus amigos de Sariego «que viven cerca». Juega «en casa de Daniela y Simón a peluqueras de perros. Daniela me ayuda en la peluquería», matiza. Y concluye: «Durante la semana, estudiar y estudiar y tocar el piano. Estoy en el cole desde las nueve de la mañana hasta las cuatro y media».

Liv está ahora en tercero de Primaria y de mayor quiere ser profesora de piano y cantante. A lo mejor habrá niños que dirán: «Liv, que te conozco desde que eras pequeña: ¿qué te parece si nos cantas un poco», dice esta pequeña artista.

Ciertamente la música es clave en la vida de la familia. A Liv le gustan los clásicos (regaló a este periódico un disco de Beethoven en la despedida), pero también le gustan Alicia Keys, Adele, "La Oreja de Van Gogh", "Chiquitita...".

-Esa te la enseñó tu madre.
«¡No... la tengo yo en mp3», responde con mucha gracia. Por la parte paterna le llega Marvin Gaye. Incluso su nombre, que es una debilidad de la madre, la actriz Liv Tyler, hija del "Aerosmith" Steven Tyler.

Semblanza de Fidel Castro (3ª entrega)


Semblanza 
de Fidel Castro

(3ª entrega)

Por el Dr. José Ignacio Rasco


EN LA COLINA UNIVERSITARIA

El contacto con la Colina Universitaria cambió radicalmente la actitud de Castro. Sin los contrapesos morales y religiosos que moderaban su conducta colegial, se sintió libre de toda atadura o compromiso. Inicia una etapa anárquica en su vida en la que pierde la poca o mucha fe que había adquirido en los claustros belemitas. Le entra una fiebre de publicidad, de darse a conocer por sus extravagancias, rarezas y aventuras. Suelta toda timidez o sentido de la moderación; el narcisismo y la megalomanía se apoderan de su persona.

Su primer discurso en plan de líder universitario, fue el 27 de noviembre de 1947, aniversario del fusilamiento de los estudiantes de medicina durante la colonia. Para preparar el discurso se pasó tres días en mi casa. Quería que lo ayudase a redactarlo. Así fue. Le di un contenido que, según Pardo Llada, resultaba demasiado martiano. Se aprendió el discurso de memoria y lo ensayó varias veces.

En esta etapa su afición por las pistolas se desató. Se afilió al grupo gangsteril de la UIR (Unión Insurreccional Revolucionaria), que dirigía Emilio Tro, rival de otro grupo pandillero, el MSR (Movimiento Socialista Revolucionario) que comandaba Rolando Masferrer. En verdad Castro procuraba evitar roces peligrosos entre ambos grupos contendientes, y a veces coqueteaba con ellos y sus líderes. Tan pronto era perseguidor como perseguido. Todos estos afanes peligrosos le daban cierta jerarquía machista entre algunos dirigentes estudiantiles. Se le consideró autor o cómplice del asesinato, o tentativa de asesinato, de algunos líderes universitarios, entre otros, de Manolo Castro, Justo Fuentes y Leonel Gómez, pero, en verdad, las pruebas no aparecieron nunca. El propio sospechoso con frecuencia dejaba correr el rumor y la intriga. 

Tuvo un fuerte altercado con Francisco Venero, policía universitario, cuando éste trató de desarmarlo. Según algunos, lo fusiló más tarde en la Sierra Maestra. También se le acusó del atentado a Óscar Fernández Cabral, sargento de la policía universitaria, el 6 de junio de 1948.

En cierta ocasión viajábamos en un auto con varios amigos y Fidel nos pidió que lo lleváramos. Y al cruzarnos con otro vehículo, el propio Fidel de pronto se agachó y dijo: «creía que esa gente me iba a matar pues son muy vengativos». A la sorpresa siguió el silencio y el agachado estudiante se bajó pocas cuadras después. Nunca pudimos lograr que nos explicara aquella actitud.

Cuando fundamos, en 1948, el Movimiento Pro-Dignidad Estudiantil, con Valentín Arenas, Pedro Romañach, Pedro Guerra y otros compañeros, en un afán de adecentamiento y reformas universitarias, Fidel mostró algún interés en él, aunque dijo estar comprometido con otros grupos. Me cuenta un amigo común que en cierta reunión de la FEU alguien sugirió liquidar a varios líderes para abortar el Movimiento, pero Fidel adujo que esos dirigentes amigos y condiscípulos de él éramos «intocables», no obstante andar en bandos opuestos. Sin embargo, las amenazas de muerte contra varios de nosotros, y de nuestros familiares, nunca cesaron.

Castro nunca pudo ganar la presidencia estudiantil de la Escuela de Derecho ni de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria). Su amor por la urna apenas se probó en alguna delegatura de curso. Su actuación básica operaba más detrás de las bambalinas que en las candidaturas electorales. Siempre andaba muy vinculado a elementos marxistas. 

Sin duda la mayor influencia que pesó sobre él fue la de Alfredo Guevara, comunista de partido, con gran poder de persuasión. Otros que giraban en la órbita fidelista eran Baudilio Castellanos, Benito Besada, Walterio Carbonell, Álvarez Ríos, Mario García Incháustegui, Lionel Soto, Luis Más Martín, Núñez Jiménez, Leonel Alonso, Flavio Bravo y otros simpatizantes del comunismo.

Para cierto público, ajeno a la universidad, el nombre de Fidel Castro se iba dando a conocer como el de un joven intrépido que a ratos alborotaba la opinión pública en comparecencias radiales, en un artículo de prensa, o en alguna de sus aventuras, como cuando logró traer la histórica campana de la Demajagua a la Universidad de La Habana. 

Pero para algunos estudiantes su fama se reducía al tríptico de botellero, gángster y comunista. Se decía que tenía una botella (empleo del gobierno que se cobraba, pero no se trabajaba) en el Ministerio de Educación, pero en realidad nunca se supo de prueba suficiente.

Lo del amor por el gatillo era vox populi y lo de comunista ya era asunto polémico. Recuerdo que en 1958, se me invitó a una reunión de directores de bancos, para que explicara la personalidad de Fidel. Para gran escándalo de algunos señores (que vendían bonos del 26 de julio) desarrollé el tema tríptico: comunista, gángster y botellero. Solamente tres o cuatro de ellos me dieron la razón. Los demás defendieron al sujeto en cuestión. Uno fue miembro luego del gobierno, pero todos murieron en el exilio totalmente desengañados.

Ruly Arango, otro amigo y condiscípulo del colegio y de la universidad, durante un tiempo fue room mate de Fidel en el Hotel Vedado cerca de la Universidad. Ruly trataba de catequizar al neo escéptico exalumno de los jesuitas, que antes se santiguaba en los juegos de baloncesto y hacía promesas y rezos en la capilla para ganar en toda competencia. 

Me acuerdo que una vez Ruly lo invitó a asistir a un retiro espiritual, de un día, en la Agrupación Católica Universitaria (ACU). Fidel se apareció muy tarde, pero pudo conversar al final con el grupo y también con el famoso P. Felipe Rey de Castro, el fundador y director de la ACU. Su comentario sobre el estudiante revolucionario: «Muchacho de grandes cualidades de liderazgo, pero muy desorientado. 

En algo me recuerda a Manolo Castro, (otro dirigente estudiantil de muchos años y bien conocido en aquellos días), pero creo que es más ambicioso y temible que Manolo, el otro Castro» (sin relación familiar).

En la Plaza Cadenas, junto a la Facultad de Derecho, un buen día en 1948, me encontré con Fidel. Durante dos horas estuvimos conversando. Me contó de sus lecturas de Malaparte, Hegel, Lenin y Marx. En aquellos días pensaba en la necesidad de dar un golpe de estado. Y me asombró su conocimiento de la dialéctica hegeliana y de la estrategia leninista. Ya se sabía de memoria el ¿Qué hacer? de Lenin. Y me dio una clase sobre la plusvalía de Marx. 

Entonces me dijo que había tomado cursillos de esos temas en Carlos III (sede del Partido Comunista) y trató de convencerme, con celo apostólico, que yo debería asistir y comprar los libros «que allí se venden tan baratos».

Otras veces se jactaba de saberse el Mein Kampf de memoria. A través de sus lecturas aprendió el poder de la mentira repetida como arma esencial de la propaganda. También recitaba párrafos enteros de discursos de Primo de Rivera y de Mussolini, así como del libro ¿Qué hacer? ya mencionado, que lo aplicó en Cuba fielmente desde el propio año 59.

Otra anécdota histórica. En la antesala del examen oral de la asignatura de Propiedad y Derechos Reales, Castro pronunció una filípica contra la propiedad privada de una violencia increíble. Nunca lo había visto tan frenético y ante testigos, compañeros de clase, disparatar de ese modo, haciéndose eco de la interpretación de Marx sobre la plusvalía. Señaló que esa asignatura, y todo el Derecho Romano, debía eliminarse del curriculum, ya que «la propiedad es un robo» como decía Proudhon.

Luego continuó con un ataque despiadado al capitalismo, a la industria azucarera cubana “controlada” en su totalidad por los intereses norteamericanos (lo cual desde luego, no era cierto) por lo que era necesario una revolución radical para «expulsar al gringo» y controlar toda la estructura productiva por el Estado. Fidel apelaba a Walterio Carbonell para que corroborara lo que el decía. Y Walterio asentía más con la cabeza que con las palabras. Walterio era un comunista de partido, hombre bueno y sencillo, negro criollo, que se incorporó a la revolución y luego fue defenestrado como tantos otros por alguna diferencia con el partido.

Estábamos en tercer año de la carrera, cuando andábamos en los líos de una asamblea para hacer una constitución universitaria. Me tropecé con Fidel y acordamos una cita para analizar los problemas de la universidad. Por sugerencia suya nos debíamos reunir fuera de la universidad, en una casa del centro de La Habana (creo que estaba en la calle Lealtad). 

La entrevista se convirtió en una conversación sin mayor importancia. Pero lo que me llamó la atención fue la copiosa literatura marxista de libros, folletos y revistas almacenados. Y el lugar resultó el local “donde duerme” Alfredo Guevara. Algún material era publicado en Cuba, pero la mayor parte provenía del extranjero y se repartía para América Latina. 

Un grupo de Pro-Dignidad Estudiantil descubrió en los locales de la FEU parte de la literatura preparada para enviar a diversos países. Se produjo una reyerta y tuvo que intervenir la policía universitaria.

La participación de Castro en la Asamblea Constituyente Universitaria fue más de bambalinas que de actuación pública; allí estuvo aliado a elementos gangsteriles y socialistoides que nos combatían en todas las formas, incluso con amenazas de muerte para nosotros o nuestras familias. Terminamos la Universidad en 1950. A Castro todavía le quedaron algunas asignaturas pendientes, pero pronto terminó sin apelar para ello a las pistolas como se ha dicho erróneamente.

En el año 1952 el golpe de estado del 10 de marzo dio comienzo a la dictadura batistiana, que rompió el orden constitucional y desencadenó un trágico proceso de violencia y sangre.

Nuestras discrepancias con Fidel aumentaron. Él entendía que la única forma de lucha era la del alzamiento y el hostigamiento violento por medio del terror, de la bomba indiscriminada y de los atentados personales, lo que culminó con el desastroso e irresponsable ataque al Cuartel Moncada y al de Bayamo. Nosotros creíamos en la posibilidad de la vía electoral. 

Nos enrolamos en el Partido de Liberación Radical que formamos con Amalio Fiallo, Manuel Artime y algunos veteranos de los asaltos a los cuarteles de Santiago de Cuba y de Bayamo que, con muy buena fe, habían participado en esos afanes belicistas. Pero todos aquellos esfuerzos fracasaron por la intransigencia del gobierno y de la oposición. Las grandes mayorías se tornaron apáticas y desinteresadas de toda política; Castro aprovechó la oportunidad para lanzar el movimiento guerrillero y para desarrollar una increíble propaganda en favor del Ejército Rebelde y de su caudillo máximo. Fue, para Cuba, el pírrico triunfo de las armas sobre las urnas.

En verdad se impuso una técnica de guerrilla psicológica, con una publicidad bien orquestada que logró crear un clima de inseguridad y de desestabilización que el barbudo de la Sierra supo promover y capitalizar desde el principio. Grupos opositores de magnitudes superiores fueron ignorados y destruidos por la mítica leyenda heroica de la Sierra, del Robin Hood. 

Muchos elementos civiles fueron rindiéndose a los úcases y deseos del líder que boicoteaba toda negociación pues quería «todo el poder para los soviets», aunque todavía aseguraba a la prensa que él no era comunista, mientras ya el Ejército Rebelde recibía lecciones de adoctrinamiento marxista-leninista. Y el New York Times y Mr. Mathews le servían a Castro de sonora caja de resonancia.

El domingo de la oración humilde




El domingo 
de la oración humilde

Señor,
Quiero hacerte una oración humilde.
Digo alabarte, y me miro a mí mismo.
Digo quererte, 
y me quiero demasiado a mí mismo.
Digo complacerte, y busco mi interés.
Digo estimarte, 
y renuncio a muy poco por Ti

Quiero mirarte frente a frente,
y observo a los que me rodean.
 Quiero escucharte, 
y saliendo de tu templo,
lo olvido todo.
Quiero corregirme,
y caigo en el defecto 
de ser juez de los demás.
Quiero superarme,
y exijo 
que sean los demás quienes lo hagan.
Quiero adorarte, 
y me cuesta ponerme de rodillas.

Señor,
Dame humildad para reconocer mis fallos,
fortaleza para hacerles frente,
gratitud para agradecerte 
lo mucho que haces por mí.
Oración para mirarte 
y nunca ofender a los demás,
y espíritu capaz 
para dejarme moldear por tu Palabra.
Amén.

Javier Leoz, betania.es

26 de octubre de 2013

Sanguily, ¡sácame de estas ruinas!



Sanguily,
¡sácame de estas ruinas!

  
Liliane Ruiz LA HABANA, Cuba, www.cubanet.org.- En medio de las ruinas, las personas que viven en Tulipán 216 (El Cerro), están convencidas de habitar la misma casa donde vivió Manuel Sanguily.

“Aquí vivió Sanguily. En la terraza tomó café con Maceo”, se les escucha decir, emocionados.”

Más allá del mito o la verdad,  la casa se cae a pedazos  con sus moradores dentro.

Leonila Mirtha Cruz tiene 61 años de edad y fue a vivir a la casa con 3 años. “Mi abuela era la que cobraba los alquileres de los cuartos.” Los ojos se le encienden cuando dice: “Yo sí sé la historia de esta casa.”

Cuando llueve, sale del cuarto al que ha quedado reducida su propiedad y se cobija con un nylon bajo el alero de la casa de enfrente −cruzando la calle−, hasta que pasa la lluvia.

Si no es mucha agua, arrincona la cama a la puerta de entrada de la habitación, donde todavía queda un pedazo de techo sano y ahí se queda dormida escuchando el sonido de las piedras caer en el falso techo. “Adonde único no se moja es en ese pedacito.”

Cruz explica la razón de la caída de los fragmentos del techo:

“Lo que yo tengo allá arriba es una arboleda. Una Yagruma, un árbol de Paraíso y otro de Capulí. Las raíces crecen por la noche”.

Atravesando el techo y las paredes de adobe, cuelgan las raíces. Por más que resulte extravagante para la percepción, el crecimiento vegetal de la casa, que conserva la majestuosidad del siglo XIX, contiene la ruta precisa de su final.

Patrimonio inhabitable

Por el peligro inminente de derrumbe, la casa tiene orden de demolición, pero las autoridades no han ofrecido más salida que el desalojo.

Cruz cuenta que, hace años, a algunas familias que habitaban los cuartos de la vieja mansión “les dieron casa”. Pero la mala suerte de no haber estado en esa lista se la achaca al hecho de estar sola. Los hijos de Cruz se fueron como balseros en 1994 y no ha vuelto a saber de ellos. “Se fueron porque no podían más”, asegura.

Según su relato, la casa iba a ser declarada como un bien patrimonial en 1979. En esa ocasión, les dijeron que el inmueble no se podía tocar.

“Yo me conformo con un cuartico chiquitico así”, dice mientras junta las yemas del índice y el pulgar. Y agrega:  “A veces me digo que es preferible vivir en un cuarto de cartón, porque tienes menos peligro. Viviendo aquí, una piedra te cae arriba, y te mata. Cuando el muerto no tiene dolientes, es peor”.

Como para salir de la tristeza en que ha quedado sumida por un momento, Cruz expresa con cierta picardía: “Sanguily, sácame de aquí, por favor. Búscame un cuarto bueno”.

“Un ataúd es más barato”

En otro cuarto de la casa convive una familia compuesta por 3 generaciones. Los niños, de 10 y 11 años, nacieron ahí. Cuando se les derrumbó la cubierta, levantaron una casita de tabla y tejas de fibrocen dentro de la habitación.

Los dos niños asisten a la escuela. La tendedera con ropa limpia y unos cacharros de cocina, otorgan un toque hogareño que habla de humanidad, lo que resiste la miseria.

El abuelo de los niños pretende arreglar una silla enderezando puntillas con un cuchillo de mesa.  Rompe el silencio: “Hemos pedido ayuda para arreglar la casa, pero parece que un ataúd es más barato”.

Señala la calle:  “Por ahí han pasado los jefes, el de Vivienda y el de Sector (policial). Dicen que van a derrumbar, pero sin decirle a la gente adonde las van a llevar”. Concluye con tristeza: “Esto está abandonado y nos tratan como si fuéramos animales”.

Tulipán 14 

Según datos históricos, en la casa de Tulipán 14, Manuel Sanguily recibió a Maceo en su visita a la Habana. Ambos habían luchado en la Guerra de los 10 Años.

En la pausa anterior a la Guerra del 95, específicamente en 1889, se organizaron tertulias en dicha casa, donde los patriotas discutían el futuro de Cuba. Sanguily era considerado por Maceo como la figura ejemplar de la democracia.

Con el crecimiento urbanístico, la numeración de la calle Tulipán cambió. Lo que antes era Tulipán 14, ahora podría ser el 216. Pero ya no se habla de democracia. Sus moradores se contentan con haber sobrevivido el último aguacero.