20 de mayo de 2013

VEINTE DE MAYO, POEMA DE ALFREDO CEPERO




VEINTE DE MAYO

Por Alfredo M. Cepero
  
Veinte de mayo de mil novecientos dos: 
Júbilo, campanas, promesas y esperanzas.
Veinte de mayo de dos mil trece:
Hoja perdida en el calendario de los hombres sin patria.
Y entre ambas fechas, un pueblo sin miedos ni dobleces,
que no teme a tiranos ni se deja encarcelar la palabra.
Esos son los cachorros de Gómez y Maceo,
de Agramonte, Martí y Estrada Palma.
Esos somos nosotros, los del martirio y el camino,
los cubanos de la pluma y de la espada.

Somos los hijos, los nietos, los bisnietos
de los ojos que humedecieron la mañana
cuando en El Morro ondeó por vez primera
la bandera de la estrella solitaria.
Cuando se hicieron mas fértiles los surcos
y mas altas se hicieron las montañas,
porque al fin, Cuba era madre que se daba en fruto
para los hijos de su propia entraña.

Atrás habían quedado Mal Tiempo y Palo Seco,
santificados por el halo heroico que deja la metralla.
Maceo era ya savia de un árbol en San Pedro
y Martí era en Dos Ríos piedra angular de la patria.
Los fusiles eran piezas de museo
y la guerra era una historia legendaria,
como una fragua que templó el carácter
o una epopeya que fundió las almas.

Y aquel veinte de mayo, primavera de los campos
que era también primavera de la República  estrenada,
ya no clamaba por la digna heroicidad de los mambises
sino imploraba la disciplina de las manos solidarias.
Era el tiempo del obrero y del maestro,
del arado y de la mocha, del pico y de la pala.
Era el tiempo de las flores frescas y los soles altos,
del heroísmo silencioso y de las manos honradas.
Había llegado la hora de que los prohombres de la dignidad
pusieran la justicia "tan alta como nuestras palmas".

Pero la paz no tuvo apóstoles como la guerra,
ni la pluma logró estar a la altura de la espada,
y los campos de batalla fueron camposantos
para la gallardía de la Cuba en Armas.
Era una cosa la libertad ganada
y otra muy distinta la libertad heredada.
El peligro no hace puros a los hombres
pero los levanta por encima de la miseria humana.
Con la última carga, la última bala, 
la última batalla,
los budas tropicales comenzaron a mirarse la panza.
El ministro y el policía, el embajador y el amanuense,
llegaban con patente de corsario
 o esgrimiendo el sable del pirata.
¡Todo era lícito! ¡La isla era de corcho! ,
y a bailar La Chambelona con las "vacas gordas" 
o las "vacas flacas".

Pero hubo también los laboriosos y los justos,
los que amaban a Cuba sin proclamas,
los que bajo el sol reverberante hacían patria
abonando con su agrio sudor la dulce caña.
Y los maestros, que como profetas cívicos
iniciaban al niño en la Biblia de la Democracia.
Y el intelectual que se quedó sin puesto en el gobierno
porque se atrevió a mantener su dignidad empinada.
Y el estudiante obseso de justicia,
a quien llamaron loco 
porque puso el pecho para parar las balas.
Fueron todos la palabra inconclusa, 
la promesa frustrada
y prueba fehaciente de Cuba crucificada.

Y en esta noche de las ciento once angustias,
en el año ciento once de Cuba Republicana,
en que otra vez impera el orden de fusil y fusta,
y una vez mas la libertad anda descalza,
en los pechos cubanos se alza la pregunta,
que es ruego y juramento de la piel al alma:
Patria querida, Cuba del insomnio,
danos la fuerza luminosa de la llama,
y la humildad edificante de los predestinados,
para que como hermanos de la misma casa,
marchemos juntos en vigor y amor
hacia el lecho añorado de tus playas.
 
De su libro "Calendario de la Ausencia", su poema "20 de Mayo", escrito y leído por el autor durante un acto en conmemoración de la fecha, organizado por el Centro Patriótico Cubano de Washington y celebrado el 20 de mayo de 1969 en la Universidad de George Washington en la capital norteamericana.

Cuarenta y cuatro años hace que oí a Alfredo Cepero declamar este poema. Casi medio siglo después   me encuentro de nuevo con sus versos. Pienso con tristeza es estos largos años en los que han mantenido su vigencia y que nos han prolongado  en demasía el añorado encuentro con la Cuba del insomnio y con el lecho añorado de sus playas. Mas terrible aun es pensar en los años que todavía nos falten.

JOSÉ JULIÁN MARTÍ PÉREZ


 
JOSÉ JULIÁN MARTÍ PÉREZ
 
  
Por Carlos Cabezas, (varias fuentes)

José Julián Martí Pérez nació en la habanera calle de Paula el 28 de enero de 1853, hijo de Mariano Martí Navarro, natural de Valencia y de Leonor Pérez Cabrera, de Tenerife, Islas Canarias. Aprendió el amor a Cuba en especial con su maestro, el poeta Rafael María Mendive, cuando en 1865 se convirtió en su alumno en la Escuela Superior Municipal de Varones, de la cual Mendive era director.

Simpatizó con la Guerra de 1868, al año fue llevado a la cárcel acusado de infidencia y en 1870 lo condenaron a 6 años de trabajos forzados en las habaneras canteras de San Lázaro por sus ideas independentistas.

Del presidio fue enviado el 13 de octubre de ese mismo año a continuar su condena en la finca El Abra en Isla de Pinos, donde leyó la Biblia que le influenció más tarde para escribir "El Presidio Político".  Al año siguiente, lo desterraron a España.

Entre enero de 1871 a octubre de 1874, José Martí obtiene entre Madrid y Zaragoza los títulos académicos de Bachiller, Licenciado en Derecho y Licenciado en Filosofía y Letras. De España, donde dejó muchos amigos, amores y admiradores, parte a finales de 1874 -con pasaporte falso- hacia Francia y, en París, se entrevistó con Víctor Hugo.

En 1875 viajó a México, donde se casó con la camagüeyana Carmen Zayas Bazán, con quien en 1878 tuvo a su único hijo, José Francisco Martí y Zayas-Bazán. Por la crisis del matrimonio Carmen marchó de Cuba a Nueva York en varias ocasiones con el niño.

Desde México comienza su peregrinar por tierras de Sudamérica: Guatemala, Venezuela, Honduras y El Salvador. En Guatemala alcanzó gran notoriedad como profesor y orador. Allí conoció a María García Granados, a quien le dedicara el famoso poema "La Niña de Guatemala" quien, según él, murió de amor.

En 1878 regresó a Cuba por la amnistía general. Usó su segundo nombre y apellido haciéndose llamar Julián Pérez pero, nuevamente, fue descubierto conspirando y vuelto a expulsar a España.

En 1881 se trasladó nuevamente a Nueva York. Carmen y el niño se reunieron ese año con él, ocasionándose el rompimiento definitivo, que tuvo lugar al regresar Carmen inesperadamente a La Habana ese mismo año, viaje para el cual obtuvo pasaporte del consulado español en Nueva York, a espaldas del Apóstol y ayudada por un amigo de Martí, de ahí sus versos: “… y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo…”. Nunca más padre e hijo se abrazaron.

Ese mismo año fue a Venezuela, pero otra dictadura lo obligó a partir y regresó a Nueva York donde vivió hasta 1895. Allí contactó a militares cubanos como el general Calixto García.

Se dedicó a preparar la guerra para la independencia de Cuba y creó el Partido Revolucionario Cubano con ese fin. Buscó el compromiso de los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo, entre otros. Pronunció discursos y recaudó dinero en diferentes lugares de Estados Unidos y América Latina.

Organizó una expedición que fue abortada por los norteamericanos en el Puerto de la Fernandina, debido a que se dejó llevar por el afecto y confió en quien no era digno de esa encomienda. Ante el fracaso buscó alternativas y dio la orden de alzamiento, trasladándose a República Dominicana donde junto a Máximo Gómez escribió el Manifiesto de Montecristi y partió con él para Cuba.

Desembarcó en Playitas, al sur de Oriente y junto a Gómez se encontró con Antonio Maceo en La Mejorana, donde tuvieron una reunión altisonante, pero al día siguiente fue al campamento de Maceo y éste lo recibió junto con su tropa, a la que le pasó revista.

Muere en batalla el 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos, junto estaba su compañero Ángel de la Guardia o Angel Guardia, quien no lo pudo evitar. Posteriormente ningún mambí pudo rescatar su cuerpo. Fue un día lluvioso y no pudo ver cumplido su deseo de "morir de cara al sol".

NOTA INFORMATIVA SOBRE EL HIJO DE MARTI:

Enrolado en la expedición Castillo-Roloff, José Francisco desembarca en Cuba en marzo de 1897. Se distinguió en el combate de Tunas de Bayamo, donde al morir el capitán Juan Miguel Portuondo se hace cargo del cañón, afectándole los tímpanos lo que le ocasiona una sordera que padecería durante toda la vida.

Al término de la Guerra de Independencia había alcanzado el grado de capitán del Ejercito Libertador. Desempeñó distintos cargos públicos en la Cuba Libre, hasta su muerte en octubre 22 de 1945. No dejó descendencia.

EL JARDÍN PERDIDO DE DULCE MARÍA LOYNAZ



Dulce María Loynaz en su casa de la calle E y 19, Vedado. (ELISARRAIZLUCCA.BLOGSPOT.COM)

El jardín perdido

de Dulce María Loynaz


Por Pablo Pascual Méndez Piña     

Traspasando el pórtico de la calle Calzada número 1105 en El Vedado, nos reciben aves de corral, perros, gatos, ratas, mosquitos, montones de escombros, ruinas y vecinos que asoman para fisgonear a los intrusos.

Ni apelando a la imaginación es posible distinguir el jardín novelesco de Dulce María Loynaz, donde las mariposas y pinzones ascendían por entre las ramas, hormigas acarreaban  cadáveres de grillos y  lagartijas correteaban por doquier. Al parecer, "el jardín se volvió malo" ―como citó la autora en su novela― y atacó con sus raíces las paredes de los edificios para hacerlas saltar en pedazos.

En ese entorno se desarrolló la niñez de Dulce María y sus hermanos Enrique, Flor y Carlos Manuel, e igualmente fue el contexto de la novela Jardín y de su protagonista Bárbara, el alter ego de la escritora.

Al casarse en segundas nupcias con Pablo Álvarez de Cañas se trasladó a la casa sita en las calles E y 19 en la misma barriada, y allí residió hasta su muerte acontecida en 1997.  En esta mansión hoy está enclavado el Centro Cultural Dulce María Loynaz.

En la antesala de la escalera de este centro podemos apreciar uno de los dos bustos existentes de la única escritora cubana galardonada con el premio Cervantes, obra que no fue esculpida por encargo oficial, sino como homenaje que le hicieron en vida los alumnos del Instituto Superior de Arte (ISA).  La otra escultura se encuentra en Santa Cruz de Tenerife, en las Islas Canarias.

Resulta que Dulce María no gozó de la popularidad de John Lennon, el Caballero de Paris o Benny Moré para merecer una efigie de bronce. Su existencia fue asociada a la satanizada clase burguesa, condición que la relegó al bando opuesto a la revolución y que en su libro, Fe de vida, justificó cuestionando: «¿Cuáles son las diferencias entre aquella clase adinerada y la cúpula gobernante de hoy?»

La también poeta pasó penurias y fue ayudada por amistades caritativas, como la finada Helga Doval, una ciudadana alemana que ejerció la vicepresidencia de Bayer en Cuba y a quien la escritora le confesó «haber sido detenida e interrogada por la policía política, porque algunas de sus amistades supuestamente estuvieron involucradas en un atentado contra  Fidel Castro».

Helga fue testigo de cómo el secretario personal de Castro, Dr. Millar Barruecos ("Chomy"), la asediaba telefónicamente para que traspasara al Estado la propiedad de la finca Santa Bárbara (ubicada en La Coronela, al oeste de la capital), un patrimonio familiar donde residió hasta morir su hermana Flor.  Finalmente el régimen resolvió expropiarla y como agresión colateral se le advirtió a la ejecutiva de Bayer en Cuba que si continuaba visitando y ayudando a la escritora, sería expulsada del país.

Una herencia ambicionada por el Estado

Isabel Riverón ,"Chabela", de 55 años, una vecina que mora en la ciudadela desde el año 1975, cuenta que Genaro, el mayordomo de la familia, le propuso ser la enfermera de Don Carlos Manuel, (apodado "Manolo el loco"), el último Loynaz que residió en la  casona, quien enloqueció y padecía de un asma severa necesitando ser inyectado frecuentemente.
  
Dulce María le permitió albergarse en la residencia y hoy ocupa un sector en los bajos de la Casa del Alemán, el mismo que usó  Amparo, una de las domésticas.

«Los Loynaz eran muy herméticos con sus asuntos», afirma Chabela.  El mayordomo le contaba que los sobrevivientes de la familia estaban arruinados y, necesitaron negociar parte de su patrimonio artístico con el Gobierno que, a cambio, le entregaba electrodomésticos, entre ellos un televisor en blanco y negro marca Caribe.

Dice que desaparecieron misteriosamente una fuente y varias estatuas, como una Afrodita cuyo pedestal aún permanece frente a su vivienda.  Igualmente recuerda que el general José Abrahantes y Celia Sánchez estaban entre los visitantes misteriosos. Genaro le reveló antes de morir que la fortuna de los Loynaz era muy vigilada.

Cuando Flor ―que también estaba chiflada― daba una vuelta por la casa, peleaba con Manolo. Un día él se encolerizó, encendió una  fogata y quemó libros y documentos, entre los que se encontraban los originales de El Público y Yerma, textos obsequiados por  Federico García Lorca, amigo de dulce María, quien en 1930 fue huésped de los Loynaz y pasó una temporada en la "Casa de los Cristales", un conjunto arquitectónico ubicado en el extremo norte de la estancia.

Al morir Manolo en agosto de 1977, ingresaron cuatro familias en los predios de los Loynaz y saquearon los aposentos. En 1993, el Historiador de la Ciudad Dr. Eusebio Leal visitó el sitio para hacer un documental y manifestó a los presentes «que su oficina no tenía interés en rescatar el inmueble porque estaba ocupado por marginales».  Según Chabela, en aquel entonces no estaban asentadas ni la mitad de las 18 familias que hoy perviven en el predio.

 En el año 2000 una brigada arrasó con el muro de la calle 14 y se robaron los balaustres.  La coartada de la depredación fue sanear el lugar por orden personal de Fidel Castro, ante la propagación del dengue hemorrágico en la capital.

Chabela ―la única vecina que accedió a concederme una entrevista― dice que algunos extranjeros visitan el lugar y se interesan por detalles de la novela Jardín, a otros les despertó la curiosidad un documental hecho por alumnos del ISA  que fuera difundido por cadenas hispanas en EEUU.  Pero todos quedan impresionados por el grado de deterioro y abandono en que está sumido el escenario de la célebre novela.

Los techos y paredes amenazan con colapsar y ponen en peligro la vida de los inquilinos quienes desconcertados ven cómo el gobierno municipal solo repara los exteriores y el muro perimetral  para reanimar el ornato público de la calle Línea, una arteria capitalina de tráfico pesado. 

Lo cierto es que las lágrimas que derramó Dulce María (o la niña Bárbara) por este jardín mágico no cuentan, porque el amor, la belleza y la cultura sufren el complot de otra historia saturada de héroes, hazañas y  consignas revolucionarias.

Pedro Pascual Méndez Piña
Reproducido de cubaencuentro.com
  

* De las casas de la familia Loynaz, una está ocupada por un Centro Cultural oficial, (la mansión donde viviera Dulce María hasta su muerte).

En la Quinta Santa Bárbara, en La Coronela, donde vivía su hermana Flor Loynaz, radica hoy  la “Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, organismo gubernamental.

Y la más novelesca de todas, donde Dulce María pasó sus primeros años y escribió su novela Jardín, permanece abandonada a la decadencia y habitada por 18 familias, “marginales” según el calificativo de Eusebio Leal. 


1 comentario:


Anónimo    5/20/2013
Una verdadera tragedia. Una verguenza.