El Camagüey Tennis club fue fundado, manejado y propiedad de mujeres. Sólo mujeres podrían ser socios: hombres, incluyendo esposos, solamente podrían asistir como invitados de una socia. (JPM)
|
|
|
|
|
CONFERENCIA
HISTORIA
del
Camagüey Tennis Club
POR
EL
DR. FELIPE PICHARDO MOYA
1944
Triste privilegio, señoras y señores, el de poder
recordar cosas ocurridas hace veinte y cinco años—¡hace un cuarto de
siglo!—pues ello significa, dado que habitualmente no se tiene memoria de lo
sucedido antes de los cinco años, que ya tenemos treinta de edad. Triste
privilegio, al que debo el honor de estar aquí esta noche, con mi mujer, en
nuestro carácter de padrinos del bautismo de esta casa, cuando no era más que
un salón recién levantado entre viejas ruinas, para contaros cómo fueron los
comienzos de esta institución, honra de Camagüey; de este Camagüey Tennis Club, sociedad no superada, ni en lo espiritual ni
en lo material, por ninguna cubana de su género; obra maravillosa de la
inteligencia y la constancia y la capacidad creadora de la mujer camagüeyana.
Naturalmente, no podré contar muchas cosas de las ocurridas en aquellos días
iniciales, por falta de memoria y por falta de tiempo. Pero seguramente algunas
y algunos de mis oyentes, compañeras y compañeros de primeras letras de
aquellos tiempos felices, las recordarán, y podrán contarlas reparando mi
deficiencia, en agradables conversaciones que no tendrán la obligada formalidad
de esta charla que pudiéramos decir pública, y en las que pueden tener cabida
anécdotas que aquí la discreción me veda referir.
Corría el año de 1917, y terminada mi carrera, vine a ejercerla a ésta mi
ciudad natal, de la que me había ausentado de seis años de edad. Vine a
trabajar al bufete de mi hermano mayor; jugar al tennis era uno de mis trabajos predilectos. Pero en realidad, no
había en Camagüey, un tennis que
valiera la pena. Un parvulito de entonces, Nicolás Don Zaldívar—ya en aquellos
momentos, su hermano Tirito estaba bastante usado—me llevó a un court que había en la Zambrana, en casa
del que era como un hermano de mi hermano, José Morel Padilla; y allí jugué tennis por vez primera. Quiero rendir
aquí un cálido homenaje al recuerdo de mi compañera en el bello deporte, una
joven de alma noble y clara inteligencia, que la Muerte arrebató al cariño de
esta sociedad en pleno florecimiento de gracias femeniles, a Sarita Fernández;
y envío un saludo cordial a otra tennista
del grupo, a Lolán de Varona, mientras recuerdo la adolescencia maravillosa de
Carmitina Agüero, flor de mármol de impecable belleza.
El tennis de la Zambrana fue un relámpago.
Pero en el Parque Gonzalo de Quesada había un court de cemento, agrietado e incómodo,
no lejos del lugar donde ahora alza su símbolo inmortal el Soldado Desconocido,
frente a donde hoy se extiende la mirada de mármol del inmenso Salvador
Cisneros Betancourt. Allí, —y otras veces también en una quinta que tenía,
cercana a la Caridad, Gabriel Cadenas—, nos reuníamos los devotos del tennis. Allí, en los viejos bancos de
piedra, supervivientes de coloniales tiempos, Josefina y Clara Álvarez
González, y su sobrina Luisa; Margarita Recio; Ángela Isabel Caballero de
Cadenas, que ve hoy a sus hijas heredar su belleza, sin perderla ella;
Isabelita Garcerán; Fé de Varona, blanca y serena como la luz de la luna, eran
asiduas concurrentes; y por allí pasó también, con la majestad ardiente de su
belleza criolla, Gloria Simoni, y pasó la gracia gitana de Aurelia Garcés,
mientras a veces quería escaparse del cuidado de su manejadora, para
incorporarse al grupo de las mayores, una niña de oro y marfil, poco después
adolescente de espléndida belleza, y hoy señora de grácil distinción, Charo
Alvarez de Tomeu.
[El Casino Campestre es uno de los parques urbanos mas grande de la isla.
Fue donado a la ciudad en el siglo anterior por el marqués de Santa Lucia,
Salvador Cisneros Betancourt. Tiene una gruta, estrados para orquestras,
céspedes, jardines, paseos, estatuas y monumentos, bancos sombreados, áreas
para almuerzos al fresco, y, como nos hemos enterado, en 1919 también tenía una
vieja cancha de tenis de cemento.—Ed.JPM]
Otras muchas jóvenes desfilaron por aquel pequeño campo de tennis del Casino. Y allí, en las tardes, la belleza de nuestras
mujeres recibía el homenaje de oro del sol poniente. En cambio, éramos pocos
los feos que allí concurríamos.
|
Pilar Garcés |
Entre tanta belleza femenina, una figura se destacaba, en belleza física y
espiritual. Alta, blanca y nimbada de oro pálido, había sido tallada en mármol
por un escultor impecable, y la noble sangre de una estirpe legendaria le
prestaba una serena arrogancia, que de cerca se convertía en amable sencillez.
Las propias jóvenes admiraban su gracia inimitable, y los hombres, atraídos
magnéticamente por su humana belleza, aún más se deslumbraban por su trato
exquisito. Tenía cálida la voz, rica de emoción, y su risa era ciertamente de
resonancias musicales. Y con esa voz, que a todo prestaba el encanto de una
confidencia, Pilar Garcés expuso una tarde la idea de fundar una sociedad en terrenos del Casino
Campestre; una sociedad fundada y dirigida por muchachas, donde se atendiera al
deporte, y al recreo de la juventud camagüeyana, necesitada de expansiones
espirituales.
La idea fue acogida con general beneplácito. La inteligente actividad de Célida
Recio se sintió en el acto despierta, y devota de aquel proyecto. Isabelita
Garcerán, con el entusiasmo que siempre pone en todas sus cosas, no quedó en
segundo lugar. Cuca Batista, que nunca faltaba en las tardes al Casino, donde siempre
decía la palabra oportuna en el momento preciso, sin que jamás discutiera su
turno a la hora de tomar la raqueta, en altanera indiferencia, fue también de
las primeras en secundar la idea de Pilar Garcés. Reclamo para Ventura Martínez
y para mí, el honor de ser, en aquellos momentos, los únicos del sexo feo que
nos dispusimos a ayudar a las muchachas en su al parecer fabuloso proyecto.
Pero todo eran voces y propósitos. Un ejército entusiasta de muchachas, se
disponía a librar una batalla por la fundación del Camagüey Tennis Club—tuvo
su nombre muy tempranamente—y reunido al conjuro de Pilar Garcés, esperaba la
voz de mando del técnico militar que las llevara al asalto y al triunfo. El
técnico, —el General—, fue elegido, y lo fue también su Estado Mayor, el día 30
de enero de 1919; y desde entonces hasta ahora, cuando las huestes del Tennis forman bajo el mando juvenil y
admirable de Josefina Álvarez Loret de Mola, las muchachas del Tennis han tenido una especial sabiduría
para elegir sus Directivas. A esta sabiduría se debe, en gran parte, el triunfo
de esta sociedad.
|
Zoila Sánchez Mestril |
Fue elegida Presidenta del Tennis —que
existía sólo en propósitos—Zoila Sánchez Mestril. La Vice fue Pilar Garcés;
Cuca Batista e Isabelita Garcerán fueron Secretaria y Vice. Célida Recio, la
Tesorera, y Sara Sánchez Estrada su Vice. Las Vocales fueron Margarita Recio,
María Luisa Calaforra, Aurelia Garcés, Eugenia Recio, Pilar Iraola, María
Alvarez, Esperanza Sánchez, Lolita Garcés, Mercedes Calaforra, Ana María
Estrada, Rosita Agramonte y María Luisa Tomeu.
Hoy, en este día de conmemoración para el Camagüey
Tennis Club, Mercedes Calaforra, lejos del mundo que abandonó llamada por
la voz de su fe en Dios, no pensará que aquí sus antiguas compañeras celebran
este aniversario. Pero nosotros la recordamos, como recordamos con especial
afecto a otra fundadora, entusiasta como pocas, hoy también esposa del Señor,
consagrada por su amor a consolar el dolor humano, en retiro de íntima
luminosidad, a Sor Leocadia, en el mundo Esther Sariol, que sabe Dios junto a
qué anciano desvalido hace en estos momentos el papel de amorosa hija, a
impulsos de su fe cristiana.
Porque yo fui testigo, como lo fue Ventura Martínez, de la difícil obra de
fundación de este Camagüey Tennis Club,
tengo el deber de decir que la noble idea de Pilar Garcés, encontró en Zoila
Sánchez Mestril el fuego creador que la hizo cristalizar. El carácter, la inteligencia,
el acto, la constancia de Zoila Sánchez; su consagración constante al Tennis; su firmeza en el propósito y su
habilidad para sortear innúmeras dificultades, hicieron posible esta obra; sin
que sean menores sus méritos ni su labor deba ser menos admirada por el hecho
de que la auxiliaran, con igual devoción e inteligente eficacia, otras
muchachas—algunas que ya hemos citado, como Isabel Garcerán y Célida Recio, y
otras que no es posible que citemos, porque haríamos una larga relación de
nombres.
Acordado
pedir al Alcalde en arrendamiento el terreno en que hoy se levanta esta
sociedad, se hicieron las gestiones pertinentes. Este arrendamiento—por un
plazo de 10 años y por 25 pesos mensuales—no fue obtenido sin dificultades,
pues era precisa la conformidad del Ayuntamiento, y no pocos concejales no lo
veían con buenos ojos. Anecdótico es recordar, en relación con esto, dos casos
en que se logró atraer a dos de los principales opositores.
En uno, actuaron directamente las muchachas con Pilar Garcés al frente. Se
trataba de un viejo y popular concejal, destacado político, que unía a su
condición de regidor otra de más sagrado respeto. Hombre bondadoso y recto,
fácilmente accesible para toda caridad, era al mismo tiempo de franca rudeza,
que le autorizaban sus especiales virtudes. Liberal y demócrata sincero, no
veía con buenos ojos la idea de que se diese a una sociedad exclusiva, tildada
de aristócrata, una propiedad que pertenecía al pueblo, y que éste debía
disfrutar sin discriminación de clases. Una tarde, un grupo de muchachas del Tennis, —del futuro Tennis—, con Pilar Garcés al frente, fueron a visitar al batallador
concejal, en su amplia y modesta casona de la calle del Cristo. En el enorme
patio, aquel terrible enemigo del arrendamiento solicitado, daba de comer a sus
aves de corral, y no se había dado cuenta de que en la sala de la casa estaban
aquellas muchachas que no se atrevían a interrumpirlo. Ellas esperaron
pacientemente; una tos iba y otra venía; una risa y un comentario se ahogaban
alternativamente en el silencio hostil. Pero como todo tiene fin en el mundo,
al fin el popular Párroco de la Iglesia del Cristo terminó su labor, y vio a
las visitantes. Naturalmente, las conocía a todas; conocía a sus familias;
sabía de sus nobles propósitos; pero el Casino Campestre pertenecía al pueblo
de Camagüey, y al pueblo se le iba a privar del disfrute de una parte del
mismo, para recreo de unos cuantos privilegiados. No era posible votar a favor
de aquel arrendamiento; y bien podían las muchachas buscar otro terreno, en
otro lugar de la ciudad. Alrededor de estos tópicos, la visita fue larga. Pero
Pilar Garcés triunfó una vez más, y el celoso concejal, hombre que a su bondad
natural unía extraña firmeza de carácter, quedó convencido, y no combatiría el
arrendamiento, ni impediría que sus amigos lo votasen.
En el otro caso me tocó intervenir directamente, por unirme al opositor una
antigua amistad, que me permitía invocar el nombre de mis hermanos mayores, que
habían sido sus compañeros de infancia. Iguales razones, más robustecidas por
alegaciones a la convivencia racial de todos los cubanos, eran aducidas en
contra del arrendamiento por un concejal, inteligente y activo, que podía
arrastrar otros votos en la Cámara Municipal. Logramos atraerlo a nuestro
favor; y hasta su muerte, hace pocos meses, al encontrarlo en la Habana, donde
vivía, anciano y ciego, aún me preguntaba por el Tennis y sus muchachitas.
Fue obtenido el arrendamiento, siendo necesaria
una labor de convencimiento de muchos concejales, como hemos visto por los
casos citados. Diremos, de paso, que su prórroga años después, cuando ya el Tennis existía en realidad, no dio
tantas luchas, contando además con el apoyo directo y eficaz del Alcalde Domingo
de Para, que siempre fue un amigo del Camagüey
Tennis Club.
Ya las muchachas tenían terreno sobrado, con los viejos paredones de una
derruida casa, entre maniguales hirsutos. Existían, en las mentes, dos courts de tennis, un campo de basket ball, y una hermosa casa social.
En las cajas de la sociedad, no existía nada, ni siquiera una libreta para
calcular los gastos futuros.
Comenzó entonces aquella época inolvidable para
las fundadoras, cuando eran llamadas "Alí Babá y los Cuarenta
Ladrones", porque todo inteligente recurso legítimo para captar fondos fue
puesto en práctica. Un baile en el Liceo, en 23 de mayo de 1919, una verbena en
el Casino Campestre, una velada en el antiguo teatro Principal, una emisión de
bonos por 50 y 25 pesos, permitieron a las muchachas reunir lo necesario para
cercar y limpiar el terreno y comenzar la reedificación de la vieja casa
existente en este lugar. El ingeniero y arquitecto Bernardo Junco ofreció
gratuitamente sus servicios profesionales, y a él se deben las primeras obras
aquí realizadas.
En febrero de 1920 se eligió una nueva Directiva. Zoila Sánchez fue reelecta
Presidenta; y la ausencia de Pilar Garcés incorporó al estado mayor tennista, como Vice-Presidenta, a María
Magdalena Martínez, inteligente y bella y entusiasta. María Magdalena Martínez,
que la muerte arrebató cruelmente cuando iniciaba su vida de amante esposa
junto al elegido de su corazón; María Magdalena Martínez, de una estirpe en que
la virtud y la inteligencia son comunes en hombres y mujeres. Isabelita
Garcerán y Célida Recio continuaron en el estado mayor, y entre las nuevas, Ana
Margarita Delgado fue Vocal digna de especial mención por su activa labor, y
Rita Allie Betancourt, prodigio de gracia y de belleza, era electa
Vice-Secretaria, y Fina Mola Benavides, Vice-Tesorera.
|
VENTURA MARTINEZ (Colección Privada JPM) |
Aquí es necesario hablar un poco de los hombres que de modo especial cooperaran
a la obra del Tennis. Ya hablamos de
Bernardo Junco, director facultativo de las construcciones, y citamos
pasajeramente a Ventura Martínez. Pero es preciso hablar más de Ventura. Era,
en una pieza, administrador, capataz, obrero, tennista, apuntador en las veladas… y hasta veterinario, pues
cuidaba del caballo del Tennis.
¡El caballo del Tennis! Ingratos
seríamos si no le dedicáramos un recuerdo. Yo no sé de donde lo trajeron; no sé
de qué hospital había salido aquella armazón de huesos, que se utilizaba para
arrastrar el primitivo rodillo que servía para apisonar el court, que los propios tennistas
marcábamos luego con las rayas rituales. Pero lo trágico del caballo, no era su
pobre figura, sino su terrible dolencia: Porque tenía una antigua herida sin
cerrar, en el cuello, por donde se salía el agua que tomaba. Y de aquí que
Ventura velara por él, con amor de hermano, aquí, en estos terrenos donde más
tarde, al llegar del colegio donde había terminado sus estudios una bella
adolescente llamada Elia Rodríguez Casas, Ventura se sintió sin ventura, herido
en pleno corazón, hasta que pudo hacerla su noble esposa.
La labor de Ventura Martínez, prodigaba a todo cuanto significara beneficio
para el Camagüey Tennis Club, es
inolvidable en esta casa. Y además, era un jugador sereno y fuerte del bello
deporte, compañero inseparable, en éste, de Salomé Zayas Bazán, y formando
ambos una pareja que hubiera sido siempre vencedora, de no existir la que
formábamos Aurelia Garcés, —elegante en el tennis
como pocas— y yo. Conste así.
|
La primitiva cancha de tenis. Colección JPM |
Y hablando de Ventura, y del caballo surtidor, y antes de abandonar los
primitivos courts y sus cosas
iniciales, recordemos también al primer conserje, o mayordomo, o como quiera
llamársele, que en realidad yo no sé qué era, ni recuerdo su nombre, que
tuvimos aquí. Era un hombre de campo, —según creo, adquisición de Isabelita
Garcerán—, bajito y vestido con camisa y pantalón azul, que usaba siempre un
enorme cuchillo a la cintura, cuando no ceñía machete, y que en realidad estaba
medio loco. Por lo que, siendo guardián del Tennis
y encargado de limpiar los campos y la casa, y de otras cosas por el estilo,
nadie se atrevía a darle una orden, temiendo sus reacciones, que eran extrañas
y hasta violentas.
Una fantástica anécdota, rigurosamente histórica, se impone aquí, en relación
con este primer conserje del Tennis.
Esta sociedad daba su primer baile de gala, y Ventura Martínez recomendaba
valientemente al buen conserje que, para esa noche, debería afeitarse y
vestirse de limpio, y abandonar el machete. Pero el pintoresco guardián dijo —y
esto da una idea de su procedencia montuna— que esa noche él por nada del mundo
estaría presente en el baile; pues, cuando empezara el cedaseo, se formaba en seguida el macheteo, y él no quería sufrir un machetazo. Y no se le
pudo convencer de lo contrario, y no asistió al baile este primer maestro de
ceremonias del Tennis. El caballo y
el primer conserje, merecen esta noche un especial recuerdo.
Manolo Bonanza, Jorge Bertrán, Alfredito Mola y el múltiple Carlín Galán, eran
los habituales galanes de nuestras veladas increíbles. Hasta Álvaro Armiñán lo
fue también, por dos veces, y una de ellas nada menos que vestido de Arlequín,
si bien con el agradable papel de decir versos de amor a Rita Allie Betancourt,
que encarnaba a la Marquesa Rosalinda, —la maravillosa Rosalinda de don Ramón
de Valle-Inclán.
Nuestras veladas eran cosas muy serias, y muy importantes, porque eran fuente
inagotable de magníficos beneficios económicos, bajo la sabia administración de
Alí Babá y sus 40 Ladrones. Ventura Martínez era siempre el apuntador y yo era
director escénico, y autor de las obras, cuando no adaptador irreverente de las
de conocidos autores. Porque lo original era que, por una parte, no había
entonces entre la gente joven, —con muy pocas excepciones—, aficionados a la
escena; y por otra parte, aunque los hubiera nada importaba, porque Alí Babá y
sus 40 Ladrones exigían que los papeles se repartieran, no entre quienes
tuvieran condiciones para desempeñarlos, sino entre quienes garantizaran por
sus simpatías sociales y amplias relaciones familiares, una buena venta de
localidades. Así escogidos nuestros actores con tan interesada mira,
comprometidos a la fuerza a trabajar por el Tennis,
había que hacer para ellos papeles especiales, o adaptar a su gusto los de
obras hechas. Ninguna muchacha quería hacer un papel que no fuera de dama
joven. Nadie quería hacer un papel antipático. Cuando una frase no gustaba —el
caso se dio varias veces cuando representamos "El Patio", de los
hermanos Quintero— había que modificarla al capricho del actor, o éste no
trabajaba. Nadie estudiaba sus papeles, ni hacía caso del director de escena ni
del apuntador. Es un hecho cierto que Ventura Martínez, durante los ensayos y
en su papel de apuntador, tomaba un bastón de los míos—los ensayos eran siempre
en mi casa, donde por estar en alto, el bullicio era más tolerable del vecindario—y
le pegaba en el pie al actor para avisarle que tenía que entrar a hablar.
El día de la función, estábamos casi como el
primer día; y no era nada extraordinario que esa misma mañana algún actor o
actriz se volviera atrás, y entonces se buscaba un héroe o heroína que hiciera
de sustituto. En estas condiciones, debutó una vez Manana Adán Molina, en no
recuerdo qué obra, confiada al auxilio que en escena le dieran sus compañeros.
Salió a escena de un disimulado impulso—por no decir empujón—que le di, y su
cara de susto, casi llorosa, venía bien con su papel. Fue un éxito ruidoso. Por
último—y esto era terrible para el director de escena—ya entre bastidores y
todo preparado para la función, era costumbre quitarse el miedo con los
correspondientes tragos; y entre éstos y el poco estudio de la obra, cada actor
improvisaba en escena lo que le daba la gana; y más de una vez me recuerdo
abrazado a algún galán joven, sujetándolo, para evitar que saliera a escena
antes de tiempo, tal como le sugerían los tragos animadores. Comedia hubo en la
que los mejores chistes se improvisaron en escena por los noveles actores; y en
este aspecto, justo es recordar especialmente a
Manolo Bonanza, admirablemente secundado por Ana
Margarita Delgado, que jamás se desconcertó cuando se le hablaba lo no
previsto, y por su parte inventaba también.
Hagamos constar que más tarde, el Tennis
pudo dar algunas veladas con un buen cuadro escénico. Fernando Martínez Lamo —entusiasta
y magnífico aficionado—Antonio Valdivia y Antonio Martínez, brillaron en la
escena, menos apremiada por Alí Babá. Ana Coralia Porro prestó su hermosa voz;
Laura Arango su devoción por las tablas. Mongo Tomé hizo de tenor. Para
terminar con las veladas, recordaremos una que dimos en Camagüey y se repitió
en Ciego de Ávila, ya con este último cuadro de actores, y cuando una crisis en
las fabricaciones del Tennis hizo que
Salomé de Zayas Bazán, Presidenta sucesora de Zoila Sánchez, reviviera los
tiempos de Álí Babá, con envidiable energía.
Se trataba de una opereta, nada menos, con música de Félix Rafols, y libreto
mío: "La Princesa Guamaná". Era preciso llevar a Ciego de Ávila, con
toda la compañía y su decorado, una orquesta de doce profesores. Recuerdo
perfectamente que el traslado y la estancia en Ciego, ascendían a quinientos y
pico de pesos. Se iba a representar un sábado de gloria; y los músicos tuvieron
que ensayar en Semana Santa, a escondidas. La venta de localidades en Ciego se
había confiado a amigos de aquella población.
En un gas-car expresamente fletado, llegamos a Ciego a las cuatro y media de la
tarde, el día mismo de la función. Y encontramos que no se había vendido una
sola localidad, por distintas causas, y entre ellas una confusión sobre la
fecha del evento, y la ausencia involuntaria en los días anteriores del amigo
que hacía de agente nuestro, el inolvidable y caballeroso Rafael Flores del
Monte.
Era un verdadero desastre. Repetimos que el Tennis
se había empeñado en más de quinientos pesos.
|
Salomé Zayas Bazán |
Pero Alí Babá, —entonces Salomé Zayas Bazán, digna sucesora de Zoila Sánchez—,
dispuso en el acto que en vez de hacerse un proyectado ensayo general, —que
Rafols reclamaba a voz en cuello para la parte musical de la obra—, los actores
y las actrices se repartieran por todo Ciego vendiendo localidades, en tanto
nuestra orquesta tocaba ruidosas piezas en el Parque Central, y Antonio
Valdivia inflaba frente al Teatro, y elevaba, un globo de caprichosos colores,
que había sacado yo no sé de dónde, y se disparaban numerosos voladores.
Ciego de Ávila respondió al reclamo. Los quinientos pesos gastados fueron
repuestos, y más de seiscientos quedaron libres, de ganancia para el Tennis.
Recordemos, de paso, que en esta velada ofreció un bello número de baile
clásico una bella americanita, Miss Grubber, hija del que era entonces
Administrador General de los Consolidados.
Y recordemos también, para no hablar más de veladas, a los famosos “coritos”. Esto es, coros infantiles,
donde las más bellas niñas camagüeyanas eran como vice tiples de nuestra
compañía. Alicia Sánchez, Lila Arteaga, Flérida Ruiz de Castro, Elsa Longoria,
Nenita Cabezas, las hermanitas Morán y otras más, contribuyeron a las obras del
Tennis con el mismo entusiasmo que
las muchachas mayores. Estas, por su parte, también formaron distintos coros,
siendo el de las hawayenses uno de
los más comentados, pues atrevidamente, las muchachas llevaron la falda… un
poco más abajo de la rodilla.
Todo esto ocurría allá por 1922 y 1923. Zoila Sánchez había sido Presidenta
hasta abril de este último año. Como ya dijimos, fue su sucesora Salomé de
Zayas Bazán, todavía cuando el Tennis
padecía las naturales dolencias de su desarrollo. Una de ellas había sido la de
formalizar con el contratista un detallado contrato para la construcción del
salón de baile y los pocos anexos de que entonces constaba la casa social. Como
no había fondos en caja—se los reunía poco a poco, por verbenas y veladas—era
necesario que un fiador solvente garantizara el cumplimiento del pago por parte
del Tennis. Naturalmente, nadie que
fuera solvente quería ser fiador. Cuando Isabelita Garcerán casi convencía a su
padre—el inolvidable don Augusto Garcerán de Vall—para que lo fuera, ocurrió lo
inesperado: El contratista, sin duda hombre muy optimista, me aceptaba a mí
como fiador. Tuve el alto honor de serlo, yo, uno de los cuarenta compañeros de
Alí Babá; y la casa se inauguró el primero de enero de 1923. Monseñor Pérez
Serantes, Ilmo. Obispo de Camagüey, la bendijo, y mi mujer y yo fuimos los
padrinos. Por la noche, se dio un regio baile.
Salomé dio al Tennis su constante e
inteligente devoción. No es posible cansaros con los sucedidos de su Presidencia—el
de la velada en Ciego fue uno de ellos—que fue agitada y difícil como la de su
antecesora, y en la que Salomé demostró sus admirables dotes de organizadora,
su exquisito don de gentes, su habilidoso tacto. Al recordar aquí su labor,
admirable, yo no puedo dejar de recordar también, con un sincero afecto, como a
cosa propia, a aquel que, tan cercano a ella, fue nuestro amigo respetado y
querido; al caballero intachable de una vieja y noble estirpe camagüeyana, de
virtudes múltiples, en cuyo hogar acogedor tantas veces nos reunimos para
hablar de este Tennis; a don Javier
de Zayas Bazán.
El Camagüey Tennis Club, ya puesto en
marcha de victoria, continuó de triunfo en triunfo. Realmente, la sociedad
camagüeyana se sintió orgullosa de esa obra. Y bueno es recordar que hubo
tropiezos desagradables, y catástrofes más o menos risibles, que sirvieron para
probar la adhesión y cooperación de los amigos del Tennis. En este sentido, quiero hablar de la más grande y bien
organizada verbena que se ha hecho en nuestra ciudad, de fantásticas
proporciones, que fue en su comienzo destruida por un inmenso aguacero de
verano. El magnífico esfuerzo de Alí Babá, cayó esta vez en el vacío.
María Luisa Betancourt no me dejará mentir. Se había
escogido para celebrar la verbena el día de San Juan, y se había logrado, tras
titánica lucha, que se nos permitiera celebrarla en el Casino Campestre,
cerrado a todos los que no pagasen la entrada, inclusive las máquinas que, en
el tradicional paseo de San Juan, deberían pasar por allí. Las máquinas
pagarían cincuenta centavos. Los numerosos kioscos, bien abastecidos de
diversiones, refrescos y bebidas, y uno de ellos convertido en restaurante, se
engalanaron desde temprano. Allí estaba toda la plana mayor del Tennis. Poco después de las cinco de la
tarde, apenas abierta la verbena, ya la recaudación ascendía a trescientos
pesos. Los resultados iban a ser fantásticos.
Vino entonces la lluvia. Terrible, continuada, insoportable. Se acabó el paseo
de San Juan. Se inundaba todo. Las colgaduras de los kioscos se deshacían,
tiñendo a las muchachas de raros colores. Objetos de regalo y comestibles se
perdían. Los concurrentes andábamos calados hasta los huesos. La desbandada era
incontenible.
Pero había que salvar los intereses del Tennis.
Allí estaba Alí Babá —Zoila Sánchez— y allí estaba, entre otras entusiastas,
María Luisa Betancourt, con su esposo Luis Loret de Mola. El Tennis tenía entonces fabricado apenas
su salón de baile, sin muebles. Se decidió llevar al salón cuanto pudiera
salvarse de la lluvia. En pleno aguacero, así se hizo. Y ocurrió entonces lo
trágico... lo trágico, que pudo ser aterrador, pero que, recayendo sobre un
caballo, nos permitió a todos precavernos.
Por la humedad del suelo, se electrizaron las columnas de entrada del Tennis, y al cruzar esta entrada, en el
piso, el alambre eléctrico que conducía la luz de las farolas, electrizó parte
del propio piso. Seguramente, algún defecto de la instalación. Un caballo de un
carro que pudo conseguirse para trasladar algunos efectos cayó muerto. Fue
preciso entrar en los terrenos del Tennis
con mil precauciones; y allá en el desnudo salón donde nada había, ni sillas ni
cuadros, las muchachas, llovidas, despeinadas, manchados sus trajes con los
tintes de las telas y papeles que adornaban los inundados kioscos, esperaban tristemente
sentadas en el suelo que la lluvia terminara. Pero el Tennis era invencible: María Luisa Betancourt discurrió llevarse
las bebidas, y algunos obsequios de fácil conducción a la Sociedad Popular,
donde se celebraba un baile, y vender allí cuanto se pudiera. Allá fue Luis
Loret de Mola: Se obtuvo el consentimiento de la Directiva de la Popular, y
allí llevamos el kiosco de las bebidas y los helados, y algo pudo salvarse del
desastre.
Así se trabajaba en el Tennis, y así
se levantó esta sociedad.
Como dijimos al comienzo, las muchachas han tenido siempre una especial
habilidad para elegir sus Directivas, y no puede decirse de ninguna que no
merezca una cita laudatoria, por alguna buena obra realizada. Andando el
tiempo, funcionó a ratos una institución tennística,
que ha venido a tener como si dijéramos existencia maternal, aconsejando en
algún raro caso a las Directivas. Me refiero a las llamadas Socias Fundadoras;
al grupo de las primitivas organizadoras y socias del Tennis, que si es cierto que han velado con cariño por esta
sociedad que tantos desvelos ha costado, también lo es que su principal función
ha sido la de reunirse anualmente en un almuerzo exclusivo.
Permitidme, de pasada, y ya que hablo de esta institución de las Fundadoras,
hablar de un querido amigo, noble como pocos y como pocos digno de todos los
afectos, que extraoficialmente tenemos que mirar como una institución del Tennis, por su permanente devoción a
esta casa y su deporte favorito. Cuando el Tennis
iniciaba su vida, ya él era asiduo a sus courts,
y a lo largo de medio siglo, cuando los deportistas y los socios visitadores
han cambiado, él permanece siempre el mismo, conocedor del secreto de las
raquetas, y conocedor del deporte del Tennis
con mayúscula. Para Nicolás Meso Varona, decano de los socios visitadores,
constante durante 25 años, nuestro cariñoso recuerdo.
Un recuerdo también para el primitivo himno de la sociedad y el coro de
muchachas que por vez primera lo cantó. No teníamos música propia, y la letra,
apresuradamente hecha, se adaptó a la popular música que todos conocemos, —la
del Coro de los Jugadores del Rey que Rabió. De uniforme de tennistas, con las raquetas en ristre,
las muchachas cantaron este himno en el Teatro Principal. Por cierto, que en la
letra del himno prometían las muchachas no hablar de amor, y no creo que de
aquellas coristas queden muchas solteras.
|
Laura Arango |
Siguiendo la cronología tennística,
diremos que Salomé Zayas Bazán terminó su período presidencial pacíficamente, y
que la sucedió en 1924 Laura Arango, que volvió a ser electa en 1932; y todos
sabemos quién es Laura. De su primera época data la fundación de la Biblioteca
del Tennis, y en la segunda se creó
una Sección de Declamación, a la que Antonio R. Martínez ofreció su generosa
cooperación, dictando conferencias y clases. En el año de 1925, Zoila Sánchez
es electa Presidenta—lo era de Honor, desde 1922, con las hermanas Martínez,
esto es, las Tías, como todos decimos a las que lo son de Ventura y de Antonio
Martínez, en prueba del afecto respetuoso que sus virtudes a todos nos imponen.
El Club aumentó el número de sus socias hasta 225, y recibió la visita de la
famosa Esperanza Iris, de paso por Camagüey.
|
Elisa Arango Montejo |
|
Irene de Varona Varona |
|
Celita Rodríguez Casas |
En 1926, ocupa la Presidencia Elisa Arango Montejo, y su solo nombre basta para
elogio. El Presidente de la República visita el Tennis; baila con Celita Rodríguez Casas, y da mil pesos para
edificar un salón de verano. De 1927 a 1931, Celita Rodríguez Casas —yo no
puedo hacer aquí el elogio de la que es como una hermana mía— ocupa la
Presidencia, y en su tiempo se obtiene la prórroga del contrato de
arrendamiento celebrado con el Ayuntamiento. El Tennis celebró un torneo del deporte que le da nombre, y ofreció
distintos actos a los Gobernadores y los Dentistas, que celebraron sus
convenciones nacionales en Camagüey. En 1932, Elisa Arango es electa por
segunda vez. En 1934, se elige a Irene de Varona, y el Tennis recibe en sus salones a Carlos Manuel de Céspedes.
|
Anita Arteaga |
|
Beatriz de Varona |
En 1935,
es Presidenta Anita Arteaga, y se dona al Retiro Periodístico lo recaudado por
la cantina en un magnífico baile. En 1936 y 1937, es elegida Beatricita de
Varona; se reparan los techos de la Biblioteca, el vestíbulo y el salón de
señoras; se compran trofeos para distintos campeonatos; se inician ciclos de
conferencias culturales, desfilando por el Tennis
don Ramón Menéndez y Pidal, Chacón y Calvo, Leonor Barraqué, Mercedes Pinto,
Bello, Gaspar Betancourt; se hace una admirable exposición de costuras; se
efectúa, de acuerdo con El Encanto, la Fiesta de la Moda; se hacen repartos de
limosnas a los pobres; se recibe a la Convención Nacional de Arquitectos.
|
Hortensia Fortún de Biosca |
En 1937, es Presidenta Hortensita Fortún. Se construye la cantina, un pantry, un cuarto para la servidumbre.
El arquitecto Miguel A. Bretón dirige estas obras, gratuitamente, y obteniendo
para el Tennis los derechos que debía
cobrar el Colegio de Arquitectos. Se continúan las conferencias: Rodríguez Barahona,
Antonio Martínez, Tula Aguilera, Darío Castillo, Luis Martínez, Félix Rafols,
Caridad Rodríguez, Medardo Lafuente, desfilan por la sala del Tennis, tratando sugestivos temas.
Hortensita es reelecta en 1938.
|
Cuquita Hortsmann |
En 1939, es electa Presidenta Cuquita Hortsmann Varona, y reelecta en 1940.
Sigue el Tennis su carrera triunfal. Las sucesoras de Alí Babá
y los 40 ladrones, hacen ahora repartos de limosnas, propician actos
culturales, y sostienen becas para niñas pobres en la Escuela del Convento del
Carmen. El Nuncio Apostólico visita la sociedad. Dalia Iñiguez ofrece un
recital. Los salones del Tennis son
ofrecidos a la Convención Rotaria Nacional. Se ofrecen clases de flores, y se
compran nuevos muebles. Se construyen los baños y se amplían los tocadores.
La modestia no debe privarnos de agradecer aquí la atención para con nosotros
tenida por esta Directiva, al despedirnos con un ponche de honor, por nuestro
traslado a la Habana. Unidos mi mujer y yo al Camagüey Tennis Club desde su fundación, honrados apadrinando esta
casa al inaugurarse su primitiva construcción, nosotros tenemos unido el
recuerdo de los 25 años de vida del Tennis
a nuestros 25 años de matrimonio, cumplidos el año pasado. El Tennis es un afecto nuestro.
|
Clemencita Sánchez |
En 1941, por sucesión al no aceptar la Presidencia Rebeca Batista, desempeña el
cargo con éxito feliz, Clemencita Sánchez. El Tennis contribuye a la conmemoración del centenario del nacimiento
de Ignacio Agramonte, y recibe en sus salones a la ilustre poetisa Dulce María
Borrero. Acude la sociedad, especialmente invitada por el Presidente de la
República, y por él alojadas sus representantes en el Hotel Nacional, a la
Feria Camagüeyana celebrada en la Habana. Clemencita es reelecta en 1942.
Manuel Betancourt, Luis Martínez, Oscar Ibarra, Leonor Barraqué, ofrecen
conferencias en el Tennis. Se compran
nuevos muebles, por valor de 993 pesos. Se celebra un campeonato de Ping Pong. Se crea la plaza de
Mayordomo— ¡oh, el recuerdo del pobre encargado vestido de azul y con machete
al cinto!—y se coopera eficazmente a la realización de la Feria del Libro.
Socialmente, se ofrece un baile de gala en honor del Embajador de los Estados
Unidos, que visita la ciudad.
Imposible relacionar toda la labor social del Camagüey Tennis Club, en los 25 años que lleva de existencia. Hemos
señalado algunos momentos culminantes de su vida, y omitido muchos, pues no es
posible abusar de vuestra bondadosa atención. Pero es preciso subrayar que en
el presupuesto de gastos del Tennis,
figura una partida de cincuenta pesos mensuales, para socorrer diez familias
necesitadas; que cuando el terrible ciclón de noviembre de 1932, la sociedad
socorrió con dinero, con ropas, con asistencia médica y con el trabajo personal
de sus socias a los necesitados de Santa Cruz del Sur. Y también que se han
ofrecido clases de música, de costura, de educación física a las muchachas, y
los salones sociales han estado abiertos a exposiciones de arte como la
ofrecida en 1932 por el escultor Fernando Boada. Finalmente, señalaremos la que
fue una simpática iniciativa, hoy costumbre tradicional, de celebrar todos los
años el Día de las Madres, con una fiesta en que toman parte los niños
familiares de las asociadas, ese día los dueños del Tennis.
|
Josefina Álvarez |
En 1943, es elegida Presidenta Josefina Álvarez y Loret de Mola —nuestra actual
Presidenta— de relevantes méritos en la magnífica serie de las que han regido
esta casa.
En prosperidad material el Tennis, en
unidad de espíritu sus integrantes todas, parece que su Presidencia es de fácil
desempeño, como cosa mecánica o de ritual. Y nada más lejos de la verdad. Esta
sociedad, fundada hace un cuarto de siglo, como hemos visto con un carácter
deportivo y de recreo, no tardó en ser también un centro cultural, donde se
ofrecieron conferencias, exposiciones y clases; y sintiendo las corrientes
modernas de noble humanidad, es hoy una institución de servicio social. En el
momento culminante de esta evolución, cuando el Camagüey Tennis Club tiene que obedecer necesariamente los
imperativos de esa función social, es que llega a su Presidencia esta muchacha,
en realidad una niña, que para suerte del Tennis
reúne en su gracia muy femenil, las bellezas y virtudes de su sangre materna, y
la virtud e inteligencia de su paterna sangre. Así, ha podido triunfar, y
triunfa en la difícil labor de mantener al Tennis
dentro de las normas primeras de su fundación, a la vez que dentro de las
actuales normas de asistencia social, en todo el amplio significado de estas
palabras.
Bajo la Presidencia de Josefina Álvarez Loret de Mola, —y yo la nombro con toda
la pompa de sus nombres, aunque para mí no sea sino la hijita de Abelardo Álvarez
Digat, porque ella merece ese respeto por su actuación presidencial—, bajo la
Presidencia de ella, decía, el Tennis
ha inaugurado comidas bailables, pero a la vez ha sido en algún momento sede de
una Convención de Cardiólogos; ha recibido la visita del Presidente de la
República y de destacados políticos, pero ha contribuido con distintas
cantidades para la fundación de un Banco de Sangre, para el Asilo de las
Hermanas de los Pobres, y para el Asilo Amparo de la Niñez; ha comprado un
piano, ha construido taquillas y reconstruidos sus courts, pero ha ofrecido conferencias y conciertos. En una palabra,
el Tennis ha sido la institución
sostenida por las muchachas de las mejores familias de Camagüey, lugar de
esparcimiento en amable intimidad de personas de una misma educación, pero al
mismo tiempo ha prestado servicios al conglomerado social sin exclusivismo
alguno, y ha irradiado en cuanto ha podido, beneficios morales y materiales
para todas las clases sociales.
Fácil es comprender que la Presidencia de una institución que tal hace, es de
muy difícil desempeño, y requiere en quien la ejerce un conjunto de cualidades
poco comunes. Un tacto especial, una firmeza de carácter amable, una
inteligencia cultivada y abierta a todos los matices espirituales, se requieren
para regir los destinos del Camagüey
Tennis Club en estos tiempos, cuando veinte y cinco años de vida activa han
hecho de la sociedad una entidad representativa de los valores totales de la
mujer camagüeyana, incorporada con todas sus tradiciones de virtud y de
intelecto al agitado mundo actual.
Josefina Álvarez y Loret de Mola ha sabido, pese a su juventud y a su viva
feminidad lejana de toda pedantesca sabiduría, ser la Presidenta del Camagüey Tennis Club en este momento
difícil de su vida social. Ella y sus compañeras dé Directiva mantienen en alto
la hermosa bandera, que gallardamente saluda al cielo del vigésimo quinto
aniversario. Son estas muchachas como un símbolo, que reclama nuestra
admiración y nuestro afecto: En ellas se encarnan hoy —por derecho de sucesión
al frente de esta sociedad, la gracia, la belleza y la inteligencia de las
anteriores regidoras del Tennis, —el
sacrifico y el entusiasmo de las antiguas fundadoras.
Aquí está, en ellas representado, todo el pasado difícil y glorioso de este Camagüey Tennis Club. Aquí la idea
inicial de Pilar Garcés, la fuerza creadora de Zoila Sánchez, la serena energía
de Salomé Zayas Bazán, la hábil diplomacia de Laura Arango, la firme actividad
de Celita Rodríguez Casas, la inteligencia clara de Elisa Arango, el noble
esfuerzo de Irene de Varona, el vivo entusiasmo de Anita Arteaga, la gracia
constructiva de Beatricita de Varona, el fino talento de Hortensita Fortún, el
admirable tacto de Cuquita Hortsmann, el sabio equilibrio de Clemencita
Sánchez. Aquí la actividad incansable de Isabel Garcerán y de Célida Recio;
aquí la cooperación eficaz de Ana Margarita Delgado, de Conchita Arteaga, de
Pelele Zayas Bazán, de las Porro, de Esther Sariol, de las hermanas Meso
Varona, de las Adán Molina, de Margarita Rodríguez Casas, de Elia, de Angela
Isabel Caballero de Cadenas, de María Luisa Betancourt de Mola, de Cacha
Perdomo de Luaces, de Margarita Luaces, de Flora María y Estela Lamar, de María
Sánchez de Lamar, de Hortensia Recio, hoy de Soler, de Emmita Caballero, de
Isabel María Pichardo, de Rosita, Guillermina y Amalita Agramonte; de tantas y
tantas que no es posible nombrarlas a todas, y pido mil perdones por las
omitidas.
Para todas ellas, señoras y señores, que hicieron posible esta sociedad; que
nos supieron interesar a todos en ella; que por su sostenimiento y su decoro
han velado siempre con afecto puro; para todas ellas, representadas hoy en la
actual Directiva y en su bella Presidenta, Josefina Álvarez y Loret de Mola, yo
os pido, al conmemorar el vigésimo quinto aniversario de la fundación del Camagüey Tennis Club, vuestros aplausos
entusiastas!
Notas al margen de LG: Esta conferencia del Dr.
Felipe Pichardo Moya para conmemorar las Bodas de Plata del Camagüey Tennis
Club, nos llega sólo hasta el año 1944. La historia del Club se prolongó por
tres lustros más sumando nuevos logros, entre ellos un nuevo edificio y una piscina,
aunque aún nos falta quien la escriba esa historia. En esos años sobresale la figura de Isabelita Garcerán, a quien no podemos dejar de mencionar en este recuento. A partir de 1959, con el arribo al poder
de Fidel Castro, todos los clubes y sociedades de recreo privados fueron confiscados.
La conferencia del Dr. Pichardo Moya ha sido publicada íntegramente en la página web www.camagueycuba.org que edita José M. Prats Martínez, nieto de
Ventura Martínez Martínez y Elia Rodríguez Casas, activos fundadores del
club. Se reproduce en La Gaceta de
Puerto Príncipe con el deseo de dar más difusión a un centro cultural y de recreo que durante
cuarenta años fue orgullo de nuestra ciudad
y ejemplo clarísimo del buen hacer de los camagüeyanos o, mejor decir,
de las camagüeyanas. Y también porque
su historia se enraíza firmemente en nuestra Historia.
Directiva del Camagüey
Tennis Club al celebrarse las Bodas de Plata de la Institución en 1944.
De izquierda a derecha, sentadas: Isabel Douglas, Vice Secretaria; Gina
Hernández, Secretaria; Cuquita Hortsmann, Vice Presidenta; Josefina Alvarez,
Presidenta; Cachita Rodríguez, Vice Tesorera. Graciela Fernández, Tesorera
Segunda fila de izquierda a derecha: Vocales: Sussy Hortsmann, María
Elvira Verde, Georgina Otero, Cuca Sánchez, Margarita Pujals, María del Carmen
de Varona, Emilia Castillo, Carmita Álvarez.
Tercera fila de izquierda a derecha: Célida Recio, Tenchita Comas,
Mirtha Cepeda, y Martha de Varona
Himno del Camagüey Tennis Club