5 de marzo de 2013

MAS NIEVE PARA ROCKVILLE



The old Red Brick Courthouse in Rockville Town Center (MD) after the "Commutageddon" storm of Jan. 26, 2011—the region's last significant snowstorm. Forecasters say 5 or more inches of snow are possible tonight Tuesday into Wednesday. (photo credit SeanR.Sedam)
The National Weather Service on Monday issued a winter storm watch for Montgomery County, with accumulations of up to 5 inches or more expected Wednesday in the region. Precipitation may begin as a mix of rain and snow with a change to all snow Tuesday night and wind gusts may reach up to 30 mph, according to the NWS. The NWS also warned of potentially difficult driving conditions and urged residents to begin proper winter storm preparations. The storm watch is in effect Tuesday evening through Wednesday evening.

 

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'De la ue te salvaste!

PIOJOS EN LA CABEZA DE UN CALVO


 
Piojos
en la Cabeza de un Calvo


Por José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, marzo, www.cubanet.org -Parece que en algo nos equivocamos todos cuando decíamos, hasta hace muy poco, que en los comercios gastronómicos de Cuba nos atendían mal porque no había un dueño, o porque había un dueño único para todos, que a la vez era (es) nuestro dueño, así que nada perdía cuando nos brindaban un servicio deficiente.

Hoy, los dueños de restaurantes de lo que podríamos llamar la pequeña empresa privada, no es que nos traten mal, es que ni siquiera nos tratan porque no somos sus clientes. Se está repitiendo un fenómeno, en fase crónica, que ya se dio antes aquí con la apertura a la inversión extranjera, cuando los empresarios que querían invertir en el desarrollo productivo del país, chocaban (chocan) con la desventaja de no contar con un mercado natural. Sólo pueden trabajar para el turismo, por estar obligados a realizar sus operaciones en una moneda que no circula normalmente entre los ciudadanos corrientes.

Si antes había más caciques que indios en los establecimientos estatales (como en todos los ámbitos de la economía, totalmente asfixiada por el mantra del burocratismo, máximo guardián del poder político), ahora, en la pequeña empresa privada se repite la fórmula pero con tres vueltas de tuerca hacia su extremo neurálgico: hay más comerciantes que comercio y más vendedores que productos e incluso que compradores, debido, en resumen, al mismo mantra.

Y a esta peripatética contradicción le seguimos llamando apertura o reforma o ajuste. Como si no estuviera visto y comprobado que ninguna apertura económica se asienta sobre bases verdaderamente sólidas si no es aplicada en democracia, como no hay desarrollo que amerite ese nombre si no se impulsa desde un sistema de auténtica (aunque sea imperfecta, pero no fingida) justicia social.

Lo curioso es que parecen no ser pocos los que creen que mediante este engendro se nos está allanando el camino hacia la libertad. Y entre quienes así piensan están, por supuesto, los dueños de restaurantes particulares para turistas y nuevos ricos, junto a muchos intelectuales y artistas, entre otras especies trepadoras que no casualmente son comensales asiduos de los tales restaurantes.

Perdidos en el llano, como piojos sobre la cabeza de un calvo, pero además exhibiendo su despiste a plena luz, como todo ignorante que ignora que lo es, la mayoría de estos flamantes “hombres de negocio” se ven a sí mismos como la avanzada del cambio en la Isla, los hermanos pinzones del nuevo descubrimiento.

Hasta tal punto carecen de cacumen que a ninguno de ellos se les ha ocurrido abrir un restaurante de comidas baratas, al estilo de las antiguas fondas habaneras, en cualquiera de nuestros barrios pobres. Y no es únicamente -como justifican algunos- debido al alto precio de los suministros y a la inexistencia de un mercado mayorista. También, y sobre todo, es que por no saber, ni siquiera saben cómo hacerse ricos al modo en que enseñaban los chinos de La Habana, lentos pero aplastantes y gloriosos estrategas de la multiplicación del centavo.

Y no sólo es que no sepan hacerlo. Tampoco quieren. No entra en sus planes nada que no sea ganar dinero fácil, aunque resulte poco, y a través del menor esfuerzo. Son parte indisoluble del hombre nuevo creado por el totalitarismo fidelista. El hecho de que estén intentando escapar mansamente del rebaño, no los hace menos típicos: conservadores, timoratos, cerrados de mollera y muy especialmente equivocados en cuanto al capitalismo y sus preceptos económicos, otro efecto del adoctrinamiento ideológico, que en su caso actúa al revés, limándole las garras a la hora de luchar y afilándoselas para el egoísmo y la indolencia.

Justo por pertenecer a la manada del hombre nuevo fidelista, son –da igual si consciente o instintivamente- propensos a la conducta corrupta. Y hasta un colmo que quizá mueran de aburrimiento el día en que al fin el régimen consiga (si es que lo consigue) establecer un mercado mayorista capaz de cubrir sus necesidades de víveres sin que tengan que proveerse del robo y de lo mal habido.

Preocupa pensar que estos paisanos fundamentan en buena medida la irrupción de lo que tal vez muy pronto sea la nueva clase media cubana, la cual se supone que debiera asumir un rol protagónico en la defensa del progreso y del apego a los ideales democráticos. Bien arreglados nos veríamos si nos ponemos a esperar algo bueno del conformismo cobarde y de la indolencia barrigona de esta nueva claque, cuyo ascenso hoy propicia astutamente la dictadura.

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UNA ESTRELLA MAS EN EL FIRMAMENTO



 UNA ESTRELLA MAS 
EN EL FIRMAMENTO
 
Por Elsa M. Rodríguez

De nuevo las pantallas de nuestra televisión o del cine, pierden a alguien que ha sido nuestro héroe de ficción de muchas de las "aventuras" que el mismo ha tenido, interpretando a tantos personajes que llegaron a ser entrañables para muchos de nosotros. Se nos acaba de marchar puede que a un sitio mejor o al menos no tan convulsionado como este planeta en el que vivimos, un artista español que marcó etapas en la historia de la televisión y el cine en nuestro idioma, José (Pepe) Sancho.

A mi entender y mi gusto particular, fue uno de los mejores actores españoles de nuestra época. Con una mirada que hablaba más que sus propias palabras, daba muchas veces a entender lo que no decían sus labios.

Creo que vivió intensamente, no solamente actuando sino también en su vida personal. El, como el también desaparecido recientemente Sancho Gracia, marcó una época con la serie de aventuras típicamente española "Curro Jiménez", en la cual él era el hombre preparado y culto, de ahí su apodo de "El Estudiante", pero galán y buena persona como el mismo "Curro". Eran héroes de otras épocas donde aunque sus papeles eran los de un par de "ladrones", se les consideraba como "ladrones buenos" porque no robaban para enriquecerse como hacen hoy muchos ladrones de cuello y corbata. Ellos representaban la versión en castellano del personaje anglo-sajón Robin Hood.

Pero, Pepe Sancho no solamente hizo papeles de ladrón, también los hizo de policía, de amante esposo, de cura, creó estilo en todos y cada uno de sus personajes. Por eso es que hoy no solamente estamos de luto por la muerte de un hombre, sino por la pérdida de un gran artista. 

Siempre les recordaré a ambos, a "Curro" Jiménez y a "El Estudiante", pero hoy hay que despedir a "Pepe" Sancho. Se nos fue una estrella de la pantalla, pero ahora habrá una más en el firmamento. Descanse en paz.

Elsa M. Rodríguez
Hialeah, FL.

FRASE DE SABIDURÍA

Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años. 
- Abraham Lincoln (presidente de EEUU, Hodgenville, 1809–Washington, 1865) .

4 de marzo de 2013

PEPE SANCHO, SE EXTINGUE UNA RAZA



Pepe Sancho,
se extingue una raza


 Miguel Ayanz – La Razón, Madrid. 

Hasta casi el último momento luchó, con esa garra y ese genio tan suyos, por estar encima de un escenario. Así se marchan los actores de raza, queriendo estrenar, aunque, como ha sido el caso de José Sancho, Pepe para tantos españoles, no haya podido al final con su última obra. Yo le seguiré llamado José en estas líneas, no porque a él le molestara que en toda España se le llamara por ese diminutivo tan popular: había, hay, pocos actores tan admirados y queridos como él en nuestro país; pero siempre le reventó aquello de verse en titulares de Prensa como Pepe, él, que tan en serio se tomaba su oficio. José, pues. José Asunción Martínez Sancho, para ser más exactos, murió ayer domingo de un cáncer galopante que en los últimos meses había carcomido su cuerpo de galán, su rostro valenciano de bandolero y emperador, pero no su mirada incisiva y algo socarrona.

Rotundo y popular

En las últimas entrevistas, las que concedió por «La amante inglesa», un texto de Marguerite Duras dirigido por Natalia Menéndez en el que finalmente tuvo que ser sustituido antes de estrenar, todavía bromeaba sobre su salud y daba respuestas rotundas: era un tipo que llamó siempre al pan, pan, sin importarle ser incómodo y, desde luego, sin pensar en ese corsé tan común llamado corrección política. En todo momento estaba con él su querida Reyes Monforte, vigilante; acaso supiera ya, aunque el hombre orgulloso que era lo negara, la gravedad de su enfermedad.

Con 68 años ha dicho adiós en Valencia un gran actor de teatro, de cine y de televisión. Esta última le dio esa otra fama que hace que a uno le salude todo el mundo en un bar o en un taxi. Porque fue El Estudiante en «Curro Jiménez» y Don Pablo en «Cuéntame». Pero mucho antes que eso, y a la vez, y después incluso, José Sancho se había curtido y se había hecho a sí mismo en los teatros. Llegó de su Manises natal, como contaba en sus memorias, a un Madrid en el que costaba darse a conocer. Pero él, echado para adelante, con esa voz hecha lo mismo para interpretar a un rufián de taberna que para hacer un Don Juan, buscó –y encontró– trabajo a los rodajes, dejando que su personalidad arrolladora hiciera el resto.

Empezó a la vez en el cine y el teatro, en 1964. Sus primeros trabajos en las tablas fueron «Los árboles mueren de pie» y «La barca sin pescador», de Alejandro Casona. Fue el propio dramaturgo quien le dirigió en ambas en 1964.

Desde entonces, colaboró con algunos de los mejores directores de escena: Cayetano Luca de Tena, con quien hizo «Descalzos por el parque», de Neil Simon, ya como primer actor (1972); Manuel Manzaneque en «La Celestina», donde fue Calisto (1980); Miguel Narros, en «La Chunga», de Vargas Llosa (1986); Gustavo Pérez Puig y Mara Recatero en «El alcalde de Zalamea», de Calderón de la Barca (2003)...
Entre medias, una larga lista de títulos: «La fiebre de junio», de Alfonso Paso (1964), «La casa de las chivas», de Jaime Salom (1969), «Eslava 101», de Luis Escobar (1971), «Las troyanas», de Sartre (1972), «Nuestra ciudad», de Thornton Wilder (1974)...

Tuvo años prolíficos, como 1985: «Tres sombreros de copa», de Miguel Mihura, «Cuatro corazones con freno y marcha atrás», de Jardiel Poncela; «La enamorada del rey» y «La rosa de papel», de Valle-Inclán, y «El tragaluz», de Buero-Vallejo...

Su carrera en cine se desarrolló en paralelo, con títulos en los 60 como «Rebeldes en Canadá», «Amor sobre ruedas» o «La boda del señor cura». Ya en los 80, le llegarían proyectos como «El dorado» y «¡Ay, Carmela!», de Carlos Saura (1987 y 1989), y «Todos a la cárcel», de Berlanga (1993).

Con Pedro Almodóvar trabajó en «Carne trémula» (1997), que le valió un Goya al mejor actor de reparto, y en «Hable con ella» (2002). Fueron años intensos: «Los lobos de Washington», de Mariano Barroso, «Flores de otro mundo», de Iciar Bollaín, y «París Tombuctú», de nuevo con Berlanga (las tres en 1998); «Sexo por compasión», de Laura Mañá (2000)...

Mientras, siguió fiel a las tablas y nunca olvidó a los autores españoles: Alonso de Santos, Zorrilla, Alfonso Paso... Sin olvidar los grandes textos europeos. Y así hasta Tamayo, de quien tanto aprendió, en «Enrique IV», de Pirandello (2002), o José Carlos Plaza, en «Calcetines Opus 124» (2009)...

Luego voló prácticamente libre, dirigiendo y produciendo sus propios proyectos: reestrenó él mismo «Enrique IV» (2008), y luego llegarían «Los intereses creados», de Benavente (2010), que ya había estrenado en 1973, y «Los cuernos de Don Friolera», de Valle-Inclán (2012), a la postre, su última obra.

De Adriano hasta Centella: un sabio griego

Aunque hizo de todo en teatro, casi se podría escribir un libro aparte sobre la relación de José Sancho con los clásicos grecolatinos. Con el prestigioso director italiano Maurizio Scaparro puso en pie un arrollador «Memorias de Adriano», a partir de la novela de Marguerite Yourcenar: estrenado por un actor italiano inicialmente, lo trajo en 1998 a los festivales de verano de Grec, Mérida y Almagro, donde Sancho dio vida al emperador español. Lo reestrenó en 2005, con un enorme éxito.

El regista griego Michael Cacoyanis lo dirigió, de nuevo en el escenario del Teatro Romano de Mérida, junto a Nuria Espert en una «Medea» que aún da que hablar (2001). Los clásicos grecolatinos encontraron en él solidez y sabiduría, como su Creonte en la «Antígona» que estrenó junto a María Fernanda D'Ocón y Rosana Pastor a las órdenes de Eusebio Lázaro (2003) o el sabio e irónico esclavo Centella del «Plauto» que encarnó, de nuevo en Mérida, junto a Pepe Viyuela y dirigido por Juan José Afonso (2008).