(Caricatura de O. Santana)
13 de febrero de 2013
LAS 10 JOYAS DE LA ARQUITECTURA VALENCIANA
Las 10 joyas de la arquitectura valenciana:
El Edificio Rialto
El edificio Rialto es una de las representaciones más claras del art decó en la
Comunidad Valenciana. Sede del Instituto Valenciano de
Cinematografía, fue construido en 1939 tomando como inspiración el cine
Universum de Berlín, de Erich Mendelsohn.
Diseñado por el arquitecto
Cayetano Borso di Carminati (1900-1972), este edificio se caracteriza por su
fachada asimétrica de hierro y cristal y por sus interiores de escayolas con
grandes molduras curvas.
Fue inaugurado en vísperas de la Guerra Civil, y su primera
proyección fue la comedia «Sombrero de Copa» (1935).
A mediados de los años ochenta, el Rialto fue remozado por
los arquitectos Cristina y Camilo Grau García.
LOS ORÍGENES DE LA CUARESMA
Los orígenes de
la Cuaresma
La celebración de la Pascua del
Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año litúrgico. De
aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar
anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una
preparación adecuada, por medio de la oración y del ayuno, según el
modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno del viernes y sábado santos, como
preparación al Domingo de Resurrección.
LOS PRIMEROS PASOS
Paso a paso, mediante un proceso de
sedimentación, este período de preparación pascual fue consolidándose
hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo
de Cuaresma. Influyeron también, sin duda, las exigencias del catecumenado
y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.
La primitiva celebración de la Pascua
del Señor conoció la costumbre de un ayuno preparatorio el viernes y
sábado previos a dicha conmemoración. Por otra parte, en el siglo III,
la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede
romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.
EN EL SIGLO IV SE CONSOLIDA
LA ESTRUCTURA CUARESMAL DE CUARENTA
DÍAS
De todos modos, como en otros
ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura
orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época
aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la institución de la cuaresma
de cuarenta días, el período de preparación pascual se circunscribía
en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y
domingos. Este ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en
vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura
cuaresmal de cuarenta días.
El período cuaresmal de seis
semanas de duración nació probablemente vinculado a la práctica
penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto
domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la
reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo.
Como este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de
Quadragesima o cuaresma.
¿POR QUÉ LA CENIZA?
Hacia finales del siglo V,
el miércoles y viernes previos al primer domingo de cuaresma comenzaron a
celebrarse cómo si formaran parte del período penitencial, probablemente como
medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el ayuno. Dicho
miércoles, los penitentes por la imposición de la ceniza, ingresaban en
el orden que regulaba la penitencia canónica. Cuando la institución penitencial
desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad cristiana: este es el
origen del Miércoles de Ceniza o «Feria IV anerum».
El proceso de alargamiento del
período penitencial continuó de forma irremediable. Esta anticipación del ayuno
cuaresmal no es una práctica exclusivamente romana: se encuentra también en
Oriente, y en diversas regiones de Occidente.
¿POR QUÉ CUARENTA DÍAS?
El significado teológico de la Cuaresma
es muy rico. Su estructura de cuarentena conlleva un enfoque doctrinal
peculiar.
En efecto, cuando el ayuno se
limitaba a dos días —o una semana a lo sumo—, esta costumbre litúrgica podía
justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia
del Esposo, o por el clima de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuaresmal
supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el
significado simbólico del número cuarenta.
En primer lugar, no debe pasarse
por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma con la lectura del
evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período
cuaresmal constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual
que en el caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.
En la Cuaresma, la Iglesia
vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba. Así
lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo de
Israel por el Sinaí. Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta,
como se advierte en el Antiguo y Nuevo Testamento. Así, la cuarentena evoca la
idea de preparación: cuarenta días de Moisés y Elías previos
al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para
alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús
antes del comienzo de su ministerio público. La Cuaresma es un período de
preparación para la celebración de las solemnidades pascuales: iniciación
cristiana y reconciliación de los penitentes.
El Concilio Vaticano II (cfr. SC 109) ha
señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial,
y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima
de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.
El período cuaresmal concluye la
mañana del Jueves Santo con la Misa crismal
—Missa Chrismalis— que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta
Misa manifiesta la comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico
sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante la celebración se bendicen, además,
los santos óleos y se consagra el crisma.
El tiempo de Cuaresma se extiende
desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor del Jueves
Santo, exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes
de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se
viven el ayuno y la abstinencia.
Reproducido de primeroscristianos.com
12 de febrero de 2013
PUEDE EL PAPA DIMITIR?
En la Historia de la Iglesia han sido pocos los
casos de dimisión del Pontífice. Uno de los más célebres fue el de Benedicto
IX, elegido en 1032. Poco se sabe de él, de acuerdo a la tradición conservada
por la Abadía de Grottaferrata, donde murió haciendo penitencia después de su
dimisión.
En 1294 Pietro del Morrone, un anciano de 80 años, eremita benedictino que vivía exclusivamente dedicado a la oración y a la penitencia, fue elegido Papa por un consistorio de 12 cardenales entre los cuales, lógicamente, no se encontraba él. Fue elegido el 5 de julio de 1294, consagrado solemnemente el 29 de agosto del mismo año en la Iglesia de Santa Maria del Collemaggio, en la zona italiana de Aquila, tomando el nombre de Celestino V. Renunció el 13 de diciembre de 1294, al declararse sin experiencia en el manejo de los asuntos de la Iglesia, retirándose a vivir nuevamente su vida de oración y sacrificio. Fue canonizado el 5 de mayo de 1313 y se le conoce como el “Papa Angélico” por el interés que tuvo en vivir siempre el ideal de la santidad y el hacer vivir dicho ideal a toda la Iglesia.
El último Papa que renunció fue Gregorio XII, el veneciano Angelo Correr, quien se retiró en 1415, dos años antes de morir.
Por las historias anteriores, consignadas en varios libros de Historia de la Iglesia, entre los que destacan “Grandi Dizionario Ilustrato dei Papi”, de John N.D. Kelly (Ed. Piemme) y “I Papi nella storia” (Coletti Editori, Roma), un Papa puede renunciar.
Así lo establece el Derecho Canónico en el Canon 332, párrafo 2, que dice: “Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie”.
Los comentaristas al Derecho Canónico han mencionado que, si bien la fórmula del canon no exige una forma determinada, lo lógico sería que fuera por escrito y ante testigos, ya que éste es el procedimiento ordinario para actos de este tipo.
Por lo tanto el Papa puede renunciar y nadie debería mostrar ningún recelo si esto sucediera: el Derecho Canónico lo prevé y lo reglamenta. ¿Cuántos hombres a los 80 años después de una vida de trabajos no se jubilan y gozan de una pensión sin que nadie se extrañe?
Juan Pablo II, -después de una juventud azarosa bajo la ocupación nazi, una preparación al sacerdocio en la clandestinidad de la Polonia ocupada por los nazis, un trabajo como obispo oponiéndose siempre al régimen comunista, un papado activo y militante, un atentado sufrido en plena Plaza de San Pedro y diversos problemas de salud-, durante 26 años sostuvo en sus manos el timón de la barca de Pedro hasta el día de su muerte, con la misma firmeza de siempre.
Nuestro pontífice actual, Benedicto XVI, ha afirmado en el libro ´Luz del mundo´ (2010), que el Papa puede dimitir cuando considera que no se encuentra capaz física, mental y espiritualmente para desarrollar el encargo confiado. El Papa indica que nota cómo sus fuerzas van disminuyendo y que tal vez el trabajo que conlleva el Pontificado "sea excesivo para un hombre de 83 años". Sin embargo, ha subrayado que no dimitiría a pesar de las dificultades de su Pontificado porque "cuando el peligro es grande no se puede huir" sino que es necesario "resistir y superar la situación difícil".
Según manifestó Benedicto XVI, se puede dimitir "en un momento de serenidad o cuando ya no se puede más" pero no se puede huir "precisamente en el momento del peligro".
Reproducido de catholic.net
DECLARACIÓN DE SS BENEDICTO XVI
Declaratio
Queridísimos hermanos,
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para
las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de
gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante
Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad
avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino.
Soy muy consciente de que este ministerio, por su
naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y
palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en
el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de
gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y
anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del
espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que
he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue
encomendado.
Por esto,
siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro
que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue
confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que,
desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de
San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene
competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, os doy las gracias de
corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso
de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos.
Ahora, confiamos la
Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a
María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales
al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el
futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida
dedicada a la plegaria.
Vaticano, 10 de febrero 2013.
BENEDICTUS
PP XVI
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