10 de febrero de 2013

EL DOMINGO DE LA PESCA MILAGROSA



…estando él a orillas del lago de Genesaret,
vio dos barcas que estaban junto a la orilla:
 los pescadores habían desembarcado
y estaban lavando las redes.
Subió a una de las barcas, la de Simón,
y le pidió que le apartara un poco de tierra.
Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
- Rema mar adentro y echa las redes para pescar.
Simón contestó:
- Maestro, nos hemos pasado la noche bregando
 y no hemos cogido nada;
pero, por tu palabra, echaré las redes.
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces grande,
que reventaba la red.
Hicieron señas a los socios de la otra barca,
para que vinieran a echarles una mano.
Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas,
que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:
- Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.
Y es que el asombro se había apoderado de él
y de los que estaban con él,
 al ver la redada de peces que habían cogido;
y lo mismo pasaba a Santiago y Juan, hijos del Zebedeo,
que eran compañeros de Simón:
- No temas: desde ahora, serás pescador de hombres.
Ellos sacaron las barcas a tierra y,
dejándolo todo, lo siguieron.
Lucas 5, 1-11


Gracias, Señor,
por despertarnos a la fe,
por empujarnos mar adentro,
por regalarnos el don de la resurrección,
por la fuerza de la Eucaristía,
por nuestros sacerdotes,
por la barca de tu Iglesia,
por todos los que reman y trabajan con ella,
por quitarnos los miedos,
por tu Palabra que nos ilumina,
por enviarnos a dar testimonio de Ti.

Javier Leoz, betania.es

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EN PAZ DESCANSE EL CENTAVO


En paz descanse el centavo

Rev. Martín Añorga

En Canadá ya se ha decretado la muerte de la moneda de a centavo, la que ha dejado de tener valor en el vecino país desde el 4 de febrero. La última moneda canadiense de un centavo fue acuñada el 4 de mayo del 2012, y se estima que debido a su cancelación se ahorrará el fisco canadiense la respetable cantidad de 4 millones de dólares al año. El proyecto en los Estados Unidos de aplicarle la “eutanasia” al viejo centavito con la venerada imagen de Abraham Lincoln ha estado por años bajo discusión y aparentemente la decisión de liquidarlo cada vez se hace más cercana, a pesar de que una notable cantidad de ciudadanos preferiría que se conservara su existencia.

De hecho, ya hay negocios y negociantes que le han impuesto la pena de muerte al centavo antes de que oficialmente se decrete su desaparición. Por ejemplo, en nuestra propia ciudad, el almacén Shell Lumber ha colocado frente a sus cajas recaudadoras un anuncio claramente legible que dice textualmente “no se aceptan centavos”. Hace algunas semanas su dueño, Andy Hasse decidió que “era demasiado”: “Cada segundo cuenta. Estábamos gastando dinero y perdiendo tiempo”, afirma en referencia al tiempo que necesitaban sus empleados para contar los centavos. “Desde entonces, todas las compras se redondean a favor del cliente. Esto reduce un poco las ganancias, pero compensa por el tiempo que tendríamos que pasar contando moneditas”, añade.

No se trata de una decisión local, pues hechos semejantes ocurren en varios otros lugares de la nación. En el conocido sitio para acampar, KOA, en Colorado, tienen en vigor desde el año 2007 la política de no aceptar centavos “No tiene sentido manejar las monedas de a centavo. En la vida real carecen de valor”, dice su dueño Jim Turner, quien afirma que “aquí nadie se ha quejado de la medida”.

Incidentalmente, si hoy día usted se encuentra con una de las oscuras monedita de a centavo con fecha del año 1909, llévela a un experto en numismática, pues pudiera valer varios miles de dólares. Al correr de los años el “penny” (de “penique en inglés), ha adoptado cinco facetas de la vida del presidente Abraham Lincoln: su cabaña de nacimiento, su presidencia, su vida profesional, sus años formativos y su tradicional perfil. Desde el año 1909, en celebración del centenario del amado décimo sexto presidente de los Estados Unidos, nacido el 12 de febrero de 1809, su imagen no ha faltado en la moneda de a centavo. Desde el 1959 hasta el 2008 la imagen en la moneda fue el monumento a Lincoln erigido en Washington. El reverso fue rediseñado en conmemoración del 200 aniversario de Lincoln en 2009, y a partir del 2010 la moneda recobró su diseño tradicional. La famosa monedita, tan venida a menos hoy, mide 19.05 de diámetro y 1.15 milímetro de grueso.

A título de curiosidad compartimos la siguiente información: se estima que existen ciento cincuenta mil millones de monedas de un centavo en Estados Unidos: El total de las mismas tiene un peso equivalente a ocho naves como el Titanic. Si se formara una línea con los centavos existentes, la misma cubriría el 60% de la distancia que hay entre la luna y la tierra, es decir, 232,500 kilómetros.

Edmond Knowles, de Flomaton, Alabama, coleccionó durante 38 años más de un millón trescientos mil “pennies” antes de llevarlos al banco a cambio de $13,084.59 en el año 2005. Se cree que ha sido la historia del mayor canje de centavos en el mundo.

En un artículo de la revista Time con fecha del 4 de febrero se trata extensamente el polémico tema de la probable desaparición del centavo. Empieza el mismo con una referencia a la planta de zinc de 350,000 pies cuadrados, situada a unas cuantas millas de Greenville, en Tenn. Desde el año 1982 la compañía “Jarden Zinc Products Manufacturing” fabrica los discos de metal que se convierten después en la moneda de un centavo en los Estados Unidos.

El valor del centavo ha ido reduciéndose por décadas. En el año 1913 la moneda tenía casi 25 veces el poder de compra que tiene hoy. de acuerdo con el Buró de Estadísticas Laborales. Alrededor del 2006 ya era más caro producir la moneda que el valor que representaba. Actualmente se calcula que cada centavo creado cuesta más de dos centavos y medio. Parcialmente este hecho se debe a la carestía del zinc y al costo laboral de manejarlo. En el año 1982 el zinc reemplazó al cobre como la materia prima para fabricar el disco de a centavo, pero el ahorro se ha desvanecido con el creciente proceso de inflación en el país.

Según la Oficina de Contabilidad General de los Estados Unidos, dos tercios de los centavos en existencia ya están fuera de circulación. Muchos, incluso, desaparecen casi en el momento en que llegan al público. Los centavos suelen ser desechados por los comerciantes y en la mayoría de los casos encuentran su destino en un pomo en el hogar de sus dueños, los que suelen olvidarlos como moneda de valor.

A pesar de las razones fiscales de los que apoyan la despedida del tradicional centavito, hay grupos diseminados en la nación que abogan por su preservación. El grupo “Americanos por el centavo tradicional” (ACC) afirma que el centavo ha sido la base histórica para grandes obras de caridad, y que todavía hoy día hay personas que se dedican a recoger las monedas que se olvidan en el piso o que simplemente son lanzadas a la calle por sus dueños, y que esa labor les ofrece dividendos que ayudan en la economía familiar.

Por otra parte, Robert Whaples, economista de la Universidad Wake Forest, condujo un estudio investigativo por medio del cual fueron consultados alrededor de 200,000 tiendas comúnmente llamadas “de conveniencia”. Su conclusión ha sido que la eliminación del centavo como moneda con valor de circulación, produciría un ahorro anual de 730 millones de dólares en el ámbito comercial nacional.

Hasta cierto punto los economistas y los oficiales del gobierno nos confunden con los números que manejan. Creemos que en el país hay muchas otras avenidas que recorrer para lograr sustanciales ahorros, y que sacrificar al inofensivo centavito que nos recuerda a Lincoln es simplemente una acción aislada que no justificaría el ahorro que produce. Quizás si se menciona un plazo razonablemente espacioso para que vayamos acostumbrándonos a la idea de que el centavito va a lograr permiso definitivo de ausencia, el asunto no sea tan espinoso como lo es actualmente.

En un pueblo ir contra sus tradiciones es un paso que provoca nostalgias, desilusiones y oposición. Borrar del mapa al viejo “penny” es lo mismo que suprimir en un juego de “baseball” el perro caliente o las rositas de maíz en un cine. Espero que por ahora no lleguemos a tanto.

Y para terminar, el consejo necesario: no bote sus “pennies” sin revisarlos. A lo mejor tiene uno del año 1909 y es rico sin saberlo.

Reproducido de libreonline.com

TEATRO, LA LENGUA EN PEDAZOS, SANTA TERESA


 Teatro:

La Lengua en Pedazos”

Santa Teresa,

Mayorga alcanza el éxtasis


Miguel Ayanz,  Madrid.
La Razón

Lo suyo eran arrebatos, viajes más allá de la carne hasta una inexplicable comunión por los que más de uno la quiso ver como una demente, una enferma –lo estuvo, en realidad, aunque eso no significa que sus éxtasis fueran falsos– o una peligrosa provocadora. Los siglos la han respetado, y Teresa de Jesús ha llegado a nuestros días como mística y escritora.

«Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero»,

comienza y repite su poema más célebre, todo un resumen del sentir de una mujer que en el éxtasis tocaba a Jesús y a la que la Iglesia acabó canonizando.

Su vida ha sido llevada al teatro y al cine varias veces, la última por Ray Loriga, «Teresa, el cuerpo de Cristo» (2007, Paz Vega encarnó a la monja). Pero fue su verbo lo que atrajo a un hombre de palabras como es Juan Mayorga.

 El dramaturgo la ha convertido en uno de los dos polos de «La lengua en pedazos», un diálogo entre Teresa de Jesús y un inquisidor. Una pugna nacida de textos como «El libro de la vida» o la correspondencia de la religiosa, todo pasado por la pluma de uno de nuestros mejores dramaturgos. El autor de «Himmelweg», «Animales nocturnos» o «Cartas de amor a Stalin», entre otras muchas obras, da un paso más y debuta con este montaje como director. Y para ello, cuenta con Clara Sanchis como Teresa de Jesús, una mujer aún lejos de la futura santidad, y Pedro Miguel Martínez en la piel del inquisidor.

Inteligente y heterodoxa
Dos amigos de Mayorga, un filósofo y un clérigo, le propusieron hace algún tiempo releer a Santa Teresa, «a quien todos hemos leído y creemos conocer bien», explica el autor. «Me encontré, para empezar, el enorme impacto que me provoca su palabra, sabrosa, cargada de imágenes, honda y tensa. El personaje me interesó inmediatamente. Pensé: si esta palabra es salvaje, el personaje que lo sostiene no lo es menos». Y, tras investigar y releer a la mística, decidió partir de un momento clave en su vida: la escisión del convento al que pertenecía para fundar, junto a otras religiosas su propia orden.

«Teresa de Jesús era una mujer enormemente fuerte, por su carácter, pero a la vez frágil por tres aspectos: el primero, es una mujer inteligente, y eso la situaba siempre bajo sospecha. En segundo lugar, es nieta de converso; y en tercero, tenía una espiritualidad heterodoxa», prosigue el escritor.

Su forma de entender el amor a Dios, libre, sin ataduras, molestó a la Iglesia del momento. «Leyendo "El libro de la vida" fue apareciendo en mi imaginación el inquisidor, que no es un antagonista, sino un enemigo íntimo», cuenta Mayorga, que ha tratado de construir un personaje a la altura de la mística, no un burdo extremista. «Es un inquisidor racional, del que buena parte de las frases que dice podrían ser suscritas por muchos de los espectadores», prosigue. Al fin y al cabo, ambos comparten fe, aunque difieren en los planteamientos. «Es una situación totalmente ficticia, si bien Teresa tuvo sus más y sus menos con la Inquisición», matiza el autor.

Nostalgia del castellano
De la prosa y el verso hipnóticos de la escritora nace el título del espectáculo y añade otro tema más a tan interesante conjunto: el idioma. «Hemos tratado de despertar la nostalgia de la lengua. Hoy escuchamos el castellano, pero casi es una lengua extranjera. Frente a ese castellano abaratado que a menudo se nos obliga a oír, escuchamos aquí una palabra hondísima», explica Mayorga.

Y está, claro, el espinoso tema del sentimiento religioso. Mayorga lo sabe: «Por supuesto que hay espectadores creyentes que sienten gratitud. A otros, que en principio tenían sus dudas, los hemos convencido. También hay quienes sienten que ésta no es su Teresa y se enfadan. Es parte del juego. Si el teatro no crea expectación y divide al patio de butacas es irrelevante».

En escena, el novel director plantea un duelo sobrio, ambientado en una cocina atemporal, que podría hablarnos de una religiosa del siglo XVI o del siglo XXI, una buscada ambigüedad para acercar el dilema al espectador de hoy.

«Con algunos de los directores con los que he trabajado he tenido una relación fecunda, y he aprendido de sus aciertos y de sus errores», dice con diplomacia. Y asegura que han sido «audaces» en este espectáculo que más de un amigo le recomendó no estrenar: «No hay nada más antiteatral que rezar en escena, pero lo probamos y nos pareció interesante incluir esa escena». El resumen es positivo y lo expresa con exactitud matemática: «Es una experiencia fascinante, he descubierto que dirigir es escribir en el espacio y el tiempo».