19 de diciembre de 2012

SECRETOS DE LA NAVIDAD



Secretos de la Navidad

La Navidad es inagotable. Después de dos mil años, sigue ilusionando a los niños, inspirando a los artistas, arrobando a los místicos y movilizando al mundo entero. Basta recorrer las principales avenidas y comercios del orbe a partir de noviembre para sentir la fuerza del fenómeno. Y esto en una cultura que es llamada ya por muchos "post-moderna"; es decir, que dejó atrás la modernidad y se ha vuelto "ultramoderna", sobre todo por su dominio técnico y científico, su estructuración geopolítica y social y su configuración global.

En esta nueva edad de la humanidad, contrasta cada vez más la celebración de la Navidad con la tradición de la Navidad. Las tradiciones, en general, están muy devaluadas. Se ha difundido la idea de que son algo que se hace sólo por costumbre, inercia o imposición social o religiosa. Muy al contrario, las tradiciones son como las mejores prácticas de la humanidad, amasadas en forma de costumbre o recurrencia, precisamente para que no se pierdan. Las tradiciones tienen un núcleo interior, un sentido profundo que inspira y da significado a la celebración exterior.

La celebración de la Navidad, sin embargo, está siendo cada vez más superficial y material. Y a medida que se va imponiendo un modelo pagano y comercial de celebrarla, se va perdiendo su riqueza profunda y su encanto. Hacen falta nuevos puentes entre tradición y postmodernidad. Sin duda, hay muchos elementos que depurar en ciertas tradiciones. Pero es preciso redescubrir el valor de las sanas tradiciones, si no queremos perder irresponsablemente riquezas atesoradas por la humanidad a lo largo de siglos y milenios.

La Navidad es la tradición por excelencia. Aunque inmediatamente hay que aclarar que la Navidad es mucho más que una tradición. Es un acontecimiento. Un evento histórico o, mejor, "metahistórico", en el sentido de que rebasa, desborda y envuelve la historia misma, iluminándola y dándole su pleno significado. Por eso, la Navidad jamás será obsoleta. Y por eso también hoy tiene tanto que decirle a nuestra cultura postmoderna.

El secreto del burro y el buey: la calma

La nuestra es una sociedad apresurada. No tenemos tiempo para nada. Parecemos "malabaristas" de la existencia: sentimos la presión de mantener muchos roles y responsabilidades en el aire y la limitación de contar sólo con "dos manos". 

Y se nos nota: la prisa nos apremia; y también nos maltrata. Más allá de los estragos del stress, tan bien documentados, a veces cometemos errores muy básicos por no dedicarle a cada cosa su tiempo. No hace mucho, al bajar del coche, por la prisa, cerré la puerta sin estar "completamente fuera". ¿El resultado? Un dedo "machucado" y algunas estrellas.

El burro y el buey, siempre presentes en los nacimientos, tienen un secreto que ofrecernos: la calma. La tradición de colocar estos dos animales junto al pesebre del Niño Jesús no es ornamental. Tiene fundamento bíblico: "Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo", escribe el profeta Isaías (1, 3).

Recuerdo el gesto sereno y apacible del burro y del buey del nacimiento que poníamos en casa. Dos modelos humanos difícilmente hubieran podido expresar tanta calma. El burro y el buey simplemente "están". No se mueven. No caminan. No se marchan. No tienen ninguna prisa.
 
La calma supone saber estar donde se debe estar en cada momento. Claro, supone también una buena organización personal y claridad de prioridades. Si quieres calma -parecen decirnos estos animales- dale prioridad a Dios. Ellos reconocieron en el Niño Jesús a su "dueño y amo". En otras palabras, no tenían otro lugar mejor donde estar en ese momento. Si Dios fuera siempre nuestra prioridad, y le dedicáramos tiempo a la oración, al trato con Él, seguramente tendríamos más calma.  

«Ustedes tienen el reloj; nosotros tenemos el tiempo», decía un viejo beduino del desierto a un turista. Aprendamos del burro y el buey a no dejarnos presionar tanto por las manecillas. Y menos cuando estemos en oración. Nunca como entonces se puede saborear la serena alegría de estar junto a Dios en plena calma.
 

Catholic.net

MAS REVELACIONES ESCALOFRIANTES

Más revelaciones escalofriantes 
sobre el horrible crimen en Newtown 

El autor de la masacre de Newtown (Connecticut), Adam Lanza, disparó cuatro veces en la cabeza a su madre, Nancy Lanza, cuando dormía, según informó hoy el director de la Oficina del Forense de Connecticut, Wayne Carver.

Carver explicó, además, que las autopsias tanto del autor como de su madre ya han finalizado y señaló que el joven de 20 años se quitó la vida con un disparo en la frente. Carver descartó que Adam estuviera bajo medicación en el momento en que perpetró la masacre, como se había barajado tras las declaraciones de su tío Jonathan, quien dijo que su sobrino estaba siendo tratado contra la esquizofrenia.

Sin embargo, los padres de Adam habían dicho en alguna ocasión en su círculo de amigos que su hijo padecía el síndrome de Asperger, una variante del autismo, pero no se sabe aún si había sido diagnosticado formalmente. 

Las investigaciones continúan en la casa que Adam Lanza compartía con su madre, donde los agentes se han incautado de teléfonos celulares, ordenadores personales y videojuegos, pero no han encontrado nada en la residencia que indique que estaba tomando medicación. Las autoridades está a la espera de recibir autorización judicial para estudiar el historial médico del joven.
abc.es

FRASE DE SABIDURÍA

¡He perdido mi gotita de rocío!, dice la flor al cielo del amanecer, que ha perdido todas sus estrellas.

- Rabindranath Tagore (1861-1941) Filósofo y escritor indio.

18 de diciembre de 2012

LA MADRE DEL ASESINO SE PREPARABA PARA EL FIN DEL MUNDO


La madre del asesino 
se preparaba 
para el fin del mundo


Marta Torres / Enviada especial .  Newtown.
La Razón, Madrid

Nancy Lanza, de 52 años, quizá sabía que algo malo iba a ocurrir. Hace días le dijo a un amigo, que ha preferido no revelar su identidad, que «creo que le estoy perdiendo [por Adam Lanza]». Estaba en «My Place», el bar de este pequeño pueblo de Co-nnecticut donde la estadounidense iba a tomar cervezas. Ese día, se había tomado unas cuantas. Y Nancy habló de Adam, del que no solía dar muchos detalles. Prefería contar cosas de su otro hijo, Ryan, el mayor, que tiene 24 años y fue al que se atribuyó en un primer momento la autoría del tiroteo. En cambio, esa noche habló de Adam. «Nancy estaba preocupada. Me dijo días antes de esta tragedia que había visto a Adam quemarse con un mechero. No sé si en los brazos o en los codos. Le pregunté si le iba a conseguir ayuda, y me dijo que sí», recuerda el vecino de Newtown.

Considerada una «survivalist», era miembro de un grupo que cree en el fin del mundo. Los «survivalists» suelen almacenar comida, agua y pistolas; ella se obsesionó con que la humanidad estaba al borde de un final violento y del derrumbamiento del sistema económico. Nancy había cambiado con el paso de los años. Y el otro día en el bar estaba al límite.

Otros amigos relatan que en otra ocasión, cuando el chico estaba enfermo, no dejó que su madre entrase en su habitación. Y Nancy decidió dormir en la alfombra en la puerta del dormitorio del joven. Procuraba hablar poco de Adam. Pero todo era muy extraño. Nancy siempre vivió preocupada por su hijo. Era como si intuyese que algún día iba a ocurrir algo de lo que hubiese que lamentarse después. Aun así, sobreprotegía a su hijo. ¿Qué iba a hacer si no? Su canguro, [Nana, baby sitter], Ryan Kraft, recuerda que tenía unas instrucciones algo escalofriantes cuando tenía que cuidar del niño. Entonces, tenía sólo nueve años. Pero su comportamiento era bastante raro. Y ahora todo encaja. Así, cuando Kraft escuchó el viernes lo que había pasado, empezó a mover la cabeza y recordó los momentos en los que se hizo cargo del niño. Nancy le dio instrucciones muy claras y precisas: «Vigílale siempre. Nunca le des la espalda. No vayas al baño o algo parecido», insistía siempre. Kraft explicó que «cuando hacíamos algo, ya fuese jugar con los Legos o videojuegos, estaba muy concentrado», indicó sobre Adam Lanza, quien sufría una anomalía que no le permitía sentir el dolor físico.

A los 16 años, Nancy Lanza decidió sacarle del colegio. Había discutido demasiado con el director y los profesores de la Escuela Secundaria de Newtown, donde Adam cursaba sus estudios. Pero éstos estaban muy preocupados y decidieron asignarle un psicólogo. Ahora pensaba en trasladarse al Estado de Washington, al otro lado del país. Quizá, Carolina del Norte, para inscribir a Adam en un instituto nuevo. Conforme avanza la investigación y conocemos más detalles de los últimos momentos de la vida de los 20 niños, surgen más preguntas sobre el autor de la tragedia, Adam Lanza, de 20 años, y su madre Nancy. ¿Por qué un chico con estos problemas mentales tenía acceso a todas estas armas? ¿Por qué su madre compró un rifle semiautomático que utilizan las tropas estadounidenses para cazar terroristas del Al Qaeda?

Adam ocupaba dos habitaciones de la casa en la que vivía con su madre. Todo apunta a que usaba un cuarto para dormir y ahí tenía su ropa, mientras que en el otro almacenaba sus pertenencias, incluido su ordenador. Dos agentes al frente de la investigación reconocieron ayer que el disco duro del ordenador de Adam había sido arrancado y roto en pedazos. Parece una pieza clave de la investigación, por lo que lo que se ha recurrido a los forenses expertos en electrónica del FBI para examinarlo. Los agentes podrán determinar si actuó realmente solo, cómo lo planeó, si consiguió toda la munición a través de internet... El hecho de que lo haya destruido le da más importancia.

El teniente de la Policía de Connecticut, Paul Vance, indicó ayer que el chico «tenía cientos de balas». Estaba dispuesto a matar a todos los niños del colegio, donde los vecinos han llevado 20 árboles de Navidad adornados con peluches en recuerdo de los pequeños.

Mientras, ayer tuvieron lugar los dos primeros funerales de las víctimas de esta tragedia en Sandy Hook en memoria de Noah Pozner y Jack Pinto, ambos de 6 años. El servicio de Pozner se produjo en Fairfiel, localidad vecina. Sus restos mortales recibieron sepultura en el cementerio de B' nai Israel en Monroe. La ceremonia en recuerdo de Pinto se realizó en el tanatorio de Honan y el entierro fue en el cementerio de Newtown.

EL MOLINO Y LA CRUZ



El Molino y la Cruz

Dirección: Lech Majewski.
Guión: L. Majewski, Michael Francis Gibson.
Intérpretes: Rutger Hauer, Michael York, Charlotte Rampling.
Polonia-Suecia, 2012. Duración: 92 minutos. Drama

La película se inspira en la obra "Cristo cargando la cruz" o “Camino al Calvario” del pintor flamenco Pieter Brueghel "el Viejo". Se eligieron doce personajes del cuadro y sus historias se combinaron con los avatares de la creación de la tela. Majewski pintó los decorados y se utilizó lo último en técnicas digitales para incorporar a los actores al mundo de Brueghel. La película se exhibió en Sundance. (FILMAFFINITY)

Hay, en la historia del cine, películas sobre pintores –de Miguel Ángel a Basquiat, pasando por Goya, Vermeer o Pollock–, incluso sobre cuadros concretos y procesos artísticos. Pero cuesta encontrar una que, como «El molino y la cruz», sea en sí misma un cuadro, o lo más próximo a su representación en el lenguaje del celuloide. 


 Es un espectáculo en sí misma, una pequeña y extraña joya desde el punto de vista formal: los grandes cuadros que adquieren vida propia, estos personajes que, dentro de los lienzos, caminan, portan leña, tiran de los animales, venden pan, mientras el pintor los espía y esboza la imagen para que la eternidad se ocupe de ella.

Inspirada en la maravillosa obra «Camino al calvario» del pintor flamenco Pieter Brueghel el Viejo, y con una profundidad de campo de resultado casi tridimensional, hay mucho de Bergman en la luz y la mirada a veces un tanto fría, desapegada, de Majewski, sobre sus criaturas, incluso Pasolini habría sonreído de medio lado ante estos hombres con pocos dientes y algunas plumas en el sombrero.

Y, por encima de ello, se asombraría ante la suciedad y miseria. Porque, más allá del continente y la belleza de cada detalle en esta producción hipnótica, de ese mimo riguroso por la imagen «congelada», existe una especie de oscuridad espesa, insalubre, y se presiente el olor de la muerte y la lenta putrefacción de los cuerpos mientras las aves devoran hasta las entrañas de un pobre tipo en un filme que ofrece una visión bastante dura de cómo Flandes tuvo que soportar aquella época la opresión de los españoles. Hay muy pocas palabras, sin embargo, en la cinta, casi todas pronunciadas por un cinematográficamente recuperado Michael York. Aunque, y quizá pocas veces mejor dicho, una imagen vale más que mil palabras. Y que cien mil.

Reto artístico, reflexión histórico-social, órdago simbológico, el filme del artista plástico, director de escena y cineasta polaco Lech Majewski se escapa de lo convencional no sólo en su punto de partida sino en su forma. Majewski cayó cautivado por un ensayo que le envió el crítico de arte Michael Francis Gibson sobre el cuadro de Pieter Brueghel «El camino al calvario»: «Me lo envió con una anotación en la que decía que yo tenía una mente bruegeliana –cuenta–. Era un ensayo de 230 páginas maravillosamente escrito. Lo leí de golpe y me sugirió tantas imágenes que supe que quería hacer una película sobre él».

Así nació un filme en el que Majewski se adentra en las historias de los personajes del lienzo; una cinta coral en la que destacan Rutger Hauer –que encarna al propio Brueghel–, Michael York y Charlotte Rampling. Un viaje a una época en la que lo espiritual, lo religioso, empapaba el día a día de Europa; también una denuncia de la brutalidad y la intolerancia, personificada –qué le vamos a hacer– por los soldados españoles de Flandes y la Inquisición... «Dios no es un término preciso: dos personas que hablan de Dios dicen cosas diferentes», sentencia.

Reproducido de larazon.es

Netflix ya tiene en sus listas el DVD "El Molino y la Cruz", e igualmente está disponible en Amazon.com

GALA HOMENAJE CENTENARIO DE LA DIÓCESIS DE CAMAGÜEY

FRASE DE SABIDURÍA

No tomes todas las bromas a broma, porque hay bromas que embroman.
- Emilio A Cosío (1926-2011) Escritor y humorista cubano)

17 de diciembre de 2012

LOS FUNERALES DEL COMANDANTE



LOS FUNERALES DEL COMANDANTE 
Y EL PASO DE LAS MARIPOSAS

Patricia Gutiérrez Menoyo

Fueron las 72 horas más cargadas que me haya tocado vivir. Horas marcadas por conexiones misteriosas entre hechos aparentemente distantes o inconexos. Ha sido una aventura del espíritu en la que nunca me sentí como si lo que ocurría le estuviera pasando a otra persona como suele ser en esos casos en que la realidad y no lo  real se mezclan.  

El ataúd de Eloy Gutiérrez Menoyo era de la madera más simple, austeridad que él hubiera celebrado de no ser por la crasa capa de vinilo pintada de negro de su estructura. De cualquier forma, en lo que pensaba cómo podría ser hoy el final de cualquier cubano, sorprendía aquel ataúd que le daba un sentido perfecto a su vida.

La funeraria de Calzada y K (no sé qué nombre tuvo antes del 59; creo que fue Caballero como la de Miami, ciudad en la que me tocó nacer) fue visitada por muchos de sus amigos. Por llegar en la madrugada, pude abrazar a tantos de ellos, que habían realizado la proeza de trasladarse allí desde remotos lugares de la isla. Trasladarse en Cuba es eso: una proeza. Se me confirmaría a la mañana siguiente cuando saldríamos rumbo a Guanabacoa donde está uno de los tres crematorios que existen en todo el país (el del Cementerio de Colón ya no funciona). El viaje a Cuanabacoa fue también una aventura que me recordó la tragicomedia del cine cubano Guantanamera y la anterior, Muerte de un burócrata. 

Incinerar a  Menoyo fue fácil. Su cuerpo pesaba poco y así me lo hizo saber uno de los empleados a la vez que me invitaba a recoger una de las urnas que me incluirían en el precio del funeral. ¡Pero si todas son iguales!, le dije. A lo que me respondió: ¡Sí! Por eso le sigo que escoja la que usted quiera. Papá hubiera disfrutado el humor negro, aun a su costa. Me detuve unos segundos. Bastaron para descubrir que todas no eran iguales. Opté por la de mayor cantidad de vetas verdes, color símbolo de esperanza que a su vez es el de la espiga de la flor nacional, la mariposa, que engalana la letra "M" del logo de Cambio Cubano.

Fuera del crematorio, una estructura de cemento carente de identidad, vi la chimenea que exhalaba el humo de sus cenizas hacia el cielo de Guanabacoa, capital de la santería cubana. A la derecha, una cruz en la fachada del edificio. ¡Sincretismo total! Hice una foto con mi teléfono.

 El cardenal Jaime Ortega Alamino fue de los tantos en enterarse tarde de la muerte de mi padre. Lo supo cuando lo llamé para coordinar la misa de difunto de quien había sido su amigo y me dijo que en la iglesia del Cementerio de Colón al siguiente día nos recibiría el Padre Miguel Pons Velázquez. Él no podía asistir ya que tenía pautadas las misas en celebración de san Judas Tadeo, patrón de los casos difíciles y desesperados. Al día siguiente, muy de mañanita y a pesar de que el carro se "desclochó" a mitad de camino, estábamos en la iglesia del Cementerio de Colón. Allí todos nos abrazábamos. La aparición en la iglesia de la familia Payá y de Yoani Sánchez me conmovió de veras. Con Yoani la sensación fue también algo que se proyectaba dentro de los campos de la energía y que nos hace sentir como si aquella persona con la que nos abrazamos ha estado en nuestras vidas desde siempre o ha sido, al menos, un viejo camarada.

La mañana cerraría con la luz de un sol cubano esplendoroso y con las palabras del Padre Pons, quien por otra inexplicable coincidencia, provenía de la zona del Escambray donde mi padre había dirigido el II Frente en la lucha contra Batista. 

Parte de las cenizas de Menoyo fueron depositadas en el panteón de nuestra familia donde yo dije una palabras. Aunque es un secreto a voces, todavía a esta hora la radio oficial no había emitido ninguna noticia sobre la muerte del viejo comandante de la Revolución.  Periodistas extranjeros daban fe de la noticia para el exterior. Afuera del Camposanto, La habana estaba llena de símbolos celebrando el día del legendario Camilo Cienfuegos. Camilo había sido un buen amigo de mi padre.

Al día siguiente partiríamos hacia la Sierra del Escambray con el resto de las cenizas en una urna por la que habíamos pagado 18 CUC (pero di 20 porque no había cambio). Íbamos en un Citroën verde, Flor, Yosvani, Lydia, Oscar al volante y yo. Dieciocho horas interminables en las que todo lo que puede ocurrir a un automóvil "moderno" ocurrió: 3 ponches y varios descansos en el camino para enfriar el carro.

El Escambray es una selva abigarrada y majestuosa. Es una selva que ha sido atravesada por una carretera cuyos bordes están  silueteados por las montañas. Desde Cartagena, por el camino  atravesamos una hilera de pueblos que ahora cobraban sentido para mí (San Nicolás, Cumanayagua, Manicaragua...) ya que eran parte de las luchas legendarias de Eloy y sus compañeros  (las Dianas, Banao, Charco Azul...). Había leído sus diarios de combate, notas de un libro por terminar, y leer ahora los nombres de estos sitios producía en mí un estremecimiento que me recorría el cuerpo. Una mariposa se posó en mi brazo derecho que descansaba sobre la ventanilla del auto mientras intentaba captar imágenes del recorrido por mi celular que para lo único que me servía en Cuba era para filmar. Con su aleteo jubiloso, pensé que si esa sería la mariposa que papá mencionaba en su Testamento, recordé las palabras que decía y pensé que tenía razón; ¡este pueblo merece algo mejor!

Loma arriba por aquel camino, nos vimos en aprietos varias veces: la empinada cuesta nos obligó a detenernos a un costado y a cubrir los neumáticos de fondo con piedras del camino, el Citroën se calentó lo suficiente para asustarnos, los mosquitos que parecían ser del tamaño de un tomeguín criollo desafiaban todo nuestro cuerpo. En medio de la aventura, algunas risas de consolación y el consuelo de que lo nuestro era poco en comparación con lo que tuvieron que haber pasado los que lucharon en aquellas montañas. 

Al fin llegamos a El Nicho, hoy día un parque eco-turístico, donde nos bajamos a caminar y dimos con algunos turistas alemanes y españoles. No faltó algán instante de surrealismo en la escena.

Respirando profundamente el aire más puro que se pueda concebir, llegamos al "Paso de las Mariposas". Aquí se mezclaba ahora la homónima flor nacional y alguna que otra mariposa como la que se me había posado en el camino. Había olvidado traer flores; tomé varias puchas.

Llegamos a la cascada de El Nicho y pensé que allí podría esparcir sus cenizas. Un guajiro me condujo hasta la cascada de aguas claras y frescas que prisman un arco iris al ser tocadas por la luz del sol que se cuela por las copas de los árboles que la rodean.  Aquí éste es el lugar donde mi padre había pensado hacerse una casa para su retiro. Una fuerza más poderosa que yo me guió entonces a abrir la urna  -de la madera más simple- que apretaba contra mi pecho para evitar que corriera la mima suerte que nuestras ropas empapadas por aquel atomizador popular.

Allí están hoy las cenizas de Eoly Gutiérrez Menoyo. Recorren felices todo El Escambray. Cuando las esparcí con mi mano derecha una sensación de paz se apoderó de todos los que estábamos allí. Parecíamos chicos en una excursión escolar. Era como si el futuro nos hablara con optimismo y nos invitara a cantar alguna canción cubana. Mi padre decía que la solidaridad nunca es en vano. Tampoco lo será su optimismo y el futuro de Cuba. Descansa en paz, papá.

Enviado por Mary Acebo