6 de diciembre de 2012

CON ELLAS QUIERO DECIR TE QUIERO



Con ellas quiero decir te quiero…

Por Marlene María Pérez Mateo

    Pocas veces de tan bella manera una mujer pudo haber logrado enamorar como lo hiciera Isolina Carrillo (1907-1996) en la lírica de su harto conocido bolero “Dos Gardenias”. Siempre confesó la autora no haber sido dedicado a nadie en específico, habían sido las flores las mayores seductoras cuyo perfume aun percibimos en el lirismo de tal melodía. “Dos gardenias para ti, con ellas quiero decir te quiero”.

   Habanera de pura cepa nació Isolina en una familia de músicos. A sus 10 años reemplazaba al pianista en ocasiones en la orquesta de su padre. Estudia posteriormente en el Conservatorio Municipal de su ciudad natal. En los años 1940 a 1950, con la explosión del movimiento musical “Filling” y dentro de él, el bolero como centro pulsátil, hace publicas la mayor parte de su obra: Fiesta de Besos, Canción sin amor, Increíble, etcétera.

   Yo la recuerdo en algunas presentaciones televisivas como pianista acompañante. Era muy anciana, doblada por los años, físicamente muy pequeña y delgada. Sumamente lucida, serena y con un envidiable poder comunicativo. Tenía el don “de gente”, y ello vale mucho.

Marlene María Pérez Mateo
22 de noviembre de 2012
Serie Música Cubana

Youtube: Dos Gardenias en la voz de Antonio Machín:

VIVIR A LA SOPA BOBA


 
por qué se dice
"Vivir a la sopa boba"

Sopa boba es la comida que se repartía como caridad a los pobres que acudían a las puertas de los    conventos.  

También se llamaba así a los restos no consumidos por los comensales del menú  diario de una posada, que se les daba a los llamados “sopistas” que, a cambio, tocaban o cantaban alguna pieza musical, o recitaban algún verso o trova.  

De la forma de vida de los que se alimentaban de esta "sopa boba" proviene la expresión vivir a la sopa boba, que se dice de aquel que vive sin trabajar o a expensas de otro.

GENÉRICOS


Genéricos


Dolores Aleixandre
Publicado en alandar nº293


Voy a decir lo que sigue en voz baja y a escribirlo con lápiz y letra pequeña para que quede entre nosotros: me parece que Dios es un genérico. Voy a repetirlo de otra manera aún más discreta para evitar posibles represalias mafiosas de alguna multinacional farmacéutica: Dios ha elegido estar entre nosotros en formato de genérico.

En vez de incorporar el principio activo y la biodisponibilidad de su presencia a alguna corporación reconocida y poderosa (fariseos, sacerdotes o escribas que eran entonces las Bayer, Merck o Roche de hoy), prescindió de la protección de sus patentes y, para estar al alcance de todo el mundo, corrió el riesgo de comercializarse a precio ínfimo y con margen cero de beneficio. (Si a alguien le escandaliza esto de la comercialización, le recuerdo aquella antiquísima antífona de la liturgia navideña que llama a la encarnación admirabile commercium entre Dios y nosotros).

Hoy resulta decisivo el lanzamiento promocional de lo que sea: un medicamento, un famoso, una película o un libro y de cómo se haga esa campaña dependerá la clave de su éxito y su prestigio futuro. Se supone que para promocionar el “evento Jesús” habría que cuidar al máximo las estrategias: cuál sería la población diana, qué emociones despertar, qué sueños poner en marcha, cómo presentar sus rasgos más seductores y lo más impactante de su mensaje.

Al evangelista Lucas le tocó hacer de cronista de la campaña y, dada la rareza de las cosas que pasaron, va preparando poco a poco a los lectores para que no se le desquicien: presenta primero al venerable Zacarías con todos los atributos y cachiperres de la más rancia estirpe: de casta sacerdotal, residente en Jerusalén, con su barba y su incensario y oficiando solemnemente en el templo.

A continuación aparece María, genérica total, diminuta e insignificante: joven, pueblerina y domiciliada en una aldea perdida de Galilea, comarca cuajada de indignados y de rebeldes anti-sistema. Pero, mira por dónde, es ella y no el honorable Zacarías la inundada de gracia y la elegida para vivir a la sombra del Espíritu; es ella la primera en escuchar el nombre de Jesús y la invitada a presenciar y participar en la primera mañana de la nueva creación. Ya empiezan a descolocarse las cosas para nuestros ordenados criterios.

Luego llegó la “operación lanzamiento” del Dios-con-nosotros. Qué desatinado y desconcertante resultó su diseño: por qué Belén, por qué un pesebre en una cuadra; por qué en medio de la oscuridad y el anonimato de la noche. Por qué en la peor franja horaria en vez de en el cenit resplandeciente del mediodía y la audiencia; por qué en el extrarradio y no en Eurovegas o en el World Trade Center de Jerusalén.

Por qué recibieron su anuncio unos indocumentados y no la gente con glamour, la clase docta, religiosa, pudiente y refinada, capaz de influir en el vulgo. Sin consultar al G8, ni a los lobbies de poder, al FMI o al Banco Mundial. Sin hacer un cálculo del daño irreparable que iba a sufrir la marca Emmanuel y de sus consecuencias en la reacción de los mercados.

Aquella noche fue un “especial genéricos”, destinado a los que nunca verán su foto en el Huffington Post o en la revista Forbes; a los que nunca se sentirán aludidos al leer: “Marca la diferencia. Haz un master”, o “Acostúmbrate a sentirte único”, porque su destino no es ser ni diferentes ni únicos, sino rellenar estadísticas: el 25% en situación de riesgo, el tercio que no llega a fin de mes, los amenazados por desahucio o que ya han perdido la tarjeta sanitaria.

Los signos de la gloria del Emmanuel serán también para ellos: apiñados en torno a Jesús le escucharán proclamarlos “dichosos”, probarán el mejor de los vinos en una boda de pueblo, se sentarán en la hierba y comerán sardinas y pan hasta saciarse.

Estaba con ellos el que no había retenido ávidamente su denominación divina de origen, el que se había despojado de todo prestigio, el que había elegido estar entre nosotros como uno de tantos, como el último del ranking. Y por eso recibió el nombre sobre todo nombre y la marca sobre toda marca.
 Recibido de Juan G. Arrabal

FRASE DE SABIDURÍA


El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse. 
- Winston Churchill (1874-1965) Estadista británico