12 de septiembre de 2012

MUERE EL EMBAJADOR DE EEUU EN LIBIA AL SER INCENDIADO EL CONSULADO POR TURBAS ISLAMISTAS


El embajador de EEUU en Libia muerto en el ataque

MUEREN EL EMBAJADOR DE EEUU 
EN LIBIA Y TRES PERSONAS MÁS
AL SER INCENDIADO EL CONSULADO
POR TURBAS ISLAMISTAS

El Gobierno libio confirma la muerte del representante diplomático, después de que varias personas atacasen anoche el edificio con cohetes por un vídeo supuestamente ofensivo hacia el Islam.

El embajador de Estados Unidos en Libia, Christopher Stevens, y otros tres miembros de la delegación diplomática han muerto tras el ataque de anoche con cohetes contra el consulado estadounidense en Bengasi, Libia  según informó este miércoles un responsable libio citado por la agencia Reuters y confirmó a Efe el viceministro de Interior para el oriente de Libia, Wanis al Sharf.

El ataque al consulado, en el barrio residencial de Al Fuihat, se habría producido como protesta por un vídeo realizado supuestamente en Estados Unidos y que ha sido considerado como una ofensa contra el Islam por sus críticas a Mahoma. Un grupo de hombres armados irrumpieron en el complejo y se enfrentaron a las fuerzas de seguridad libias, que se retiraron ante los intensos disparos. Los asaltantes dispararon y lanzaron bombas artesanales contra los edificios, provocando que se incendiase el recinto.

El incidente tuvo lugar poco después de que otro grupo de manifestantes penetrase en el complejo de la embajada de EEUU en El Cairo, donde arrancaron la bandera estadounidense. 



El responsable de la Alta Comisión de Seguridad en Bengasi, Fawzi Wanis, explicó a Al Yazira que el embajador habría muerto por asfixia, como consecuencia del incendio que estalló en el edificio. Añadió que dos de los fallecidos eran marines y perdieron la vida por los disparos de los asaltantes. Sin embargo, el viceprimer ministro libio, Mustafa Abu Shagour, que condenó en Twitter «el acto cobarde», explicó que el embajador y otros tres miembros del personal murieron cuando hombres armados dispararon cohetes contra su coche, en el que se dirigían a un lugar más seguro tras el ataque de los manifestantes.

Esta mañana, el recinto permanecía vacío y los viandantes podían entrar sin problemas en el interior. En uno de los edificios todavía había llamas y un pequeño grupo de hombres estaba tratando de apagar el fuego, bajo la mirada de tres efectivos de seguridad. Un reportero de Reuters pudo ver restos de sangre delante de uno de los edificios, así como tres coches quemados.

Fuente: ABC, madrid
Fotos: Afp

Nota al margen: ¿La otra cara de “la primavera árabe”? ¿Injusta recompensa a la ingenuidad de Occidente?

APAGONAZO


APAGONAZO

Por Yoani Sánchez

En un país donde los cortes eléctricos han sido parte inseparable de nuestras vidas, ya no debería sorprendernos que se vaya la luz. Pero ayer domingo, a las 20:08 horas ocurrió algo que despertó las alarmas. Primero perdimos la señal televisiva, justo durante los primeros minutos del noticiero estelar. Después La Habana en su totalidad se apagó en una extensión y con una envergadura que no recordábamos, ni siquiera durante los huracanes más feroces. Empezaron entonces a llegar los reportes de varias provincias para confirmar que desde Pinar del Río hasta parte de Camagüey, la Isla se había quedado a oscuras. Más de 5 millones de cubanos en penumbras se preguntaban qué ocurría.

Cinco horas después llegaba de vuelta el fluido eléctrico al barrio donde vivo. Me aventuré a garabatear en un papel algunas peculiaridades de lo ocurrido. Se las transcribo aquí:

- Al apagón eléctrico lo acompañó un apagón informativo. Durante más de cuatro horas los medios oficiales no dijeron nada de lo que ocurría. Con radios de batería, muchos recorrimos el dial en busca de una explicación, pero las emisoras nacionales guardaban silencio. Radio Reloj, que minuto a minuto debería ir dando los pormenores de sucesos nacionales e internacionales, hablaba de todo menos de los más importante. Así tuvimos que oír la receta del medallón de pescado, las ventajas de practicarse una mamografía, las hermosas leyendas brasileñas sobre el agua… y el descubrimiento en sitios arqueológicos de “zapatos prehistóricos”. Todo, menos lo que queríamos saber: ¿Qué ocurría que medio país no se veían ni las manos?

- Las personas comenzaron a desesperarse. Las patrullas de policías sonaban sus sirenas en las calles y de vez en cuando se escuchaba pasar un carro de bomberos. Camiones con luces de “estado de sitio” patrullaban zonas del malecón. Eso aumentó el temor, que unido al silencio informativo generó aprensión y muchas especulaciones.

- El incidente demostró la falta de previsión de la Empresa Eléctrica ante situaciones así. Los grupos electrógenos de muy pocos lugares lograron encenderse y en barrios de la periferia le pidieron a los propios vecinos que si tenían reservas de petróleo las llevaran para echar a andar algunas de estas plantas eléctricas.

- Causó especial molestia el hecho de que este apagón sucediera un día sin viento, sin que ningún ciclón nos estuviera golpeando con su lluvia, ni una tormenta solar se hubiera ensañado especialmente con la mayor de las Antillas. ¿Cuál fue entonces la causa de una avería de tales proporciones?

- La red social Twitter volvió a probar su eficacia informativa. Una hora después de que llegara la oscuridad, ya en Internet estaban los reportes alternativos de las dimensiones geográficas de ésta. Pasó poco tiempo antes de que tuviéramos incluso una etiqueta para definir la situación #Apagonazo Mientras los medios oficiales dejaban en evidencia que sólo pueden informar cuando se les autoriza, los caminos alternativos de la noticia demostraban su importancia no sólo a la hora de denunciar un atropello o una detención, sino durante desastres naturales, peligros climatológicos y accidentes de cualquier índole.

- La tan sonada Revolución Energética que entre sus “conquistas” tenía la de impedir este tipo de cortes eléctricos monumentales, volvió a demostrar su fracaso. Hasta el emblemático Morro de la bahía de La Habana perdió la luz de su faro, que algunos asociaron irónicamente con aquel chiste de “el último que se vaya que apague el Morro…”

- Más de la mitad de la gente que me llamó alarmada durante el tiempo de oscuridad, asociaban lo sucedido con algún problema en el gobierno. Frases al estilo de “esto se cayó…” se repetían por todos lados. La desinformación de los medios hacía más fuerte esa sensación. Lo cual indica el estado de fragilidad política y social de una nación, donde un apagón de varias horas puede llevar a sus ciudadanos a pensar que todo un sistema se ha desplomado. Significativo ¿Verdad?

- Alguien me comentó que el General Presidente “estaba pidiendo sangre” a los directivos del Ministerio de la Industria Básica… me limité a responder, mejor que pida electricidad, pues es muy fácil exigir responsabilidades a otros cuando todos sabemos quién toma las principales decisiones energéticas de la nación.

- Después de un largo silencio, a medianoche la televisión leyó una breve nota tan críptica que generó más especulaciones todavía. Atribuían el hecho a una rotura en la línea de 220.000 volts cerca de Ciego de Ávila. Hasta ahora no han agregado nuevos detalles.

- Poco a poco, durante la madrugada se restableció el fluido eléctrico en la capital y en la mayoría de las otras zonas afectadas. No hay reportes de daños ocasionados, aunque de seguro debe haber muchísimos.

- Al final nos quedamos con la convicción de que el país está en una precariedad material que cualquier incidente de este tipo puede volver a pasar. Y, lo peor, los medios nacionales mantendrán su habitual secretismo.

MI AMIGO EL FRAILE


Mi amigo el fraile

Homenaje en el primer aniversario de la muerte del sacerdote, pintor y poeta Miguel Loredo

Por Alejandro Anreus
Roselle Park (New Jersey) | 10/09/2012

Para Jorge Moya y Ricardo Viera

“Yo nunca he escrito un poema que
no brotara de la necesidad y del amor.
Nunca he dicho una cosa que no estuviera
disparada de dentro
y decidida hasta en sueños.”
Miguel Loredo, O.F.M.

Este 10 de septiembre es el primer aniversario de la muerte de Miguel Loredo, O.F.M. Sus restos mortales descansan en el cementerio franciscano de Totowa, New Jersey. Fraile, poeta y pintor, preso político y activista en pro de los derechos humanos, Miguel Ángel Loredo fue un cubano ejemplar y como escribió Unamuno, “nada menos que todo un hombre”.

Su ficha biográfica es sencilla: nació en la Habana de origen español e italiano en 1938. Fue un joven típico de su época, mas siempre tuvo pasión por las letras y la plástica. Su vocación espiritual lo llevó a los franciscanos cuando descubrió que necesitaba a Dios más que a las mujeres, la poesía y la pintura. Sus estudios culminaron con su ordenación religiosa en el monasterio franciscano Aránzazu, en el país vasco, lugar de gran resistencia al franquismo desde la guerra civil española.

En 1964 fue enviado a Cuba a ejercer su ministerio, y eventualmente es asignado como párroco asistente en la iglesia de San Francisco en la Habana Vieja. Conecta con la juventud, se enfrenta al ateísmo oficial del nuevo estado marxista-leninista, demanda justicia social y el cumplimiento de las promesas de una revolución que prometió ser democrática y abierta.

En 1966, el gobierno utiliza la fuga del ingeniero de Cubana de Aviación, Ángel María Betancourt, crean una “conspiración” artificial y arrestan a Loredo y al Padre Serafín. Al franciscano vasco lo expulsan de la Isla y a Loredo lo condenan a 20 años de presidio. Su heroica trayectoria en el presidio es legendaria y existen muchísimos testimonios de compañeros que lo atestiguan. Por intervención del Vaticano es liberado en 1976 y asignado a la parroquia franciscana de Lawton; donde continúa su labor pastoral y se enfrenta al Gobierno.

Es expulsado de Cuba en 1984, va a Roma donde continúa y termina sus estudios teológicos, y entonces comienzan los duros tiempos del exilio, su activismo pro-derechos humanos, su ministerio en Puerto Rico y New York. Nos legó cuatro hermosos poemarios, óleos, tintas y acuarelas, y ante y sobre todo, su alegre y vital amistad franciscana.

Lo conocí en el verano de 2004 en una comida organizada en casa de Ricardo Viera, el director de galerías de Lehigh University en Bethlehem, Pensilvania. La idea del encuentro venia del coleccionista y documentalista Jorge Moya. Ambos querían que yo conociera a Loredo a ver si me gustaba su pintura y escribía sobre ella. Hacía tiempo que tenía noticias del fraile; en 1994 en Puerto Rico, Carlos Franqui me habló de Loredo y me aconsejó conocerlo: “Ya que tú eres católico e historiador de arte, creo que harán buenas migas”, y así fue. En fin, esa tarde de verano en casa de Ricardo Viera y la pianista Marta Marchena, conocí al fraile. Presentes estaban también mi mujer Debra, Jorge Moya y su mujer Lucía, y el fotógrafo Luis Mallo y su esposa.

Nos tratamos con cautela, pero eventualmente me mostró una acuarela que había traído de regalo a Ricardo y Marta, y entablamos una conversación. Desde el primer momento aprecié que me hablara en inglés, como cortesía hacia mi mujer que no es hispana. Al final de la noche quedamos en que yo lo visitaría en la iglesia de Saint Francis en Manhattan para ver su obra. Y así fue. Desde el primer momento me gustaron sus obras en papel; tintas, acuarelas y dibujos en grafito.

Encontré en ese momento que sus óleos eran muy densos y le recomendé que lograra en el óleo la soltura que tenía en su obra sobre papel. El me habló de sus influencias directas: su maestro Rolando López Dirube, sus amigos René Portocarrero y Raúl Milián; y de las indirectas de Gauguin, Rothko y Marioni. Nos pasamos casi tres horas conversando sobre pintura.

Su buen humor, su ingeniosa manera de hacer un cuento, y sobre todo su generoso espíritu franciscano, me afectó. Vino a mi casa de New Jersey unas semanas después e hizo muy buenas migas con mi mujer, mis hijos David e Isabel, y hasta con nuestro perro Fellini. A partir de entonces, hasta que dejó la ciudad de New York en 2009 para trasladarse a St. Petersburg, Florida, yo lo visitaba cada cinco o seis semanas, comíamos en el monasterio y después íbamos al Museo de Arte Moderno, casi siempre a ver los mismos cuadros y ser sorprendidos por su vitalidad y frescura: Gauguin y Seurat, Matisse y Mondrian, Orozco, Rothko, Rauschenberg.

Un día le mostré mis poemas y a partir de entonces fue un agudo crítico y maestro mío. Yo le decía que, después de Philip Levine, él era el único que me había dado “talleres” de poesía.

Sus gustos poéticos eran clásicos: San Francisco, San Juan de la Cruz, Machado, Cernuda y Jorge Guillén. Los míos eran algo opuestos: Quevedo, Santa Teresa de Ávila, Vallejo y Miguel Hernández. Quizás debido a estas diferencias estéticas, me inculcó la importancia de la palabra precisa, y que esta fuera una palabra audaz. Insistía en que el poema era un ritmo de palabras, no una idea, ni un cuento. En inglés nos gustaban los mismos poetas: Auden y Elizabeth Bishop.

Llegué a escribir dos artículos sobre su labor pictórica que fueron publicados en El Nuevo Herald. Vi como sus óleos comenzaron a tener la audacia de sus acuarelas. Su último texto publicado fue el prefacio para un libro de acuarelas del pintor Arturo Rodríguez con poemas míos. Nos apoyábamos mutuamente, pero siempre con honestidad y lucidez. Recuerdo su voz diciéndome: “Alejo, ese poema es una mierda. Vuelve a empezar”.

En 2005 pasé por una terrible crisis espiritual y el me ayudó a superarla. Gracias a él, volví a leer a Chesterton y a Leonardo Boff. Yo lo introduje a las novelas de Vicente Leñero y a la poesía de Juan Gelman. Compartíamos entusiasmos estéticos: Mozart, Celia Cruz, Eliseo Diego y Fra Angélico. En un congreso dedicado a la presencia china en la cultura cubana, disertamos juntos sobre Wifredo Lam. Me encantaba escuchar sus cuentos sobre sus amigos, fueran estos plásticos como Lucio Muñoz y Guido Llinás, o escritores como Cabrera Infante y Carlos Alberto Montaner. Pocas veces hablaba de su tiempo en el presidio, pero sí me dijo una vez que “en la cárcel pasé los momentos más vitales y solidarios de mi vida”. En un poema como su extraordinario “Cigarros”, escrito en presidio encontramos claves de esa solidaridad:

“Un testigo letal a largo plazo
recuérdalo: 'daña la salud' –
pero perfectamente imprescindible
en nuestro urgente intento
de situar las cosas.
Ellos nos dan azul su niebla fugitiva
para la descampada y agria luz que nos
invade a ratos.
Te propondría un brindis a la presencia
permanente de los cigarros en nuestras
descargas.
Lo haremos encendiendo un 'Veguero'
(completo
sin miserias.”

Como buen habanero de su época, sabía bailar bien y tararear las canciones de Olga Guillot. Le gustaba el whisky y admirar a una mujer hermosa. Hasta en momentos de enfermedad, expresaba su alegría franciscana.

La última vez que hablamos, creo que fueron unas cuatro semanas antes de su gravedad y eventual muerte. Me llamaba para decirme que un matrimonio amigo de él me enviaría por correo dos dibujos enmarcados; uno era para mí y el otro para “la polaca”, mi mujer. Al final de nuestra conversación me dijo que nuestra amistad había sido una bendición. En joda, le contesté que a él siempre le gustaba andar con pecadores. Ambos nos reímos.

Con su conducta digna y corajuda, mi amigo el fraile fue uno de los que redimió a la Iglesia Católica cubana, la cual ha sido generalmente tan temerosa y mediocre frente al castrismo. Fue un magnifico poeta y un buen pintor. Y un gran amigo de sus amigos.

Sobre él y su actitud frente a la vida, podemos citar a Ralph Waldo Emerson: “Los grandes hombres comprenden los terrores de la vida y por eso se crecen y la abrazan cantando de alegría”.

No pasa un día en que no lo recuerdo y doy gracias.