26 de octubre de 2011

¿QUÉ PASA, USA?

¿Qué pasa, USA?
Marlene María Pérez Mateo
Al parecer, la palabra “comedia” ha cambiado su significado en los últimos tiempos. Bajo  su clasificación aparecen películas, seriados que -¡Válgame Dios!- sólo haciéndonos cosquillas puede la risa llegar a nuestros rostro.
Aplaudo la existencia de excepciones y una de ellas saltó a la pantalla televisiva en una reposición por parte de Galavisión, una cadena hispanohablante en Norte América. ¿Qué pasa, USA? Seriado concebido por la televisión pública PBS en los años 70 del siglo XX. El escenario, un hogar de inmigrantes cubanos en el que convivían tres generaciones. A ello se adicionaron vecinos, amigos y parientes. Sus realizadores quizás pensaron en un proyecto intrascendente, mas sigue dando de que hablar y mucho de que reír.

Los de las generaciones precedentes reconocieron a los abuelos, muy en especial a quien tuvo varios roles en el Teatro Martí de La Habana, Velia Martínez. A ello siguieron los padres, muy en especial Ana Margarita Martínez Casado, de quien se puede decir prácticamente que nació en un escenario. Los más jóvenes, Joe y Carmencita, han tenido apariciones en otras presentaciones.

El seriado creado para la ciudad de Miami como algo local, ha sido visto en 144 ciudades de Estados Unidos y exportado con reconocido éxito al Ecuador.

Marlene María Pérez Mateo
Octubre 9, 2011

LOS EPITAFIOS

Los Epitafios

Rev. Martín N. Añorga

La palabra epitafio es la combinación de dos vocablos griegos: tóphos, que significa tumba y epi, que significa sobre. La definición más escueta la produce el diccionario Pequeño Larousse: “epitafio es una inscripción sepulcral”.

La costumbre de marcar las tumbas data desde tiempos inmemoriales. En los siglos XVIII y XIX se escribieron numerosos libros sobre el tema. Hoy día, debido a las limitaciones impuestas en los códigos de los cementerios y al costo de los mármoles y la mano de obra, los epitafios son sobrios y sombríos; pero en el pasado fueron originales y pintorescos.

Sin faltar el debido respeto a los difuntos, hemos preparado una colección de originales epitafios que ha sido producto de nuestra costumbre de ojear y hojear los más diversos libros. La mayoría de estos epitafios hemos tenido que traducirlos y adaptarlos al español.

En un pequeño cementerio de un pueblo francés, sobre la tumba de un amigo, alguien escribió esto, dirigido a los que por vivir, poco piensan en la muerte:

 “Ahora que estás vestido con elegancia,
y de acuerdo con el mejor estilo;
recuerda que pronto estarás sin prestancia,
 vestido como yo, sin algodón ni hilo”.

Este otro es de 1785 y todavía se lee en un cementerio de Colchester, en Connecticut:

“El fue un hombre de gran inventiva,
y muchas cosas creó;
pero no pudo inventar como volver a la vida
cuando Dios se lo llevó”.

Hay epitafios festivos, como éste de un cementerio perdido entre los pequeños pueblos de las montañas de Oregón:

 “Aquí yace Jack: el pobre, pisó en lugar del freno, el acelerador”.

Y éste otro, de Vermont, tiene peor redacción que mala intención:

“Aquí descansa mi esposa.
Todas las lágrimas no la traerán de regreso.
 Por eso yo lloro sin cesar”.

En Burlington, VT, se lee otro epitafio redactado de forma inopinada:

“Vivió unida a su esposo por 52 años
y ahora está feliz porque ha pasado a mejor vida”.

Alguien me dijo que leyó en el cementerio de un pueblo de México, sobre una tumba esta inscripción:

 “Aquí yaces, y yaces bien. Tú descansas y yo también”.

Y hablando de México, recuerdo la tumba de José Alfredo Jiménez, el gran compositor y cantante ídolo de Guanajuato. El modesto monumento dedicado a su memoria es un acordeón en el que aparecen grabados los títulos de sus más famosas canciones. Sobre la lápida sepulcral ... inscribieron esta tétrica frase de uno de sus corridos:

“La vida no vale nada”.

Un acompañante me contó que para José Alfredo Jiménez esa afirmación era válida, porque él echó su vida por la borda, prendido al alcohol.

No quiero que se piense que yo soy asiduo visitante a los cementerios; pero lo cierto es que he estado en muchos. Me fascinan el silencio, la sombra de los árboles, las obras de arte que en algunos hay y la variedad de caracteres que descubro en la lectura de muchos epitafios.

El más famoso en el que he estado es en el Forest Lawn Memorial Park, de Hollywood, en California. Este cementerio ocupa una superficie de 300 acres y tiene tres espléndidos templos en su interior. Entre las tumbas más célebres tenemos las de Walt Disney, Erroll Flynn, Nat King Cole, Clark Gable, Jean Harlow y muchísimas otras imposible de enumerar. Uno puede pasarse varios días recorriendo sus jardines y anotando los románticos epitafios que son como una canción de amor a los muertos de parte de quienes viven.

No puedo dejar de mencionar el Cementerio Nacional de Arlington, en Virginia, en el que yacen más de 275,000 héroes militares y sus más cercanos familiares. El Cementerio, con 624 acres de jardines que se extienden alrededor del río Potomac, es el lugar de descanso de muchas de las más grandes figuras de América. Mencionarlas aunque sea parcialmente sería imposible en un espacio como el que tenemos a nuestro alcance. Los epitafios en Arlington son sobrios, al estilo norteamericano; pero a nadie se le escapa el detalle de la edad de los militares allí sepultados. Son vidas que “terminaron al empezar”, como dijo en cierta ocasión un reflexivo clérigo.

Un amigo –de esos que gozan recorriéndole los caminos al mundo-, me dijo que en cierta ocasión visitó en Santos, Brasil, el cementerio más grande del mundo. Es el Memorial Necrópole Ecuménica, que consiste en un edificio de 10 pisos de altura que cubre el breve espacio de unos 5 acres. Su construcción comenzó en marzo del 1983 y el primer entierro tuvo lugar en julio de 1984. “Los epitafios –me aclaró– casi no existen. Se trata de lápidas con los nombres de los fallecidos, sus fechas de nacimiento y fallecimiento y una frase apretada en muy pocas palabras”.

En una revista leí –y nunca he comprobado si el hecho es cierto-, que en un cementerio de Texas aparece, sobre una regia tumba este epitafio:

 “Aquí yace Jane Smith, esposa de Thomas Smith,
 especialista en mármoles.
Este monumento fue erecto en su memoria
como un tributo a sus grandes méritos humanos”.

Un poco más abajo, en letras más pequeñas, se lee:

“Monumentos de este tipo se venden por 300 dólares.
 Los interesados vean al Sr. Smith”.

En Petersborough, NH, hay una tumba del año 1823 con este sencillo epitafio:

 “Muy enfermo mis ojos logré abrir;
 no me gustó lo que vi
y me vine aquí para echarme a dormir”.

En casi todos los epitafios, por irónicos que sean, hay siempre una escondida verdad. Veamos éste que se encuentra en una tumba del año 1859 en un cementerio de Chicago:

“Frío es mi lecho; pero lo quiero así
porque más fríos son los amigos
que se paran frente a mí”.

Este epitafio, según Edmund Fuller, autor de un libro de anécdotas, es real. Puede todavía leerse en el cementerio In Pere-la-Chaise, Paris. Dice así:

“Aquí yace Pierre Caborchard, comerciante.
Su inconsolable viuda erige este monumento en su memoria
y continúa con el mismo negocio
en la misma dirección: 167 Rue Moúffetard”.


“Ni mi país ni mi nombre preguntes:
 yo solo quiero decirte
que por mucho que trates de huir,
llegarás al mismo sitio en el que estoy yo”,

reza un epitafio griego que data del año 1874. No caben dudas de que la filosofía de este desconocido difunto se apega a la inexcusable realidad de que la meta común e inevitable de cada ser humano es la muerte.

Si yo pudiera escoger mi epitafio, algo improcedente, porque en la lápida del panteón en que me colocarán apenas cabe mi nombre, yo quisiera que se dijera esto:

 “Mi vida halla sentido en la muerte
 porque muero con Cristo, mi Dios y Señor”.

Los epitafios, como ven, tienen que ser breves porque se leen de corrido. Los que van a los cementerios siempre tienen prisa por salir. Ya tendrán, por supuesto, tiempo de quedarse dentro.

Y, ¿saben ustedes cuál es el más extraordinario epitafio en la historia de la humanidad? Uno que existe sobre una tumba vacía:

“No está aquí, porque ha resucitado”.

Reproducido del Diario Las Américas

NOTA DE DOLOR

NOTA DE DOLOR

Colegio Nacional de Periodistas de la República de Cuba en el Exilio

En el día de hoy ha fallecido, luego de una larga y penosa enfermedad, la Sra. Ana Luisa Rodríguez, esposa del Lic. Vicente P. Rodríguez, Decano Advitam del Colegio Nacional de Periodistas de la Republica de Cuba en el Exilio. Le sobreviven su viudo Vicente P. Rodríguez, su hijo Vicente E. Rodríguez, su hermana Sra. Gloria Sariá y otros familiares.
La Junta de Gobierno del CNPE, hace llegar a nuestro colega y amigo Vicente P. Rodríguez, nuestra solidaridad en tan difíciles momentos. Descanse en paz la Sra. Ana Luisa Rodríguez.
Lic. Abelardo García-Berry
Decano.

FRASE DE SABIDURÍA

La única fuerza motriz es el deseo.
- Aristóteles

25 de octubre de 2011

JORGE MANRIQUE


Jorge Manrique



Hacia 1440 nació Jorge Manrique, hijo de Rodrigo Manrique, I Conde de Paredes de Nava y de Mencía Figueroa. Los linajes de los que descendía este soldado-caballero y poeta eran de la alta nobleza. Si bien según se cree el poeta vio la luz en el pueblo castellano de Paredes de Nava, su infancia sin embargo, debió transcurrir en la encomienda que su padre tenía en Sierra de Segura donde vivió entre soldados, cabalgaduras y muy al tanto de los avatares políticos en los que su padre ocupaba un lugar preponderante.

Jorge Manrique fue un soldado decidido en la defensa de los intereses de Isabel de Castilla, la Católica. Estuvo junto con su padre enfrentado al poderoso marqués de Villena en el campo de Calatrava y en el asedio a la fortaleza de Uclés, campaña en la que murió su padre (1476) y que dio lugar a las célebres "Coplas a la muerte de mi padre".

En 1478, por encargo de la reina Católica, batalló en el asedio a las plazas de Chinchilla, Belmonte, Alarcón y Garci-Muñoz. Ya al final de la guerra civil castellana fue herido en un enfrentamiento secundario, el asalto al castillo de Garci-Muñoz, defendido por el marqués de Villena, y murió el 24 de abril de 1479 en Santa María del Campo (Cuenca).

Hoy puede leerse en ese mismo lugar en que cayó herido una inscripción que reza así: "Recuerda, caminante, que a las puertas de este castillo se vino la muerte sobre el poeta que mejor la ha cantado en nuestra lengua, el capitán Jorge Manrique". Jorge Manrique está enterrado, junto con su padre, en el Monasterio de Uclés.

De Jorge Manrique sólo se conservan cuarenta y ocho poemas; la mayoría de los cuales son de tema amoroso, aunque hay alguno de carácter burlesco y las Coplas a la muerte del maestre de Santiago don Rodrigo Manrique, su padre, de hondo contenido moral.

Si no fuera por las Coplas, Manrique sería uno más entre los muchísimos poetas que en el siglo XV cantaban a sus damas con los tópicos del amor cortés. Pero la hondura y sinceridad con que el poeta expresa sus sentimientos ante la brevedad de la vida y la vanidad de las cosas mundanas, además de la emoción con que transmite el elogio fúnebre de su padre, hacen de las Coplas no sólo la más famosa elegía de la literatura española sino una de sus cumbres.

Fuente: http://www.paredesdenava.com
Ilustración: Muestra parcial de su monumento en Segura de la Sierra.

COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE, JOERGE MANRIQUE

Coplas a la muerte de su padre
Jorge Manrique

(Fragmento)
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

LA JAURÍA SANGRIENTA

La jauría sangrienta


Alfonso Ussía


Era un asesino, un torturador y un tirano sin medida. Los que lo lincharon son como él. Era un sanguinario, un déspota y un criminal. Los que lo lincharon son como él. Pocas veces me he sentido tan estremecido viendo las imágenes de una turba enloquecida, de una jauría inhumana, como la de los rebeldes linchando, golpeando y matando a Gadafi. A Sadam Husein lo capturaron, y le organizaron un juicio estrafalario, pero su ejecución tuvo un mínimo de dignidad. Cuando el gran anfitrión de Santiago Carrillo, el asesino Nicolae Ceacuescu y su mujer Elena, son detenidos por sus propios soldados y sometidos a juicio –por así llamarlo–, en un caserón perdido entre los bosques rumanos, se escenifica un juicio –su abogado defensor parecía el fiscal–, en el que son condenados a ser fusilados. La ejecución se lleva a cabo inmediatamente, porque quienes juzgaron al asesino comunista y a su depredadora mujer eran como ellos. Pero no hubo tortura ni linchamiento.

Produce asco y vergüenza que la OTAN haya colaborado tan activamente en la barbarie. Ventajas en los contratos petrolíferos, porque a los países de la OTAN, los libios, sean gadafistas o de los denominados rebeldes, le importan dos cáscaras de avellana. Occidente actúa cuando el petróleo se manifiesta, y cambia de chaqueta con facilidad asombrosa. Dos años atrás, Gadafi, que era un criminal demostrado y reconocido, fue agasajado por todos los mandatarios occidentales con intercambio de efusivos besos y generosos regalos. Allí donde no se orientan los grandes intereses occidentales, la OTAN no interviene. Pero ése es otro cantar.

Creo, además, que han matado a la hiena para sustituirla por una bamba negra. Pero no se trata de la muerte de la hiena, sino de la manera de acabar con su vida, con saña medieval, con brutalidad salvaje. Resulta cómico que Gadafi rogara a sus rabiosos asesinos clemencia. Él no la tuvo con sus centenares de miles víctimas. Él no la tuvo cuando financió durante décadas el terrorismo internacional. Pero la clemencia es lo que separa a la civilización de la barbarie, y el perdón lo que distingue al cristiano del musulmán. Ese linchamiento cobarde, sangriento y furioso es un dibujo del medievo.

Gadafi tendría que haber sido juzgado con todas las garantías que concede un Estado de Derecho. No por los libios, sino por el tribunal Internacional. Toda una vida, el final de ella, entre rejas. Los «buenistas» abominan de la condena a reclusión perpetua, pero no parece importarles la brutalidad del linchamiento medieval con resultado de muerte. A partir de ahora, a los llamados «rebeldes» habría que denominarlos «cobardes». La OTAN se lava las manos, como Pilatos. Ya tienen sus naciones, al menos por ahora, asegurado el suministro de petróleo libio. Hasta que el próximo sátrapa en el poder decida lo contrario, que lo decidirá.

Pero eso pertenece a la política y al comercio. Miserias de los mercados. Lo que me llama hoy a escribir este artículo es la salvajada de un linchamiento, por muy salvaje que haya sido el linchado, golpeado y asesinado. Los libios que se hayan sentido complacidos por esa barbarie merecían a Gadafi y su tiranía terrorista. Y los occidentales quedarnos sin una gota de petróleo libio. 
Reproducido de La Razón, Madrid.

FRASE DE SABIDURÍA

Tenemos dos fuerzas que nos ayudan a vivir: el olvido y la esperanza.

- Vicente Blasco Ibáñez

24 de octubre de 2011

DEL BANQUETE TERESIANO DE AYER

Del Banquete Teresiano de ayer

Ayer domingo, las antiguas Alumnas Teresianas celebraron en Miami su acostumbrado Banquete anual. Aquí quedan -como constancia del buen rato que pasaron recordando -en una tarde de reencuentros los tiempos felices transcurridos en las aulas  del  colegio-,  varias fotos del grupo de las camagüeyanas, a las que acompañaron también algunos teresianos-consortes.


Además, en medio de la alegría general celebraron su “graduación” con cincuenta años de retraso las alumnas de la promoción de 1961. La incautación de los colegios por parte del régimen castrista impidió que pudiera celebrarse entonces su investidura de grado.

Muy emotivo también fue el homenaje a la Hna. Carmen Gloria Plasencia STJ por sus 60 años como religiosa teresiana.


EL HERMITAGE EN EL PRADO

El Hermitage en El Prado

Meses después de que algunas de las obras más importantes de la colección del Museo del Prado viajaran a San Petesburgo para ser expuestas en el Hermitage, un total de 120 piezas en propiedad de esta institución rusa visitarán Madrid a partir del 8 de noviembre.

En esta ocasión, las obras firmadas por Velázquez, Tiziano, Goya o El Greco que cuelgan de las paredes del Prado harán un hueco a los lienzos de artistas como Rembrandt, Caravaggio, Renoir o Picasso, que se expondrán en la muestra El Hermitage en el Prado, en la que no sólo podrán contemplarse pinturas, sino también dibujos, esculturas, artes decorativas e, incluso, mobiliario.

De esta forma concluye el intercambio de colecciones acordado entre el museo ruso y el Prado, que aspira a lograr el mismo éxito de asistencia alcanzado en San Petesburgo, donde esta iniciativa logró atraer la atención de 630,000 personas convirtiéndose en la muestra más visitada de la historia del Hermitage.

De las obras que posee este centro de arte en su colección, visitan Madrid algunas tan destacadas como San Sebastián, de Tiziano; Tañedor de Laúd, de Caravaggio; Almuerzo, de Velázquez; Retrato de un estudioso, de Rembrandt; Magdalena penitente, de Antonio Canova; Éxtasis de Santa Teresa, de Bernini; Juego de bolas, de Matisse; Mujer sentada, de Picasso; o Composición VI, de Kandinsky.

Reproducido de El Imparcial, Madrid

CON LA CURIA HEMOS TOPADO...

Con la Curia hemos topado.....

 Esta anecdota se atribuye Pedro Muñoz Seca, humorista y autor teatral español.  Varios años después de los sucesos que aquí se narran, Pedro Muñoz Seca murió asesinado en 1936 por las tropas republicanas durante las matanzas de Paracuellos, al comienzo de la guerra civil española.

Pero en sus tiempos de estudiante, Don Pedro vivía  en una casa de Madrid donde atendía la portería un encantador matrimonio al que profesaba auténtico afecto. Falleció la mujer, y a los pocos días murió también el marido, más de pena que de enfermedad, pues era un matrimonio profundamente enamorado.

El hijo de los porteros se dirigió a don Pedro, muy afectado tras la muerte de sus padres, y le pidió que redactara un epitafio para honrar su memoria. Del corazón de Muñoz Seca surgieron estos versos:
FUE TAN GRANDE SU BONDAD,
TAL SU GENEROSIDAD
Y LA VIRTUD DE LOS DOS
QUE ESTÁN, CON SEGURIDAD,
EN EL CIELO, JUNTO A DIOS.

Corría mil novecientos veintitantos y, en aquella época, era preceptivo que la Curia diocesana aprobara el texto de los epitafios que habían de adornar los enterramientos. Así que don Pedro recibió una carta del Obispado de Madrid reconviniéndole a modificar el verso, puesto que nadie, ni siquiera el propio Obispo de la diócesis o el Santo Padre, incluso, podían afirmar de un modo tan categórico que unos fieles hubieran ascendido al cielo sin más. Don Pedro rehizo el verso y lo remitió a la Curia, del modo siguiente:

FUERON MUY JUNTOS LOS DOS,
EL UNO DEL OTRO EN POS,
DONDE VA SIEMPRE EL QUE MUERE,
PERO NO ESTÁN JUNTO A DIOS.
PORQUE EL OBISPO NO QUIERE.

Nueva carta de la Curia. El Obispo, tras recriminar al autor lo que cree -con toda la razón del mundo- una burla y un choteo de Muñoz-Seca, le exige una rectificación ya que no es el Obispo el que no quiere, pues ni siquiera es voluntad de Dios. Él no decide nuestro futuro, sino que es nuestro libre albedrío el que nos lleva al cielo o no.  Así que don Pedro remata la faena, escribiendo un verso que jamás se colocó en enterramiento alguno porque la Curia jamás le contestó:

VAGANDO SUS ALMAS VAN,
POR EL ÉTER, DEBILMENTE,
SIN SABER QUE ES LO QUE HARÁN,
PORQUE, DESGRACIADAMENTE,
NI DIOS SABE DÓNDE ESTÁN.

EL VALOR DE LAURA POLLÁN

El valor de Laura Pollán

Luis Ayllon
Blogs ABC Madrid

Hoy, que miles de “indignados” se manifiestan en numerosos países, conviene subrayar que, antes que ellos, desde el año 2003, unas mujeres, vestidas de blanco, con gladiolos en la mano y formando con la otra la “L” de Libertad, desafiaron a una dictadura, que actúa con muchos menos miramientos que las democracias ahora cuestionadas: las Damas de Blanco, las mujeres que se lanzaron a las calles cubanas para pedir, pacíficamente, la liberación de sus maridos, hijos o hermanos, viven hoy un momento duro, por el fallecimiento de Laura Pollán, una de sus fundadoras e integrantes más activas, a la edad de 63 años.

Laura Pollán estuvo al frente de todas las marchas en Cuba y, al menos, pudo disfrutar durante algunos meses de ver en libertad a su esposo, el periodista Héctor Maseda, algo por lo que tanto luchó, con una actividad tan intensa que tal vez pasó recibo a su delicada salud.

Los continuos hostigamientos a los que someten una y otra vez los esbirros del régimen a las Damas de Blanco y a todos los que se atreven a disentir del castrismo desde dentro de la Isla, quedarán para la Historia como actos deleznables. Por el contrario, Laura Pollán y sus compañeras, con su determinación y su valor, resistiendo a los actos de repudio y a los envistes de la Policía castrista, escriben día a día, una de las páginas más bellas de una Cuba que, más temprano que tarde, volverá a ser libre.

Si las urnas dan el 20-N en España el triunfo a Mariano Rajoy, es indudable que cambiará la política hacia Cuba y que se abandonarán actitudes que parecían ser más comprensivas con los autores de la represión que con las víctimas. Sería el mejor homenaje a Laura Pollán.

Blogs de ABC, Madrid

FRASE DE SABIDURÍA

Es bonito tener dinero y las cosas que puede comprar el dinero, pero también es bonito tener las cosas que el dinero no puede comprar.

- George Horace Lorimer (1867-1937) Editor americano del The Saturday Evening Post 

23 de octubre de 2011

DOLORES BETANCOURT Y AGRAMONTE

Dolores Betancourt y Agramonte

Dra. Isabel Hernández Rivas


DOLORES BETANCOURT Y AGRAMONTE, descendiente de antiguas familias, de las mas acaudaladas y distinguidas del legendario Puerto Príncipe, era hija, en segundas nupcias, del Licenciado Don Tomas Pío Betancourt y Sánchez Pereira, abogado, naturalista y primer historiador que tuvo el Camagüey y de su prima Mercedes Agramonte y Sánchez Pereira. Nació en Puerto Príncipe el quince de marzo de 1856 en la calle San Francisco (hoy Luaces) No. 1


Después de estallar la guerra de 1868, emigró a Estados Unidos con su madre -que ya había enviudado- y otros familiares. Allí, años mas tarde, en 1873, supo de la muerte en combate por la independencia de Cuba, de su primo, el Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, de sólo 32 años.


Ella era entonces una adolescente. Su vida transcurrió en el extranjero, en constantes viajes entre Estados Unidos y Europa y visitas a Camagüey. Sus más allegados la llamaban Lola, y por el pueblo recibía, indistintamente, los apelativos de Doña Lola, Doña Lolita y "Medio Millón", aunque, ciertamente, poseía mucho más: era la dama más adinerada de Camagüey y una de las mas ricas de Cuba. Su fortuna la constituyeron diversas herencias recibidas.

DOLORES BETANCOURT, quien era profundamente católica, puso su fortuna al servicio de la Iglesia y de las clases pobres. Fue en Camagüey donde se hicieron más patentes que en otra parte sus muchas obras de caridad. Repartía su dinero a los humildes; ayudaba a familias necesitadas, para lo cual tenia a su servicio a personas que le informaban sobre esos casos y, a través de ellas, les hacia llegar frecuentes donativos.

En 1905, hizo erigir un busto al Padre Valencia en el patio-jardín central de la ermita de San Lázaro. El 7 de noviembre de 1906, un incendio destruyó el altar de plata y numerosos objetos de la iglesia del Convento de la Merced; en 1910, ella le donó el actual Altar Mayor de puro estilo gótico, de cedro sobredorado, levantado sobre rica base de mármol, y que costó entre $16,000 y $20,000.


   Una de sus obras más importantes fue la edificación del templo neogótico del Sagrado Corazón de Jesús, a cuya inauguración asistió el 21 de mayo de 1920, y el cual fue donado en usufructo a las Escuelas Pías. Construido con arreglo a un proyecto del arquitecto español Don Augusto Font y Carreras, con capacidad para 1,500 personas, pero donde podían caber hasta 2,000 entre nave, presbiterio, capillas y coro, en casos de gran aglomeración de público, es una joya arquitectónica de la ciudad. Consta de una sola nave con capillas laterales emplazadas entre dos contrafuertes y posee 26 ventanas ojivales en todos los tramos y en los lados del ábside, cubiertas de vidrieras policromadas, protegidas por cristales gruesos, fabricadas en Alemania, y que representan los Misterios dolorosos, gozosos y gloriosos del Rosario. El Altar Mayor y los dos laterales, el pulpito, las barandas del presbiterio y del comulgatorio y las cuatro pilas de agua bendita fueron todos construidos de mármol blanco de Carrara, fabricados en Piedra Santa, Italia. Dignos remates de la obra eran el reloj con su campana, el juego de tres campanas armónicas y los catorce cuadros del Vía Crucis, todos ellos construidos en los Estados Unidos.


El 31 de julio de 1916, Dolores Betancourt otorgó testamento en Nueva York. Dejaba por ejecutor o albacea a su primo el Licenciado Francisco Agramonte y Ávila. Declaraba, en primer término, que "creia en todo lo que enseñaba y confesaba la Santa Madre Iglesia Católica, bajo cuya fe había nacido, vivido y pensaba continuar hasta morir" (sic). Donaba grandes sumas al Asilo San Juan Nepomuceno para niñas huérfanas y pobres; a la Congregación de las Siervas de María; a las Asociaciones de Señoras y Caballeros de San Vicente de Paúl, consagradas a obras de caridad entre los necesitados; al antiguo Hospital San Lázaro, entonces ya convertido en asilo para ancianos, así como para la reedificación de la iglesia de San José en el reparto La Vigía, la cual se reconstruyó también en estilo neogótico y fue inaugurada el 31 de mayo de 1936, en la Avenida de los Mártires.


De un remanente del dinero legado a la edificación de dicho templo, fue posible construir la capilla de San José -en la calle de igual nombre- e inaugurada el 28 de agosto de 1938. Además, otorgaba grandes sumas para la construcción de dos colegios, uno para niños y otro para niñas pobres de la ciudad y sus alrededores.


En la 25ª cláusula, encargaba a su albacea que, tanto la iglesia que estaba por inaugurarse, dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, como la de San José, no se dedicaran, en ningún tiempo ni por ningún motivo, sino al culto católico, e igual recomendación le hacia respecto a los colegios que se proponía instalar, para que, por ningún motivo, se impartiese educación laica ni se enseñara en ellos otra religión que no fuese la Católica. Especialmente le encarecía que, en ese punto, no se alterase su voluntad.


En 1918, la ilustre benefactora volvió a establecerse en Cuba, donde alternaba temporadas entre La Habana y Camagüey y cortos viajes al extranjero. El primero de febrero de 1921, retornó a su ciudad natal, en la cual falleció repentinamente, en su casa paterna, en la madrugada del 25 de abril. Ante su cadáver, los sacerdotes Bonet, Felipe de la Cruz y Monseñor Basaldúa -quien era Gobernador Eclesiástico- oficiaron las tres misas que ella pedía en su testamento. Aunque en éste expuso sus deseos de tener unos funerales modestos, ello resultó obviamente imposible por el respeto, la admiración y el cariño que había sabido ganarse. La agencia de pompas fúnebres "Bueno, Toledo y González" se encargó de las exequias.


Sus restos yacían en lujoso ataúd de bronce acabado en mate oscuro, imitando nogal, con las esquinas artísticamente ornamentadas y en la cubierta, tres únicas piezas: una flor de lis, una placa con su nombre y fecha de fallecimiento y un Cristo macizo, de grandes dimensiones, todo de plata bruñida.


Desde que se supo su muerte, comenzaron a desfilar ante el féretro multitudes de personas de todas las clases sociales. Su entierro fue el 26, a las nueve de la mañana. La carroza mortuoria, la "Santa Lucia", llevaba el tiro más grande que solía usarse en ese tipo de servicio fúnebre de la época: seis parejas de caballos, postillón, pajes y seis conductores. Abrió la marcha la banda municipal y la seguían la Cruz Alta, las niñas del Asilo San Juan Nepomuceno, Las Hermanas de los Pobres, los alumnos de las Escuelas Pías, el Clero con música de capilla, los Padres Escolapios y los Carmelitas. En el nutrido acompañamiento, figuraban el Alcalde Municipal, el Cónsul de España, el General Lope Recio Loynaz, el jefe de la Policia, familiares de la difunta y una gran representación de la sociedad camagüeyana. Todas las calles del trayecto que recorrió el cortejo -Luaces, Plaza del Padre Trias, Marti, Cisneros y Cristo- hasta el cementerio general se vieron atestadas de público. A su paso por delante del templo de El Sagrado Corazón y de la iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje, a la entrada del cementerio, el desfile se detuvo y el Clero entonó sentidos responsos.


El 27 de febrero de 1922, el Ayuntamiento de Camagüey, reunido en sesión ordinaria, acordó variar el nombre de Calle de la Glorieta, del Reparto La Caridad, por el de Calle Dolores Betancourt, puesta la Cámara de pie, en demostración de respeto y de veneración a la ilustre camagüeyana fallecida.


El 14 de octubre de 1931, sus restos fueron trasladados al templo de El Sagrado Corazón, donde aun reposan. EI séquito fue presidido por el Sr. Obispo Monseñor Enrique Pérez Serantes. El Rector de los Padres Escolapios pronunció la Oracion Sagrada y Monseñor Manuel Arteaga y Betancourt -entonces Provisor y Proto-Notario del Arzobispado de La Habana- hizo el elogio fúnebre. En la solemne ceremonia, se develó una tarja de mármol, donada por la prima de la extinta, la Srta. Altagracia Agramonte y Ávila, con el siguiente epitafio:


"DOLORES BETANCOURT AGRAMONTE, que hizo partícipe de su fortuna a los necesitados. Erigió templos para la propagación de la fe Católica y legó sus bienes para dar asilo y educación a los huérfanos".


La Dra. Isabel Hernández Rivas es una dentista cubana radicada en Caracas, Venezuela.


Nota adicional:


    La señorita Betancourt Agramonte falleció en Camagüey el día 25 de abril de 1921 y su albacea, el Lcdo. Don Francisco Agramonte dio comienzo enseguida a las obras de construcción de un gran colegio de Artes y Oficios para varones, ya que, la casa solariega de la familia Agramonte que ocupa toda una manzana de las calles Plaza de Pablo Trías, Luaces, República y Martí, era la dedicada para las niñas. Las obras fueron suspendidas en virtud de un juicio declarativo de mayor cuantía que sobre nulidad de testamento que promovieron en el juzgado de Primera Instancia de Camagüey, algunos herederos inconformes con los legados que les había dejado la testadora en su disposición testamentaria, pedían la nulidad del testamento, pues la herencia era cuantiosa.

Reunido el Patronato, que según la testadora, sería integrado por el señor Obispo de la Diócesis, el Presidente de la Audiencia Provincial y los respectivos superiores de los P.P. Salesianos y Hnas. de la Orden, fue designado para la defensa de la Fundación el que fuera eminente letrado, gloria del foro de Cuba, Dr. Manuel Dorta Duque, Catedrático de Derecho Hipotecario de la Universidad de La Habana.

La cooperación que tuvo el Dr. Dorta Duque por parte del R.P. Felipe de la Cruz fue muy activa y eficaz, al extremo que en cierta ocasión del proceso, los herederos de la testadora obtuvieron de un juez venal que dispusiera fueran traídos a Camagüey los bonos de los Estados Unidos que se hallaban depositados en un Banco de New York, y el Padre Felipe obtuvo la negativa del Banco de entregar esos bonos, gestión que le llevó varios días en la Babel de Hierro.

El juicio tardó mucho tiempo en su tramitación pero en las tres instancias, obtuvo sentencia favorable el Dr. Dorta Duque, recibiendo con ello un gran triunfo jurídico que le valió una condecoración de la Santa Sede, la Cruz Pro Eclesia et Pontifice.

Las obras fueron reanudadas y el Padre Felipe trabajó personalmente en ella como un simple peón, y el Ayuntamiento de Camagüey lo nombró "Hijo Adoptivo" de la ciudad y dio su esclarecido nombre a una de las calles que dan acceso a la Escuela de Artes y Oficios que lleva el nombre de la Señorita Dolores Betancourt Agramonte.

(Segmento tomado de un artículo sobre El Santuario de Nuestra Sra. de la Caridad del Cobre de Camagüey, de Alfredo Correoso Quesada, aparecido en "El Camagüeyano", Miami, Fl.)

EL DOMINGO DEL MANDAMIENTO DEL AMOR

¿Cuál es mi principal mandamiento, Jesús?


Tengo, tanto miedo, de que no sea el tuyo,
de no buscarte por los caminos
por los que Tú me invitas a seguirte.
Digo amar a Dios….y me amo a mi mismo.
Digo entregarme a Dios…y me busco a mí mismo.
Digo soñar con Dios….y pienso en mi propio paraíso.


¿Cuál es mi principal mandamiento, Señor?

Ayúdame, Señor, a descubrirlo,
a que el único y trascendente sea brindar a Dios
mi existencia y mi adoración,
mis ilusiones y mis esperanzas,
mi compromiso y mis anhelos de fraternidad.

Ayúdame, Señor,
a que tus mandamientos sean los míos:
que no sean sólo ley, sino convencimiento.
Que no sean letra impresa, sino corazón abierto
Que te ame no por obligación
y sí por necesidad de Ti.

Y ahora, Señor, respóndeme
lo que de antemano ya sé:
El amor a Dios empuja a darse con el hermano
y, en el hermano,
es donde puedo también alcanzar
el amor divino que sale a mi encuentro.
¡Gracias, Señor!

Javier Leoz,
www.betania.es

FRASE DE SABIDURÍA

En lo tocante a la ciencia, la autoridad de un millar no es superior al humilde razonamiento de una sola persona.

    - Galileo Galilei (1564-1642) Físico y astrónomo italiano.

22 de octubre de 2011

FRANZ LISZT

Franz Liszt



Franz Liszt nació el 22 de octubre de 1811, (se cumplen hoy exactamente doscientos años), en el pueblo de Raiding, que en aquel momento pertenecía al Reino de Hungría y hoy en día a la República de Austria. Fue el hijo único de Adam Liszt y María Anna Liszt. Su padre, amante de la música, tocaba piano, violín, violoncelo y guitarra, y trabajaba al servicio de Nicolás II de Esterházy, príncipe húngaro, mecenas de Joseph Haydn y otros notables compositores.
 A la edad de seis años Franz Liszt comenzó a mostrar interés por la música; percatado de ello, su padre comenzó a darle lecciones y ya a los ocho años produjo algunas composiciones y llevó a cabo sus primeras actuaciones como concertista. Su padre consiguió que fuera presentado en la corte de los Esterházy como “niño prodigio” y recaudar fondos entre la nobleza para que Franz pudiera estudiar en París.

El 20 de septiembre de 1823 la familia Liszt se trasladó a París. Por el camino, Franz daba conciertos en las principales ciudades que atravesaba, para su sustento y el de su familia. Ya se le consideraba que poseía un talento similar al de Mozart cuando era niño. Tan pronto llegaron a París se personaron en el Conservatorio de la ciudad solicitando que el niño fuera aceptado como estudiante. Sin embargo, no lo aceptaron debido una nueva norma que establecía que sólo se permitía estudiar en el Conservatorio de París a los ciudadanos franceses. Por tanto, Adam Liszt se convirtió en el maestro de piano de su hijo.

Durante unos fatigosos tres años de estudios, viajes y conciertos, Liszt empezó a perder interés por la música y pasaba mucho tiempo en meditaciones religiosas. Sin embargo, fue obligado por su padre a seguir dando conciertos.

Con la muerte de su padre en 1827, la carrera de Liszt como niño prodigio terminó. Años más tarde, el propio compositor tendría una actitud escéptica con respecto a esa etapa de su vida. Si bien había ganado mucho dinero y un nombre destacado, no había tenido oportunidad de desarrollar su educación en general. Suplió esta carencia mediante la lectura intensa. A partir de la década de 1830 comenzó a leer vorazmente y, para el momento de su muerte, en 1886, había adquirido varios miles de libros

Después de la muerte de su padre, Liszt regresó a París y durante los siguientes cinco años vivió con su madre en un pequeño apartamento. Renunció a viajar y, para ganar dinero, comenzó a impartir clases de piano y composición, a menudo desde primeras horas de la mañana hasta la noche. Sus alumnos estaban dispersos por toda la ciudad y tenía que recorrer largas distancias para visitarlos. Debido a ello, en ocasiones el compositor se sentía inseguro y también adquirió el hábito de fumar y beber, hábitos que lo acompañarían durante toda su vida

Al año siguiente, se enamoró de una de sus alumnas, Caroline de Saint-Cricq, la hija del que a la sazón era ministro de comercio de Carlos X, pero éste logró que el romance no fructificara. Liszt volvió a caer enfermo (incluso se llegó a publicar una nota necrológica en un periódico de París) y sufrió un largo periodo de dudas religiosas y pesimismo Por segunda vez declaró su deseo de unirse a la Iglesia Católica pero fue disuadido por su madre

Durante ese periodo, el compositor entabló contacto con muchos de los autores y artistas destacados de la época, incluyendo a Víctor Hugo, Lamartine y Heine. No compuso prácticamente nada en esos años. Tras asistir a un concierto de Niccolo Paganini en 1832, Liszt tomó la determinación de convertirse en un gran virtuoso del piano como lo era Paganini del violín. Pasó años estudiando las posibilidades del piano del mismo modo que Beethoven lo había hecho en su juventud.

En 1833 realizó transcripciones de varias obras de Berlioz, incluyendo la Sinfonía fantástica. Su principal motivo para hacerlo fue, especialmente con la Sinfonía, ayudar al empobrecido Berlioz, cuya sinfonía permanecía desconocida y sin publicar. Liszt asumió los gastos de la publicación de la transcripción y la interpretó varias veces para ayudar a popularizar la partitura original. También entabló amistad con un tercer compositor que lo influyó, Frédéric Chopin; bajo su influencia, el lado poético y romántico de Liszt comenzó a desarrollarse.

Liszt mantuvo una relación estable con la condesa Marie d´Agoult entre 1833 y 1844, con la que tuvo dos hijas, Blandina Rachel y Cósima Francesca, que llegaría a ser la esposa de Hans von Bülow primero y luego de Richard Wagner, y un hijo, Daniel.

En 1835 la condesa abandonó a su marido y su familia para unirse a Liszt en Ginebra, donde Liszt impartió clases en el recién fundado Conservatorio de la ciudad. Durante los siguientes cuatro años, el compositor y la condesa vivieron juntos, principalmente en Suiza e Italia, pero en 1839 las relaciones entre ambos se volvieron tensas. Liszt oyó que los planes para el monumento en honor a Beethoven en Bonn estaban en peligro por la falta de fondos y prometió su apoyo. Hacerlo significaba su vuelta a la vida de giras como virtuoso. La condesa volvió a París con sus hijos, mientras que el pianista daba seis conciertos en Viena y luego realizaba una gira por Hungría.

Sus viajes le llevaron a conocer prácticamente toda Europa, llegando a ciudades tan distantes como Sevilla, Valencia y Moscú. Se reunió de nuevo con la condesa y sus hijos en los veranos de 1841 y 1843. En la primavera de 1844, la pareja se separó definitivamente. Ese fue el periodo como pianista de conciertos más brillante de Liszt: recibió honores y fue adulado por todos los sitios por los que pasó. Dado que el pianista aparecía tres o cuatro veces a la semana en conciertos, se podría suponer que se presentó en público más de un millar de veces durante este periodo de ocho años. Además, su gran fama como pianista, que mantendría mucho después de que se retirara oficialmente de los escenarios, se basó principalmente en sus logros durante esta época.

Después de 1842, la “Lisztomanía” recorrió toda Europa. La acogida que Liszt obtenía como resultado era cercana a la histeria colectiva. Las mujeres se peleaban por sus pañuelos de seda y guantes de terciopelo, que hacían trizas, como recuerdos. Ayudaba a fomentar este ambiente la personalidad magnética del artista y su presencia en el escenario. Muchos de los testigos declararon más tarde que la forma de interpretar del pianista elevaba el estado de ánimo de los asistentes a un nivel de éxtasis místico.

También contribuyó al aumento de su reputación el hecho de que el pianista donara gran parte de sus ingresos a la caridad y causas humanitarias. De hecho, Liszt había ganado tanto dinero durante sus más de cuarenta años que prácticamente todos sus honorarios de interpretaciones a partir de 1857 estuvieron destinados a fines caritativos. Si bien su colaboración para la construcción del monumento a Beethoven y la Escuela Nacional de Música húngara son bien conocidos, también realizó generosas donaciones al fondo de construcción de la catedral de Colonia, e hizo donaciones privadas a hospitales, escuelas y organizaciones benéficas. Cuando se enteró del gran incendio de Hamburgo que duró tres semanas en mayo de 1842 y destruyó gran parte de la ciudad, dio conciertos en ayuda de los miles de personas que quedaron sin hogar.

En febrero de 1847, Liszt actuó en Kiev. Allí conoció a la princesa Carolyne zu Sayn-Wittgenstein, que permaneció junto a él durante la mayor parte del resto de su vida. Ella lo convenció para concentrarse en la composición, lo que significaba renunciar a su carrera como viajante virtuoso. Al retirarse del circuito de conciertos a los treinta y cinco años, cuando aún estaba en la cúspide de su carrera, Liszt logró mantener sin tacha la leyenda de su forma de tocar.

Al año siguiente, Liszt aceptó una invitación de larga duración de la Gran Duquesa María Pávlovna de Rusia para establecerse en Weimar, donde había sido nombrado maestro de capilla extraordinario en 1842, permaneciendo allí hasta 1861. Durante este periodo, ejerció como director de orquesta, y dio clases a varios pianistas, También escribió artículos en defensa de Berlioz y Wagner. Por último, Liszt tuvo tiempo suficiente para componer y revisó o produjo las piezas orquestales y corales sobre la que recae principalmente su reputación como compositor.

La princesa Carolyne vivió durante estos años en Weimar con Liszt y estuvo a punto de casarse con el compositor en 1861. Ambos eran católicos y quisieron contraer matrimonio y regularizar así su situación; sin embargo, ella había estado casada anteriormente y su marido todavía estaba vivo, por lo que tuvo que convencer a las autoridades de la Iglesia de que su matrimonio con él no había sido válido. Después de un intrincado proceso, en septiembre de 1860 les concedieron el permiso para contraer matrimonio. La pareja planeó casarse en Roma, para el quincuagésimo cumpleaños del compositor. Liszt llegó a Roma el día anterior, pero el matrimonio no se pudo celebrar; ya que, al parecer, el marido de la princesa y el zar de Rusia, Alejando II, habían conseguido anular el permiso del Vaticano para la realización del sacramento.

La década de 1860 fue un periodo de grandes catástrofes en la vida privada del compositor. En 1859 falleció su hijo Daniel y en 1862 su hija Blandina. En cartas posteriores a sus amigos, anunciaba que se retiraría a una vida solitaria. La encontró en el monasterio de la virgen del Rosario, a las afueras de Roma, donde estableció su residencia en un pequeño y espartano apartamento, uniéndose a la Orden Franciscana. En 1865 recibió la tonsura, por lo que en ocasiones fue llamado Abbé List. Recibió las cuatro órdenes menores, pero nunca fue ordenado sacerdote.

En las décadas de 1860 y 1870, Liszt pasó la mayor parte de su tiempo componiendo obras corales e impartiendo clases gratuitas a un grupo muy selecto de músicos. A pesar del extendido rumor, Isaac Albéniz nunca fue alumno de Liszt; ni siquiera llegaron a conocerse.

Liszt fue invitado de nuevo a Weimar en 1869. Desde entonces y hasta el final de su vida, hizo viajes regulares entre Roma, Weimar y Budapest, continuando lo que él llamó su «trifurquée vie» o triple vida. Se estima que Liszt viajó al menos 6,500 kilómetros por año durante este periodo de su vida —una cantidad excepcional, dada su avanzada edad y los rigores de la carretera y el ferrocarril en la década de 1870.

Durante su intensa vida de viajes, realizó sus últimos conciertos y se dedicó a la composición de sus últimas obras, que ya en esta época se caracterizaban por un estilo atonal muy alejado de sus primeras composiciones clásicas.

El 2 de julio de 1881 Liszt se cayó por las escaleras del hotel en el que se hospedaba en Weimar. Aunque sus amigos y colegas se dieron cuenta de la hinchazón que tenía en pies y piernas cuando había llegado a la ciudad el mes anterior, el compositor había gozado razonablemente de buena salud hasta ese momento, y su cuerpo conservaba la esbeltez y flexibilidad de años anteriores.

El accidente, que lo inmovilizó durante ocho semanas, cambió su estado. Se manifestaron una serie de dolencias y una enfermedad cardíaca crónica, que contribuyó finalmente a su muerte. Poco a poco, su estado de ánimo decayó y lo invadieron sentimientos de desolación, desesperación y muerte, a los que dio expresión en sus obras de este periodo. Como le dijo a Lina Ramann, «Llevo una profunda tristeza en el corazón que de vez en cuando debe estallar en sonido».

Franz Liszt falleció en Bayreuth (Alemania) el 31 de julio de 1886, a la edad de setenta y cuatro años. La causa oficial de su muerte fue una neumonía.

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Extraordinaria interpretación de la Rapsodia Española de Liszt por el joven pianista ruso
Nikolay Khozyainov:

http://www.youtube.com/watch?v=7UkeNEsBb2c