14 de septiembre de 2011

MOSTRA DE VENECIA 2011: RESEÑA FINAL

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Mostra de Venecia 2011: Reseña Final

 Por Gonzalo Suárez

Se acabó la 68ª edición del festival de cine de Venecia y en la boca queda un regusto extraño. Este año la selección había roto moldes: 23 películas en competición, todas en estreno mundial en el Lido (cuarta vez en cinco años), dirigidas por autores de renombre  como  Roman  Polanski, Steven  Soderbergh, George Clooney, Tomas Alfredson o Steve McQueen. 

La recepción de crítica y público a muchas de ellas fue muy positiva: “Un dios salvaje”, de Roman Polanski,  recibió desde el día de su presentación los elogios de todo el mundo y se perfiló como favorita al León de Oro. Ese favoritismo se trasladó paulatinamente a “Shame”, segundo largometraje de Steve McQueen (ese artista   de nombre equívoco y sagrado), que hasta la ceremonia final fue la candidata predilecta en todas las apuestas. También se esperaba a “The  Ides of March”, película con la que el George Clooney,   más comprometido políticamente esperaba arañar, por fin, alguna estatuilla veneciana.

Sin embargo, la épica irrupción del “Fausto” versionado por el ruso Aleksandr Sokurov dio al traste con los pronósticos y dejó en un mar de incertidumbre tanto al enjambre de cinéfilos que seguía la ceremonia como a todos aquellos que, convencidos de que el plato fuerte ya se había servido ―los cinco directores mencionados anteriormente ya habían presentado sus obras―, abandonaron a mitad del certamen Venecia para cruzar el charco y cubrir la actualidad festivalera desde Toronto. 

Más trágica fue aún la concesión del León de Plata al chino Cai Shangjung  por “People mountain, people sea”, una película que pasó sin pena ni gloria ―y también en los días finales― por la alfombra roja y que dejó fría a una crítica que ―todo hay que decirlo― sí valoró muy positivamente el cierre de la tetralogía sobre figuras del poder de Sokurov (sólo la superaba “Un dios salvaje”).

En cualquier caso, aunque a la mona la vistan de seda, mona se queda, y ni la fáustica obra de Sokurov ni la pausada propuesta de Shangjun conseguirán la proyección internacional que un galardón como el León de Oro puede ofrecer: su naturaleza intelectual o minoritaria lo impide. 

A cambio, será interesante ver cómo se las arreglan las obras de Polanski y McQueen, las favoritas derrotadas ―”The Ides of March”, de Clooney; “El topo”, de Tomas Alfredson, y “Contagion”, de Steven Soderbergh, tienen por sí solas potencial de distribución comercial en todo el mundo―. 

El fracaso de “Shame” podrá esconderse tras la enorme Copa Volpi que alzó Michael Fassbender   como Mejor Actor y tras el Premio FIPRESCI de la Mostra; el de “Un dios salvaje”, tras la buena acogida y lo cómico de su propuesta.

Y como no hay dos sin tres, el Gran Premio del Jurado concedido a “Terraferma”, de Emanuele Crialese,  también provocó la ira de los periodistas que abarrotaban la sala de prensa del Lido de Venecia. Ignoro qué habrá visto el jurado presidido por Darren Aronofsky   en esta obra plana y convencional que aunque trata un tema de rabiosa actualidad e interés indudable ―la inmigración ilegal y las repercusiones sociales que tiene en las pequeñas comunidades mediterráneas que los acogen llevados por la buena voluntad de que carecen las leyes― no destaca por un guión arriesgado o novedoso, una interpretación notable o cualquier otro plano técnico reseñable. 

La producción italiana ―al igual que la francesa― ha fracasado en Venecia, por mucho que se quiera reconocer su valía en el palmarés, donde no está la estadounidense ―fabulosa “Killer Joe”, validísima “Texas killing fields”―, que sí fue vitoreada, por mucho que duela reconocerlo.

Por lo demás, me quedo especialmente con el buen sabor de boca que deja “A simple life”, película de la hongkonesa Ann Hui que le ha valido a su protagonista, Deanie Ip,  el premio a la Mejor Actriz. La cinta entusiasmó a la prensa acreditada “menos especializada” de la Mostra por los maravillosos sentimientos que la historia ―basada en hechos reales― desborda con la misma naturalidad con la que se entregan mutuamente los protagonistas. Prometo crítica.

Todo lo contrario pasa en “Alpis”, del griego Yorgos Lanthimos, que, en la senda de “Canino”, vuelve a ofrecer una propuesta atípica, imaginativa, irónica e irregular que se alzó, a la postre, con el galardón al Mejor Guión. El Premio Técnico fue para la fotografía de “Cumbres borrascosas”, esperadísima y controvertida adaptación de la británica Andrea Arnold ―con guión de Olivia Hetreed― del clásico de Emily Brontë.

En la sección Orizzonti, “Kotoko”, de Shinya Tsukamoto,   se alzó con el máximo galardón, mientras que el inolvidable documental “Whores’ glory”, de Michael Glawogger,  se llevó el Premio del Jurado. “Scialla!”, de Franceso Bruni,   ganó en Controcampo Italiano. “Là-bas”, dirigida por Guido Lombardi,  fue la ganadora del Premio Luigi di Laurentiis a la Mejor Ópera Prima.

Reproducio de http://www.enclavedecine.com

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FRASE DE SABIDURÍA

Los cántaros, cuanto más vacíos, más ruido hacen.

  - Alfonso X el Sabio, Rey de Castilla y León

13 de septiembre de 2011

FRAY MIGUEL ÁNGEL LOREDO o.f.m.

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Fray Miguel Ángel Loredo, o.f.m.

 Con el P. Miguel Ángel Loredo desaparece un testimonio viviente del enfrentamiento de la Iglesia Católica con el régimen de Fidel Castro, un promotor incansable de las libertades democráticas en la isla y un pilar espiritual de la comunidad cubana en el exilio.

«Fue un hombre muy valiente, firme en sus principios y en su fe, que no dejó nunca de levantar su voz para denunciar los horrores que vivió en carne propia en las cárceles de Cuba», recordó Abel Nieves Morales, quien compartió años con Loredo en varias prisiones cubanas. «Todos sus compañeros del presidio político lo vamos a necesitar y extrañar mucho».

Nieves se mantuvo visitando al sacerdote en su lecho de enfermo hasta los últimos días. En una de sus recientes visitas lo escuchó confesar que se apoyaría en su fuerza interior para despedirse, uno a uno, de sus entrañables compañeros de presidio, que fueron “mi vida, mi amor y mi alma”. Ambos se encontraron en el exilio en los años 80, reanudaron esfuerzos y esperanzas por la democratización de Cuba, y viajaron a foros internacionales para denunciar los abusos y las condiciones infrahumanas en el sistema carcelario cubano.

Pasión por el arte

Nacido en La Habana en 1938, Loredo abrazó desde muy joven dos pasiones que acompañarían para siempre su vida: la fe católica y el amor por la pintura. Siendo un adolescente entabló amistad y recibió influencias de prominentes figuras de la plástica cubana como René Portocarrero, Raúl Milián, José María Mijares y Rolando López Dirube, quien por estos años lo acogió en su estudio y fue su maestro.

Cuando triunfó la revolución de 1959, Loredo ya había decidido que sería sacerdote. Su formación teológica se produjo en España, entre 1960 y 1964.

Se ordenó el 19 de julio de 1964 y un mes después regresó a Cuba, justamente en momentos de agrias relaciones entre la Iglesia Católica y el gobierno comunista, que ya había enseñado sus verdaderas intenciones con la expulsión de 131 sacerdotes en 1961.

A su regreso fue designado para asumir su labor pastoral en la Iglesia de San Francisco, en La Habana, y se desempeñó también como párroco de Guanabacoa. Carismático y joven, cautivó las simpatías de los feligreses y provocó la ira gubernamental por sus desafiantes sermones contra el ateísmo, impuesto como doctrina a los cubanos.

No tuvo que esperar mucho para verse en el vórtice de un proceso judicial que lo inculpó por supuesta conspiración contrarrevolucionaria.

En 1966 fue arrestado en la Iglesia de San Francisco. Se le acusó de brindar protección a un prófugo de la justicia, esconder armas y conspirar con la CIA. El sacerdote no admitió nunca su culpabilidad y mantuvo siempre que  el caso fue fabricado por la Seguridad del Estado, con la colaboración de un seminarista bajo chantaje.

Un preso plantado

En NY en 1998
Tras un juicio amañado, Loredo fue condenado a 15 años de cárcel. No se sometió al régimen de reeducación y se declaró como un preso “plantado”, por lo que fue sometido a golpizas, sufrió crueles atropellos y cumplió trabajos forzados en las prisiones de Isla de Pinos, La Cabaña, Guanajay y El Príncipe.

En el presidio organizó misas clandestinas para los presos políticos y realizó numerosas huelgas de hambre en protesta por la condiciones de su confinamiento. En una carta del 11 de junio de 1968, enviada a Monseñor Cesar Sacchi, por entonces representante de la Nunciatura Apostólica en La Habana, escribió: «Me siento orgulloso de participar en esta lucha con miles de hombre de tanto valor y sentido patrio como hay en este presidio cubano. (…) Y también quiero decirles qué siento al ver el olvido en que el Occidente libre nos mantiene, en el silencio de todos, en la indiferencia, mitigada únicamente por las quejas de los seres queridos impotentes».

Por gestiones del Vaticano, Loredo fue liberado el 2 de febrero de 1976.  Se le ordenó que no hablara públicamente ni ofreciera entrevistas de prensa. Pero el gobierno no toleró que se le nombrara como profesor de Teología en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio en La Habana, lo que forzó su salida del país con destino a Roma en 1984.

En el exilio no tardó en alzar su voz contra la carencia de libertades en Cuba. En 1987 se radicó en Puerto Rico, donde continuó su labor eclesiástica y comenzó su colaboración con la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en Ginebra. Ese año su vibrante testimonio figuró en el  documental Nadie escuchaba, de Néstor Almendros y Jorge Ulla.

Posteriormente colaboró con la organización Pax Christi, organización católica que monitorea la situación de los derechos humanos alrededor del mundo.

Prohibida la entrada a Cuba

En 1991, fue trasladado a la Iglesia de San Francisco en Nueva York. A raíz de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, en 1998, Loredo fue incluido en la lista de clérigos y personalidades religiosas que viajarían desde Estados Unidos. Sin embargo, el gobierno cubano le negó la entrada.

Loredo nunca dejó de pintar y escribir poesía, actividades que consideraba en estrecha comunión con su misión espiritual. Sin embargo, no fue hasta el 2002 que decidió exhibir sus pinturas a una audiencia amplia. Una muestra de 30 óleos suyos fue presentada en la Carol LaPlante Gallery de Nueva York, en conmemoración del primer aniversario de la tragedia del 9/11.

«Para mí pintar es elegir una manera de arreglar una visión personal de la realidad sobre una superficie plana donde se incorporan diversas áreas del espíritu, así como de la memoria y de la profecía», consideraba el sacerdote.

Desde entonces sus cuadros se exhibieron con regularidad en Miami, donde Loredo participó en el Festival Calle Ocho en varias ocasiones.

Su obra creativa incluye el libro de testimonios Después del Silencio, y los poemarios De la Necesidad y del Amor,  Los Súbitos Quebrantos y Uno.

Lo sobrevive en Miami su hermana Silvia Loredo.

La Orden Franciscana en Estados Unidos tendrá a su cargo la realización de las honras fúnebres.  

Una misa en su memoria se efectuará  hoy martes en St. Petersburg antes de trasladar  el cadáver hacia Nueva York, donde será sepultado.

Reproducido de El Nuevo Herald, Miami.



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CUIDADORES DE LA LEY

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CUIDADORES DE LA LEY


Elsa M. Rodríguez

En estos días en que se ha estado celebrando la junta especial de la Ciudad de Miami porque habían decidido despedir al Jefe de la Policía, Miguel Expósito, hemos leído comentarios de todo tipo y color. Muchas personas están de acuerdo con esta decisión, otras no, y otras más no la vemos muy clara.

Sin embargo, lo que llama la atención es el gran número de personas que habla despectivamente del cuerpo de la policía, ya sea de la ciudad de Miami, o Hialeah u otra ciudad cualquiera, del condado, o en general, hay muchos que consideran que la mayoría de los policías son abusadores, que se creen unos "niños lindos", también hay mujeres policías pero en realidad nunca se refieren a ellas, menos cuando las tienen que criticar porque las ponen como cebo para capturar a hombres que van en búsqueda de prostitutas.

Es de esperar que en cualquier cuerpo de policía, como de bomberos, como de médicos de un hospital, o de enfermeras o de maestros, etc., existan personas que no merezcan vestir esos uniformes que los identifican como personas que están al servicio de la comunidad, según sea el caso. Lo que no es correcto es considerar a todo el mundo por igual, porque donde quiera hay gente buena y gente mala. Lo correcto sería una mejor identificación de los individuos que aspiran a ostentar uno de estos cargos antes de que se les conceda la posición, y si la situación no se pudo identificar de antemano, entonces castigar al culpable con todo el rigor de la ley. Eso si, nunca generalizar porque no podemos meter en el mismo saco a personas decentes con delincuentes.

Los policías están ahí para hacer que se cumplan las leyes y nuestro deber como ciudadanos es no romper las mismas, porque cuando alguien es culpable de un delito por ínfimo que parezca, el oficial cuya misión es multar o apresar al que rompe la ley, tiene que cumplir con su deber. Si no nos gustan las multas, tratemos de ser cumplidores de las regulaciones.

Elsa M. Rodríguez
Hialeah, FL

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