30 de junio de 2011

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HABEMUS ALCALDE


Por Elsa M. Rodríguez

Finalmente el condado Miami-Dade tiene un nuevo alcalde. El elegido fue Carlos Giménez, por un 51.10% del total de los votos contados.

Giménez es el nuevo alcalde, y dada la diferencia de votos, de 1.20% podría haber sido Julio Robaina. De todas maneras, este alcalde, o el otro aspirante si hubiese salido, lo será gracias a que aproximadamente una cuarta parte de los votantes acudieron o enviaron su voto.

De acuerdo a las cifras anteriores podríamos decir que aproximadamente un 13% de la población votante en el condado eligió al nuevo alcalde. Y, nos preguntamos: ¿dónde estaban todos aquellos tan molestos con el alcalde anterior que fue removido por un referendo? No tiene lógica pensar que después de todo el dinero gastado, unos 4 millones de dólares que se invirtieron para ir a un referendo más la primera elección y luego esta, haya tenido una representación tan baja del pueblo en las urnas.

Los hispano-americanos como se ve por el resultado estaban bastante divididos, y los anglos y los afro-americanos aparentemente no estaban interesados en acudir a votar por un hispano ya que por lo que se ve no se sienten emocionalmente ligados a ninguno de los aspirantes a la alcaldía.

Ahora solamente nos resta esperar que nuestro nuevo alcalde sea lo que deseamos todos los votantes, los que utilizamos el voto y aquellos que no lo hicieron. Pero sería conveniente que la ciudadanía despertara de su letargo y que comprendiera que de nada vale quejarse y protestar y decir por las cuatro esquinas que el gobierno no les representa, ya que si no van a votar lo que consiguen es que ahora, tal como en la mayoría de las ocasiones en que hay unas elecciones, la gente prefiere la comodidad de su hogar a ejercer su deber de emitir su voto, y así solo un pequeño grupo de ciudadanos es el que elige. No olviden que votar no es solamente un derecho, es también un deber.

Elsa M. Rodríguez
Hialeah, FL

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Breve semblanza
sobre la tauromaquia en Cuba


Anuncio de una corrida de Luis Mazzantini en La Habana

-Marlene María Pérez Mateo

Hacia 1514, en las Fiestas de Corpus Christi, el conquistador español Diego Velázquez Cuéllar, organizó en Cuba la primera corrida de toros en el continente americano. Fray Bartolomé de las Casas en su “Historia de las Indias” escribió:

“ Acaeció allí luego de un terrible caso, que el día de Corpus Christi…, que es cuarto día después del domingo de la Santísima Trinidad, lidiaron un toro o toros, y entre otros españoles había uno allí, llamado Salvador, muy cruel hombre para con los indios, el cual fue vecino de una llamada de Bonao, en la isla de Santo Domingo, veinte leguas tierra adentro (…) Y trataba tan mal a los indios que lo tenían por diablo (…) Así que aqueste Salvador pasó a la Cuba, donde también comenzó a usar de sus crueldades con los indios, y se halló aquel día de Corpus Christi con lo otros que dije haber lidiado los toros..”


Veinticuatro años después el acontecimiento se repitió para festejar la llegada del nuevo gobernador a la isla Don Hernando de Soto y de su esposa Inés de Bobadilla, en la Villa se Santiago de Cuba. Luego de un lustro llegó a La Habana la fiesta brava para honrar a su patrono San Cristóbal.

   En 1727 la “Atenas de Cuba”, Matanzas, se suma al  mencionado tipo de festividad, con su primera corrida oficial en 1749. Hasta entonces dichos eventos acontecían en plazoletas, ya que la primera Plaza ve la luz en 1769, ubicada en la ciudad capitalina, en la intercepción entre las Calzadas del Monte y Arsenal, bajo el nombre “Aserradero y Millo de Blas”. Otras se construyeron en 1881 en la Calle Águila, y en 1825 en Calzada del Monte y Amistad, nombrada “Campo de Marte y Belona”. Todas en la capital de la mayor de las Antillas.

   Al cruzar la bahía de La Habana, en Regla, detrás de la Parroquia se edificó otra Plaza de toros en 1842. El primero de julio de 1850 acontece la corrida de la que se dispone mayor información.  Sucedió en la Ciudad de Santi Spiritus, ubicada cerca del acueducto municipal. Figuró incluso una mujer apodada “La Pepilla”, (nacionalidad desconocida), esposa de un mexicano, José Vázquez; actuaron también Cenobio como picador y López, el andaluz.

En las calles habaneras, Belascoaín entre Virtudes y Concordia, nació hacia 1853 una nueva Plaza al fondo de la casa de Beneficencia, activa desde 1897 y destruida por un incendio. Tuvo capacidad para 6000 personas y una circunferencia de 200 varas. Tres nuevas locaciones nacen en la mencionada ciudad. Una en la Calzada de la Infanta, otra en Carlos III y la última en Regla (1866).


    Luis Mazzantini, el aún recordado torero y protagonista de uno de los dicharachos del refranero popular (aunque con cambios en la ortografía de su apellido), estuvo en Cuba entre 1886 hasta 1887. Era de origen vasco y poseedor de una amplia cultura, conocimientos de música y, además, políglota. Era para entonces la “Joya de la Corona” en materia taurina. Tenía una cuadrilla compuesta entre otros por Diego Pérez, segunda espada. Se hospedó en el Hotel Inglaterra de La Habana coincidiendo con la actriz francesa Sarah Bernhardt (1844-1923) durante su primera gira en Cuba. Ambos protagonizaron un sonado romance que cruzó el océano y llegó hasta las páginas de “Le Figaro” en París. Los regalos suntuosos se sucedieron, incluida una corrida a puertas cerradas. El idilio melló en algo el desempeño del diestro, mas no su popularidad.


Ininterrumpidamente hubo fiesta taurina en Cuba desde 1538 hasta 1899, siendo el 10 de octubre de 1899 bajo la orden número 187 que se decretó la prohibición de la fiesta brava, aunque con excepciones. Muchos diestros pasaron por Cuba tales como: José Ponce, Manuel Hermosilla, El Marinero, El Platero, Parmio y Francisco Arjona Herrera “Cuchares”. Como dato curioso señalaré que la tripulación del barco “Maine” estuvo presente como parte del público en alguna de de estas fiestas taurinas.

La ultima plaza de edificó en San Miguel del Padrón, La Habana, en 1908 y funcionó hasta 1940. Por ley, las banderillas no tenían punta, las espadas eran de madera y no se sacrificaba al animal.

Silverio Pérez
El 30 y 31 de agosto de 1947 el Gran Estadio del Cerro habanero vio a los maestros Silverio Pérez y Fermín Espinosa (Armillita) ambos mexicanos, ante 30,000 asistentes.

Dos cubanos destacaron entre las artes de la tauromaquia: Betancourt y José Marrero Baez.(Cheche de La Habana).

Del primero hay un pequeño verso rememorando su bravura:

                             “Será el primer habanero
                             que haga lucir su valor
                             como bizarro torero,
                             como diestro matador”

José Marrero Báez
Del segundo se dispone de más datos. Nació en La Habana un 19 de marzo de 1870.  Comenzó  como medio espada en la cuadrilla de Ponciano Díaz. Llegó a Mexico y hacia 1842 tomó la alternativa en Monterrey. Se presentó en Tijuana, Ciudad Juárez y Denver, Colorado. Se casó con María Aguirre (La charrita mexicana), rejonera y torera de Zamora, Michoacán. Murió de una cornada el 9 de agosto de 1909, en la Plaza azteca de ciudad Jiménez.

Existe la referencia a un tercer torero cubano apodado “El Guajiro”.


¿Por qué no hay más tauromaquia en Cuba? ¿Dónde quedó toda esa tradición? Conjeturas para dar respuestas a esas preguntas pudieran ser entre otras, por ejemplo: el creciente nacionalismo, el cese del colonialismo español, la afición en la joven Republica por el baseball y quizás en cierto grado el reemplazo por el rodeo. 

Silverio Pérez en la voz de José Antonio Solís:

http://www.youtube.com/watch?v=zPLEh1UM3ws
 
Marlene María Pérez Mateo
Junio 26, 2011

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Charlene Wittstock,
la sirena de Mónaco

 Por Amaia Odriozola

La primera vez que el príncipe Alberto de Mónaco vio a Charlene Wittstock, ella estaba en bañador. Fue durante la celebración en el Principado del Encuentro Internacional de Natación de Mónaco Marenostrum.. «Después de verme nadar, Alberto pidió permiso a mi manager para pedirme una cita. Estuvimos toda la velada riendo y hablando», ha contado Charlene.

No fue hasta cinco años más tarde, en diciembre de 2005, cuando se reencontraron en Ciudad del Cabo. «En Año Nuevo, me pidió salir oficialmente», recuerda la novia. Su primera aparición pública fue en los Juegos Olímpicos de Turín en febrero de 2006. Para Wittstock, moverse entre la realeza no era un entorno natural y agradece lo facilitador que fue el príncipe en aquel momento: «Alberto lo hizo fácil. Estaba claro que compartíamos las mismas pasiones, los dos nos emocionábamos mucho viendo a los atletas. El deporte es el común denominador en nuestras vidas».

La sirena de Mónaco

Y es que Charlene Lynette Wittstock, que nació el 25 de enero de 1978 en Bulawayo (Zimbabue), ya ha sido bautizada como «la sirena de Mónaco» por su carrera como nadadora profesional.

Charlene es la mayor de tres hermanos (el mayor, Gareth, técnico informático, nació en 1982; y, Sean, representante comercial, nació en 1983) y se crió en Sudáfrica en el seno de una familia unida y discreta, que se ha mantenido al margen de su romance con el príncipe. Su padre, Michael Kenneth Wittstock, nació en 1946 y es director comercial, y su madre, Lynette, nacida en 1959, es una profesora de natación jubilada.

Desde que era una niña sintió un gran interés por la natación y en 1996, a los 18 años, participó en los campeonatos de Sudáfrica. Entre sus principales logros destaca su quinto puesto en los Juegos Olímpicos de Sidney en el año 2000, tres medallas de oro en las Copa del Mundo de Natación, medalla de plata en los Juegos de la Commonwealth de Manchester y haber sido seleccionada para los Juegos Olímpicos de Pekínen 2007, año en que aparcó su trayectoria profesional.

En este tiempo, Charlene ha mostrado un carácter apacible, sencillo y discreto. Practica surf y senderismo, y entre sus lecturas siempre hay algún libro de poesía sudafricana. Además, es gran admiradora del arte contemporáneo y se ha implicado en diversas actividades solidarias. Desde 2010, es socia de la Fundación Nelson Mandela. 
ABC, Madrid


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Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda.
 
- Mark Twain (1835-1910) Escritor y periodista estadounidense.
 

29 de junio de 2011

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Voló como Matías Pérez

por Rolando Aniceto

No fue Matías Pérez el primero en volar en un globo aerostático en esta ciudad, pero sí quien dejó una frase para la posteridad: “Voló como Matías Pérez”.

Las ascensiones aerostáticas se conocían en la villa de San Cristóbal de La Habana desde 1796, cuando fue lanzado un globo desde una casa de altos a la entrada de la calle Sol, pero sin pasajero.

Todo parece indicar que el primero en utilizar uno de estos artefactos voladores en La Habana fue el francés Eugenio Roberston. El 19 de marzo de 1828, el obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, celebró una misa con la que dejaba inaugurado El Templete, y las fiestas duraron tres días en la Plaza de Armas. La principal atracción la constituyó Roberston, quien poco a poco fue levantando su globo, ante las miradas atónitas del Capitán General Francisco Dionisio Vives y miles de espectadores. El viento primaveral de aquella tarde llevó la nave con su pasajero hasta un potrero situado en Nazareno, cerca del pueblo de Managua. Además de sentar precedentes en la ciudad y estimular a otros a imitarlo, el francés ganó 15,000 pesos.

Catorce meses más tarde, la norteamericana Virginia Morotte despegaba desde el Campo de Marte, para convertirse en la primera mujer aeronauta de Cuba. Su vuelo terminó en la tenería Xifré, en el barrio del Cerro.

Una fiebre comenzaba a azotar a La Habana, y no era amarilla o negra, sino de muchos colores, la fiebre de los globos voladores. Lugares públicos de la capital eran utilizados para estos fines, los que constituían una gran diversión, no sin cierto grado de emoción, además, resultaban muy económicos. Entre los lugares seleccionados por su ubicación y espacio abierto estaba el Campo de Marte, plaza para ejercicios militares, donde después se establecería el Parque de la Fraternidad.

Primeros paracaidistas Cuadrúpedos

El 30 de mayo de 1831 a las seis y 15 de la tarde, el hojalatero Domingo Blinó ascendería desde este lugar con un rudimentario globo construido con esfuerzo propio y lleno de gas hidrógeno. Ya a gran altura, Blinó lanzó palomas, flores y dos animales en paracaídas, y según Álvaro de la Iglesia en su obra Tradiciones completas, fueron dos chivos. Tres cuartos de hora más tarde el globo se perdía de vista, los habaneros pensaron que había llegado a la Florida, pero un suplemento especial del Diario de La Habana mandado a tirar por el propio Vives, informaba que el globo con su pasajero había ido aparar al potrero San José, en el pueblo de Quiebra Hacha.

Entre los hombres que gozaban de gran popularidad como aeronauta estaba el francés Boudrias de Morat, quien preparó un globo al que bautizó como El Cometa, y se fue al Campo de Marte, En dos ocasiones, ante un público ansioso, sus objetivos terminaron en rotundos fracasos. En su último intento equipó la barquilla de su Cometa con una mesa con capacidad para cuatro comensales, quienes por la suma de tres onzas de oro per cápita podrían acompañarlo en el intrépido viaje, El anfitrión había servido carne, pan y vino, así como ropa adecuada para el frío que se sentiría en las grandes alturas. El globo no se levantó más de unas pulgadas del piso, el público estaba enfurecido y el francés, además de devolver el dinero de las entradas, fue directo a la cárcel por orden expresa del Capitán General José Gutiérrez de la Concha.

Pero Boudrias de Morat no era hombre que se dejara vencer tan fácilmente. Todo parece que los días que pasó en chirona le encendieron la chispa del genio aerostático, y decidió utilizar el gas del alumbrado público en vez de hidrógeno. De nuevo en el campo del honor, ante una multitud que se movía entre el escepticismo y la emoción, Morat logró hacer subir el globo, la muchedumbre aplaudía, el aeronauta se inspiraba, ya en lo alto los aplausos lo estimulaban a continuar viaje, El Cometa ganaba altura y tomaba rumbo oeste.

Los espectadores dejaron de aplaudir. Sus rostros se contrajeron. De pronto aquella masa humana, al unísono, echó a correr por la calle Reina. Hombres, mujeres y niños, la mayoría a pie, otros a caballo o en coche, entre gritos y polvo, avanzaban atropelladamente, como si quisieran alcanzar al héroe. Todos se dirigían hacia Belascoaín, y el globo continuaba rumbo oeste, hacia la loma de Aróstegui.

La multitud seguía por el Paseo de Tacón, los lanceros, a caballo, no podían controlar aquella mole humana. Sobre la colina se veía, imponente, el Castillo del Príncipe, rodeado de álamos, cuyas copas parecía que esperaban al viajero de las alturas. El globo perdía altura a una velocidad vertiginosa, y todo indicaba que caería al otro lado de la loma y así sucedió. La tela se había roto y su conductor decidió abandonar la barquilla y subir por la escalerita, mientras la nave descendía, por lo que salvó la vida casi milagrosamente.

No fue Morat el único aeronauta que pasó a la posteridad en esta gran urbe, pues Godard lo superaría con creces y con excentricidades. Este francés tenía un enorme globo llamado El América, con capacidad para ocho personas y con las pinturas del Sol, la Luna, Júpiter y Saturno. En cierta ocasión, con el globo a gran altura, realizó peripecias desde un trapecio colgado de la barquilla, mientras su valiente esposa conducía la nave. En otra de sus ascensiones desde el Campo de Marte, a Godard se le ocurrió nada más y nada menos que subir con un caballo, y el cronista Ramón Meza escribía en La Habana Elegante lo siguiente:

“El animal suspendido por la cincha con un enorme cable atado a la barquilla, apenas notó que le iba faltando el suelo bajo sus pies, quedó doblado, inmóvil; sus patas tomaron la rigidez del acero y sus estiradas orejas, erizadas crines, fijos ojos y ensanchada nariz, denotaban el terror pánico que le iba acometiendo en su ascenso por un elemento tan contrario a su naturaleza.

“Godard, con gran banderola en una mano y en la otra el sombrero, saludaba sonriente a la multitud, admirada de la osadía y serenidad del aeronauta.

“En diez minutos atravesó el globo la ciudad, cruzó también por encima de la bahía y fue a posarse tranquilamente sobre la colina de la Cabaña, a pocos metros de la orilla del mar, hacia la cual soplaba aquella tarde el viento del suroeste.”

No conforme con esto, durante otro ascenso lanzó un perrito desde un paracaídas, otra vez trató de subir con un mono, pero fue tanto el nerviosismo del pobre animal que desistió de la idea.

Matías Pérez

Un sello distintivo de La Habana de aquellos tiempos eran los toldos. Casi todos los establecimientos los tenían, pues además de ornamentales eran muy prácticos para nuestro clima, ya que protegían a los transeúntes de la lluvia y del sol  tropical.

Servían también para anunciar los establecimientos a los cuales pertenecían, como La Isabelita, El León de Oro, Palo Gordo, Delicias de las Damas y muchos más, y en ocasiones se extendían de acera a acera para dar a la calle aspecto de bazar o bulevar.

El oficio de fabricante de toldos era bastante remunerativo, sobre todo si quien lo realizaba recibía el sobrenombre de “Rey de los Toldos”. Y era así como llamaban a Matías Pérez. Se trataba de un exmarino portugués especialista en hacer y reparar velas y en prepararlas para su ardua tarea contra el viento.

Este portugués que quiso emular con Cristóbal Colón, uno en los cielos y el otro en los mares, del cual sabemos de dónde vino y cuándo se fue, pero no para dónde, era el asistente de Godard y quién se encargaba de preparar las condiciones previas a los vuelos, registrar el tubo conductor del gas, supervisar los instrumentos y lanzar dos globos pilotos para conocer la dirección del viento.

Y así Matías creyó aprender lo suficiente como para convertirse en aeronauta y superar a todos sus homólogos anteriores. Compró el globo La Villa de Paris a Godard por 1250 pesos y con su nave se dirigió al Campo de Marte. Era el 12 de junio de 1856. Desde todos los puntos de intra y extramuros, los habaneros acudían a ver la anunciada ascensión del nuevo aeronauta. El Campo de Marte estaba repleto de público y una orquesta amenizaba el acto. En cuanto La Villa de Paris comenzó a ganar altura, miles de pañuelos se agitaron al clamor de igual números de voces.

Pero ya en lo alto, el globo comenzó a descender con cierta rapidez, lo que hizo pensar a los espectadores que la tela se había roto. En realidad se había trabado la cuerda que habría la válvula del globo, y Matías Pérez tuvo que subir por las sogas que sujetaban la barquilla. Abrió la boca del globo y la mantuvo así con sus brazos para que penetrara el aire y aminorara la rapidez del descenso.

La nave fue a parar a la quinta de Palatino, cerca del río Almendares. Su primer vuelo constituyó un rotundo éxito a pesar del percance, ya que superó a los dos franceses. En otras dos ocasiones se presentó de nuevo el público en el Campo de Marte, pero debido a inclemencias de tiempo hubo que suspender los vuelos.

Finalmente el 29 de junio de 1856 volvió el intrépido navegante de las alturas al Campo de Marte con su globo, para desaparecer en el espacio y permanecer en el tiempo y en el recuerdo de todos los cubanos.

Los últimos en verlo fueron unos pescadores que realizaban su faena por el torreón de la Chorrera. Estaban cerca de la costa y lo conminaron a bajar, pero el aeronauta les respondió dejando caer sacos de arena e internándose sobre la mar. No logró sentar precedentes en la aeronáutica, pero sí una frase para las generaciones futuras: “Voló como Matías Pérez”.

Alberto II, El Conquistador

 Por Amaia Odriozola

Su Alteza Serenísima el Príncipe Alberto Alejandro Luis Pedro, Príncipe Soberano de Mónaco, Marqués de Baux, nació el 14 de marzo de 1958. Su próximo enlace matrimonial con Charlene Wittstock, los días 1 y 2 de julio, devolverán a Montecarlo la fiesta y el esplendor de una boda real.

Alberto II se crió entre la realeza europea y el «glamour» de Hollywood. El único hijo varón de Rainiero y Gracia de Mónaco se convirtió desde su nacimiento en Príncipe heredero. En su biografía hay apasionantes capítulos políticos y personales, pero sin duda un trágico acontecimiento marcó su juventud: la muerte de su madre, el 14 de septiembre de 1982, en un accidente de tráfico, cuando Alberto tenía 24 años. El Soberano accedió al trono monegasco tras la muerte de su padre, el 6 de abril de 2005.

En 1981 el príncipe se licenció en Ciencias Políticas, aunque también se formó en muy diversas disciplinas en el Amherst College de Massachusetts (EE.UU.), donde además estudió Economía, Psicología, Literatura Inglesa, Historia del Arte, Antropología, Geología, Filosofía, Sociología, Alemán y Música.

Desde que fue nombrado Soberano, Alberto II se ha mostrado particularmente preocupado por el desarrollo económico del principado desde dos pilares: la ética y la transparencia. El Príncipe ha emprendido una ambiciosa lucha contra el fraude fiscal, la criminalidad y la corrupción en Mónaco. Además, se precia de su ejemplar política en materia medioambiental.
 
Cinco veces olímpico

Su Alteza Serenísima ha participado en cinco Olimpiadas, desde Caglary en 1988 a Salt Lake City en 2002, y también ha sido miembro del equipo nacional de Bobsleig. Es miembro del Comité Olímpico Internacional desde 1985 y presidente del Comité Olímpico Monegasco, así como miembro del Equipo Honorífico del Comité Paralímpico Internacional.

Su pasión por el deporte le llevó a conocer a la que en breve será su esposa, la nadadora sudafricana Charlene Wittstock. Pero hasta entonces, la vida personal del Príncipe también alimentó infinidad de páginas de la prensa rosa, por sus noviazgos (nunca oficiales) con algunas de las mujeres más bellas del mundo, desde la modelo Naomi Campbell a Tasha de Vasconcelos.

Tras su ascensión al trono reconoció el nacimiento de dos hijos, que no tienen derechos sucesorios debido a que nacieron fuera del matrimonio, según dicta la Constitución monegasca. Con la azafata togolesa Nicole Coste tuvo un niño llamado Alexandre, y con la estadounidense Tamara Rotolo, una niña llamada Jazmín Grace. Lo cierto es que se le han atribuido un sinfín de romances, pero no fue hasta conocer a Charlene cuando encontró a su «princesa».

A pesar de haber vivido siempre ante las cámaras, no ha sido hasta el anuncio de su esperado compromiso matrimonial, el 23 de julio de 2010, cuando hemos conocido al Soberano más íntimamente. La presencia de Charlene nos ha permitido ver a un Alberto enamorado. La diferencia de edad con su prometida (20 años) no ha supuesto ningún problema en la relación: «Es compasivo, cuidadoso, cariñoso, leal y muy paciente», ha dicho Charlene de él.

Reproducido de ABC, Madrid

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ME ENCUENTRO SOLITARIO CUANDO BUSCO UNA MANO Y SÓLO ENCUENTRO PUÑOS

- RALPH BUNCHE (1904-1971), DIPLOMÁTICO ESTADOUNIDENSE

28 de junio de 2011

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Bernabé de Varona (Bembeta)

y la expedición del Virginius


- Por Frank de Varona

Uno de los valerosos y legendarios héroes camagüeyanos de la Guerra de los Diez Años de 1868 a 1878 fue Bernabé de Varona Borrero, más conocido por su apodo, Bembeta. Nació este insigne patriota en Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey, el 23 de noviembre de 1845 y murió fusilado por los españoles el 4 de noviembre de 1873 en Santiago de Cuba.

Bembeta llegó a ser general del Ejército Libertador y logró mucho en su corta vida. Se destacaba este apuesto camagüeyano por su elevada estatura y porte marcial. Desde muy joven comenzó a conspirar contra el yugo español que oprimía a Cuba.

Bembeta quedó huérfano de padre el 24 de diciembre de 1852 a la edad de siete años. ¡Debió haber sido muy duro perder a su padre el día de Nochebuena!

Un amigo de su padre ofreció educar a Bembeta en los Estados Unidos y partió el joven a Nueva York en mayo de 1853. Estudió hasta septiembre de 1856, unos tres años, y regresó a Puerto Príncipe. De nuevo en los Estados Unidos en abril de 1859 estudió unos meses más. A los 15 años regresó a Camagüey habiendo aprendido inglés. El haber estudiado en los Estados Unidos y haber observado un gobierno democrático hizo que Bembeta escribiera en su autobiografía que fue desde joven un “enemigo acérrimo de España”. Se hizo un hábil mecánico y trabajó en ingenios azucareros ganándose la simpatía de los negros esclavos por su prédica de igualdad y libertad.

Bembeta era alto, bien parecido y corpulento. Por sus ideas separatistas tuvo muchos problemas y altercados con los españoles. Según nos explica Bembeta en su autobiografía, en 1865 cayó preso en Santiago de Cuba por haber provocado un duelo con el administrador de la aduana en esa ciudad. Al año siguiente volvió a ser arrestado en Santiago de Cuba por “haber ocasionado algunas heridas y contusiones a españoles que no respetaban a los criollos”.

En 1867 Bernabé de Varona viajó a Nueva York y contactó al futuro General en Jefe del Ejército Libertador, el camagüeyano Manuel de Quesada. Ambos trabajaron en los preparativos de la lucha armada contra España.

De regreso a Camagüey, Bembeta fue líder del movimiento armado conocido como la “Conspiración de los Caleseros” de la que formaban parte negros libres y esclavos. Fue arrestado el 26 de julio de 1868 en su ciudad natal. Nos cuenta Bembeta “cinco días estuve en capilla sin tener otro mueble que el infamante garrote donde descansar mi cuerpo”. Tenía entonces Bembeta 22 años. Bembeta también participó en la logia Tínima No. 16 fundada en 1866. La logia planeaba un levantamiento armado en unión a Salvador Cisneros Betancourt, Marqués de Santa Lucía. Ignacio Agramonte y Loynaz, Augusto Arango y Agüero, Carlos Loret de Mola de Varona, Eduardo Agramonte, Manuel Ramón Silva y otros camagüeyanos.

El Capitán General y Gobernador de Cuba Francisco de Lersundi ordenó que trasladaran a Bembeta y a los otros prisioneros a La Habana para entrevistarlos. Al ser conducido ante el gobernador español de Cuba, Bembeta le hizo a Lersundi los signos masónicos de auxilio y ayuda. Lersundi, quien era maestro masón, ordenó que se llevaran al resto de los prisioneros y lo dejaran solo con Bembeta. Lersundi le dijo: “Abandone usted a los negros a su propio  destino, no sirven sino para moler caña. Lástima es que un joven con inteligencia y tan buena presencia se mezcle en conspiración con esa raza”. Lersundi trató sin éxito de convencer a Bembeta que dejara de conspirar contra España y ordenó ponerlo en libertad. Bembeta estuvo 56 días preso en esa ocasión.

Bembeta regresó a Nuevitas el 1 de octubre de 1868 a continuar su trabajo de maquinista. Los españoles volvieron a arrestarlo el 3 de octubre y el 10 de octubre escapó con la ayuda de varios amigos y se alzó en la manigua. Ese mismo día Carlos Manuel de Céspedes se alzó en La Demajagua y comenzó la lucha por la independencia de Cuba.

El 4 de noviembre de 1868 Bembeta formó parte del grupo de 76 patriotas camagüeyanos, los cuales secundaron al Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes, acudiendo al Paso de las Clavelinas y comenzaron la guerra en Camagüey. Los insurrectos camagüeyanos eran casi todos miembros de la logia Tínima No. 16 (72 de los 76  patriotas).

Las tropas españolas quedaron pronto sitiadas en Puerto Príncipe mientras los mambises camagüeyanos se adueñaron del campo. Los españoles levantaron trincheras en las vías de acceso a Puerto Príncipe. Bembeta se distinguió atacando valientemente una de ellas. Los españoles se rindieron ante el audaz ataque. Bembeta les respetó la vida a los prisioneros y los dejó en libertad pidiéndoles su palabra de no hacer armas contra los insurgentes. Ante este acto de generosidad los españoles gritaron ¡Viva Bembeta! Años más tarde los españoles no respetarían su vida al caer prisionero.

Un día Bembeta, quien ya era un coronel, recibió la noticia que una columna española de unos 300 soldados habían sacado a su novia y a su familia de su hacienda y los llevaban hacia Puerto Príncipe. Varona solo tenía 13 soldados en ese momento y el resto de su tropa estaba fuera buscando comida. Bembeta ordenó a su pequeño grupo “¡A caballo!” y les dijo: “¡Muchachos, si esos pícaros nos llevan la familia, mi honor esta perdido para siempre y prefiero morir! ¿Seríais capaces de acompañarme arrancándosela a la columna?”

Sus trece soldados respondieron: “¡Estamos dispuesto a morir con el coronel!” La caballería mambisa atacó a la tropa española por ambos flancos y Bembeta por la retaguardia mientras su corneta tocaba ¡A degüello! El jefe de la columna creyó que lo atacaba una gran caballería y ordenó tocar la retirada y Bembeta rescató a su novia y a su familia. Este brillante y audaz rescate hizo crecer la fama de Bernabé de Varona.

Bembeta participó en numerosas batallas y fue hecho jefe de la escolta del Cuartel General del Ejército Libertador. Después de la Asamblea de Guáimaro se proclamó la Constitución y se organizó el nuevo gobierno con Carlos Manuel de Céspedes como presidente de la República en Armas. Al enterarse, los españoles mandaron un gran ejército para capturar a Guáimaro y poner fin a la revolución.

Manuel de Quesada, General en Jefe del Ejército Libertador, no teniendo suficiente soldados para defender a Guáimaro, ordenó al Coronel Bernabé de Varona que incendiara la ciudad el 10 de mayo de 1869. Ya los patriotas orientales habían quemado la cuna de la Revolución, la ciudad de Bayamo, unos meses antes. El fuego era preferible a rendir ciudades.

En junio de 1869 participó el Coronel Bembeta en el ataque a Las Tunas y más adelante en el asalto del fuerte San José. Fue ascendido al grado de general de brigada en julio de 1869. En abril de 1871 fue enviado a los Estados Unidos para organizar expediciones de apoyo a la Revolución. En esa nación Bembeta trabajó con el General Manuel de Quesada. Con dinero de la Junta Cubana radicada en Nueva York, Quesada compró un vapor con dos palos llamado Virgen. Este barco fue construído en Escocia para el gobierno de los confederados sureños en 1864 durante la guerra civil entre el Norte y el Sur de los Estados Unidos.

El Virgen tenía 200 pies y cargaba 491 toneladas. Era de poco calado ideal para desembarcar soldados y pertrechos de guerra en la costa de Cuba y ayudar a los mambises. En la venta de 1870 apareció como dueño el estadounidense John F. Patterson para así ocultar la participación de la Junta Cubana. El vapor fue rebautizado con el nombre de Virginius.

Entre 1870 y 1873 el Virginius llevó hombres, armas y municiones de los Estados Unidos a Cuba. El buque estuvo a punto de ser capturado en Aspinwall (hoy Colón), Panamá, por el barco de guerra español Bazán, pero fue salvado por la intervención del barco de guerra USS Kansas, argumentando que el Virginius era estadounidense.

El general Bernabé de Varona fue nombrado a dirigir una nueva expedición del Virginius y el 23 de octubre de 1873 salió el buque de Kingston, Jamaica. A bordo del Virginius se encontraban 102 mambises y el barco se dirigió primero a la isla de Jeremie en Haití y después a Port-au-Prince, la capital de esa nación, donde Bembeta compró el armamento a llevar a Cuba.  

  El Virginius navegó hacia la provincia de Oriente y estando cerca de Guantánamo fue visto por la corbeta española Tornado, un barco de tres palos más veloz y más poderoso que el barco de los mambises. Comenzó la persecución del Virginius por el Tornado, bajo las órdenes del capitán español Dionisio Costilla.

El capitán del Virginius, el norteamericano Joseph Fry y los cubanos echaron al mar todo el armamento y  equipo para quitar peso al barco y poder escapar. Por ocho horas navegaron hacia Jamaica mientras veían al Tornado que se acercaba más y más y que le disparaba cañonazos. El motor de vapor que iba a toda máquina explotó y el Virginius comenzó a hundirse. Fry dijo: “Siento que tengamos que rendirnos porque nos vamos a hundir”. El Virginius fue capturado a seis millas de la costa de Jamaica en aguas territoriales británicas, ya que Jamaica era una colonia de Gran Bretaña. El 31 de octubre de 1873 los españoles abordaron el Virginius y bajaron la bandera estadounidense al piso y la pisotearon y la escupieron. El Virginius con su tripulación de marineros y soldados, unos 155 hombres en total, fueron llevados a Santiago de Cuba.

A pesar de que el Virginius llevaba bandera de los Estados Unidos, toda la tripulación era estadounidense y británica y su captura fue en agua territoriales de Inglaterra, el comandante de Santiago de Cuba el brigadier Juan Nepomuceno Burriel decidió fusilar a casi toda la tripulación y soldados.

Contó Burriel con el apoyo del Círculo Español el Club San Carlos y los oficiales de los Voluntarios. Una serie de consejos de guerra se celebraron en la fortaleza de Dolores en Santiago de Cuba.

El 4 de noviembre de 1873 fueron fusilados los cuatro altos oficiales del Ejército Libertador: el General Bernabé (Bembeta) de Varona Borrero, el General Pedro de Céspedes de Castillo, hermano del Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes, el General Jesús del Sol y el General George Washington Ryan

Ese día a las 6:45 de la mañana los cuatro prisioneros fueron sacados de sus celdas mientras un soldado tocaba en el tambor la marcha de la muerte. Ryan le dijo a sus compañeros: “Creo que es la muerte esta vez. Adiós muchachos y buena suerte”. A Bembeta y del Sol los arrodillaron mirando a un muro y los fusilaron por la espalda. Ryan y Céspedes presenciaron el fusilamiento de sus dos compañeros. Cuando les tocó su turno protestaron la forma de su ejecución y los arrodillaron a la fuerza pero le permitieron que miraran de frente al pelotón de fusilamiento. Los cuatro patriotas se portaron muy valientes. Así lo escribió Burriel en su informe.

José Martí escribió de Bembeta: 

“Bernabé Varona, el que de un vuelco de la muñeca derribaba un toro, y de un salto del corazón libertaba a cientos de prisioneros españoles. Luego España deshizo a balazos aquella hermosa cabeza. ¿A qué? Los héroes renacen…”

Reproducido de eichikawa.com

El relato de la conclusión de este desafortunado hecho de nuestras luchas emancipadoras continuará en una próxima edición.  


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Picnic

La palabra “picnic” no aparece en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Sin embargo, a quienes hablamos español en estas tierras de Norteamérica se nos hace muy familiar y la empelamos continuamente sin empacho alguno.

Después de todo  no debemos sentirnos mal, porque quienes hablan inglés -tanto aquí como en Inglaterra-, tampoco pueden reclamarla como propia: la heredaron de otro idioma foráneo. Y no de una lengua sajona, sino de una romance, el francés. 

En efecto, la palabrita proviene de “piquenique”,  que se ha encontrado por primera vez en forma escrita en la edición de 1692 del libro de Tom Willis “Origines de la Langue Française”. Si se considera que “nique” significa  “algo sin importancia”, la interpretación literal de picnic  se parece a   “escoger algo sin importancia".  La palabra había sido usada para referirse   a unas gentes que llevaron su propio vino al restaurante donde comían, y más tarde la expresión comenzó a aplicarse a comidas en las que cada invitado aportaba algún plato para compartir, como  eso que ahora llaman “potluck” por estos lares.

En los Estados Unidos existe también una hipótesis completamente falsa sobre el origen de la palabra, que la hace surgir como apócope de “pick a niger” con una equivocada intención racista. En realidad, la palabra apareció por primera vez en Inglaterra. La había escrito el afrancesado Lord Chesterfield en 1748 en una de sus cartas, refiriéndose a una reunión festiva para comer, beber y jugar naipes. 

La palabra prosiguió su evolución natural en cuanto  a su significado,  que se fue ampliando para referirse a una comida al aire libre. Costumbre que ya había tenido antecedentes desde el medioevo, cuando se hacía un descanso para almorzar  a la escampada durante un día de caza. 

Un picnic es hoy una comida informal al aire libre, preferiblemente en un parque, bosque o ribera de un río, donde degustamos alimentos ligeros, bocadillos, etc. En algunos países se le llama tambien "ir de merienda”.

AnaDolores García
Ilustración: El almuerzo de los remeros, óleo sobre lienzo, Pierre-Auguste Renoir. Phillips collection, Washington DC.
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El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene.
 
- Ralph Waldo Emerson  (1803-1882) Poeta y pensador estadounidense.

27 de junio de 2011

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Los Grimaldi,
o cómo sacarle el máximo provecho
a una roca

Mónaco, el segundo Estado más pequeño del mundo y feudo del príncipe Alberto II, quien se casará a principios de julio, ha conseguido con su familia reinante, los Grimaldi, y en pocas décadas, atraer una atención mundial que sobrepasa su auténtica influencia, aunque la poca que tenga, la aprovecha.

Despejado, mediante una reforma constitucional de hace ocho años, el peligro de que el país vuelva bajo soberanía de Francia si su gobernante no tuviera descendencia masculina, el Principado que se asoma al Mediterráneo desde un territorio rocoso y escarpado tiene bien colocados poder económico e influencia mediática.

La roca del lujo

Otro matrimonio de un Grimaldi, el de la actriz Grace Kelly con Rainiero, padres del actual príncipe, en 1956, asentó los reales monegascos en el mundo del glamour hollywoodiense tan sólidamente como los tienen sus cimientos los edificios de sus escasos dos kilómetros cuadrados de superficie.

Desde entonces se ha asociado a Mónaco con el lujo, la belleza, el placer de vivir de los más ricos, el sueño de una vida despreocupada, la Fórmula 1, el juego y la evasión fiscal, aunque en este último aspecto el Principado ha dado un giro que tiene el visto bueno de los reguladores mundiales de la lucha contra el blanqueo de dinero.

Este Principado de los Grimaldi mantiene su íntima vinculación con el juego y su legendario Casino -el Estado es principal accionista de la sociedad que lo regenta- pero ahora ya es más que paraíso fiscal, plaza financiera con decenas de bancos sometidos a la tutela del Banco de Francia.

Y sigue gozando del privilegio de contar seguramente con algunos de los perfiles más intensamente retratados del mundo, todos con el mismo apellido, Grimaldi, el mismo que el del guerrero disfrazado de monje franciscano que se hizo con "Le Rocher" (La roca) en 1297.

«La vie en rose»

Los representantes actuales de la casa tienen poco que ver con el guerrero y comerciante oriundo de Génova que puso su nombre en los libros de historia y, sobre todo en las últimas seis décadas, han destacado por poblar las páginas de la prensa del corazón, donde los nombres propios Carolina y Estefanía, por ejemplo, no necesitan apellido.

Matrimonios fracasados, muertes trágicas, escándalos familiares e inconvenientes hazañas sexuales aireadas por la prensa a todo color, o reacciones airadas contra paparazzi son algunos detalles de la vida más reciente de algunos Grimaldi o sus familiares temporales que han entusiasmado a medio mundo.

Para la eternidad, o casi, quedan imágenes como la regia estampa de Grace Kelly convertida en princesa más allá del celuloide en la catedral de Mónaco, un Óscar de Hollywood que llegó al Principado de la mano de la revista "Paris-Match" para una sesión de fotos con Raniero que acabaría en boda.

La íntima relación entre lujo y drama produjo en pocas décadas una concentración de eventos noticiosos de una densidad por metro cuadrado posiblemente incomparable, que ha situado en un mapa emocional al país que, en realidad, no tanta gente es capaz de localizar exactamente sobre la costa mediterránea del sureste francés.

Boda de cuento

El Mónaco de Alberto II y la muy discreta exnadadora sudafricana Charlene Wittstock entra en la segunda década del siglo XXI con un perfil mucho menos acusadamente dominado por las pulsiones tan humanas de los últimos años de la centuria anterior en la familia.

Plataforma de inversiones, refugio de fortunas, con la "bendición" internacional a sus más recientes ejercicios de transparencia fiscal, el Principado parece atravesar un período de "normalidad emocional" y de mayor protagonismo en ámbitos internacionales de influencia discreta pero efectiva.

Las intervenciones de Alberto II en foros deportivos -como miembro del Comité Olímpico Internacional- políticos y económicos dan por tanto la impresión de una indisimulada pretensión de ser un país con la voluntad de ser tomado en serio como socio para aventuras quizás más prosaicas, aburridas, pero que garanticen permanencia a los Grimaldi y a sus escasos súbditos.

EFE-París

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Alto riesgo:

ser camello en Australia


Una empresa australiana ha presentado una novedosa propuesta contra las emisiones contaminantes: matar a la población entera de camellos salvajes en el país porque sus flatulencias contribuyen al efecto invernadero.
Cada uno de estos animales emite al año unos 45 kilos de gas metano, que equivale a una tonelada de dióxido de carbono.

 Aunque es considerada como una misión imposible, erradicar a toda la población de alrededor de 1,2 millones de dromedarios que campan a sus anchas por Australia sería igual a sacar de circulación hasta 300.000 coches con un recorrido de 20.000 kilómetros anuales.

Por ello la compañía australiana Northwest Carbon propone matar a los mamíferos desde helicópteros y vehículos todo-terreno, y luego procesar su carne para elaborar alimentos para animales de granja o domésticos.
      
Esta propuesta no es descabellada y de hecho está siendo evaluada por el Gobierno de Camberra como parte de su proyecto nacional para la reducción de gases contaminantes en el sector agrícola, explica el secretario legislativo sobre Cambio Climático, Mark Dreyfus.

 Los camellos salvajes no son sólo uno de los mayores emisores de dióxido de carbono en Australia, sino que además causan destrozos anuales a las cosechas valorados en más de diez millones de dólares (unos 7,5 millones de euros).
      
Sin embargo, esa cifra "no incluye el costo al medio ambiente" y el daño producido por ellos es mayor "en períodos secos cuando se juntan en hordas", señaló a Efe Jan Ferguson, directora de Ninti One, organismo responsable del Proyecto para el Control de Camellos Salvajes en Australia.

Los dromedarios dañan los sistemas de aire acondicionado y las cañerías en su búsqueda de agua para aplacar la sed, y en algunos casos han contaminado las únicas fuentes de agua para los aborígenes al ahogarse dentro de ellas.
      
También han arrasado plantas endémicas y lugares patrimoniales, así como molinos, cercos, tanques y otro tipo de infraestructuras, compiten por el alimento con el ganado y habitualmente provocan accidentes mortales en las carreteras.
   
Los fornidos camellos, cuya población se duplica cada nueve años, tienen un instinto de supervivencia tan desarrollado que pueden beber hasta 200 litros de agua en tres minutos y recorrer setenta kilómetros al día.

Australia recibió su primer camello en 1840, un ejemplar procedente de las Islas Canarias españolas, y luego los colonos británicos empezaron a importarlos de India y Pakistán. Inicialmente fueron utilizados para explorar la vasta región desértica del centro del país, ya que las bestias pueden llevar encima hasta unos 800 kilos de carga. Así fue hasta el siglo XX, cuando su función pasó a trenes y vehículos: miles fueron liberados y desde entonces se reproducen sin control.


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EL DESTINO ES EL QUE BARAJA LAS CARTAS, PERO NOSOTROS SOMOS LOS QUE JUGAMOS.

- WILLIAM SHAKESPEARE (1564-1616) ESCRITOR BRITÁNICO.

26 de junio de 2011

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De Juana María a Reina Luisa

 Ninoska Pérez Castellón
Diario Las Américas


“¿Tú sabes lo que es no entregarle a una madre el cadáver de su hijo? 
Estoy dispuesta a lo que sea, a mi hijo Pedro Luis Boitel me lo asesinaron”-

Clara Abraham de Boitel

A veces pienso que al exilio cubano, con sus características novelescas, hay que ponerle nombre. Aunque en nuestro caso la realidad sobrepasa la ficción. El título radica entre dos madres cubanas: De Juana María GrosOlea hasta Reina Luisa Tamayo. Y ¿qué encierran esos 52 años? Demasiadas lágrimas derramadas por quienes han visto a sus hijos morir asesinados por el régimen de los hermanos Castro.

Conservo una foto de mi padre en Washington en el año 1959. Hasta la capital de los Estados Unidos habían viajado un grupo de cubanos para protestar y decirle al Departamento de Estado que ayudaran a poner fin al comunismo en Cuba. ¿Cuantas lágrimas se hubiesen ahorrado las madres cubanas?. Pero no era sólo en Washington, era en Nueva York, en Miami, donde quiera que hubiera cubanos, estrenando el destierro, había protestas. Los letreros eran siempre los mismos: “Paren los fusilamientos en Cuba”.

Y había que hacerlo aunque fuéramos pocos y los muchos en Cuba apoyaran la infamia vestida de revolución porque una mujer como Juana María Gros de Olea había perdido tres hijos en 48 horas. El 12 de enero de 1959, mientras Santiago de Cuba celebraba el triunfo de la revolución Juana María perdió dos de sus hijos en uno de los primeros crímenes de Raúl Castro: un fusilamiento masivo de 68 personas sin juicio, enterrados en una fosa común en la Loma de San Juan. Dos de las víctimas eran sus hijos, Juan Ignacio y Domingo. Al día siguiente, cuando aun sin haber sido notificada la familia, el tercer hijo de Juana María, Olegario se enteró del crimen estando en una cafetería de la calle Enramada, enloqueció y la emprendió con unos milicianos presentes. Lo mataron en plena calle. Y una madre perdió a sus tres hijos en dos días.

Y como a ella, a miles de madres les fusilaron sus hijos. Otras los vieron morir día a día durante décadas en las cárceles cubanas, y después vinieron las madres de las mujeres cubanas que vieron a sus hijas padecer largas condenas – porque ningún otro país ha tenido tantas mujeres presas cumpliendo largas condenas como Cuba. Después los vieron morir en huelgas de hambre, y brutales golpizas. También asfixiados en la rastra de la muerte por órdenes de Camilo Cienfuegos y las madres cubanas enloquecieron, como la madre de Cari Roque que padeció 16 años con su hija en prisión.

¿Y qué hizo el exilio? Alzar su digna voz, aunque otros callaran y apoyaran al régimen de Fidel Castro. Y el 1ro. de septiembre de 1975, cuando tuvo lugar la infame masacre de la prisión Boniato y las madres cubanas acudieron a la prensa para denunciar lo que había sucedido, les dieron la espalda porque como el film de Néstor Almendros, nadie escuchaba. Como nadie escuchó cuando otra madre lloró a un negro llamado Olegario Charlot Espileta que tras morir en una huelga de hambre, lo sacaron de su celda con palas por la magnitud de descomposición del cadáver.

Y el exilio siguió, porque era imposible callar crímenes, como el de jóvenes pulverizados en el aire por migs castristas, niños hundidos en el remolcador 13 de marzo, jóvenes fusilados en 72 horas sin haber cometido crimen alguno porque Fidel Castro quería dar lecciones ejemplarizantes.

Y este exilio digno, tantas veces satanizado nunca ha dejado de protestar, de denunciar, de ayudar. Tampoco nos hemos cansado. Bastaba con ver las lágrimas en los ojos de otra madre cubana, Blanca González o su valentía testificando ante el Congreso de los Estados Unidos pidiendo la libertad de su hijo Normando Hernández y de todos los presos políticos. Por eso cuando una madre desconocida, llamada Reina Luisa, comenzó a advertir en el año 2009 que su hijo estaba siendo golpeado y abusado en prisión, y tuvo la valentía de retratarse con la camiseta ensangrentada, sacada clandestinamente de la cárcel, le pedí a la directora de las páginas de opiniones del Miami Herald, Myriam Marques que publicara la foto que era no sólo un testimonio urgente, era una advertencia de lo que le esperaba a la familia Zapata Tamayo.

Aun así, no escucharon, porque pedían a gritos, cardenales, presidentes, inescrupulosos inversionistas, y hasta algunos que dentro de Cuba se llaman opositores, que le levantaran las sanciones al régimen de Raúl Castro. El final fue trágico y tuvo que morir Orlando Zapata Tamayo en una prolongada huelga de hambre en la que hasta el agua le negaron y Reina Luisa se convirtió en otra madre cubana a la que le asesinaron a su hijo.

Tampoco nos dimos por vencidos y la maravilla de los tiempos es que la denuncia de la muerte de Zapata recorrió el mundo y su imagen se convirtió en símbolo de resistencia. Hoy Reina Luisa se une a este exilio que es también una carrerea de relieve que lleva ya 5 décadas. Por eso al igual que ese héroe que se llama Antúnez que nos dice a diario desde el centro de Cuba, que ni se va ni se rinde, así decimos nosotros hoy aquí en esta capital del exilio cubano. Ni nos callamos, ni nos rendimos hasta que Cuba sea libre y sobre todas las cosas, hasta que prevalezca la justicia.