20 de abril de 2011

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Testigo del sacrificio


Tomás Fernández-Travieso

El sol se ponía cuando salimos del juicio.  Luis Fernández Caubí fue el único abogado que se atrevió a defendernos.  El juicio demoró sólo 20 minutos, lo interrumpió varias veces el ruido de los tanques de guerra que salían de La Cabaña hacia Playa Girón: era el 17 de abril de 1961.

Cuando iban a fusilar, dejaban solamente en capilla a los condenados a muerte. El único que sabíamos que ya estaba allí era Carlos Rodríguez Cabo. A su compañero de causa, Efrén Rodríguez López, le pidieron 30 años. Lo habíamos dejado en la galera y cuando vino a despedirse, muy apenado, dijo: "Miren, perdonen que les pida esto, pero seguro que ustedes no regresan.  Salúdenme a Carlitos allá".  No pudo seguir hablando.  Nos abrazó llorando. 

Esposados cruzamos el puente levadizo.  Abajo, en el foso, un palo solitario se alzaba delante de unos sacos de arena.  Virgilio Campanería Angel y yo íbamos esposados juntos.  Alberto Tapia Ruano venía solo.

Al llegar a la prisión, desde el patio al otro lado del rastrillo, muchos compañeros nos saludaron en silencio.  Nos pasaron a través de una galera donde dormían los guardias, hasta llegar a la capilla (galera interior dividida en cuatro celdas).

Continuamos caminando por un largo pasillo.  Cuatro guardias nos escoltaban.  Atravesamos tres rejas con gruesos candados.  Al entrar en la capilla, desde una de las celdas, la voz de Efrén, fuerte y decidia, nos saludó: "Parece que me quieren tronar (fusilar) también.  Me elevaron la condena de 30 a paredón. Además, Carlitos estaba muy solo y no podía abandonarlo", agregó riendo Efrén.  Compartimos la información que teníamos del desembarco por Playa Girón que apoyaría el movimiento clandestino, Efrén y Carlitos eran de Rescate Revolucionario; Virgilio, Alberto y yo del Directorio Revolucionario Estudiantil. Nos metieron en una celda iluminada por una lámpara de luz fría con dos literas sin colchón y un hueco en el piso servía de inodoro.

Al poco rato trajeron a Lázaro Reyes Benítez y a Filiberto Rodríguez Ravelo, ambos de Guines. Filiberto se había ganado el apoyo de "el marciano" ya que desde que llegó a La Cabaña insistía en que él era un extraterrestrey que estaba en contacto permanente con los marcianos.

Después llegó José Calderín, quien junto a Lázaro y a Filiberto fueron a otra celda. Por último, Carlos Calvo Martínez, al igual que Virgilio y Tapita, tenía 21 años.  Lo acusaron de poner la bomba de El Encanto. Lo metieron en nuestra celda.

Un guardia trajo las centencias.  A mí me conmutaron la pena de muerte por 30 años de prisión "porque esta gente no va a fusilar a un menor de edad", me explicaron todos.  Ya no pude seguir compartiendo los cantos y los chistes de los demás.  Me convertí en el depositario de sus recuerdos, el enlace con la vida.  Yo sería testigo de su sacrificio.

Pasaron horas.  No sé, ahí no existe el tiempo.  Rezamos el rosario.

Por fin las tres cerraduras crujieron y pasos de botas resonaron en la capilla. El sargento Moreno llamó el primer nombre: "Carlos Rodriguez Cabo", "Presente", gritó con voz firme. Dos guardias con fusiles lo escoltaron hasta la puerta de nuestra celda.  Noa abrazamos a través de los barrotes.  Me encomendó a su hija, le dejaba su sortija y dijo: "Animo, que tengas suerte".

Al rato el sonido de los fusiles FAL, llenó la capilla, seguido de un tiro de pistola.  "El sargento Moreno es el que da los tiros de gracia", me habían dicho.

Las tres cerraduras se abriron otra vez, ahora para Efrén. Respondió "Presente".  Me abrazó  entre las rejas, le dejaba su fosforera a la esposa.  Los FAL sonaron cerca, seguidos de un tiro de gracia.

El tercero fue Virgilio.  Me dijo "Tommy, voy a gritar un Viva Cristo Rey, Viva Cuba Libre, Viva el Directorio, que les va a traquetear los c...".  Alberto (Tapita) me abrazó: "Ojalá que yo vaya después ".  Abrazados escuchamos a Virgilio cumpliendo su promesa, sonaron los FAL y después tres gritos de gracia.

 "Alberto Tapia Moreno ", llamó Moreno. "La Vigencita me oyó", dijo Tapita con alegría. Salió rápido. 

Quedamos Carlos Calvo y yo en la celda. "¿Crees que Tapita contó los tiros de gracia de Virgilio?. Fueron tres. De todas maneras él lo va a ver en el suelo, no hay tiempo de quitar los cuerpos entre uno y otro", dijo.

El cuarto fue Filiberto, quien me confesó: "Ya ni los marcianos pueden salvarme del trueno (paredón)". Salió cantando el Himno Nacional.  Le dieron dos tiros de gracia.

"Lázaro Reyes Benítez","Presente". Me abrazó y salió.  "José Calderín", "Presente". El penúltimo abrazó y salió.

Carlitos Calvo fue el último.  Antes de que abrieran las rejas, me pidió: "Cuenta mis tiros de gracia y me lo dices allá arriba:.

Fueron ocho en La Cabaña, hace 50 años.

Publicado en El Nuevo Herald
Remitido por María del Carmen Expósito 

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Cristo muere en la Cruz


«Todo está cumplido»
Juan, 19, 30

Al pie de la cruz María
llora con la Magdalena,
y aquel a quien en la cena
sobre todos prefería.
Ya palmo a palmo se enfría
el dócil torso entreabierto.
Ya pende el cadáver yerto
como de la rama el fruto.
Cúbrete, cielo, de luto
porque ya la Vida ha muerto.

Profundo misterio. El Hijo
del Hombre, el que era la Luz
y la Vida muere en cruz,
en una cruz crucifijo.
Ya desde ahora te elijo
mi modelo en el estrecho
tránsito. Baja a mi lecho
el día que yo me muera,
y que mis manos de cera
te estrechen sobre mi pecho.

Gerardo Diego

"Reviviendo recuerdos de la Semana Santa Camagüeyana" puede leerse haciendo clic en:
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1893 nace Joan Miró, pintor español.
1923 nace en Nueva York Tito Puente, músico de origen puertoriqueño  
1993 fallece Mario Moreno (Cantinflas) actor cómico mexicano





Santa Inés de Montepulciano


 

LAS DECEPCIONES NO MATAN, Y LAS ESPERANZAS HACEN VIVIR.

- GEORGE SAND, (1804-1876) ESCRITORA FRANCESA. 







19 de abril de 2011

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Bebo y Chucho Valdés,

doctores honoris causa

por el Berklee College of Music de Boston

Los pianistas cubanos Bebo y Chucho Valdés serán investidos doctores honoris causa por el prestigioso Berklee College of Music de Boston el próximo 7 de mayo, según informó este lunes en Madrid la Sociedad General de Autores y Editores.

Entre esos nombres están también los de Aretha Franklin, Chick Corea, Rubén Blades, Duke Ellington, Pat Metheny, B.B. King o Juan Luis Guerra. "Es el sueño dorado de cualquier artista, de cualquier músico", dijo este lunes Chucho Valdés, que en declaraciones a medios españoles se mostró orgulloso de compartir doctorado con su padre, "uno de los grandes creadores de la música cubana".

Bebo Valdés (La Habana, octubre de 1918) es uno de los músicos cubanos más importantes. En su país, que abandonó tras la revolución, trabajó entre 1948 y 1957 como pianista y arreglista de la orquesta de Armando Romeu en el Club Tropicana, para después formar su propia big band: Sabor de Cuba.

El pianista y compositor, afincado en España, es hoy uno de los nombres más importantes del jazz latino. A lo largo de su carrera musical ha trabajado con figuras como Beny Moré, Rolando Laserie y Nat King Cole, entre otros.

En los últimos 10 años han sido frecuentes sus colaboraciones con el cineasta español Fernando Trueba ('Calle 54', 'El milagro de Candeal'). A él le dedicó el director español el documental de animación "Chico & Rita", dirigido junto al diseñador Javier Mariscal y cuya banda sonora es del propio pianista.

'Lágrimas negras', el disco con Diego el Cigala que se publicó en 2003, ha sido uno de los más exitosos de su carrera. A lo largo de su trayectoria ha ganado siete Premios Grammy, entre otros galardones.

Su hijo, Chucho Valdés, nació en La Habana el 9 de octubre de 1941. En 1959 comenzó a tocar en la orquesta Sabor de Cuba, de su padre. En 1973 fundó el emblemático grupo Irakere, al que muchos consideran el más importante de la música cubana de la segunda mitad del siglo XX. En su haber cuenta con ocho Premios Grammy.

Padre e hijo grabaron en 2009 'Juntos para siempre', el primer disco completo juntos, que les valió el Grammy Latino al mejor álbum de jazz.

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CRUCIFIXIÓN    

Tres de la tarde. El gólgota parece
la sombra de un gigante en agonía.
Sobre un rústico lábaro oscurece
la antorcha que encendió la luz del día.

La irresponsable turba palidece
presa de colectiva cobardía
y sobre un tallo de dolor florece
la sangre de la nueva profecía.

Hora de vencimiento y de conquista,
hora solemne en que el supremo artista
muere de un sarpullido de claveles.

Hora en que se arrodilla el universo
y hay un llanto de sombras en el verso
y una sombra de llanto en los pinceles.

Jorge Robledo Ortiz
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1824 fallece Lord Byron, poeta inglés
1932 nace Fernando botero, pinito y escultor colombiano
1937 termina de construirse el puente Goleen Gate en San Francisco, EEUU
1956 La actriz estadounidense Grace Nelly se casa con el Rainiero III de Mónaco
2005 Joseph Ratzinger es elegido papa como Benedicto XVI .

San Expedito, San León IX, Papa

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LA COSA MÁS DIFÍCIL ES CONOCERNOS A NOSOTROS MISMOS; LA MÁS FÁCIL ES HABLAR MAL DE LOS DEMÁS.

-TALES DE MLETO,  (624 AC-546 AC) FILÓSOFO Y MATEMÁTICO GRIEGO.



18 de abril de 2011

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Queridos todos,  aquí os queda el testimonio acompañando a Jesús a su entrada en Jerusalén. Me habría gustado ver a Jesús desde los brazos de la mujer samaritana pero no me faltaron los de mamá, tita Cristina y el abuelo. El abuelo me metió con mi padre y mi padrino entre los hombres de trono para que aprenda a saber a que huele el sudor del sacrificio y la propia fe, que también tiene su aroma en mi tierra. Que tengáis una buena Semana Santa.
Besitos, Nicolás

(Nicolás, ya todo un cofrade, en su primera Semana Santa malagueña)


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Alice Cunnigham Fletcher

Por Marlene María Pérez Mateo

Mi encuentro con la vida e historia de la Doctora Susan Lafleshe Picotte por medio de un libro biográfico, primera mujer médico en la comunidad de nativos indo-americanos, fue el catalizador de muchos otros acertados momentos de cercanía con personas, hechos y lugares.

Me remito a uno de ellos, sobrecogedor e inesperado. Una cubana en el siglo XIX dedicó sus esfuerzos profesionales y propios a la antropología y etnología de los más antiguos pobladores de este continente Americano: los aborígenes.

Alice Cunningham Fletcher nació en La Habana un 15 de marzo de 1838. Su familia se había establecido en Cuba para lograr  recuperar la salud su padre de familia. No logrado su objetivo, regresaron a Massachuset donde Alice  se formó y educó hasta llegar a la Universidad de Harvard donde se graduó en 1879.

Su motivación hacia los aborígenes norteamericanos nació muy temprano en su carrera y se extendió durante toda su vida  hasta su muerte en 1923. Trabajó  como comisionada de educación en Missisipi, Ohio y Alaska. Fue la primera mujer en ocupar posiciones presidenciales en múltiples entidades académicas, sociales, culturales y profesionales.

Sus estudios no fueron hechos desde la distancia ni basados en datos fríos y burocráticos. Trabajó y vivió entre los Omahas y los Milkos. El rescate y preservación  de la música en las comunidades aborígenes en lo cual fue pionera, es para los entendidos la materia que más invita a su recordación.

El respeto y el aprecio por la multiculturalidad queda como el mayor legado de Alice Cunnigham Fletcher.

 Marlene María Pérez Mateo
Marzo 2011
 
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No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Anónimo
Ilustración: Rubens, La lanzada
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1819  nace Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria
1819  nace Franz von Suppé, compositor austriaco
1877  Thomas A Edison  presenta su técnica de grabación sonora: el fonógrafo.
1923 en Nueva York, el yankee stadium abre sus puertas.

San Francisco Solano
 
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REZA, PERO NO DEJES DE REMAR HACIA LA ORILLA.

- PROVERBIO RUSO






17 de abril de 2011

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La sangrienta batalla 
de Bahía de Cochinos

Juan O. Tamayo
El Nuevo Herald

El jefe de la invasión de Bahía de Cochinos, José Pérez San Román, se arrodilló y besó la arena con alegría cuando desembarcó en Playa Girón, en la costa sur de Cuba. Dos días después, sus 1,500 hombres habían sido derrotados.

“Estamos combatiendo en la playa y no tenemos munición. Por favor, envíen ayuda”, pidió San Román por radio a sus asesores de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). En su última transmisión, dijo: “No tengo con qué combatir. Nos vamos al monte”.

El intento más directo y potente de Estados Unidos por derrocar a Fidel Castro comenzó en medio del optimismo hace 50 años un 17 de abril. Y terminó en un oprobioso desastre dos días después.

Julio González Rebull, entonces de 24 años y ahora publicista semiretirado de Miami, tiene una explicación muy clara sobre los motivos que le arrancaron la victoria de las manos a los brigadistas.

“La brigada no se rindió, se quedó sin munición”, dijo en una de las entrevistas que The Miami Herald y El Nuevo Herald hicieron a varios veteranos de la brigada para esta nota. “Estados Unidos nos entrenó y después nos abandonó”.

El presidente John F. Kennedy y la CIA quedaron marcados para siempre por este revés histórico. Castro se convirtió en el David del Caribe que derrotó al Goliat del norte. Su control sobre las riendas del poder aumentó significativamente. Dieciocho meses después, la Crisis de los Misiles colocó al mundo al borde de la guerra nuclear.

Castro calificó de mercenarios a los miembros de la fuerza invasora de la Brigada 2506 y exigió un rescate por su liberación: $500,000 por San Román y cada uno de los otros dos líderes de la invasión, y $25,000 por cada soldado.

Pero los sobrevivientes de la Brigada recuerdan hoy los tres días de combate y los 20 meses que pasaron en las terribles prisiones de Castro como un momento histórico para ellos y luminoso para la lucha por la democracia en Cuba.

Cinco hombres rana y un oficial de la CIA, Grayston Lynch, fueron los primeros en desembarcar horas antes del amanecer el 17 de abril de 1961. Su misión era colocar luces en la playa para guiar al resto de la fuerza de asalto anfibio.

Unos 1,300 combatientes exiliados debían desembarcar y establecer una cabeza de playa de 40 millas de ancho en la orilla este de Bahía de Cochinos, desde Playa Larga en el norte hasta Playa Girón en el centro y Caleta Verde en el sur. Durante las primeras horas la invasión pareció marchar bien. “Repelimos tres ataques durante el día, entre ellos uno por la tarde por parte de más de 1,000 milicianos y soldados”, escribió Erneido Oliva, jefe de las operaciones en Playa Larga y segundo jefe militar de la brigada.

Paracaidistas de la brigada capturaron dos vías clave para la invasión, estrechos terraplenes construidos sobre la mayor zona pantanosa en el Caribe, la Ciénaga de Zapata. Su infantería tomó una pista necesaria para recibir suministros. Por esta pista también llegaría un gobierno “civil” que solicitaría reconocimiento internacional.

Seis bombarderos B-26 de la brigada lanzaron bombas de 250 libras sobre el primer y último vehículo de un convoy de policías y milicianos en un terraplén, y ametrallaron al resto con sus ocho ametralladoras calibre .50 emplazadas en sus narices. Cuba reportó después 1,800 muertos y heridos sólo en ese combate.

“Esos 15 o 20 minutos me parecieron una hora. Para los que estaban en tierra, debió parecer una eternidad”, recordó Gustavo Villoldo, quien estuvo en uno de los B-26.

En otro sangriento combate, los brigadistas mantuvieron por tres días el control de la carretera de San Blas, bajo fuego casi constante de la artillería pesada de Castro y olas de ataques de infantería y tanques soviéticos T-34.

Mario Martínez-Malo, miembro de una escuadra de morteros, recordó que en un momento el número de milicianos y civiles capturados en una zona era el doble de los invasores. En el tercer día de hostilidades, Martínez-Malo disparó 405 morteros contra la columna de milicianos en la carretera, dijo, sin tiempo para alejarse y taparse los oídos. “Al final estaba sordo”, relató.

La brigada perdió 67 hombres en combate y Cuba reconoció posteriormente haber sufrido 1,250 muertos y casi 3,000 heridos. “Luchamos con el amor a nuestro país en el corazón. Y al principio estábamos ganando”, dijo Santiago Jont, entonces un pescador pinareño de 23 años convertido en soldado.

También combatieron con la convicción de que el poderoso gobierno estadounidense los había entrenado y armado, y vendría a rescatarlos si tenían problemas. Por esa razón estaban el portaaviones USS Essex y media decena de destructores en el y media decena de destructores en el horizonte.

González recuerda que otro brigadista le dijo: “Nosotros estamos con John Wayne, y John Wayne nunca perdió una pelea”. Pero para el anochecer del 17 de abril la invasión estaba condenada al fracaso.

Castro había movilizado rápidamente entre 40,000 y 60,000 hombres para un contraataque, en su mayoría policías y milicianos con poco entrenamiento pero más que suficiente munición, así como 20 cañones pesados y 40 tanques soviéticos que descargaron más de 2,000 proyectiles durante los tres días de combate.

Castro sólo tenía un puñado de aviones: dos jets T-33 de entrenamiento, un par de aviones de combate de hélice Sea Fury y bombarderos B-26. Pero fueron suficientes para tomar el control del aire sobre Bahía de Cochinos y sellar la suerte de la fuerza de asalto.

Mientras los aviones de Castro sólo necesitaban 20 o 30 minutos de vuelo para llegar a las playas, los pilotos de la brigada tenían que volar siete horas de ida y vuelta desde su base en Nicaragua, con el combustible suficiente para sólo 20-40 minutos de vuelo sobre la zona de combate.

A pesar de los obstáculos, la brigada realizó 36 misiones aéreas, perdió 10 pilotos y la mitad de sus B-26. Con las ametralladoras traseras desmontadas para poder cargar más combustible, fueron una presa fácil de los ataques por la retaguardia. Cuatro pilotos estadounidenses de B-26, contratados por la CIA, perecieron en la operación.

Los aviones cubanos hundieron rápidamente el Río Escondido, que llevaba combustible y munición para 10 días de operaciones, y dañaron el Houston, que cargaba armas, munición y combustible para otros 5,000 hombres.

Ya hundido, el Río Grande seguía ofreciendo un espectáculo de luces. “El barco estaba hundido, pero seguía disparando cohetes desde el agua”, dijo Esteban Bovo, un piloto de la brigada que lo sobrevoló. 

 El capitán Luis Morse encalló el Houston mientras todavía estaban a bordo unidades del segundo y quinto batallón de infantería, cuyos elementos tuvieron que desembarcar agarrados de sogas amarradas a tierra, bajo el fuego de ametralladoras de los aviones cubanos. Un hijo de Morse estaba entre los brigadistas.

Otros dos barcos, el Atlántico y el Caribe, que transportaban más suministros y hombres, incluido el equipo médico, recibieron la orden de abandonar la zona de combate el 17 de abril para evitar los ataques aéreos y regresar por la noche.

Eduardo Zayas-Bazán, del equipo de hombres rana, recordó que los dos barcos con tripulaciones civiles “se fueron y nunca regresaron”. Otro barco de suministro, el Oratawa, no llegó a la zona hasta varios días después.

Tres de los cinco tanques ligeros M-41 de la brigada estaban dañados y hubo que usarlos como piezas de artillería. Los artilleros del Houston cañonearon una de sus propias barcazas de desembarco en el caos del combate.

El 18 de abril, algunos de los tripulantes de los B-26 de la brigada se negaron a volar desde Nicaragua alegando que estaban cansados. Uno de ellos saltó de la cabina en el momento en que el avión estaba a punto de despegar.

Una fuerza de 168 brigadistas a bordo del barco Santana debía desembarcar entre Santiago de Cuba y Guantánamo en una operación de distracción. Pero no encontró la playa asignada la primera noche. Para la segunda noche la zona estaba llena de soldados de Castro.

Algunas unidades de la brigada comenzaron a replegarse el 18 de abril, mientras los milicianos de Castro dejaban los terraplenes y se acercaban a través de la ciénaga. “Salían de los pantanos como si fueran hormigas”, dijo Martínez-Malo. La noche del 18 y la mañana del 19 se impuso el caos en las cabezas de playa cuando se agotaron las municiones, recordaron veteranos de la brigada.

San Román dio la orden de destruir todo el equipo de comunicación y dispersarse por los pantanos. “Nunca abandonaremos a nuestro país”, declaró, unas palabras que los brigadistas repiten hoy como un lema.

El gobierno de Castro anunció la derrota oficialmente la tarde del 19 de abril: “El ejército mercenario invasor, que ocupó territorio cubano por menos de 72 horas, ha sido completamente aplastado. La revolución ha triunfado”.

Al final, fueron capturados 1,174 elementos de la Brigada 2506. Sesenta y nueve murieron en combate. Nueve se asfixiaron cuando los encerraron en una rastra para un viaje de unas 10 horas a La Habana; 10 fueron fusilados por supuestos delitos no no vinculados con la invasión; y otros 10 murieron de hambre cuando escaparon en una embarcación de vela que estuvo perdida dos semanas en el mar.

Pero algunos brigadistas lograron evadir la captura varios días, incluso semanas. Arturo Cobo estuvo escondido en una cueva hasta el 22 de mayo. Eli César y cinco más se ocultaron en la ciénaga infestada de mosquitos y cocodrilos con el agua por la cintura. Martínez-Malo dijo que prepararon una sopa de lagarto. A balazos, le abrieron huecos a una concretera para conseguir agua.

Juan Clark, veterano profesor del Miami Dade College, recordó que su grupo, con un hambre atroz después de varios días en los pantanos, estranguló un cochinillo para para evitar que hiciera ruido. Uno de ellos comentó: “¡Perdóname, Dios mío! ¡Mira lo que Fidel Castro me ha hecho hacer!”. Bebieron la sangre del animal mezclada con mermelada de guayaba, entonces lo hirvieron y se comieron la carne.

Unos 20 brigadistas lograron salir de la ciénaga y refugiarse en embajadas en La Habana o en la Base Naval de Guantánamo. Hubo uno que llegó hasta el Hotel Internacional, el mejor de Varadero en ese momento, donde encontró una embarcación que lo trajo a Miami.

Como la mayoría de los soldados en cualquier guerra, los miembros de la Brigada 2506 no conocían ningún detalle del plan general de la invasión. Pero desde 1961 el fracaso de Bahía de Cochinos se ha explicado en miles de libros, artículos y conferencias.

El presidente Dwight Eisenhower aprobó en 1960 la invasión de una fuerza de 1,500 hombres, llamada Brigada 2506 por el número de identificación de su primera baja, Carlos Rodríguez Santana, quien pereció en un accidente mientras se entrenaba en Guatemala. Otros centros de entrenamientos estaban en Florida, Panamá, Puerto Rico y Louisiana.

Kennedy aprobó inicialmente el plan de invasión tras asumir la presidencia el 20 de enero de 1961. Después lo fue cambiando poco a poco hasta garantizar el desastre. Primero vetó el plan para desembarcar cerca de Trinidad, alegando que haría mucho “ruido” político. Los planificadores de la CIA cambiaron la zona de desembarco a Bahía de Cochinos, ciertamente con menos ruido geográfico pero sin líneas fáciles de retirada si la invasión enfrentaba problemas.

Entonces Kennedy insistió en un peligroso desembarco de noche y redujo los planes de bombardeo de aeropuertos cubanos, que tenían por fin eliminar la Fuerza Aérea de Castro y dar a los invasores el control aéreo de la zona de operaciones. Inicialmente, el plan contemplaba 38 ataques, que fueron reducidos a 22, después a 16 y finalmente a ocho.

El piloto de uno de los T-33 cubanos, Rafael del Pino, escribió posteriormente que, de haberse realizado todos los ataques planeados, “probablemente” hubieran sido “barridos”. Robert Gray, secretario de Eisenhower y ahora un hombre de 89 años que vive en Miami Beach, dijo que Kennedy no debió haber cambiado los planes. “Como Eisenhower era general de cinco estrellas, él hubiera reconocido un mal plan militar”, dijo Gray.

La información de inteligencia de la CIA también probó ser un desastre. Manchas de “nubes” o “algas” flotantes en las fotos de reconocimientos resultaron ser arrecifes coralinos que destrozaron el fondo de algunas de las barcazas de desembarco, que eran de aluminio. Esto provocó demoras, en algunos casos hasta el amanecer, cuando los aviones de Castro podían detectar y ametrallar a los brigadistas.

En comparación, la información de inteligencia de Castro era excelente. Uno de sus espías se había infiltrado en la brigada y diplomáticos soviéticos en México informaron a Moscú a principios de abril que la invasión ocurriría el 17 de abril.

Las fuerzas anticastristas clandestinas, que debían iniciar un levantamiento en coordinación con el desembarco —seis barcos llevaban suficiente armamento y munición para que 25,000 hombres combatieran por lo menos 30 días— nunca recibió la alerta del desembarco por temor a que agentes de Castro hubieran penetrado los grupos de oposición.

Las fuerzas de seguridad de Castro arrestaron a más de 100,000 sospechosos de apoyar a la oposición y los mantuvieron en campos deportivos, cines y escuelas bajo la amenaza constante del paredón de fusilamiento. Castro dijo posteriormente que 29 miembros de la oposición clandestina fueron ejecutados por esos días.

Algunos historiadores de Bahía de Cochinos afirman que Kennedy vaciló debido a su juventud y falta de experiencia. Otros sostienen que el desembarco no podía haberse demorado o cancelado porque los brigadistas estaban impacientes y unos 100 pilotos cubanos enviados a entrenarse con cazas MiG en Checoslovaquia estaban a punto de regresar a la isla. Otros creen que Kennedy tenía la esperanza de que un plan de la CIA para asesinar a Castro triunfara antes de la invasión y creara el caos en la isla.

Cualquiera que haya sido la razón, Jack Hawkins, el coronel de la Infantería de Marina que dirigió el personal paramilitar de la CIA en la invasión, calificó las decisiones de Kennedy de “una traición vergonzosa a los combatientes cubanos”.

Castro dijo que los prisioneros eran hijos de la oligarquía, oficiales de la policía y las fuerzas armadas que habían apoyado al dictador Fulgencio Batista y mercenarios contratados por la mafia norteamericana para retomar el control de los casinos de La Habana.

De hecho, eran una muestra amplia del pueblo cubano, unidos por la convicción de que Castro había roto su promesa de democracia y había colocado a Cuba en el camino de una dictadura comunista.

Un estudio indicó que 173 brigadistas eran de clase alta y 361 de clase trabajadora, entre ellos 11 albañiles, cuatro barberos y un lechero. La mayoría tenía entre 17 y 40 años; el más joven con 15 años y el mayor con 61. Unos 240 eran estudiantes y 135 habían servido en las fuerzas armadas de Batista o Castro. Había 13 miembros de la familia Fuentes y por lo menos cuatro capellanes, todos ciudadanos españoles.

Todos los prisioneros, vistiendo camisetas blancas y sentados en el patio de la prisión del Castillo del Príncipe, una fortaleza de la era colonial en La Habana, fueron hallados culpables de traición en un juicio televisado en abril de 1962, cargo que implicaba la pena de muerte. Pero ninguno de los brigadistas se arrepintió en público ni criticó al gobierno de Estados Unidos. Clark recuerda que Castro visitó a algunos de los prisioneros después del juicio y les dijo: “Tengo buenas noticias, muchachos. No van a fusilar a nadie”.

En su lugar, fueron sentenciados a 30 años de trabajos forzados, a menos que pagaran una “indemnización”: $500,000 por San Román y otros dos altos líderes; $100,000 por otros 228 prisioneros importantes y de $50,000 a $25,000 por cada uno del resto.

Dirigido por Berta Barreto, una cubana cuyo hijo fue prisionero, y el abogado John Donovan, que participó en el juicio a los criminales de guerra nazis en Nuremberg, se formó el Comité de Familias Cubanas para impulsar el esfuerzo de liberación de los presos.

Castro también liberó a unos 60 heridos a partir del 14 de abril de 1962 a fin de ayudaran en la campaña para recaudar los $53 millones, que debían venir de donaciones privadas y no del gobierno estadounidense.

El resto de los brigadistas fue enviado a notorias prisiones. Los 231 más importantes acabaron en Isla de Pinos; el resto en las celdas subterráneas, conocidas como leoneras, del Castillo del Príncipe.

Veteranos de la brigada como Juan Evelio Pou recuerdan que los guardias con frecuencia hacían cumplir las órdenes a punta de bayoneta. “Nos trataron muy mal, pero nunca lograron vencernos”, dijo Pou.

Había una letrina para cada 100 prisioneros. En una ocasión fue necesario llamar a un camión de bomberos para que limpiara el lugar con agua a presión. Muchas veces les prohibían hablar entre ellos, pero se comunicaban por la “telenaranja”, mensajes que colocaban dentro de naranjas y las lanzaban de una celda a otra. Un brote de hepatitis mató a tres prisioneros.

Jont, el pescador, dijo que lo trataron especialmente mal porque es negro, y Castro había prometido eliminar el racismo. “La pasé mal. Los milicianos me miraban con odio, especialmente los milicianos negros”, dijo. Algunos de los guardias también le hacían el gesto de que lo iban a degollar.

En el caso más cruel, los guardias dinamitaron ambas prisiones durante la Crisis de los Misiles en octubre de ese año, listos para volar a todos los brigadistas capturados si Estados Unidos atacaba la isla.

Los veteranos de la brigada tienen pésimos recuerdos de la comida de la prisión. Algunas veces espaguetis para el desayuno y la cena. Otras veces un guiso misterioso que los guardias sacaban de un tanque de 55 galones y que los prisioneros jocosamente llamaban Patria o Muerte, el lema favorito de Castro.

Pou dijo que pesaba 200 libras cuando fue capturado, pero sólo 134 cuando al momento de su liberación. Martínez-Malo comentó que estaba tan delgado cuando lo liberaron que su padre no lo reconoció.

Cinco de los brigadistas que desembarcaron fueron ejecutados y a otros nueve los mantuvieron en la cárcel por supuestos delitos cometidos antes de la invasión. Los últimos dos fueron liberados en 1986, 25 años después de los hechos.

El resto fue liberado entre el 22 y el 24 de diciembre de 1962. Los trasladaron por avión a la Base de la Fuerza Aérea en Homestead antes de reunirse con sus familiares en Dinner Key, en Miami

“Poco a poco fuimos descubriendo la verdad’’ de las razones del fracaso espectacular de la invasión, dijo Clark. Durante el resto de su vida, San Román sufrió de prolongados ataques de depresión, hasta que finalmente se suicidó en un parque de casas móviles de Hialeah en 1989. Un amigo le dijo a un reportero en ese momento: “El murió el 19 de abril de 1961. Nunca se sobrepuso a esa pérdida”.

La reportera de The Miami Herald Luisa Yanez contribuyó a este artículo.

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La Semana de la Cruz a la Vida

La Procesión de las palmas simboliza el recibimiento entusiasta del pueblo de Jerusalén a Jesús de Nazaret en este Domingo de Ramos, que es el gran pórtico de la Semana Santa. Jesús en estos días va a consumar su entrega y, por tanto, la redención del género humano, tal como Dios Padre desea y pone en las manos de su Hijo Unigénito.



ERES TÚ, SEÑOR, QUE ENTRAS

A lomos de un asnillo, humildemente
y sin más pretensión que cumplir
la voluntad de Aquel que te sostiene.
Para celebrar tu pasión, muerte y resurrección
y, sufrir, llorar y morir
para que no lo hagamos por siempre nosotros

ERES TÚ, SEÑOR, QUE ENTRAS

Rodeado de música y de salmos
con palmas en las manos, vítores y aclamaciones
Porque, tus horas tristes, aunque sean grandes
hoy son anunciadas y publicadas de esta manera:
Siervo, entre los siervos
Pobre, entre los más pobres
Obediente, has la muerte
Dócil, en el camino hacia el madero
Fuerte, ante la debilidad de los que te rodean

ERES TÚ, SEÑOR, QUE ENTRAS

Sales al escenario de la Jerusalén
La ciudad que hoy te aclama
y, la urbe, que mañana te dará la espalda
La ciudad que hoy te bendice
y, el bullicio que mañana gritará: ¡crucifícale!
Avanzas por esa ciudad, Jerusalén,
que son las calles por las que nosotros caminamos:
encrucijadas de falsedades y de engaños
de verdades a medias que son grandes mentiras
de amistades y de traiciones
de fidelidades y de deserciones
de amigos que compran y se venden

ERES TÚ, SEÑOR, QUE ENTRAS

Porque sabes que, para ganar,
hay que saber perder
Porque con tu entrada triunfal en Jerusalén
nos invitas a dejarnos enterrar
para que en un amanecer despertemos a la eternidad
Porque, al ascender por nuestras calles
nos muestras que, en la cruz que te espera,
se encuentra multitud de respuestas
ante tantos interrogantes del hombre.

Javier Leoz, Betania