31 de marzo de 2011

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¿Existe una red terrorista de Chávez
a las puertas de Estados Unidos?

 por Roger Noriega
The Washington Post, 21 de marzo, 2011

El viaje del presidente Obama a América del Sur ha mostrado asociaciones prometedoras en Brasil y en otros lugares. Su visita, sin embargo, también debería llevar a su administración a centrar la atención en la región y, en particular, en el hecho de que Irán y Venezuela están conspirando por expandir el terrorismo en el hemisferio occidental.

 En agosto de 2010, a sugerencia de Irán, el presidente venezolano, Hugo Chávez, fue el anfitrión de un grupo de altos dirigentes de Hamas, Hezbolá y la Yihad Islámica Palestina, en una cumbre secreta en la sede de la dirección inteligencia militar (DIM) en el complejo militar de Fuerte Tiuna en el sur de Caracas. Entre los presentes se encontraban Ramadán Abdullah Mohammad Shallah, secretario general de la Yihad Islámica Palestina, quien está en la lista de los terroristas más buscados del FBI, Khaled Meshal, "líder supremo" de Hamas y el "jefe de operaciones" de Hezbollah, cuya identidad es un secreto muy bien guardado.

 La idea de esta cumbre surgió de una reunión entre el embajador de Irán en Siria, Ahmad Mousavi, y su homólogo venezolano, Imad Saab Saab, en la embajada de Venezuela en Damasco el 10 de mayo de 2010. Según el informe recibido por el ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, los dos enviados estaban discutiendo una reunión entre sus presidentes y el líder de Hezbolá, Hasan Nasrallah, cuando el diplomático iraní sugirió que los tres se reunieran con Chávez en Caracas. El hecho de que estos delincuentes infames dejaran sus refugios tradicionales demuestra su confianza en Chávez y su determinación a cultivar una red terrorista a las puertas de Estados Unidos.

 De acuerdo a información del régimen venezolano, los arreglos para el cónclave de agosto fueron hechos por el diplomático número 2 de Chávez en Siria, Ghazi Atef Nassereddine Salame. Nassereddine es un venezolano naturalizado de origen libanés que dirige una creciente red de Hezbolá en América del Sur, que incluye operadores terroristas y a traficantes de drogas. Un documento obtenido recientemente de un diplomático venezolano indica que Nassereddine hacía negocios con cuatro empresas operadas por Walid Makled, un traficante de cocaína acusado en los Estados Unidos y detenido en Colombia.

 Makled ha admitido sus vínculos con el tráfico de drogas en una serie de entrevistas con los medios de comunicación desde la cárcel. Afirma que tiene en su poder los documentos y cintas de video demostrando la complicidad del jefe militar de Chávez, Henry Rangel Silva, y otros miembros del gobierno chavista cómplices en el contrabando de cocaína. Las autoridades colombianas han dicho que Makled debe regresar a Venezuela para enfrentar una acusación de asesinato, mientras que los diplomáticos de los EE.UU. han concluido que es inútil seguir presionando por su extradición para enfrentar cargos de narcotráfico en Nueva York. Sin embargo, la revelación de que Makled puede arrojar luz sobre la red de Nassereddine de Hezbolá debería estimular a diplomáticos de los EE.UU. para retomar sus esfuerzos y lograr la extradición de Makled a los Estados Unidos.

 El peligro que plantea una red de terroristas en las Américas es muy real. En mayo pasado, Muhammad Saif-ur-Rehm Khan, un paquistaní que solicitaba una visa en la Embajada estadounidense en Santiago de Chile, fue detenido luego de que guardias de la embajada detectaron rastros de materiales para fabricar bombas en sus manos.

Funcionarios del gobierno de los EE.UU. descubrieron la relación de Khan con el grupo islamista Jamaat Al-Tabligh. No está claro que tanta información compartieron sobre esto con los investigadores chilenos. Sin embargo, a falta de pruebas para procesar a Khan, las autoridades chilenas lo liberaron en enero, y abandonó el país rumbo a Turquía. Una fuente chilena de alto rango me informó que antes de su detención, Khan estaba asociado y se reunía con personas de origen egipcio, saudita y libanés - muchos de los cuales llevan pasaportes venezolanos. Uno de los funcionarios acusados de emitir tales documentos de identidad venezolana a los extranjeros sospechosos es el confidente de Chávez Tarek El Aissami Zaidan, ministro del Interior de Venezuela. El Aissami es de origen sirio, su padre es conocido por haber elogiado públicamente a Saddam Hussein y Osama Bin Laden, y su hermano, Firaz, es un socio del traficante de cocaína Makled.

 La amenaza planteada por los grupos terroristas está siempre presente. Un funcionario de seguridad de los EE.UU. me dijo a mediados de enero que dos agentes conocidos de Al Qaeda estaban en Caracas, trabajando en la planificación de un ataque "químico" a la embajada de los EE.UU. El 31 de enero, la embajada americana cerró sus operaciones, y los informes del momento señalaban "amenazas creíbles".

 Una fuente del gobierno venezolano, me dijo que dos instructores iraníes se encuentran en la Isla de Margarita en Venezuela, con el objetivo de instruir y organizar operativos terroristas en toda la región. Además, los musulmanes radicales de Venezuela y Colombia son llevados a un centro cultural en Caracas, llamado “Ayatolá Jomeini-Simón Bolívar”. Luego de reclutarlos para la formación espiritual, algunos son enviados a la ciudad iraní de Qom para profundizar en estudios islámicos. Fuentes bien informadas confirman que los reclutas más fervientes en Qom reciben armas y formación en explosivos y luego regresan a su casa como agentes terroristas "durmientes".

 Las autoridades de los EE.UU. podrían actuar hoy para degradar la capacidad de apoyo al terrorismo de Chávez y Teherán. Podría invocarse blanqueo de dinero, tráfico de drogas y la capacidad de evadir las sanciones de las Naciones Unidas a Irán. La pregunta es si van a responder con rapidez y eficacia suficientes para prevenir un ataque mortal.

El autor fue embajador ante la Organización de Estados Americanos (OEA) desde 2001 hasta 2003 y subsecretario de Estado adjunto de 2003 a 2005. Es un investigador visitante del American Enterprise Institute y director ejecutivo de Vision Americas LLC, que representa a clientes de los EE.UU. y extranjeros.

Colaboración de Leonor Agüero


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Las  iglesias de París
 
- Por José María  Marco

Asociamos París con monumentos como el Louvre o la Torre Eiffel, o con la moda, el estilo y la gastronomía. Hay otro París, que es el París católico, el de las iglesias que no son sólo Notre-Dame ni el Sacré-Coeur. Las iglesias de París suelen ser góticas, algunas incluso con algún toque románico, como Saint-Germain-des-Prés, o clásicas, de estilo romano y jesuítico, como el impresionante Saint-Sulpice. 

Saint-Étienne-du-Mont
El viajero curioso puede dirigir sus pasos a Saint-Étienne-du-Mont, al lado del monstruoso Panteón, y se encontrará con una fina iglesia renacentista, luminosa y casi mundana, de lo elegante que es. A cambio, alberga el relicario de Santa Genoveva, la patrona de la ciudad, desplazada del Panteón, y en una capilla, al fondo, el recuerdo del dramaturgo Jean Racine y del muy atormentado Pascal, que descansan aquí, el primero traído desde Port Royal. El recorrido por las iglesias de la ciudad descubrirá al paseante la inagotable devoción de los parisinos por la Virgen. 

Dotre-Dame-de-Lorette
Las capillas más iluminadas por las velas, las de muros más oscurecidos por el humo, las de suelos más gastados, las que más dejan ver siglos y siglos de oraciones y de lágrimas, las más historiadas con pequeñas placas de mármol en las que va labrada la palabra «MERCI» suelen ser las dedicadas a la Virgen, como la Virgen de los estudiantes en Saint-Séverin, la Virgen del escultor Pigalle en Saint-Eustache, o Notre-Dame-de-Lorette, que recibía las plegarias de las mujeres perdidas. 

Por mucho que se haya hecho en su contra a lo largo de la historia, queda en las iglesias de París algo más que el rastro de la fe. Queda también la dedicación de la soberbia ciudad comerciante y política a la Virgen, que sigue cuidando de todos sus habitantes. Además, en las iglesias parisinas siempre suele suceder algo: están preparando un acto, hay gente trabajando en una capilla, alguien anda tocando el órgano… El catolicismo francés, tan serio, tan comprometido, deja pocas veces vacías las iglesias. Así que un paseo por las iglesias de París, tan agradable de por sí, se convierte en una suerte de peregrinación y en una lección de historia y de dignidad moral.

Reproducido de La Razón, Madrid.
Colaboración de Ramón H. Ramos

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1650   en el sur del Perú,  un terremoto destruye la ciudad de Cuzco, dejando un saldo de 5000 muertos.
1727  muere Isaac Newton, científico, físico, filósofo, alquimista y matemático inglés.
1855   ejecutado el patriota  Francisco D' Strampes en la Punta, La Habana, inculpado junto a Ramón Pintó en la conspiración de la Mina de la Rosa Cubana
1889  se inaugura en París la torre Eiffel.
1892  nace Félix B. Caignet en Santiago de Cuba
1914  nace Octavio Paz, escritor mexicano, Premio Nobel de Literatura en 1990.  
1917 - Muere Emilio Van Behring, científico alemán descubridor del microbio que ocasiona la difteria.
1931 un terremoto de  5,8 grados de magnitud en la escala de Richter, destruye Managua, Nicaragua, causando más de 2,000 muertos.

San Benjamín, mártir
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ALGUNOS LIBROS SON PROBADOS, OTROS DEVORADOS, POQUÍSIMOS MASTICADOS Y DIGERIDOS.

- SIR FRANCIS BACON  (1561-1626) FILÓSOFO Y ESTADISTA BRITÁNICO.




30 de marzo de 2011



Reabren en La Habana el Museo Napoleónico   

La casi totalidad de los objetos que se exhiben  provienen de la colección privada del magnate del azúcar Julio Lobo, que era considerado el hombre más rico de Cuba cuando triunfó la revolución en 1959.  A la colección atesorada por Lobo, se han sumado obras “donadas, compradas o recuperadas” por el Estado cubano.

El Museo fue “creado”  en 1961 y se ubica en un céntrico barrio de La Habana, en una edificación de cuatro plantas de estilo florentino renacentista que fue construida entre 1926 y 1929 y fue residencia del político ítalo-cubano Orestes Ferrara.

El Museo Napoleónico de La Habana está considerado como uno de los cinco más importantes de su tipo en el mundo y el más completo de Latinoamérica, y reabrirá hoy sus puertas tras una larga restauración con una ceremonia a la que asistirá una descendiente del emperador francés Napoleón Bonaparte.
El diario oficial Granma informó hoy de que a la reapertura del museo está invitada Alix de Foresta, Princesa Napoleón, quien es viuda de Luis Marie Bonaparte, príncipe Napoleón, a su vez descendiente del rey Jerome, el hermano menor de Bonaparte.
En los últimos tres años el inmueble en el que se encuentra el museo y su colección de casi 8.000 piezas fueron sometidos a un proceso de restauración a cargo de especialistas de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Fundamentalmente reúne piezas relacionadas con el período que va desde la Revolución Francesa hasta el Segundo Imperio, como trajes, armamentos, equipos militares, mobiliario, numismática, libros, obras de arte y una muestra con objetos personales de Napoleón.
Entre las reliquias que pertenecieron al emperador francés se encuentran un catalejo de bronce, cristal y madera; una casaca de sus tiempos como primer cónsul; un bicornio y su reloj, recientemente donado a la institución.

Una de las piezas más importantes es la mascarilla mortuoria original de Napoleón, realizada en yeso por su médico personal, Francois Antommarchi. En 1821, tras la muerte de Napoleón en la isla de Santa Elena, Antommarchi se apoderó de la mascarilla y viajó a Cuba, donde falleció en la ciudad oriental de Santiago.


 Editado de EFE/Diario las Américas
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EL PENCO DE TROYA ATACA DE NUEVO

Como lo ve PONG



1746   nace Francisco de Goya, pintor español
1849   muere  en La Habana Tomás Romay, científico cubano
1853   nace Vincen Van Gogh en Holanda
 
1867   Los Estados Unidos compran Alaska a Rusia por siete millones doscientos mil dólares.
1987   el cuadro Los girasoles de Van Gogh, logra el récord en una subasta celebrada en Londres con el pago de 22 millones de libras.
                               1968   nace Céline Dion, cantante canadiense.


San Pedro Regalado, San Zosimo, Obispo de Siracusa

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UN MENSAJE UNIVERSAL PARA MENTES PUEBLERINAS

Amelia M Doval
dovalamela@ yahoo.com  

 La costumbre de ver películas americanas, creadas en Hollywood, con todos o muy pocos recursos, acompañadas de un amplio despliegue propagandístico y una calidad que la mayoría de las veces es indiscutible, nos hace rechazar las producciones extranjeras y mucho más si vienen de un mundo que no forma parte de lo cotidiano.

Quizás la mística de los colores, la sintonía del mensaje o simplemente las construcciones me han llevado a soñar con un viaje a la India y cada vez que puedo deposito dinero en un jarrón de cristal transparente que llegará a la suma necesaria para costear el viaje. Me he propuesto esta meta porque así será justamente cuando esté preparada para hacerlo.

Ambos motivos fueron el ying y el yang de mi reciente afán por introducirme al cine indio. Esta semana, no escogí al azar sino que me dejé guiar por un de los títulos más recomendados y allí estaba frente al televisor, perdida en la inmensidad de una historia que viene matizada por la realidad. My name is Khan (Mi nombre es Khan), una película para adorar, para dejar guardada en la memoria por la sensibilidad de la historia, la poesía que lleva, la calidad de las actuaciones y la enseñanza que nos permite ver el mundo después de ser observado a través de los ojos de Khan.

Un joven indio, musulmán y nacido con el síndrome de Aspergen (una especie de autismo), desarrolla la suficiente habilidad para crearse una familia y un grupo de amigos  que lo respetan y aman. El simple motivo de llevar un apellido musulmán cambia su vida de manera drástica después de septiembre 11. Los horribles acontecimientos que le siguen en la película, no son un lamento, ni un mensaje de aceptación hacía ninguna religión. En un principio, queda claro que el mundo sólo puede dividirse entre personas malas y buenas no importa de dónde vengan, por lo demás todos somos iguales.

El amor, el respeto y su condición le hacen escoger un camino, llevar un mensaje:  My name es Khan. Y no soy un terrorista. Cuando llegué al final  de la película entendí por qué sería necesario un mensaje a través de un ser diferente. Khan representa un síndrome que se caracteriza por seguir reglas, leyes con la misma intensidad que rechazan lo extraño y los ruidos. Desarrollan la dificultad de aceptar cambios, de interactuar socialmente y de establecer comunicación. No son seres capaces de interpretar las emociones ajenas, pero se toman las metas muy en serio. Este joven es precisamente el mundo musulmán. una rareza ante lo cotidiano de una sociedad que se asusta de otras culturas con férreos conceptos milenarios.  Khan necesita expresar que su nombre no puede ser un castigo porque simplemente, no es un terrorista.

My name is Khan, merece ser mencionada porque su mensaje es de amor, de respeto y de advertencia hacía la errónea manera de ver el mundo a través del sonido de las letras, el color de la piel, la propaganda televisada o la clasificación preconcebida. Es la historia de un apellido que no  significa terrorismo, muerte.

I am not a terrorist, ese es el mensaje. Khan, es un hombre común que identifica el dolor ajeno y prioriza la necesidad de enviar un mensaje universal. Nada ha sido olvidado, el perdón, la aceptación, la fuerza del amor y las esperanzas están en este guión puesto a disposición de los amantes de lo desconocido. No es necesario padecer el síndrome para sentir la incomprensión vestida con el disfraz de la defensa de los valores sociales. La verdad, la única verdad es reconocer que  el valor más importante es el derecho de todos los seres humanos a respetarnos. Al final el mundo sólo se divide entre seres buenos y malos ¿de qué lado está usted?.

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MUCHAS VECES LAS LEYES SON COMO LAS TELARAÑAS: LOS INSECTOS PEQUEÑOS QUEDAN PRENDIDOS EN ELLAS; LOS GRANDES LA ROMPEN.

- ANACARSIS,  (S. VII AC-S. VII AC) FILÓSOFO ESCITA.

29 de marzo de 2011

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Norman Rockwell,
el arte de la ilustración

- Hablar del arte americano del siglo XX supondría mencionar nombres ilustres como Jackson Pollock o Mark Rothko, pero si pensamos con nostalgia e inocencia, es Norman Rockwell (Nueva York, 1894-1978) quien nos viene a la cabeza. 

El ilustrador por excelencia y autor de nada menos que 323 míticas portadas del Saturday Evening Post  (entre 1916 y 1923) experimenta hoy un reconocimiento que no disfrutó en vida.

La Galería Dulwich de Londres expone hasta abril originales de Rockwell y lo encumbra entre "los mejores pintores realistas del siglo XIX", según su director Ian A.C. Dejardin. Y razón no le falta. Rockwell seguía el mismo proceso que los maestros: estudio de cada detalle del pincel, análisis de color y composición en óleo.

Mientras, el Museo de Brooklyn,  en Nueva York, acaba de terminar una muestra sobre su preciso proceso de trabajo. Para ilustrar escenas hogareñas y tiernas, pero sin dejar de lado la denuncia social, Rockwell “identificaba el escenario, la localización y cada detalle, comenta la responsable de la muestra. 

Amigos, vecinos y modelos espontáneos le servían para sus ilustraciones.   Se comprueba que sus pinturas comparten enfoque con la obra de Mark Twain en Connecticut. Ambos tienen en común una infancia miserable, ojos curiosos y humor sin límites.   

 La obra de Rockwell toma además hoy un significado especial: destacan por su inocencia, sin dejar de ser críticas."Desde los sesenta, el mundo es un lugar cínico. La visión de Rockwell demuestra que las escenas m´s cotidianas también son reales.    A pesar de los tiempos duros de la Segunda Guerra Mundial, "la gente seguía jugando y riendo". Ya lo dijo el mismo Rockwell: "Mostré la América que observaba y conocía y a otros que quizás no habían reparado en ella". El resultado, obras que cautivaron al gusto popular por su empatía.

El gusto de Rockwell por las estampas navideñas, niños tomando jarabe y mascotas a los pies de jóvenes despeinados no evitó que denunciara las injusticias sociales de su época. El racismo, la desigualdad de clases y las preocupaciones se muestran, sí, pero a través del humor y con unos trazos asequibles a todos los ojos. 

Es el cartel antinuclear o el lema para reclutar a jóvenes lo que se muestra al fondo de la ilustración. Pero la capacidad del ser humano por superarse     es la que siempre prima. Hoy, Norman Rockwell seguiría tomando fotografías y buscando con honestidad historias simpáticas. Adolescentes locos por Lady Gaga o Brad Pitt hubiesen sido un buen enfoque.Colas por el iPad2, quizás.   "Le encantaría  Glee", asegura Dejardin. Arte que busca la infancia para hacerse grande.

Editado de adn.es 
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Piratas en Puerto Príncipe


 - Por Héctor Juárez Figueredo

El primer pirata en visitar Camagüey fue el francés Jacques de Sores. En 1555 rondó por las haciendas de la costa norte donde robó quesos, reses, tasajo y mujeres. A éstas las abandonó, después de ultrajarlas, en Cayo Coco.


El pirata británico Henry Morgan asaltó y tomó Puerto Príncipe en 1668. Ocupó la plaza de Bedoya y destruyó parte de los archivos de la Iglesia Mayor.


En 1679 Puerto Príncipe fue asaltado nuevamente, en esta ocasión por el pirata francés François de Granmont, quien se hacía llamar Capitán Sonda. Ocupó brevemente la villa e hizo prisioneras a 14 mujeres. Luego se retiró atacado constantemente por los principeños y con gran pérdida de hombres. Al cabo de un mes se marchó de la costa. Había recibido un fuerte rescate por las cautivas, quienes fueron liberadas si daño alguno.


Otro pirata francés fue visita de Puerto Principe, pero esta vez en calidad de prisionero. Fue el popular Jean Lafitte, apodado «el pirata del Golfo»: pirata y traficante de esclavos antes de convertirse en influyente empresario de Nueva Orleáns. En los tiempos en que ejercitaba la piratería por todo el Caribe, se dice que en año 1822, fue atacado por otro corsario o algún barco inglés en las cercanías de la costa sur de Cuba. Habiendo perdido su nave y encontrándose mal herido, se refugió en Santa Cruz del Sur. 


Fue apresado por los españoles y llevado como prisionero a Puerto Príncipe, donde fue internado en el Hospital de San Juan de Dios debido al estado deplorable que presentaba. Caminaba dificultosamente con muletas, pero aprovechando que no le habían asignado custodios se escapó una noche, dejando a sus captores sus muletas como recuerdo. 


Se estableció en la zona de Nuevitas, desde donde continuó en sus actividades de traficante de esclavos. Hay varias versiones sobre su muerte y sobre la fecha de la misma. Una de ellas cuenta que fue asesinado a puñaladas por uno de sus secuaces en el año 1825 ó 26 en uno de sus barcos frente a la costa norte cubana, durante una reyerta por la distribución de las utilidades de un desembarco clandestino de esclavos.

Héctor Juárez Figueredo
Boletín Diocesano Nº 63
Camagüey, 20 de enero de 2004
Ilustración: Google

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1666 – El pirata Henry Morgan saquea a Puerto Príncipe

1906 - Muere Esteban Borrero Echeverría, escritor y patriota cubano.

1939: muere exiliado en Miami Gerardo Machado, general de la Guerra de la Independencia y 5º presidente de Cuba.


Santos Jonas y Baraquicio, mártires
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CURIOSAMENTE, LOS VOTANTES NO SE SIENTEN RESPONSABLES DE LOS FRACASOS DEL GOBIERNO QUE HAN VOTADO.

- ALBERTO MORAVIA,   (1907-1990)   ESCRITOR ITALIANO. 


28 de marzo de 2011

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"Apaja" la luz

 - Por Manuel Pereira Quinteiro

Las primeras palabras que oí, incluso antes de nacer, vibrantes en el vientre de mi madre, sonaban así:

Na calle real da Coruña,
¡pois he!
Roubaron un cobertor
¡pois si que he!
Llos ladros hiban dicindo
¡pois he!
Lastima non fora millor
¡Pois si que he!
Vamos, María, vamos,
Vámonos a dormir
Tú levarás a manta
Eu levarei o candil…

Con esos canturreos gallegos me arrullaban. Mi abuela también dialogaba en esa lengua con el fuego de sus calderos. Mis tíos maternos conversaban con sus paisanos en esa variante del galaicoportugués, excepto cuando había cubanos presentes, en cuyo caso cambiaban de idioma.

Cada noche, antes de dormirnos, mi madre y yo rezábamos el Padrenuestro en castellano. Luego ella me pedía en gallego: “apaja la luz”, y yo apretaba la perilla eléctrica que colgaba al lado de la cama. Mamá me arrebujaba en su manta y yo apagaba el candil. “Tú levarás a manta / Eu levarei o candil…”

Mi abuela, mi madre y sus dos hermanos menores emigraron desde Ribadavia, Orense, hacia La Habana en 1926. Llegaron a la capital en medio del peor ciclón que ha sufrido la Isla y, por si fuera poco, ese mismo año nacía en Cuba otro huracán de carne y hueso llamado Fidel Castro, cuyo apellido revela no solo su origen celta, sino también su idiosincrasia militar y el afán paranoico de fortificarlo todo a su alrededor.

Fidel Castro dirigió el asalto al cuartel Moncada un 26 de julio. Más tarde, su movimiento se llamó “el 26” y una de las consignas favoritas de su Gobierno ha sido “siempre es 26”. Fue como si aquel famoso ciclón del 26 hubiera dejado una semilla de turbulencias a su paso por la Isla.

Dejo en manos de cabalistas y pitagóricos el significado oculto de la persistencia de ese número en nuestro imaginario colectivo. Sea como sea, lo cierto es que hace más de cincuenta años esa prolongación del Ciclón del 26 está soplando sobre Cuba. Al principio, sus vientos fueron benévolos, y hasta musicales, incluso esperanzadores, pero poco a poco su capacidad de destrucción se volvió cada vez más furiosa. Extraña meteorología de la historia que todo cronista del siglo XX debería escrutar a fondo.

La estrategia desplegada por aquel pichón de gallego contra Batista entre 1957 y 1958 fue celtíbera. Acaso obedeciendo a un mandato genético, se atrincheró en las cumbres de la Sierra Maestra convirtiendo esa cordillera en un castro de romántica exuberancia vegetal. Pintoresco Robin Hood céltico-tropical.

Como es sabido, los celtas eran guerreros muy feroces y el padre de Fidel combatió como soldado español contra los mambises entre 1895 y 1898. La secuencia etimológica castro, castrum, castrensis, castrense… es tan obvia que casi da sonrojo subrayarla.

Cuando Fidel bajó de las montañas donde estaba parapetado, lo primero que hizo fue extender su castro a todo el país, blindándolo de una punta a la otra, según parece para defenderse de la invasión mil veces anunciada y nunca verificada de las legiones del Imperio Romano (o Norteamericano).

Así, Cuba se transformó en campamento a partir de 1961. Abroquelado en su Isla, Fidel la cerró herméticamente al exterior, enclaustrando de paso a toda la población. El castro devino claustro, y esa claustrofobia no tardó en volverse castrofobia. No es extraño que tantos cubanos huyan de ese acuartelamiento insular.

Volviendo a mi abuela gallega, ella vivía en un solar al final de La Loma del Ángel, allá en La Habana Vieja que, a pesar de ser ya muy antigua, no estaba por entonces tan destruida como ahora. La casa de mi abuela, donde me crié, se desplomó hace unos años como si del cielo le hubiera caído un misil de crucero Tomahawk.

Frente a lo que ya no son más que ruinas, vivía yo con mis padres en otra cuartería de la calle Cuarteles. Mi abuela, Hortensia Alonso, fue feliz allí, comiendo filloas hechas de sangre de cerdo flameadas con Anís del Diablo mientras murmuraba conjuros a la lumbre de sus fogones. Cuando su pobreza se lo permitía, ponía una botella de vino del Ribeiro en la mesa, como si fuera un trofeo.

La “Moreniña” —como la llamaban en su aldea natal—, no solo hablaba con la candela de sus hornillas, sino que también bebía fuego. Mientras preparaba sus queimadas, me hablaba con nostalgia de una “ría” muy lejana donde crecían los viñedos del Ribeiro. Era la ría “Avia”, donde ella había nacido. Para Doña Hortensia todo era femenino: la ría, la mar, la calor, la radio, la sartén…

Así empecé a enamorarme del enigma de las palabras, quedando atrapado en un laberinto de sonidos, imágenes, sabores, olores y extrañas geografías. Mi mamá, Esther Quinteiro, trabajaba como modista en un taller de alta costura, así que yo pasaba mucho tiempo con mi abuela.

Esther llegó a La Habana con quince años y su mamá, Hortensia, con treinta y dos. Mi abuela se ganaba la vida cocinando para la calle en su humilde vivienda de dos piezas convertida en lo que hoy llamaríamos un “paladar”. Entre los ocho y los nueve años, yo la ayudaba subiendo y bajando la Loma del Ángel, cargando y repartiendo cantinas calientes a domicilio. En la dictadura anterior, mi abuela no pagaba impuestos, ni estaba obligada a pedir licencia, para realizar esa actividad. Tampoco recibía la incómoda visita de voraces inspectores gubernamentales. Evidentemente, eran otros tiempos…

Cuando Doña Hortensia llegó a la Isla en aquel aciago año 26 tuvo que trabajar en lo primero que encontró, que fue trapear suelos en la misma cuartería donde llegó a ser encargada. Mi abuelo la había abandonado antes de que yo viniera al mundo. Hortensia —tan adicta al fuego— quemó todas sus fotos.

Con el tiempo, y atando cabos, supe que mi abuelo —Antonino Quinteiro— fue un imaginero que huyó de España cruzando los Pirineos para que no lo reclutaran en las Guerras de Marruecos. Hoy diríamos que fue un exiliado político o un “objetor de conciencia”.

Aquel gallego fugitivo —como el ladrón del cobertor de la canción de marras— viajó por Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba pintando querubines en techos de iglesias y restaurando tallas de madera. Mi abuela lo persiguió tenazmente a lo largo de esas geografías, según ella por amor, hasta que en La Habana, y tras un breve encuentro, tuvo lugar la separación definitiva. Antonino regresó a España con sus pinceles y mi abuela se quedó en la Isla con sus calderos mágicos.

Mi madre practicaba una magia opuesta a las llamaradas de mi abuela, pues usaba agua. De niña, allá en su aldea, echaba un huevo en un vaso con agua en vísperas de San Juan. Al día siguiente corría a ver la forma que la clara había adoptado dentro del vaso durante esa noche mágica salpicada de hogueras. Si veía un velero, significaba presagio de viaje o un naufragio, algo muy frecuente en la Costa de la Muerte; si aparecía un vestido de novia, simbolizaba vaticinio de boda; podían verse también iglesias, pájaros, telarañas…

Jugando con ella aprendí a nutrirme de esos presagios poéticos que emanan de remotos atavismos. Mi niñez transcurrió entre los monólogos ígneos de mi abuela y las blandas visiones albuminosas de mi madre.

Por si fuera poco, otra magia me circundaba: la afrocubana, contra la cual mi abuela me protegía con amuletos y despojándome con albahaca. Hortensia tenía fama de “meiga” y quería resguardarme del “meighallo” de las negras de aquellos solares, que en realidad me adoraban. Me invitaban a entrar en sus cuartos, para comer plátanos chatinos con congrí, lo cual ponía muy celosa a mi abuela, quien a veces me daba unas “hostias” que me mandaban a pasear por los infiernos.

Yo crecí hechizado entre dos culturas culinarias, a caballo entre dos lenguas, en medio de dos brujerías, oscilando entre los tamboreos de la gente de mi barrio y las canciones gallegas de mi abuela, disfrutando por igual de las empanadas con chorizo de Doña Hortensia y del inefable fufú de plátano que me ofrecían las mulatas del vecindario.

Mi abuela me contaba que de joven había visitado Santiago de Compostela donde es costumbre darle tres cabezazos al santo dos croques que está a la entrada de la catedral. Igual que mi abuelo y mis tíos, yo pintaba desde niño. Así que —según ella— si yo quería llegar a ser un gran artista, tenía que consumar aquel ritual. Muchos años después, ya en el exilio, yo también peregriné por ese “campo de estrellas” que da nombre a esa ciudad española. Siguiendo los pasos de mi abuela, transité bajo la estela de la Vía Láctea y choqué tres veces mi cabeza contra la del Maestro Mateo. Cumpliendo sus instrucciones druídicas, hundí los dedos en el frío mármol del parteluz del Pórtico de la Gloria.

En los años cincuenta, allá en La Habana Vieja, los gallegos de mi barrio desfilaban con sus boinas negras por la casa de mi abuela convertida en “paladar” avant la lettre. Allí bailaban sus danzas, rememoraban anécdotas de sus aldeas, siempre suspirando por la “miña terra” y sin renunciar jamás a sus costumbres gastronómicas.
Doña Hortensia era pantagruélica, su mundo era la cocina, y por suerte me alimentó con aquellos potajes humeantes que tanto me hacían sudar en los mediodías habaneros con más de 30 grados a la sombra.
Mi mamá siempre hablaba emocionada de Rosalía de Castro y afirmaba, sin mucha convicción, que los gallegos habían inventado la rueda y el submarino. Me mostraba orgullosa el Centro Gallego con sus marmóreos grupos escultóricos, símbolo de la pujanza económica y cultural de los hijos de Galicia en la Isla. “Tu abuelo pintó los techos”, me informaba fascinando al pequeño pintor que habitaba en mí.
Me enseñaba los ángeles coronando las cúpulas del imponente edificio. “¡Mira qué belleza!”, exclamaba, y acto seguido señalaba al Centro Asturiano, justo enfrente: “¡Mira qué fealdad, parece una mesa patas arriba!”.

Menos mi padre —mucho más criollo que pichón de gallego—, toda mi familia asistía puntualmente a las romerías en los jardines donde estaban los merenderos de la cervecería “La Tropical”.

De aquellos banquetes —donde lo mismo se bailaba una jota, un paso doble y una muiñeira que un danzón o un chachachá— recuerdo el brazo gitano a la hora de los postres y al gaitero que yo seguía de aquí para allá. Criado entre tambores, rumbas y maracas, yo iba tras aquel insólito instrumento, deslumbrado por sus aires, como si siguiera al flautista de Hamelín. Mi abuela era analfabeta, llegó a Cuba con pañuelo a la cabeza y en alpargatas. Sin embargo, era la mejor narradora que he conocido en mi vida. Me contaba escalofriantes historias de hombres lobo, a quienes ella llamaba “lobishomes”. Me hablaba de las nueve olas de la playa de A Lanzada y del muérdago de la fecundidad, me describía el río donde ella lavaba de niña entre hadas sentadas en las rocas alisándose el pelo con peines musicales. Me asustaba narrándome la procesión de fantasmas que discurría entre la niebla y que ella llamaba “Santa Compaña”. Me contaba que en las ruinas del castillo de Ribadavia —allí donde termina el arcoíris—, había tesoros escondidos por los moros. Evocaba la espectacular Noche de San Juan, cuando ella saltaba por encima de las hogueras. Siempre me repetía: “tres cosas tiene Ourense que no las hay en toda España: las burgas, la puente y el Cristo echando barbas”. El pretendiente de mi abuela era un paisano suyo llamado Máximo, dueño de la carnicería de la esquina. Lo recuerdo siempre malhumorado, con las uñas impregnadas de sangre. Mi “abuelastro” se fue de Cuba a principios de los sesenta, cuando el gobierno revolucionario instauró la libreta de racionamiento y confiscó los negocios privados: primero los más grandes, después, los más pequeños. Entonces empezó la estampida de españoles expropiados escapando de la Isla de sus sueños.

Anteriormente, durante los cincuenta, había tantos gallegos en La Habana que a todos los españoles les llamaban “gallegos” por antonomasia, sin importar que fueran catalanes, vascos, asturianos, cántabros, andaluces o canarios…
En la década del sesenta, cuando el castrismo empezó a castrar toda forma de propiedad privada, cerraron panaderías, bodegas, ferreterías, herrerías, hojalaterías, sastrerías… El vástago de aquel huracán del 26 arrasó con todo: la economía, la familia, la religión, las frutas, las viandas, los edificios… Su fuerza centrífuga ha expulsado, hasta ahora, a más de dos millones de exiliados.

De buenas a primeras, se acabaron las verbenas gallegas, desaparecieron los chorizos enlatados “El Miño” y nunca más se oyeron los dulces vientos de una gaita. No más empanadas de bacalao, ni pulpos en platos de madera. Las boinas negras se trocaron en boinas verdes-olivo… todo fue devastado por aquel otro ciclón nacido en el año 26. Como decía mi mamá en voz baja: “¡acabó con la quinta y con los mangos!”.

Mi abuela se había aplatanado bastante y se pasaba la vida cantando. “¡Quien canta, sus penas espanta!”, exclamaba. Sin embargo, a pesar de esa alegría, de vez en cuando entonaba estas endechas: “ai, miña nai, miña naiciña, como a miña nai ningunha”.

En aquel éxodo de españoles también partió uno de mis tíos, y entonces sí que vi llorar de verdad a mi abuela. Su hijo favorito era escultor y había llegado a tener una casa de antigüedades que él prefirió cerrar antes de que el Gobierno se la arrebatara.

A partir de entonces, cada vez que Hortensia oía la sirena de un barco saliendo por la bahía habanera, corría a asomarse al balcón hoy sepultado entre ruinas, y desde allí lo veía zarpar sacando un pañuelito del corpiño, no para agitarlo en el aire, sino para enjugarse una lágrima.

La morriña hizo presa de “la Moreniña”. Sus lágrimas prefiguraban mi destino. Yo intuía que tarde o temprano me vería obligado a realizar la travesía de mis ancestros, pero a la inversa. En vez de “hacer las Américas”, yo estaba predestinado a hacer las Europas: Alemania, Francia, Italia, España…

Así pude visitar aquella Galicia de la que tanto había oído hablar. Pude reconstruir el mapa de las reminiscencias de mi abuela y nuestro árbol genealógico. Deambulé por las callejuelas donde jugaron mis mayores. Conversé con la sombra de mis tatarabuelos en la plaza de la Magdalena, en la antigua Judería, donde tenía su dulcería mi bisabuela Palmira, la repostera más célebre de Ribadavia, porque solo ella sabía hacer “los melindres del silencio”, cuya receta secreta se llevó a la tumba. Exploré el castillo en ruinas, donde encontré el tesoro de los moros del que me hablaba Doña Hortensia, y que no es otro que el tesoro de la imaginación.

En mis diversos destierros me he desplazado como una vieira por aguas profundas, errando por Pontevedra, Vilanova de Arousa, Cambados, Santiago, Orense, Vigo… lugares donde descubrí —atónito— a primos y tíos que apenas sabían de mi existencia. Más que como a un hijo pródigo, me miraban como a un náufrago errabundo.

En cierta forma, mi exilio remedaba aquella canción de cuna con la que me adormecían. Casi como un ladrón en medio de la noche, me lié la manta a la cabeza y salí con mi candil al exilio. “Tú levarás a manta / Eu levarei o candil…”

“Apaja y vámonos”, me dije emprendiendo ese largo camino sembrado de maletas, esmaltado de musgo, adentrándome en un dédalo de desconciertos y sinsabores que nunca podrá comprender quien no lo haya vivido. Los desterrados somos una estantigua. Como almas en pena, lloramos nuestro orvallo allí donde nadie nos ve.

© cubaencuentro.com

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1515  nace en Ávila Teresa de Ahumada, que luego se convertiría en Teresa de Jesús, escritora, reformadora de la Orden de las Carmelitas, y santa española.

1638  en Calabria, Italia, entre ayer y hoy, tres terremotos de 7 grados de la sismológica de Richter  dejan 10.000 víctimas.

1750  nace Francisco de Miranda, precursor de la independencia venezolana.

1845  en Madrid se estrena “Don Juan Tenorio, de José Zorrilla,  la obra teatral más representativa de romanticismol  español.

1941  muere Virginia Wolf, novelista británica.

1942  muere Miguel Hernández, poeta y dramaturgo español

1943  muere Serguéi Rajmáninov, compositor ruso


Beato Enrique Susso y San Juan de Capistrano


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LA CIBERGUERRA GERIÁTRICA


COMO LO VE PONG


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LA DICHA DE LA VIDA CONSISTE EN TENER SIEMPRE ALGO QUE HACER, ALGUIEN A QUIEN AMAR Y ALGUNA COSA QUE ESPERAR.

- THOMAS CHALMERS, (1780-1847) MINISTRO PRESBITERIANO, TEÓLOGO, ESCRITOR ESCOCÉS. 



27 de marzo de 2011

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OBITUARIO

Ha fallecido en Miami en la mañana de ayer sábado el Sr. Aurelio Rodríguez Montalván. Los servicios fúnebres serán de carácter privado y se dará a conocer posteriormente la fecha, hora y lugar de la Misa funeral que ha de celebrarse por su eterno descanso. Elevamos nuestras oraciones al Altísimo para que lo reciba en su Gloria, y damos nuestra sentida condolencia a su viuda Doráis Céspedes, a sus hijos Aurelio, Germán y Gustavo, así como a sus hijas políticas y a sus hermanas Carmen R. Felipe y Beatriz Rodríguez Montalván. Descanse en paz el alma de nuestro querido amigo Yeyo.
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El domingo del Agua Viva

El episodio de la Samaritana es muy especial. Nos muestra como la fe, la conversión, el amor se parecen a una corriente de agua pura que, saltando de risco en risco, nos llega desde la eternidad. Eso es lo que Jesús de Nazaret prometió a la mujer de Samaría.  Y eso es lo que nos puede ocurrir a nosotros. Jesús viene hoy también junto al brocal del pozo de nuestra vida.

 ¿Quién eres tú, Señor?
Para que, viéndote sentado
en el pozo de mi hueca vida
me ofrezcas lo que yo nunca te he pedido.

¿Quién eres tú, Señor,
Porque, como la samaritana,
no te he buscado pero te he encontrado.

Porque, como la samaritana,
yo quería agua superficial
y Tú me has proporcionado
otra del manantial de la vida.

¿Quién eres tú, Señor, que lo sabes todo?

Javier Leoz, 
www.betania.es
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POR MUY LARGA QUE SEA LA TORMENTA, EL SOL SIEMPRE VUELVE A BRILLAR ENTRE LAS NUBES.

- KHALIL GIBRAN,  (1883-1931) ENSAYISTA, NOVELISTA Y POETA LIBANÉS.




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La alborada


Oscar Pérez Moro


La penumbra se aleja
y la impalpable claridad avanza;
la neblina ya no es espesa
porque se hace sonrisa la alborada.

Sale de la floresta
un vaho de perfume que me embriaga;
y el arroyo, al brincar entre las breñas,
es un ave sonora que me canta.

El ganado se inquieta,
y todo lo emblanquece la mañana
al imponer su luz sobre la niebla
que cubre la montaña.

Y aquel pastor que va con las ovejas,
ese soy yo, tocando mi guitarra.



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