30 de marzo de 2011



Reabren en La Habana el Museo Napoleónico   

La casi totalidad de los objetos que se exhiben  provienen de la colección privada del magnate del azúcar Julio Lobo, que era considerado el hombre más rico de Cuba cuando triunfó la revolución en 1959.  A la colección atesorada por Lobo, se han sumado obras “donadas, compradas o recuperadas” por el Estado cubano.

El Museo fue “creado”  en 1961 y se ubica en un céntrico barrio de La Habana, en una edificación de cuatro plantas de estilo florentino renacentista que fue construida entre 1926 y 1929 y fue residencia del político ítalo-cubano Orestes Ferrara.

El Museo Napoleónico de La Habana está considerado como uno de los cinco más importantes de su tipo en el mundo y el más completo de Latinoamérica, y reabrirá hoy sus puertas tras una larga restauración con una ceremonia a la que asistirá una descendiente del emperador francés Napoleón Bonaparte.
El diario oficial Granma informó hoy de que a la reapertura del museo está invitada Alix de Foresta, Princesa Napoleón, quien es viuda de Luis Marie Bonaparte, príncipe Napoleón, a su vez descendiente del rey Jerome, el hermano menor de Bonaparte.
En los últimos tres años el inmueble en el que se encuentra el museo y su colección de casi 8.000 piezas fueron sometidos a un proceso de restauración a cargo de especialistas de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Fundamentalmente reúne piezas relacionadas con el período que va desde la Revolución Francesa hasta el Segundo Imperio, como trajes, armamentos, equipos militares, mobiliario, numismática, libros, obras de arte y una muestra con objetos personales de Napoleón.
Entre las reliquias que pertenecieron al emperador francés se encuentran un catalejo de bronce, cristal y madera; una casaca de sus tiempos como primer cónsul; un bicornio y su reloj, recientemente donado a la institución.

Una de las piezas más importantes es la mascarilla mortuoria original de Napoleón, realizada en yeso por su médico personal, Francois Antommarchi. En 1821, tras la muerte de Napoleón en la isla de Santa Elena, Antommarchi se apoderó de la mascarilla y viajó a Cuba, donde falleció en la ciudad oriental de Santiago.


 Editado de EFE/Diario las Américas
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EL PENCO DE TROYA ATACA DE NUEVO

Como lo ve PONG



1746   nace Francisco de Goya, pintor español
1849   muere  en La Habana Tomás Romay, científico cubano
1853   nace Vincen Van Gogh en Holanda
 
1867   Los Estados Unidos compran Alaska a Rusia por siete millones doscientos mil dólares.
1987   el cuadro Los girasoles de Van Gogh, logra el récord en una subasta celebrada en Londres con el pago de 22 millones de libras.
                               1968   nace Céline Dion, cantante canadiense.


San Pedro Regalado, San Zosimo, Obispo de Siracusa

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UN MENSAJE UNIVERSAL PARA MENTES PUEBLERINAS

Amelia M Doval
dovalamela@ yahoo.com  

 La costumbre de ver películas americanas, creadas en Hollywood, con todos o muy pocos recursos, acompañadas de un amplio despliegue propagandístico y una calidad que la mayoría de las veces es indiscutible, nos hace rechazar las producciones extranjeras y mucho más si vienen de un mundo que no forma parte de lo cotidiano.

Quizás la mística de los colores, la sintonía del mensaje o simplemente las construcciones me han llevado a soñar con un viaje a la India y cada vez que puedo deposito dinero en un jarrón de cristal transparente que llegará a la suma necesaria para costear el viaje. Me he propuesto esta meta porque así será justamente cuando esté preparada para hacerlo.

Ambos motivos fueron el ying y el yang de mi reciente afán por introducirme al cine indio. Esta semana, no escogí al azar sino que me dejé guiar por un de los títulos más recomendados y allí estaba frente al televisor, perdida en la inmensidad de una historia que viene matizada por la realidad. My name is Khan (Mi nombre es Khan), una película para adorar, para dejar guardada en la memoria por la sensibilidad de la historia, la poesía que lleva, la calidad de las actuaciones y la enseñanza que nos permite ver el mundo después de ser observado a través de los ojos de Khan.

Un joven indio, musulmán y nacido con el síndrome de Aspergen (una especie de autismo), desarrolla la suficiente habilidad para crearse una familia y un grupo de amigos  que lo respetan y aman. El simple motivo de llevar un apellido musulmán cambia su vida de manera drástica después de septiembre 11. Los horribles acontecimientos que le siguen en la película, no son un lamento, ni un mensaje de aceptación hacía ninguna religión. En un principio, queda claro que el mundo sólo puede dividirse entre personas malas y buenas no importa de dónde vengan, por lo demás todos somos iguales.

El amor, el respeto y su condición le hacen escoger un camino, llevar un mensaje:  My name es Khan. Y no soy un terrorista. Cuando llegué al final  de la película entendí por qué sería necesario un mensaje a través de un ser diferente. Khan representa un síndrome que se caracteriza por seguir reglas, leyes con la misma intensidad que rechazan lo extraño y los ruidos. Desarrollan la dificultad de aceptar cambios, de interactuar socialmente y de establecer comunicación. No son seres capaces de interpretar las emociones ajenas, pero se toman las metas muy en serio. Este joven es precisamente el mundo musulmán. una rareza ante lo cotidiano de una sociedad que se asusta de otras culturas con férreos conceptos milenarios.  Khan necesita expresar que su nombre no puede ser un castigo porque simplemente, no es un terrorista.

My name is Khan, merece ser mencionada porque su mensaje es de amor, de respeto y de advertencia hacía la errónea manera de ver el mundo a través del sonido de las letras, el color de la piel, la propaganda televisada o la clasificación preconcebida. Es la historia de un apellido que no  significa terrorismo, muerte.

I am not a terrorist, ese es el mensaje. Khan, es un hombre común que identifica el dolor ajeno y prioriza la necesidad de enviar un mensaje universal. Nada ha sido olvidado, el perdón, la aceptación, la fuerza del amor y las esperanzas están en este guión puesto a disposición de los amantes de lo desconocido. No es necesario padecer el síndrome para sentir la incomprensión vestida con el disfraz de la defensa de los valores sociales. La verdad, la única verdad es reconocer que  el valor más importante es el derecho de todos los seres humanos a respetarnos. Al final el mundo sólo se divide entre seres buenos y malos ¿de qué lado está usted?.

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MUCHAS VECES LAS LEYES SON COMO LAS TELARAÑAS: LOS INSECTOS PEQUEÑOS QUEDAN PRENDIDOS EN ELLAS; LOS GRANDES LA ROMPEN.

- ANACARSIS,  (S. VII AC-S. VII AC) FILÓSOFO ESCITA.

29 de marzo de 2011

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Norman Rockwell,
el arte de la ilustración

- Hablar del arte americano del siglo XX supondría mencionar nombres ilustres como Jackson Pollock o Mark Rothko, pero si pensamos con nostalgia e inocencia, es Norman Rockwell (Nueva York, 1894-1978) quien nos viene a la cabeza. 

El ilustrador por excelencia y autor de nada menos que 323 míticas portadas del Saturday Evening Post  (entre 1916 y 1923) experimenta hoy un reconocimiento que no disfrutó en vida.

La Galería Dulwich de Londres expone hasta abril originales de Rockwell y lo encumbra entre "los mejores pintores realistas del siglo XIX", según su director Ian A.C. Dejardin. Y razón no le falta. Rockwell seguía el mismo proceso que los maestros: estudio de cada detalle del pincel, análisis de color y composición en óleo.

Mientras, el Museo de Brooklyn,  en Nueva York, acaba de terminar una muestra sobre su preciso proceso de trabajo. Para ilustrar escenas hogareñas y tiernas, pero sin dejar de lado la denuncia social, Rockwell “identificaba el escenario, la localización y cada detalle, comenta la responsable de la muestra. 

Amigos, vecinos y modelos espontáneos le servían para sus ilustraciones.   Se comprueba que sus pinturas comparten enfoque con la obra de Mark Twain en Connecticut. Ambos tienen en común una infancia miserable, ojos curiosos y humor sin límites.   

 La obra de Rockwell toma además hoy un significado especial: destacan por su inocencia, sin dejar de ser críticas."Desde los sesenta, el mundo es un lugar cínico. La visión de Rockwell demuestra que las escenas m´s cotidianas también son reales.    A pesar de los tiempos duros de la Segunda Guerra Mundial, "la gente seguía jugando y riendo". Ya lo dijo el mismo Rockwell: "Mostré la América que observaba y conocía y a otros que quizás no habían reparado en ella". El resultado, obras que cautivaron al gusto popular por su empatía.

El gusto de Rockwell por las estampas navideñas, niños tomando jarabe y mascotas a los pies de jóvenes despeinados no evitó que denunciara las injusticias sociales de su época. El racismo, la desigualdad de clases y las preocupaciones se muestran, sí, pero a través del humor y con unos trazos asequibles a todos los ojos. 

Es el cartel antinuclear o el lema para reclutar a jóvenes lo que se muestra al fondo de la ilustración. Pero la capacidad del ser humano por superarse     es la que siempre prima. Hoy, Norman Rockwell seguiría tomando fotografías y buscando con honestidad historias simpáticas. Adolescentes locos por Lady Gaga o Brad Pitt hubiesen sido un buen enfoque.Colas por el iPad2, quizás.   "Le encantaría  Glee", asegura Dejardin. Arte que busca la infancia para hacerse grande.

Editado de adn.es 
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Piratas en Puerto Príncipe


 - Por Héctor Juárez Figueredo

El primer pirata en visitar Camagüey fue el francés Jacques de Sores. En 1555 rondó por las haciendas de la costa norte donde robó quesos, reses, tasajo y mujeres. A éstas las abandonó, después de ultrajarlas, en Cayo Coco.


El pirata británico Henry Morgan asaltó y tomó Puerto Príncipe en 1668. Ocupó la plaza de Bedoya y destruyó parte de los archivos de la Iglesia Mayor.


En 1679 Puerto Príncipe fue asaltado nuevamente, en esta ocasión por el pirata francés François de Granmont, quien se hacía llamar Capitán Sonda. Ocupó brevemente la villa e hizo prisioneras a 14 mujeres. Luego se retiró atacado constantemente por los principeños y con gran pérdida de hombres. Al cabo de un mes se marchó de la costa. Había recibido un fuerte rescate por las cautivas, quienes fueron liberadas si daño alguno.


Otro pirata francés fue visita de Puerto Principe, pero esta vez en calidad de prisionero. Fue el popular Jean Lafitte, apodado «el pirata del Golfo»: pirata y traficante de esclavos antes de convertirse en influyente empresario de Nueva Orleáns. En los tiempos en que ejercitaba la piratería por todo el Caribe, se dice que en año 1822, fue atacado por otro corsario o algún barco inglés en las cercanías de la costa sur de Cuba. Habiendo perdido su nave y encontrándose mal herido, se refugió en Santa Cruz del Sur. 


Fue apresado por los españoles y llevado como prisionero a Puerto Príncipe, donde fue internado en el Hospital de San Juan de Dios debido al estado deplorable que presentaba. Caminaba dificultosamente con muletas, pero aprovechando que no le habían asignado custodios se escapó una noche, dejando a sus captores sus muletas como recuerdo. 


Se estableció en la zona de Nuevitas, desde donde continuó en sus actividades de traficante de esclavos. Hay varias versiones sobre su muerte y sobre la fecha de la misma. Una de ellas cuenta que fue asesinado a puñaladas por uno de sus secuaces en el año 1825 ó 26 en uno de sus barcos frente a la costa norte cubana, durante una reyerta por la distribución de las utilidades de un desembarco clandestino de esclavos.

Héctor Juárez Figueredo
Boletín Diocesano Nº 63
Camagüey, 20 de enero de 2004
Ilustración: Google

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1666 – El pirata Henry Morgan saquea a Puerto Príncipe

1906 - Muere Esteban Borrero Echeverría, escritor y patriota cubano.

1939: muere exiliado en Miami Gerardo Machado, general de la Guerra de la Independencia y 5º presidente de Cuba.


Santos Jonas y Baraquicio, mártires
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CURIOSAMENTE, LOS VOTANTES NO SE SIENTEN RESPONSABLES DE LOS FRACASOS DEL GOBIERNO QUE HAN VOTADO.

- ALBERTO MORAVIA,   (1907-1990)   ESCRITOR ITALIANO. 


28 de marzo de 2011

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"Apaja" la luz

 - Por Manuel Pereira Quinteiro

Las primeras palabras que oí, incluso antes de nacer, vibrantes en el vientre de mi madre, sonaban así:

Na calle real da Coruña,
¡pois he!
Roubaron un cobertor
¡pois si que he!
Llos ladros hiban dicindo
¡pois he!
Lastima non fora millor
¡Pois si que he!
Vamos, María, vamos,
Vámonos a dormir
Tú levarás a manta
Eu levarei o candil…

Con esos canturreos gallegos me arrullaban. Mi abuela también dialogaba en esa lengua con el fuego de sus calderos. Mis tíos maternos conversaban con sus paisanos en esa variante del galaicoportugués, excepto cuando había cubanos presentes, en cuyo caso cambiaban de idioma.

Cada noche, antes de dormirnos, mi madre y yo rezábamos el Padrenuestro en castellano. Luego ella me pedía en gallego: “apaja la luz”, y yo apretaba la perilla eléctrica que colgaba al lado de la cama. Mamá me arrebujaba en su manta y yo apagaba el candil. “Tú levarás a manta / Eu levarei o candil…”

Mi abuela, mi madre y sus dos hermanos menores emigraron desde Ribadavia, Orense, hacia La Habana en 1926. Llegaron a la capital en medio del peor ciclón que ha sufrido la Isla y, por si fuera poco, ese mismo año nacía en Cuba otro huracán de carne y hueso llamado Fidel Castro, cuyo apellido revela no solo su origen celta, sino también su idiosincrasia militar y el afán paranoico de fortificarlo todo a su alrededor.

Fidel Castro dirigió el asalto al cuartel Moncada un 26 de julio. Más tarde, su movimiento se llamó “el 26” y una de las consignas favoritas de su Gobierno ha sido “siempre es 26”. Fue como si aquel famoso ciclón del 26 hubiera dejado una semilla de turbulencias a su paso por la Isla.

Dejo en manos de cabalistas y pitagóricos el significado oculto de la persistencia de ese número en nuestro imaginario colectivo. Sea como sea, lo cierto es que hace más de cincuenta años esa prolongación del Ciclón del 26 está soplando sobre Cuba. Al principio, sus vientos fueron benévolos, y hasta musicales, incluso esperanzadores, pero poco a poco su capacidad de destrucción se volvió cada vez más furiosa. Extraña meteorología de la historia que todo cronista del siglo XX debería escrutar a fondo.

La estrategia desplegada por aquel pichón de gallego contra Batista entre 1957 y 1958 fue celtíbera. Acaso obedeciendo a un mandato genético, se atrincheró en las cumbres de la Sierra Maestra convirtiendo esa cordillera en un castro de romántica exuberancia vegetal. Pintoresco Robin Hood céltico-tropical.

Como es sabido, los celtas eran guerreros muy feroces y el padre de Fidel combatió como soldado español contra los mambises entre 1895 y 1898. La secuencia etimológica castro, castrum, castrensis, castrense… es tan obvia que casi da sonrojo subrayarla.

Cuando Fidel bajó de las montañas donde estaba parapetado, lo primero que hizo fue extender su castro a todo el país, blindándolo de una punta a la otra, según parece para defenderse de la invasión mil veces anunciada y nunca verificada de las legiones del Imperio Romano (o Norteamericano).

Así, Cuba se transformó en campamento a partir de 1961. Abroquelado en su Isla, Fidel la cerró herméticamente al exterior, enclaustrando de paso a toda la población. El castro devino claustro, y esa claustrofobia no tardó en volverse castrofobia. No es extraño que tantos cubanos huyan de ese acuartelamiento insular.

Volviendo a mi abuela gallega, ella vivía en un solar al final de La Loma del Ángel, allá en La Habana Vieja que, a pesar de ser ya muy antigua, no estaba por entonces tan destruida como ahora. La casa de mi abuela, donde me crié, se desplomó hace unos años como si del cielo le hubiera caído un misil de crucero Tomahawk.

Frente a lo que ya no son más que ruinas, vivía yo con mis padres en otra cuartería de la calle Cuarteles. Mi abuela, Hortensia Alonso, fue feliz allí, comiendo filloas hechas de sangre de cerdo flameadas con Anís del Diablo mientras murmuraba conjuros a la lumbre de sus fogones. Cuando su pobreza se lo permitía, ponía una botella de vino del Ribeiro en la mesa, como si fuera un trofeo.

La “Moreniña” —como la llamaban en su aldea natal—, no solo hablaba con la candela de sus hornillas, sino que también bebía fuego. Mientras preparaba sus queimadas, me hablaba con nostalgia de una “ría” muy lejana donde crecían los viñedos del Ribeiro. Era la ría “Avia”, donde ella había nacido. Para Doña Hortensia todo era femenino: la ría, la mar, la calor, la radio, la sartén…

Así empecé a enamorarme del enigma de las palabras, quedando atrapado en un laberinto de sonidos, imágenes, sabores, olores y extrañas geografías. Mi mamá, Esther Quinteiro, trabajaba como modista en un taller de alta costura, así que yo pasaba mucho tiempo con mi abuela.

Esther llegó a La Habana con quince años y su mamá, Hortensia, con treinta y dos. Mi abuela se ganaba la vida cocinando para la calle en su humilde vivienda de dos piezas convertida en lo que hoy llamaríamos un “paladar”. Entre los ocho y los nueve años, yo la ayudaba subiendo y bajando la Loma del Ángel, cargando y repartiendo cantinas calientes a domicilio. En la dictadura anterior, mi abuela no pagaba impuestos, ni estaba obligada a pedir licencia, para realizar esa actividad. Tampoco recibía la incómoda visita de voraces inspectores gubernamentales. Evidentemente, eran otros tiempos…

Cuando Doña Hortensia llegó a la Isla en aquel aciago año 26 tuvo que trabajar en lo primero que encontró, que fue trapear suelos en la misma cuartería donde llegó a ser encargada. Mi abuelo la había abandonado antes de que yo viniera al mundo. Hortensia —tan adicta al fuego— quemó todas sus fotos.

Con el tiempo, y atando cabos, supe que mi abuelo —Antonino Quinteiro— fue un imaginero que huyó de España cruzando los Pirineos para que no lo reclutaran en las Guerras de Marruecos. Hoy diríamos que fue un exiliado político o un “objetor de conciencia”.

Aquel gallego fugitivo —como el ladrón del cobertor de la canción de marras— viajó por Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba pintando querubines en techos de iglesias y restaurando tallas de madera. Mi abuela lo persiguió tenazmente a lo largo de esas geografías, según ella por amor, hasta que en La Habana, y tras un breve encuentro, tuvo lugar la separación definitiva. Antonino regresó a España con sus pinceles y mi abuela se quedó en la Isla con sus calderos mágicos.

Mi madre practicaba una magia opuesta a las llamaradas de mi abuela, pues usaba agua. De niña, allá en su aldea, echaba un huevo en un vaso con agua en vísperas de San Juan. Al día siguiente corría a ver la forma que la clara había adoptado dentro del vaso durante esa noche mágica salpicada de hogueras. Si veía un velero, significaba presagio de viaje o un naufragio, algo muy frecuente en la Costa de la Muerte; si aparecía un vestido de novia, simbolizaba vaticinio de boda; podían verse también iglesias, pájaros, telarañas…

Jugando con ella aprendí a nutrirme de esos presagios poéticos que emanan de remotos atavismos. Mi niñez transcurrió entre los monólogos ígneos de mi abuela y las blandas visiones albuminosas de mi madre.

Por si fuera poco, otra magia me circundaba: la afrocubana, contra la cual mi abuela me protegía con amuletos y despojándome con albahaca. Hortensia tenía fama de “meiga” y quería resguardarme del “meighallo” de las negras de aquellos solares, que en realidad me adoraban. Me invitaban a entrar en sus cuartos, para comer plátanos chatinos con congrí, lo cual ponía muy celosa a mi abuela, quien a veces me daba unas “hostias” que me mandaban a pasear por los infiernos.

Yo crecí hechizado entre dos culturas culinarias, a caballo entre dos lenguas, en medio de dos brujerías, oscilando entre los tamboreos de la gente de mi barrio y las canciones gallegas de mi abuela, disfrutando por igual de las empanadas con chorizo de Doña Hortensia y del inefable fufú de plátano que me ofrecían las mulatas del vecindario.

Mi abuela me contaba que de joven había visitado Santiago de Compostela donde es costumbre darle tres cabezazos al santo dos croques que está a la entrada de la catedral. Igual que mi abuelo y mis tíos, yo pintaba desde niño. Así que —según ella— si yo quería llegar a ser un gran artista, tenía que consumar aquel ritual. Muchos años después, ya en el exilio, yo también peregriné por ese “campo de estrellas” que da nombre a esa ciudad española. Siguiendo los pasos de mi abuela, transité bajo la estela de la Vía Láctea y choqué tres veces mi cabeza contra la del Maestro Mateo. Cumpliendo sus instrucciones druídicas, hundí los dedos en el frío mármol del parteluz del Pórtico de la Gloria.

En los años cincuenta, allá en La Habana Vieja, los gallegos de mi barrio desfilaban con sus boinas negras por la casa de mi abuela convertida en “paladar” avant la lettre. Allí bailaban sus danzas, rememoraban anécdotas de sus aldeas, siempre suspirando por la “miña terra” y sin renunciar jamás a sus costumbres gastronómicas.
Doña Hortensia era pantagruélica, su mundo era la cocina, y por suerte me alimentó con aquellos potajes humeantes que tanto me hacían sudar en los mediodías habaneros con más de 30 grados a la sombra.
Mi mamá siempre hablaba emocionada de Rosalía de Castro y afirmaba, sin mucha convicción, que los gallegos habían inventado la rueda y el submarino. Me mostraba orgullosa el Centro Gallego con sus marmóreos grupos escultóricos, símbolo de la pujanza económica y cultural de los hijos de Galicia en la Isla. “Tu abuelo pintó los techos”, me informaba fascinando al pequeño pintor que habitaba en mí.
Me enseñaba los ángeles coronando las cúpulas del imponente edificio. “¡Mira qué belleza!”, exclamaba, y acto seguido señalaba al Centro Asturiano, justo enfrente: “¡Mira qué fealdad, parece una mesa patas arriba!”.

Menos mi padre —mucho más criollo que pichón de gallego—, toda mi familia asistía puntualmente a las romerías en los jardines donde estaban los merenderos de la cervecería “La Tropical”.

De aquellos banquetes —donde lo mismo se bailaba una jota, un paso doble y una muiñeira que un danzón o un chachachá— recuerdo el brazo gitano a la hora de los postres y al gaitero que yo seguía de aquí para allá. Criado entre tambores, rumbas y maracas, yo iba tras aquel insólito instrumento, deslumbrado por sus aires, como si siguiera al flautista de Hamelín. Mi abuela era analfabeta, llegó a Cuba con pañuelo a la cabeza y en alpargatas. Sin embargo, era la mejor narradora que he conocido en mi vida. Me contaba escalofriantes historias de hombres lobo, a quienes ella llamaba “lobishomes”. Me hablaba de las nueve olas de la playa de A Lanzada y del muérdago de la fecundidad, me describía el río donde ella lavaba de niña entre hadas sentadas en las rocas alisándose el pelo con peines musicales. Me asustaba narrándome la procesión de fantasmas que discurría entre la niebla y que ella llamaba “Santa Compaña”. Me contaba que en las ruinas del castillo de Ribadavia —allí donde termina el arcoíris—, había tesoros escondidos por los moros. Evocaba la espectacular Noche de San Juan, cuando ella saltaba por encima de las hogueras. Siempre me repetía: “tres cosas tiene Ourense que no las hay en toda España: las burgas, la puente y el Cristo echando barbas”. El pretendiente de mi abuela era un paisano suyo llamado Máximo, dueño de la carnicería de la esquina. Lo recuerdo siempre malhumorado, con las uñas impregnadas de sangre. Mi “abuelastro” se fue de Cuba a principios de los sesenta, cuando el gobierno revolucionario instauró la libreta de racionamiento y confiscó los negocios privados: primero los más grandes, después, los más pequeños. Entonces empezó la estampida de españoles expropiados escapando de la Isla de sus sueños.

Anteriormente, durante los cincuenta, había tantos gallegos en La Habana que a todos los españoles les llamaban “gallegos” por antonomasia, sin importar que fueran catalanes, vascos, asturianos, cántabros, andaluces o canarios…
En la década del sesenta, cuando el castrismo empezó a castrar toda forma de propiedad privada, cerraron panaderías, bodegas, ferreterías, herrerías, hojalaterías, sastrerías… El vástago de aquel huracán del 26 arrasó con todo: la economía, la familia, la religión, las frutas, las viandas, los edificios… Su fuerza centrífuga ha expulsado, hasta ahora, a más de dos millones de exiliados.

De buenas a primeras, se acabaron las verbenas gallegas, desaparecieron los chorizos enlatados “El Miño” y nunca más se oyeron los dulces vientos de una gaita. No más empanadas de bacalao, ni pulpos en platos de madera. Las boinas negras se trocaron en boinas verdes-olivo… todo fue devastado por aquel otro ciclón nacido en el año 26. Como decía mi mamá en voz baja: “¡acabó con la quinta y con los mangos!”.

Mi abuela se había aplatanado bastante y se pasaba la vida cantando. “¡Quien canta, sus penas espanta!”, exclamaba. Sin embargo, a pesar de esa alegría, de vez en cuando entonaba estas endechas: “ai, miña nai, miña naiciña, como a miña nai ningunha”.

En aquel éxodo de españoles también partió uno de mis tíos, y entonces sí que vi llorar de verdad a mi abuela. Su hijo favorito era escultor y había llegado a tener una casa de antigüedades que él prefirió cerrar antes de que el Gobierno se la arrebatara.

A partir de entonces, cada vez que Hortensia oía la sirena de un barco saliendo por la bahía habanera, corría a asomarse al balcón hoy sepultado entre ruinas, y desde allí lo veía zarpar sacando un pañuelito del corpiño, no para agitarlo en el aire, sino para enjugarse una lágrima.

La morriña hizo presa de “la Moreniña”. Sus lágrimas prefiguraban mi destino. Yo intuía que tarde o temprano me vería obligado a realizar la travesía de mis ancestros, pero a la inversa. En vez de “hacer las Américas”, yo estaba predestinado a hacer las Europas: Alemania, Francia, Italia, España…

Así pude visitar aquella Galicia de la que tanto había oído hablar. Pude reconstruir el mapa de las reminiscencias de mi abuela y nuestro árbol genealógico. Deambulé por las callejuelas donde jugaron mis mayores. Conversé con la sombra de mis tatarabuelos en la plaza de la Magdalena, en la antigua Judería, donde tenía su dulcería mi bisabuela Palmira, la repostera más célebre de Ribadavia, porque solo ella sabía hacer “los melindres del silencio”, cuya receta secreta se llevó a la tumba. Exploré el castillo en ruinas, donde encontré el tesoro de los moros del que me hablaba Doña Hortensia, y que no es otro que el tesoro de la imaginación.

En mis diversos destierros me he desplazado como una vieira por aguas profundas, errando por Pontevedra, Vilanova de Arousa, Cambados, Santiago, Orense, Vigo… lugares donde descubrí —atónito— a primos y tíos que apenas sabían de mi existencia. Más que como a un hijo pródigo, me miraban como a un náufrago errabundo.

En cierta forma, mi exilio remedaba aquella canción de cuna con la que me adormecían. Casi como un ladrón en medio de la noche, me lié la manta a la cabeza y salí con mi candil al exilio. “Tú levarás a manta / Eu levarei o candil…”

“Apaja y vámonos”, me dije emprendiendo ese largo camino sembrado de maletas, esmaltado de musgo, adentrándome en un dédalo de desconciertos y sinsabores que nunca podrá comprender quien no lo haya vivido. Los desterrados somos una estantigua. Como almas en pena, lloramos nuestro orvallo allí donde nadie nos ve.

© cubaencuentro.com

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1515  nace en Ávila Teresa de Ahumada, que luego se convertiría en Teresa de Jesús, escritora, reformadora de la Orden de las Carmelitas, y santa española.

1638  en Calabria, Italia, entre ayer y hoy, tres terremotos de 7 grados de la sismológica de Richter  dejan 10.000 víctimas.

1750  nace Francisco de Miranda, precursor de la independencia venezolana.

1845  en Madrid se estrena “Don Juan Tenorio, de José Zorrilla,  la obra teatral más representativa de romanticismol  español.

1941  muere Virginia Wolf, novelista británica.

1942  muere Miguel Hernández, poeta y dramaturgo español

1943  muere Serguéi Rajmáninov, compositor ruso


Beato Enrique Susso y San Juan de Capistrano


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LA CIBERGUERRA GERIÁTRICA


COMO LO VE PONG


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LA DICHA DE LA VIDA CONSISTE EN TENER SIEMPRE ALGO QUE HACER, ALGUIEN A QUIEN AMAR Y ALGUNA COSA QUE ESPERAR.

- THOMAS CHALMERS, (1780-1847) MINISTRO PRESBITERIANO, TEÓLOGO, ESCRITOR ESCOCÉS. 



27 de marzo de 2011

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OBITUARIO

Ha fallecido en Miami en la mañana de ayer sábado el Sr. Aurelio Rodríguez Montalván. Los servicios fúnebres serán de carácter privado y se dará a conocer posteriormente la fecha, hora y lugar de la Misa funeral que ha de celebrarse por su eterno descanso. Elevamos nuestras oraciones al Altísimo para que lo reciba en su Gloria, y damos nuestra sentida condolencia a su viuda Doráis Céspedes, a sus hijos Aurelio, Germán y Gustavo, así como a sus hijas políticas y a sus hermanas Carmen R. Felipe y Beatriz Rodríguez Montalván. Descanse en paz el alma de nuestro querido amigo Yeyo.
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El domingo del Agua Viva

El episodio de la Samaritana es muy especial. Nos muestra como la fe, la conversión, el amor se parecen a una corriente de agua pura que, saltando de risco en risco, nos llega desde la eternidad. Eso es lo que Jesús de Nazaret prometió a la mujer de Samaría.  Y eso es lo que nos puede ocurrir a nosotros. Jesús viene hoy también junto al brocal del pozo de nuestra vida.

 ¿Quién eres tú, Señor?
Para que, viéndote sentado
en el pozo de mi hueca vida
me ofrezcas lo que yo nunca te he pedido.

¿Quién eres tú, Señor,
Porque, como la samaritana,
no te he buscado pero te he encontrado.

Porque, como la samaritana,
yo quería agua superficial
y Tú me has proporcionado
otra del manantial de la vida.

¿Quién eres tú, Señor, que lo sabes todo?

Javier Leoz, 
www.betania.es
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POR MUY LARGA QUE SEA LA TORMENTA, EL SOL SIEMPRE VUELVE A BRILLAR ENTRE LAS NUBES.

- KHALIL GIBRAN,  (1883-1931) ENSAYISTA, NOVELISTA Y POETA LIBANÉS.




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La alborada


Oscar Pérez Moro


La penumbra se aleja
y la impalpable claridad avanza;
la neblina ya no es espesa
porque se hace sonrisa la alborada.

Sale de la floresta
un vaho de perfume que me embriaga;
y el arroyo, al brincar entre las breñas,
es un ave sonora que me canta.

El ganado se inquieta,
y todo lo emblanquece la mañana
al imponer su luz sobre la niebla
que cubre la montaña.

Y aquel pastor que va con las ovejas,
ese soy yo, tocando mi guitarra.



www.poesialuismario.net

26 de marzo de 2011

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IMPERDONABLE REVANCHA

Por Elsa M. Rodríguez

España siempre tuvo una relación muy especial con la isla de Cuba desde que Colón la descubriera y la añadiera a la lista de territorios poseídos por la Península Ibérica. Esta relación con el transcurso del tiempo y después de la guerra que libraron los mambises contra el invasor español, se convirtió en algo diferente, ya Cuba no le pertenecía al Reino pero seguía siendo la "niña de sus ojos", aunque en el fondo había un dejo amargo en las palabras de cualquier español, cada vez que frente a una contrariedad decían: "más se perdió con Cuba".

Cubanos y españoles también han mantenido una unión invisible que se ha mantenido desde entonces. De hecho muchos de los refranes que los cubanos dan por suyos vienen de la Madre Patria, y en cuanto a la gastronomía cualquier cubano se las da de cocinar las mejores Fabadas, los mejores Caldos Gallegos y la mejor Paella del mundo. 

Desde que llegó el manto negro de maldad que cubre la isla y que no deja a sus ciudadanos vivir como lo hace el resto del mundo, España ha seguido manteniendo esta unión con Cuba. De hecho, muchos cubanos comenzamos nuestro exilio en España, y aun ahora los disidentes liberados también van allí.

Por otra parte, algunas personalidades del gobierno español y de su mundo mercantil han hecho de la Cuba de hoy un rincón donde crecer y hacerse más ricos los últimos y más importantes los primeros. Empresarios españoles han construido lujosos hoteles en terrenos otorgados por un gobierno que no es el verdadero dueño, y eso algún día tendrá que ser analizado. La isla también se ha convertido en el burdel de Europa y fundamentalmente de España. Sino fuese tan triste sería conveniente recordar que Fidel Castro decía que Cuba era el burdel de los Estados Unidos y que él terminaría con eso. Que ironía, hoy muchas cubanas tienen que ir por el mundo aclarando que ellas no son prostitutas o "jineteras" como les llaman los turistas del sexo que llegan a la isla, y todo se lo debemos al mesías cubano que iba a liberarnos de esa mácula.

Ahora los españoles no solamente van a Cuba por sexo, van por ver como el país que antes era próspero se ha destruido y para mayor INRI lo muestran en programas televisivos como ese de "Españoles por el Mundo", transmitido recientemente por TVE, donde nos hacen ver que los cubanos solamente se dedican a la Santería, al bailoteo y a la especulación. Nos enseñaron edificios maravillosos que hay en Cuba, como si fuesen obra de los revolucionarios cuando todos sabemos que se construyeron en la época republicana. Y cuando nos muestran la destrucción y la pobreza nos hacen ver que eso es herencia del pasado y que todas las cosas malas que hay en Cuba son debidas a la dictadura de Fulgencio Batista y a la ingerencia americana.

Nosotros estamos vinculados muy estrechamente con España, por razones históricas y por vínculos personales, pero esta revancha con la que los "españolitos" de la onda "progre" están mostrando su venganza por haber perdido a Cuba, francamente es imperdonable.

Elsa M. Rodríguez
Hialeah, FL

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LAS RAZONES DE CUBA

Por Vicente Echerri    

Yo creo que el sentimiento más común entre los cubanos exiliados --pese a la arrogancia de que suele acusársenos-- es el de la vergüenza; específicamente frente a lo ocurrido en nuestro país, a la devastación física y moral de la nación secuestrada desde hace más de medio siglo por una banda de rufianes. Me acuerdo que al oírle decir una vez a un orador, en un foro internacional al que asistía, que ``Cuba era la única dictadura del hemisferio occidental'', la conciencia de esa distinción me produjo una súbita y perdurable sensación de vergüenza.

Esa sensación se potencia con cólera cuando oímos hablar a los rufianes o a sus lacayos en nombre de Cuba, empeñados en identificarla con la gestión delincuencial que llaman revolución cubana. Esta es la primera anomalía que no debemos cesar de denunciar, aunque de momento sean pocos los que escuchen, sobre todo en el ámbito de la comunidad internacional, donde los opresores aún son reconocidos como legítimos representantes del pueblo al cual oprimen.

Por eso cuando nos llegan noticias de que los ministriles del régimen acusan a las Damas de Blanco, a los grupos de oposición y a los blogueros independientes de querer desestabilizar el país o poner en peligro la integridad nacional, como han hecho en estos días en un serial de la televisión con el capcioso nombre de ``Las razones de Cuba'', se precisa empezar por una deconstrucción semántica: ¿Cuál estabilidad? ¿A qué integridad nacional se refieren? ¿Qué significa ``Cuba'' en ese discurso oficial y qué tiene que ver con la nación de la que tantos --fuera de su territorio insular-- nos sentimos parte?

Cuba, el país, colonia española durante cuatro siglos, que se constituyó como república en 1902 luego de una cruenta guerra de independencia y una venturosa intervención militar de Estados Unidos, perdió definitivamente su estabilidad a partir del advenimiento del régimen castrista, que dislocó con violencia la organización política, las relaciones económicas y el contrato social de la nación. A partir de esa sacudida, cualquier intento de estabilidad ha resultado fallido o, en el mejor de los casos, precario. ¿De qué estabilidad hablan cuando el castrismo no ha conocido ni un solo día con ese beneficio, sobre todo desde el colapso de la URSS hace veinte años? ¿Cómo puede estar en peligro algo que no existe? A menos que ``estabilidad'' signifique, paradójicamente, la supervivencia de ese régimen inestable.

La aducida ``integridad nacional'' incurre en la misma falacia. Si la nación es el conjunto de instituciones, tradiciones y aspiraciones que arraigan a un pueblo, en el curso de su desarrollo, a un territorio particular; entonces no ha habido, en toda la historia de Cuba, ningún fenómeno más desintegrador de la nación que el régimen que abolió o subvirtió nuestras instituciones y tradiciones y, por su propia dinámica, provocó el desarraigo de la décima parte de nuestra población. Si en este momento no existe, objetivamente, la amenaza de que alguna potencia extranjera aspire a menoscabar la integridad territorial de Cuba, como no cesan de argüir los portavoces del oficialismo, es de pensar que son los empeños de encontrar raíces y consenso en pro de una renovada integridad nacional --ya sea que partan de nuestro exilio o de individuos o agrupaciones dentro de Cuba-- los que provocan la furia y el encono de los responsables, en primer término, de la desintegración.

Cabe preguntarse, finalmente, ¿qué es Cuba o más bien quiénes pueden hablar en su nombre: el régimen espurio que ha convertido nuestro país en pocilga, burdel y cueva de ladrones, todo en uno, o los que, dentro y fuera de la isla, somos las voces de la dignidad amordazada y del decoro? Cuba no es ni puede ser igual a sus verdugos, ni a los mequetrefes que amplifican sus mentiras ni a las turbas brutales que acosan a los que disienten. Cuba somos nosotros y, allí dentro de esa gran cárcel, los que en su nombre testifican y a quienes el régimen denigra: Yoani Sánchez, Oscar Elías Biscet, las Damas de Blanco, Guillermo Fariñas, Orlando Luis Pardo... a la cabeza de lo que ya va siendo una larga lista de periodistas y disidentes que pueden englobarse bajo el honroso nombre de opositores. Esas ``razones'' son las únicas con las que Cuba cuenta.

(C) Echerri 2011
Reproducido de El Nuevo Herald

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EL LEGADO DE LA CUBA CASTRISTA

 Las razones de Cuba, veamos, como dijo el Poeta Nicolás Guillen: ¿Qué tengo?, vamos a ver:

1.-Los Centrales azucareros convertidos en Chatarra, ruinas verdaderas como las del famoso valle de los Centrales en el Antiguo Trinidad de la colonia.

2.-Chatarra también todo lo que un dia fue industria en Cuba. La antillana de Acero, las fábricas del Cotorro y de toda Cuba hechas verdaderas ruinas.

3.- Las ciudades convertidas en verdaderas ruinas, comenzando por la Habana que se ve como San Lázaro, en muletas y con perros lamiéndole la lepra. Eusebio Leal podrá remozar parte de la Habana vieja, pero le será imposible reconstruir toda la Habana, mucho menos Cuba completa que está igual o peor. Son más de medio siglo de abandono y desidia total. Aquello tomará muchos años para llegar si quiera a como era Cuba en 1959 y entonces recomenzar de nuevo todo.

4.-Las calles y las carreteras de Cuba destruidas, muchas partes intransitables y con las trochas de Valeriano Weyler convertidas en "puntos de control" para "aterrorizar" al campesino y a cualquiera que ha sido capaz de mantener un "cacharro" de casi un siglo y lograr así el más preciado sueño del partido comunista de Cuba, convertir a todo ciudadano cubano en Pedro Harapos.

5.-La potencia médica cubana se puede encontrar en los Hospitales que tiene los baños públicos más sucios y malolientes, que no existen hoy en día ni en Haití a pesar del terremoto.

6.-Las escuelas donde estudian los niños cubanos no poseen ni los más mínimos recursos que tenían incluso las escuelas del interior en épocas anteriores y ni hablar del contenido de las materias que se imparten. En Cuba, para las nuevas generaciones no hay más historia que la del Moncada, ni más héroes que Fidel, Che y Raúl Castro y por supuesto no dicen ni por asomo que Fidel Castro nunca entró en el Moncada. De Platón, Aristóteles, Sócrates y los orígenes de la cultura occidental no saben los niños nada en absoluto.

7.-Para los cubanos actuales los verbos más usados son "resolver", "jinetear", e "irse en pira que aquello ya no aguanta más".

8. Sobre el partido comunista cubano, ya lo dijo Fidel Castro, él no dirige el partido, pero lo que no dijo es que ya prácticamente no existe el partido, él no lo necesita para gobernar. El partido comunista está tan descompuesto como Cuba completa. Como dicen los colombianos, ya ni los miembros del partido "le paran bolas" al Gobierno. Ellos también viven dentro de esa amalgama de "resolver" y "jinetear". En Cuba el que vende queso, roba queso. El que vende medicinas, roba medicinas. El que vende gasolina, roba gasolina, El que vende pan, roba pan y de eso no escapan los miembros del partido. Cuando estén en las reuniones del partido, viva Fidel y, en cuanto salen, de nuevo a "resolver" y "jinetear" para buscar los fulas que son los que "resuelven de verdad".

9.-Con relación a la información que se le niega totalmente al cubano, eso no se ha visto nunca ni siquiera en los países que ahora vemos que se están rebelando contra sus tiranos como Túnez y Egipto Es posible que Libia fuera parecido a Cuba, no lo sé pero me lo imagino ya que Chávez considera al asesino de Kadafi como Bolivar, pero la falta de información, el secuestro de toda información del exterior que Fidel Castro ha implementado con el cubano no tiene paralelo en la Historia de los tiempos modernos de la Humanidad y algún día, cuando el mundo conozca hasta qué punto el cubano vive aislado del resto del planeta, la gente se indignará y habrá giras turísticas desde todas partes del mundo para venir a escupir sobre la tumba de Fidel Castro sólo por eso, once millones de personas que no tienen ni la más remota idea de qué es la Internet, no la intranet que se han inventado para escamotear la Internet, sino el acceso libre a la red mundial, como lo tenían los tunecinos y los egipcios a quien Castro calificó de esclavos. Entonces, ¿los cubanos qué son ?

Desgraciadamente es pura verdad lo que dice Echerri. Cuba es actualmente una pocilga y un burdel.

Nuestro vino es amargo pero es nuestro vino. De esa verdad habrá que partir cuando se vaya a reconstruir a Cuba.

[Comentario ofrecido por un lector anónimo firmado como mateo921”  en respuesta y complemento al artículo de Vicente Echerri “Las razones de Cuba” que encabeza hoy esta Gaceta de Puerto Príncipe.]