3 de febrero de 2011


EL HEREDERO DE CRISTAL Y LA HISTORIA DE SU AMOR

- Mucho se lleva dicho y se ha escrito, -tanto rumores sin fundamento como libros anovelados o meramente históricos- sobre la vida de Alfonso de Borbón y Battenberg, el heredero al trono de Alfonso XIII que renunció al mismo  por su amor a una cubana plebeya. 

Hace unos días Ciro Bianchi Ross, desde Cuba, se ha animado a contarnos de nuevo la historia, avalada por las investigaciones con las que siempre se ha preocupado de documentar sus escritos. Aunque sea muy posible que no haya dejado de adornarlo con consideraciones personales, en lo básico se ajusta a los hechos que marcaron la desgraciada vida de un príncipe con poca o ninguna suerte. Es una larga historia narrada sin estrecheces que aventaja con su triste realidad a esos culebrones de la tele que no nos cansan aunque duren meses. O años.  [adg].  

“ Esta historia tiene dos caras. Una, romántica, gusta a casi todo el mundo. La otra, que gusta menos o no gusta nada, es dura y fría; realista para decirlo en una sola palabra. En la cara amable, como en toda buena historia, hay amor, ilusión, odio, frustración, muerte…

Alfonso de Borbón y Battenberg, primogénito de Alfonso XIII y Príncipe de Asturias, perdidamente enamorado, contrae matrimonio con la cubana Edelmira Sampedro Robato, una muchacha de Sagua La Grande. Esa determinación hizo que su padre lo hiciera renunciar a la sucesión del trono español. El amor había sido más fuerte que el interés y en virtud de aquel matrimonio Alfonso no se ceñiría jamás la corona de Carlos V.

Eso es lo que él dijo en sus memorias publicadas en La Habana. Pero aquella boda sirvió de pretexto a Alfonso XIII, ya en el exilio, para sacar a su hijo de la línea sucesoria. Aunque la monarquía había dejado de existir el 14 de abril de 1931, no podía ser rey, si acaso se restauraba, un hombre que a consecuencia de su hemofilia pasaba en cama la mayor parte del tiempo. Por eso lo obligó a renunciar al trono, como obligaría a hacerlo también a su segundo hijo, el infante Jaime, sordomudo; interesado en traspasar los derechos sucesorios a otro de sus hijos, don Juan, Conde de Barcelona, padre del actual rey Juan Carlos.

Fueron decisiones crueles, pero acertadas. Alfonso, que proclamó muchas veces en La Habana que continuaba considerándose el Príncipe de Asturias y, por tanto, heredero del trono de San Fernando, había asumido en verdad su destino adverso desde mucho tiempo antes. Se consideraba un cenizo, esto es, un aguafiestas. Expresó una vez: «Ese es mi sino. Yo soy el ser más involuntariamente inoportuno que existe. Toda mi vida ha estado regida por esa estrella implacable de la inoportunidad».

Su madre Victoria Eugenia, escogida como esposa por Alfonso XIII, pese a las advertencias que en cuanto a su salud le hizo la reina de Inglaterra, había llevado desde Londres la sangre envenenada al trono de los Borbones, y esa herencia desangró a Alfonso durante toda su vida, hasta el final. El hombre que creció en uno de los mejores palacios reales de Europa, murió como un perro en una sala desangelada del hospital general de Miami después de haber arrastrado por Cuba y Estados Unidos una existencia de príncipe mendigo.

A primera vista

Fue un amor a primera vista el del Príncipe y Edelmira Sampedro. Se vieron una noche en un cinematógrafo de la ciudad suiza de Lausana y se enamoraron. Otro encuentro fortuito los reuniría de nuevo 15 días más tarde. Él no había dejado de buscar a Edelmira por toda la ciudad, y ella, por su parte, había comentado con el Duque de Almodóvar la impresión que le causara el joven alto, rubio y de ojos azules que viera durante un momento en el vestíbulo de aquella sala cinematográfica.

Pero así como comenzó el amor, así terminó. ¿Terminó? Ya divorciados y a punto de casarse con otra cubana, Alfonso evoca a Edelmira sin nombrarla, en una entrevista que en Nueva York concede a la revista Bohemia. Cuando él muere, a los 31 años de edad, en 1938, como consecuencia de un accidente de carretera, solo hubo en su tumba una corona de flores, la de Edelmira. Ella jamás volvió a contraer matrimonio, y ya bien entrada la década de los 70 todavía aparecía en las guías sociales de la Florida, donde se instalara en 1959, con el título de Condesa de Covadonga.

Ningún miembro de la Casa Real asistió al enlace de Alfonso y Edelmira en la mañana clara y luminosa del 21 de junio de 1933. Las numerosas invitaciones que el Príncipe cursó a sus amigos y conocidos fueron devueltas «con sentimiento». Salvo el Duque de Almodóvar, Grande de España, ningún español de su clase se atrevió a asistir al matrimonio del que tres días antes, privado de su condición de Príncipe de Asturias, era el Conde de Covadonga, un noble de sangre real, pero sin ningún derecho al trono.

Bien pronto comenzaron las quejas de Edelmira. Quería una vida social más activa y se horrorizaba cada vez que Alfonso hablaba de su intención de buscar empleo. Sus celos, irracionales, erosionaban la relación. Y algo peor: pese a haber sido advertida de antemano, temía a la enfermedad de su marido. Las peleas se hacían cada vez más frecuentes, pero cuando la tormenta pasaba, el amor volvía, apasionado.

—Si tú siguieras siendo el Príncipe heredero, nuestra posición sería otra, aunque no estuviésemos casados. ¿Qué somos ahora? Nadie…

Y Alfonso, aunque molesto, a veces coincidía con ella. Pero había tomado su vida con filosofía y aun con sentido del humor. ¿De qué valía ser Príncipe heredero de un trono que ya no existía? Por otra parte, a lo largo de su vida había tenido que soportar tal cantidad de transfusiones sanguíneas, que muy poco de sangre real debía quedar ya en sus venas.

En Cuba

Aún así, trató de reconciliarse con el Rey. Fue inútil. La reina Victoria Eugenia, que sirvió de intermediaria, le comunicó que Alfonso XIII no podía reconciliarse con él ni aceptar a Edelmira, una plebeya. Cuando Edelmira supo la respuesta, estalló en cólera. Sobrevino la reconciliación, pareció volver la serenidad, pero las peleas de Edelmira empezaron a hacerse habituales y un día volvió a La Habana. Desde aquí, sin embargo, escribió al Príncipe, arrepentida. Decidieron encontrarse en Nueva York y desde allí viajaron a la Isla. Pero ya el matrimonio estaba virtualmente muerto.

La estancia de la pareja en la Isla fue todo un suceso. El presidente Carlos Mendieta los recibió en el Palacio Presidencial. Los rotarios los agasajaron en uno de sus almuerzos habituales en el hotel Plaza, y hubo un sonado coctel en su honor en la barra Bacardí, en el edificio del mismo nombre. Acudió el Príncipe a la casa de salud Covadonga y al Centro Asturiano. No rechazó ciertas invitaciones, como la de la Marquesa de Hierro, pero dejó con un palmo de narices a la aristocracia habanera que quiso acapararlo. Pidió a todos que no le dieran trato de príncipe ni de conde, que le llamaran simplemente Alfonso, y rodeado de gente tan joven como él se le vio en el hipódromo y en el balneario de La Concha, en clubes, cines y restaurantes.

Lo asedió la prensa, pero los reporteros no pudieron sacarle ni una sola declaración política. En privado habló hasta por los codos. "Yo nací Príncipe de Asturias y Príncipe de Asturias sigo siendo… Mi padre sostiene que al contraer matrimonio renuncié automáticamente a todos mis derechos. Yo no lo creo así, pero estoy seguro de que jamás seré rey."

En La Habana aprendió Alfonso a degustar el daiquirí, y se aficionó a los cigarrillos cubanos. Fue amigo del compositor Eliseo Grenet. Se conserva una nota del Príncipe fechada en Nueva York, el 20 de agosto de 1936. Alfonso sufre la crisis de hemofilia más grave que ha conocido en su vida. Parecía que iba a morir cuando recibió una tarjeta de Grenet invitándolo a un concierto que ofrecería en un teatro de la ciudad. A Alfonso le resultaba imposible asistir, pero como la radio transmitiría el espectáculo, pidió un receptor para escucharlo.

Dice la nota, con letra vacilante: «Eliseo queridísimo: En mi cama de enfermo tu música cubanísima hizo vibrar mi espíritu y me sentí vivo de nuevo. Vivan Cuba y su música. Alfonso de Borbón».

En la ya aludida entrevista de Bohemia diría al reportero: «Yo no sabría explicarle a usted lo que en verdad sentí en aquel momento (del concierto), pero con mis nervios hasta entonces en derrota, vibró mi espíritu saturado de cubanismo, en un anhelo vehementísimo de movimiento, de vitalidad tropical, ¡de cumbancha!».

Precisa Alfonso en la entrevista: «Postrado como estaba, sumido en un sueño que cierra los ojos en lo hondo del espíritu… yo me sabía… perdido en las noches incomparablemente estrelladas de Cuba, carretera adelante, camino de Matanzas. Era como un sueño en el que las imágenes no toman forma porque estaba lleno de recuerdos».

El periodista colige que detrás de esos recuerdos del Príncipe hay una mujer que Alfonso no menciona: Edelmira Sampedro.

—¿De veras ama usted tanto a Cuba? —inquiere el entrevistador.
—Tanto, que me casé con una cubana y me voy a casar con otra —responde el Príncipe.

Ultimátum del Rey

El autor de esta página piensa que Edelmira Sampedro se casó con Alfonso por amor. No fue una mujer interesada; sí preocupada en exceso por su futuro.

Las fotos de Edelmira que se conservan la muestran como una mujer bonita, de reducida estatura y voluptuosamente formada, de ojos y pelo negros. Sus rasgos, decía Alfonso, estaban nítidamente cortados como los de una moneda recién estampada. 

Entre esas fotos hay una, de grupo, captada en el aeropuerto de La Habana. La familia Sampedro acude a despedir al Príncipe, que regresa a Nueva York. Todos sonríen menos Alfonso, que porta dos bastones y mira ausente y melancólico a un punto indeterminado, y Edelmira, triste y cabizbaja. Es el fin. En Nueva York, Alfonso pedirá la anulación del matrimonio, y ella, en La Habana, el divorcio.

Edelmira acusó al Príncipe de tener otra mujer. Él lo negó. Lo cierto es que ya para esa fecha se veía con Martha Rocafort Altuzarra, con la que no tardaría en casarse en la capital cubana. Federico Laredo Bru, presidente de la República, fue el padrino de la boda. Es el mes de julio de 1937. Martha Rocafort solicitará el divorcio en septiembre.

Martha Rocafort
Antes, la familia real trató de impedir la separación de Alfonso y Edelmira. La reina Victoria Eugenia se trasladó a Nueva York, donde, en el Hospital Presbiteriano, el Príncipe convalecía de su enfermedad, y le pidió que no se divorciara. El rey estaba muy molesto por su relación con Martha. Debía volver a Europa con los suyos, aunque sin Edelmira. «Si no obedeces —advirtió la reina—, se te suprimirá lo que queda de tu mesada».

Martha quiso ser actriz y trabajó en Nueva York como modelo. Tenía casi seis pies de estatura, y el cabello y los ojos oscuros y más que bella, dicen los que la conocieron, era sumamente atractiva. Su padre era un dentista bien establecido en La Habana.

¿Movió a Martha Rocafort el amor o el interés en su matrimonio con Alfonso? Su prima Nélida Altuzarra comentó a este escribidor que se inclina más por lo segundo. Y de una opinión más o menos similar fue Zenobia Camprubí, la esposa del poeta español Juan Ramón Jiménez, quien desde su habitación del Hotel Victoria, en el Vedado, siguió las peripecias de esa relación. «Ojalá sean felices —escribió ella en su diario—, pero parece un matrimonio de conveniencia». 

Amor, interés o conveniencia, el matrimonio, como ya se dijo, duró muy poco. Martha se negó a soportar las crisis alcohólicas del Príncipe, que desencadenaban lo peor de su carácter y lo llevaban a crudas agresiones verbales y a la violencia física.

Final

En una noche del mes de septiembre de 1938, Alfonso de Borbón y Battenberg, acompañado por la «alegre» Mildred, cigarrera de un cabaret, circula en automóvil por una carretera de Miami. Conduce ella, que da un corte brusco con el fin de evitar el choque con un camión que se les viene encima. El coche en que viajan se impacta contra un poste del telégrafo.

Ella resulta ilesa, pero el Príncipe tiene una pierna hecha añicos. Corre la sangre de Alfonso gota a gota. Trasladado al hospital, morirá tranquilo, llamando con insistencia a su madre y a su padre.

En sus memorias, publicadas en la revista Carteles, Alfonso hace, sobre todo, el recuento de su relación con Edelmira. Expone los hechos y cuenta la ruptura matrimonial desde su punto de vista. No le reprocha nada; no la condena. Dice simplemente que él pagó en «desilusión fría y dura aquellos amores».

Veinte años después de la muerte de Alfonso, en 1958, Edelmira Sampedro Robato, Condesa de Covadonga, asistió de rodillas, en el aeropuerto de Miami, a la repatriación a España de los restos de su ex marido.

Ciro Bianchi Ross

Edelmira Sampedro murió en Coral Gables, Florida, el 23 de mayo de 1994. 
Martha Rocafort murió en Miami el 4 de febrero de 1993. 
 

QUÉ FIASCO!

- Fiasco total para los cientos de turistas que peregrinan año tras año en busca de la pista mallorquina de Federico Chopin. Así se deduce de una sentencia de un juzgado de lo mercantil de Palma, según informa Efe. La confusión está en dos números de celda, el 2 y el 4, con los que el destino jugó caprichosamente. Y ésta es la explicación: la resolución responde a la demanda presentada por la propietaria de la celda 4 contra la sociedad propietaria de la 2, en la que se aseguraba que residió el músico del 15 de diciembre de 1838 al 11 de febrero de 1839.

Lo único cierto es que residió un invierno en la Cartuja de Valldemossa con George Sand (ella lo contó precisamente en el libro «Un invierno en Mallorca») y sus hijos (de 1838 a 1839), pero ni la celda que se mostraba a los turistas como la que había sido habitada por Frederic Chopin ni el piano en que se presumía que compuso lo eran.

Un piano que nunca tocó

Según la sentencia, fue en la 4 donde realmente moró el artista, por lo que exige a la propietaria de la número 2 que deje de hacer publicidad de ella. El juez (a través de un nutrido paquete de documentos, dibujos cartas y testimonios) condena también a los demandados a que publiquen la corrección del número de celda en medios de comunicación, la difundan y retiren el piano actualmente en exposición, cuya construcción data de mediados del siglo XIX. Las fechas, por tanto, no casan.


Nota de esta Gaceta de Puerto Príncipe:
El origen de la Cartuja de Valldemossa se remonta a la época del rey Jaime II de Mallorca, que escogió este excepcional lugar de la Serra de Tramuntana, situado a más de 400 metros de altura, para edificar un palacio para su hijo Sancho, conocido como el Palacio del rey Sancho. 

En 1399 el rey Martín el Humano cedió todas las posesiones reales de Valldemossa a los monjes cartujanos. Éstos fundaron la Cartuja y la habitaron hasta 1835, cuando como consecuencia de la desamortización de las propiedades religiosas, fue confiscada por decreto real quedando el conjunto dividido entre nueve propietarios, circunstancia que aún subsiste. Desde entonces la cartuja ha sido explotada turisticamente como residencia temporal (un invierno) de Federio Chopin. Ahora se descubre que a miles de turistas nos han cobrado para enseñarnos un fraude, al mostrarnos una celda que no fue  en la que  él vivió, y en la que colocaron un hermoso piano que supuestamente utilizaba el genial compositor polaco. Federico Chopin buscó sin éxito en el clima de Mallorca algún alivio para la tuberculosis que padecía.  [adg]
 .
La NASA descubre seis pequeños planetas que orbitan una estrella similar al Sol

La NASA anunció hoy el descubrimiento, gracias a los datos del observatorio espacial Kepler, de seis pequeños planetas que orbitan alrededor de una estrella similar al Sol, y cuya masa oscila entre 2,3 y 13,5 veces la de la Tierra.

Los planetas orbitan dentro de un sistema que han bautizado como Kepler-11  y que ha llamado la atención a los científicos porque está compuesto por un elevado número de planetas de pequeñas dimensiones y que orbitan muy juntos.
Efe/adn



EL ÉXITO CONSISTE EN OBTENER LO QUE SE DESEA. LA FELICIDAD, EN DISFRUTAR LO QUE SE OBTIENE.

RALPH WALDO EMERSON 1803-1882) Poeta y pensador estadounidense. 





2 de febrero de 2011

DÍA DE LA CANDELARIA, PATRONA DE CAMAGÜEY

Imagen de Ntra Sra de la Candelaria
en la Catedral Metropolitana de Camagüey


DÍA DE LA CANDELARIA, PATRONA DE CAMAGÜEY
 Ana Dolores García 
Hace 497 años nació nuestra ciudad -2 de febrero de 1514-, si bien no en el mismo lugar donde hoy se emplaza, ni tampoco con el mismo nombre.
Santa María del Puerto del Príncipe, fundada en la costa norte, tuvo que ser trasladada tierra adentro: en 1516 hacia las márgenes del río Caonao, unas veintidós leguas al oeste y donde el caserío permaneció doce años, hasta que en 1528 fue trasladada al lugar en el que hoy se encuentra, el cacicazgo indígena de Camagüei o Camagüebax.

Del mismo modo su nombre se fue haciendo más corto y pasó a ser Puerto Príncipe, o solamente El Príncipe, a la par que cada vez se repetía con más frecuencia el nombre aborigen de la región, Camagüey, nombre que se hizo oficial en 1903.

Fiesta grande hoy también en la Catedral de Camagüey en honor a la Patrona de la Diócesis, Nuestra Señora de la Candelaria. Porque, además, la fecha marca un aniversario más de la ordenación sacerdotal de varios sacerdotes camagüeyanos: Monseñor José Sarduy, Director del Pre-Seminario, Mons. José Grau, Párroco de La Soledad, P. Francisco García, Párroco de El Cristo, P. José Manuel García, Catedral de Ciego de Ávila, y Mons. José Luis Rodríguez, Catedral Metropolitana de Camagüey. 


También los moroneros celebran hoy la fiesta de su Patrona.

Muchas tradiciones se asocian a la fecha del 2 de febrero. Entre ellas, cortarse el pelo o podar las plantas. Hacer ambas cosas en este día siempre fue algo tradicional en Camagüey, y yo pensaba que se trataba de una superchería local o de toda Cuba, heredada de Canarias o de alguna otra región de España. Pero no, la tradición parece provenir de la misma Roma: de los romanos paganos. 

“En la cultura romana el mes de febrero era el februarius, el mes dedicado a la limpieza general del año: en este mes se realizaba la poda de los árboles, no sólo como necesidad agrícola, sino también como rito; se limpiaban a fondo los establos; se limpiaban los campos (arva) y para dar solemnidad ritual a esta fase tan importante de las labores agrícolas, se hacía una solemne procesión por todos ellos en el contexto de las Lupercales y se celebraban las fiestas llamadas ambarvalias”
http://www.elalmanaque.com

Estas fiestas paganas, las Lupercales, que se celebraban en Roma en el mes de febrero, estaban dedicadas también a la fecundidad y fueron igualmente el origen remoto de nuestros actuales carnavales.

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Feliz cumpleaños, Camagüey  

- 1514-2011 –

Porque hoy has llegado a tus 497 
convertida en Patrimonio de la Humanidad,
porque eres sede de una floreciente Arquidiócesis,
porque has crecido y has multiplicado tus barrios,
por tu historia de casi medio milenio, llena de gestos heroicos.
 

Por haber dado tantos hijos héroes y mártires 
como Ignacio Agramonte, Julio Sanguily, Joaquín de Agüero, 
Enrique Loynaz del Castillo, Salvador Cisneros Betancourt, 
Manuel Boza Agramonte, Eduardo Agramonte, 
Napoleón y Augusto Arango, 
Ignacio Mora, Gaspar y Diego Agüero y Betancourt, 
Enrique Loret de Mola y Boza, Lope Recio Loynaz, 
Bernabé de Varona y Borrero (Bembeta), Frank de Quesada, 
Manuel de Quesada Loynaz…
 

Por haber ofrendado a nuestras luchas libertarias 
los nombres de sus protomártires, 
Frasquito Agüero y Andrés Manuel Sánchez…
 

Por haber sido cuna de mujeres heroicas que amaron a la Patria 
y sufrieron por ella a la par de sus esposos mártires, 
Amalia Simoni, Ana Betancourt de Mora, 
Ana Josefa de Agüero, Juana de Varona, Mercedes Mora, 
Sofía Álvarez, Gabriela de Varona…
 

Por contar entre tus hijas a mujeres altruistas y benefactoras 
que te dotaron de asilos, escuelas y templos, 
Dolores Betancourt, Julieta Arango, María Montejo… 


Por tus hijos médicos que te llenaron de gloria, 
como Carlos Finlay.
 
Por tus poetas y escritores, 
Gertrudis Gómez de Avellaneda, 
Gaspar Betancourt Cisneros, (El Lugareño), 
José Ramón Betancourt, Enrique José Varona, 
Aurelia Castillo de González, Esteban Borrero, 
Emilio Ballagas, Mariano Brull, Nicolás Guillén.


Por tus músicos, como Luis Casas Romero, 
José Marín Varona y Jorge González Allué.


Por tus deportistas 
que se alzaron con galardones internacionales 
como Kid Gavilán y Rafael Fortún.
 

Por haber dado a la Iglesia cubana 
el Primer Cardenal, Manuel Arteaga y Betancourt, 
tres Arzobispos, Adolfo Rodríguez Herrera, Francisco Oves 
y Juan García Rodríguez, 
y tres obispos, Eduardo Boza Masvidal, Willy Pino y Álvaro Beyra.


Porque nos diste sacerdotes santos 
como Miguel Becerril y Filiberto Martínez.
 

Por haber acogido en tus calles y en tus pobres 
la santidad del Hno. Olallo y del Padre Valencia.

 
Porque en tu suelo nació el «Espejo de Paciencia» 
y con él la literatura de Cuba.

Porque fuiste escogida 
para alojar a la Real Audiencia de Puerto Príncipe, 
con jurisdicción sobre toda Cuba, la Florida, 
Luisiana y Puerto Rico.

Por tus tradiciones y leyendas 
que alimentan el orgullo de tus hijos.

Por tus viejas iglesias, 
testigos hoy de una fe que renace.

Porque la fortuna te hizo recipiente de Barberán y Collar, 
y tu nombre resonó en los oídos del mundo entero 
gracias a su hazaña.

Porque fuiste la segunda ciudad de Cuba 
que contaste con televisión propia.

Por la riqueza de tus campos, tus industrias
y el tesón de tus hijos en hacerte rica y floreciente, 
como lo fuiste.

Ya no eres más 
la Santa María del Puerto del Príncipe de tus fundadores, 
sino el Camagüey del cacicazgo, o mejor, del Bayardo. 
Por ello conservas la fama de ciudad enhiesta 
que los depredadores actuales de la Patria vigilan con recelo.

Te extraño, Camagüey, y te añoro, 
aunque para muchos no pases de ser una capital provinciana y aburrida.
Y te deseo para algún día 
un futuro mejor que el presente en el que ahora languideces.

Ana Dolores García
© 2009-2011, Copyright
Foto: Google


En Elia,  la Caridad une a los cubanos

Por: Mahée Vian Pérez Herrera y Alberto Ángel Aquino Rojas

Antiguo central Elia, hoy Colombia, provincia Las Tunas, Arquidiócesis de Camagüey, 31 de enero de 2011 (7:00 pm).   A las siete de la noche de este 31 de enero, la imagen de la Virgen Peregrina arribó a la comunidad de Elia.

En su recorrido desde Pueblo Nuevo, se detuvo ante un grupo de fieles que aguardaban al borde del camino (Comunidad de Anacaona), poblado a seis kilómetros de la cabecera municipal donde la esperaban unas cuarenta personas para admirar a la Madre de todos los cubanos.

A su paso por la porción más oriental de la arquidiócesis de Camagüey, la Santa Imagen fue esperada frente al hospital municipal “Cándido González”. Ante una gran congregación de devotos, Mons. Juan García, arzobispo de Camagüey, ofreció a la Virgen una oración por los enfermos y por los médicos: “Dios Padre, gracias por haber creado a los doctores y enfermeros para amar y salvar vidas”.

El grupo musical “Los Ángeles” realizó un concierto en espera de la Patrona, esta vez frente al “Parque de Las Madres”, lugar escogido para recibirla. Allí, frente a un mar de fieles, entusiasmados por la visita, se corrió la voz por los presentes de la llegada, y la alegría musical se tornó en frenesí, la calle se animó aún más con el alboroto que causó la noticia de la llegada de la Imagen de la Virgen, después de muchos años ¡Regresaba a Elia!

Una multitud de más de 5000 personas se reunió en torno de La Mambisa, para venerar a María y pedirle que interceda por sus hijos, familiares y amigos. Así la gloriosa Virgen, Madre de Dios y Reina de Cuba, iba recibiendo los honores y fervores en una celebración sin precedentes.

Reproducido de
http://virgenmambisacamaguey.blogspot.com

LA LEYENDA DEL SANTO SEPULCRO
DE CAMAGÜEY


- Por el Dr. Abel Marrero Campanioni

Corría el año de 1748. En la villa de Santa María del Puerto del Príncipe, tenía su hogar un patricio principeño (nombrado Manuel de Agüero Varona [*],  acaudalado de la época, feliz propietario de varias fincas ganaderas, de varios trapiches o ingenios para la fabricación de mascabado (que así se nombra nuestra primitiva azúcar) así como numerosos esclavos para realizar estos trabajos agrícolas.

La casa solariega de este matrimonio, cuya esposa se nombraba Catalina de Bringas, estaba situada en la calle Mayor, hoy Cisneros, al comienzo de la misma, casa que actualmente ocupa y es propietaria [en la época de este escrito] la Asociación de Detallistas de Camagüey, sita al lado de las Oficinas de Correos y Telégrafos; las cuadras o caballerizas de la misma tenían su salida por la calle de Candelaria, hoy Independencia.

Se ignora la fecha en que solicitó empleo al matrimonio una mujer blanca, acompañada de un pequeño hijo, y a pesar de que el matrimonio tenía varias esclavas para el servicio de mano, fue admitida y algún tiempo después debido a su capacidad y buen comportamiento, se le nombró en funciones de ama de llaves.

El matrimonio Bringas–Agüero, tenía un solo hijo [*], de la misma edad poco más o menos que el hijo del ama de llaves, y como es lógico pensar, a pesar de la diferencia de clases los niños intimaron comenzando a jugar juntos los sencillos juegos infantiles, después para lograr que el niño de la casa se dejara conducir a la escuelita de primeras letras, exigió que había de acompañarlo su compañero de juegos, y así sucesivamente, fueron creciendo, jugando y estudiando juntos como si fuesen hermanos, lo que acrecentaba cada día más la devoción hacía sus amos de la infeliz mujer que se veía halagada y protegida por el rico matrimonio.

Cuando cursaron estudios superiores en Puerto Príncipe, decidió Don Manuel llevarlos a la Capital de la isla, pina su ingreso en la recién fundada Universidad de la Habana, realizando el viaje a lomo de caballo, que era el medio de transporte más usual; en la Habana fueron matriculados en dos distintas materias, regresando Don Manuel a Puerto Príncipe, para seguir acumulando onzas de oro para mejor poder sufragar los gastos de ambos estudiantes.

A los pocos días comenzaron a llegar al matrimonio y al ama de llaves sendas cartas reseñando las impresiones capitalinas, con detalles prolijos de los estudios universitarios y de la nueva vida que llenaba de optimismo a los noveles estudiantes, todas llenas de entusiasmo, ante el futuro color de rosa que esperaban.

Era costumbre arraigada en aquellos días de vida patriarcal, el hacer 3 comidas al día: un almuerzo a las diez de la mañana, una comida a las cuatro de la tarde, y al toque de oraciones, que anunciaban las Iglesias a las siete de la noche, se hacía la cena, pero antes de sentarse a la mesa en esta última comida se reunían los familiares y sirvientes en el comedor  y presididos por el amo de la casa rezaban las oraciones correspondientes al día, según ritual que señalaba la Iglesia Católica, y al terminar éstas oraciones se servía la comida, para recogerse a descansar pocas horas después.   

Una noche, del año qué no se ha podido precisar, al levantarse de la mesa después de cenar Doña Catalina [*] y Don Manuel, fueron interrumpidos por el ama dé llaves, madre del joven Moya (éste era el apellido del niño recogido) sollozando, casi a gritos, que arrojándose a los pies del matrimonio exclamaba: “¡qué desgracia! ¡qué desgracia!, mi amo, ¡qué desgracia tan grande!” Lo que intrigó, como era natural, al tranquilo matrimonio, que no acertaba a comprender el motivo de aquella escena y, tratando de calmarla, solicitaron una explicación de la extraña actitud.

Y, allí, entre lágrimas y lamentos refirió la triste y dolorosa noticia: "mi hijo acaba de llegar de la Habana, y me trae la información más horrenda que puedan Uds. suponer; me dice que habiendo efectuado un duelo convenido con su hijo, ha tenido la desgracia de darle muerte". Detallando seguidamente lo que sigue: a los pocos meses de vida habanera, les fué presentada una linda joven, de la que los dos quedaron prendados de inmediato, largas discusiones hubieron de sostener alegando cada uno el derecho de poseer el amor de la misma, pero la fémina, con toda la malicia, no se decidía por ninguno insinuando la manera discreta, en aquellos cerebros juveniles y enamorados, sin experiencia en lides amorosas, la solución, que al fin fue acordada por ambos; ésta era que se batirían a muerte y el vencedor sería el dueño de aquel perverso corazoncillo.

Así lo hicieron, acordaron un duelo a cuchillo, sistema muy en boga en aquellos días en qué el quijotismo imperante en la nación progenitora, nos llegaba en publicaciones de todas clases, en prosa, en verso, en dramas y comedias; sendas páginas llenaban libros de las proezas de los estudiantes de capa y espada, que se batían en duelo consentido en calles solitarias a la luz de un farol, perdiendo la vida por la dama de su corazón; éste era también el ideal de la juventud colonial que estudiaba en la novel Universidad.

Moya, más fuerte, más hábil o afortunado, fue el triunfador, a sus pies quedó tendido su hermano y compañero desde su más temprana edad, tronchada la vida no sólo de su compañero de juegos que, con su afecto y su cariño, lo había elevado a su nivel social, sino que también asesinó la existencia de dos ancianos, de los que sólo había recibido el cariño y las consideraciones de unos padres.

Es de suponer la impresión que experimentaría el matrimonio ante esta revelación narrada por el ama de llaves; cuenta la tradición que Don Manuel, estoico y sereno, levantándose de su patriarcal sillón, se dirigió a una habitación contigua, extrayendo una bolsa de onzas de oro de sus gavetas, la arrojó a la pobre madre, que arrodillada aún lloraba inconsolable, y diciéndole: “dále a tu hijo, y díle que coja de la caballeriza mi caballo negro, y que vaya lejos, muy lejos, donde yo no lo pueda encontrar más nunca.”

Así salieron esa misma noche, de aquel, hasta ese momento tranquilo y feliz hogar, el joven Moya y su desgraciada madre, dejando tras su salida una estela de dolor y angustias en aquélla casa donde quedó tronchada la felicidad de que disfrutaban todos gozando de las bienandanzas de la vida, esperanzados cada día de recibir las cartas de los hijos que se preparaban para la vida, llenos de riquezas y de especiales distinciones en la vida provinciana, puesto que Don Manuel además de sus riquezas, había ocupado varios cargos públicos que lo enaltecían, tales como Alcalde Ordinario, Capitán de Milicias y Sargento Mayor de la Plaza, cargo equivalente a Coronel de la misma.

Antes de cumplirse un año de este fatal suceso, dejó de existir Doña Catalina  [*], agobiada por el dolor de la pérdida de su único hijo, no pudo resistir la pena de muerte tan alevosa, y su alma pura de Madre y Esposa fuese al cielo a formar parte de las miles de Madres que pierden a sus hijos.

Esta nueva desgracia decidió a Don Manuel a realizar su plan. Calladamente, sin prisa comenzó a liquidar todas sus propiedades, vendía fincas ganaderas, trapiches, esclavos y cuanto poseía; lentamente vendía y vendía, llenando sacos o bolsas de lona, cuando el pago era recibido en oro, es decir en onzas, medias onzas y doblones, cuando el efectivo era realizado en plata, lo depositaba en grandes sacos de yute, en los que se recibían de la Península cantidades de arroz de Valencia. Es de advertir que por especial acuerdo entre la Metrópoli y el Gobierno Mejicano eran de libre circulación las monedas de a un peso de plata mejicana.

Cuando todo estuvo vendido, Don Manuel solicitó ingreso como Hermano Mercedario en el próximo Convento de las Mercedes, vistiendo un modesto sayal de la pobreza y adaptando su antes fastuosa vida a las prácticas sencillas pero severas de la Congregación, realizando los menesteres de sus cargos más humildes, tratando de conseguir por este medio de la oración y las penitencias, resignación cristiana a su dolor.

Cuando hubo transcurrido el tiempo exigido por las reglas de Orden y teniendo también en cuenta su demostrada devoción, sus cuantiosas limosnas, así como sus anteriores prestigios y educación, se le admitió de manera oficial como integrante de la Orden Mercedaria, tomando el nombre de Fray Manuel de la Virgen, en honor de la Virgen de Las Mercedes, de la que siempre había sido devoto, vistiendo el blanco hábito de la misma. Nosotros en nuestra lejana infancia tuvimos oportunidad de conocer y recordamos al último Mercedario de dicho Convento, llamado Fray Felipe de la Cerda, un venerable anciano que impedido de caminar, acudía cada domingo a la Iglesia y ocupaba un sillón en el presbiterio.

Siguiendo el plan que se había trazado, Fray Manuel solicitó la presencia de un reputado artífice platero mejicano, nombrado Juan Benítez Alfonso, al que expuso sus deseos de construir un enorme sepulcro, todo de plata, poniendo a su disposición todos aquellos sacos que contenían los discos de plata mejicana, los que según algunos historiadores ascendían a más de 25,000 pesos, para de esta manera perpetuar por una eternidad la memoria de su hijo asesinado por su hermano.

El artista mejicano comenzó fundiendo aquellos discos en lingotes que luego laminaba en un primitivo aparato que consistía en dos cilindros que se movían por dos ruedas manejadas por 4 esclavos; así laminados los lingotes, eran martillados a mano para ir formando las placas que forraban la gran armazón de caoba que previamente se había construido. Corroborando nuestra afirmación de que fue forjado a mano, aún pueden apreciarse a simple vista los martillazos en toda la obra; sólo las doscientas campanitas que adornan su parte superior fueron fundidas.

En su base está adornado de un fuerte friso, y en la misma se lee la siguiente inscripción:

SIENDO COMENDADOR EL R.P. JUAN IGNACIO COLON A DEVOCION DEL R.P. MANUEL DE LA VIRGEN AGUERO S.V. ARTIFICE Dn. JUAN BENITEZ ALFONSO. AÑO DE 1762.


Muchos años después del fallecimiento de Fray Manuel de la Virgen, ocurrido el 22 de mayo de 1794, algunos descendientes del mismo establecieron una reclamación judicial a su herencia, cuyo litigio según nuestros informes duró más de 50 años, debido a que todos esos asuntos de mayor cuantía habían de resolverse en el Tribunal Supremo de Madrid, así como por la guerra de los diez años; lo cierto es que el Sepulcro no se guardaba en la Iglesia de Las Mercedes, nosotros y con nosotros todos los camagüeyanos del pasado siglo lo recordamos depositado en la casa sita en la calle de S. Ramón, hoy Enrique José, esquina a la calle de Astilleros, hoy Ángel Castillo, residencia de una familia de apellido Agüero; de ese lugar era llevado cada año al Convento para realizar la procesión del Santo Entierro y el lunes era devuelto al citado domicilio de los Agüero.
    
Pero con el advenimiento de la República, y de acuerdo con el tratado de París y los acuerdos posteriores entre la nación española y los Estados Unidos de América, se dispuso que todas las propiedades del Estado Español de índole religiosa pasaran a la Iglesia Católica, es de suponer que entre esas propiedades se incluyó el Sepulcro.

Terminamos aquí esta narración repitiendo que hemos hecho cuantas investigaciones nos ha sido posible para que sea lo más que se aproxime a cuanto ocurrió hace dos siglos; lo único cierto y verdadero es que los camagüeyanos de hoy guardamos con verdadero celo, cariño y veneración esta sagrada joya que tuvo por origen lágrimas de Madre, angustias de Padre, sangre, dolor, crimen y una cuantiosa fortuna de dinero, y de la misma manera exhortamos a la actual generación y a las que nos sucedan que veneren, conserven y defiendan la valiosa joya que le estamos legando consistente en la Patria Libertada, que también pagó alto precio de sangre, lágrimas, hambre, destierros e innúmeras fortunas.



PRÓLOGO ORIGINAL DE ABEL MARRERO: Nuestro viejo Camagüey es una de las ciudades de Cuba más ricas en tradiciones y leyendas. Ha sido señalado por diversos historiadores como fuente de información de la antigua historia del descubrimiento realizado por Colón en el año de 1492, al desembarcar en el lugar conocido por Boca de las Carabelas en la Bahía de Nuevitas en esta Provincia, y que nos hace sentirnos orgullosos de que nuestras costas fueron las primeras que avizoraron los descubridores.

Una de las tradiciones más interesantes de nuestro pasado, es la que se refiere al “Santo Sepulcro”, en el que se aúnan y trasmiten un conjunto de motivos, tales como el amor paterno de una mujer, las costumbres quijotescas de la época, y como final el crimen al que se trata de borrar y olvidar por medio de la penitencia y la oración.

Muchas y muy variadas historias se han escrito alrededor de esta tradición del antiguo Puerto Príncipe y los motivos que tuviera el Sacerdote Fray Manuel de la Virgen Agüero, al ordenar a su costa la construcción de la joya de plata pura, que es en el mundo de la cristiandad la mejor, no solo por su valor real, sino por la interesante tradición que la acompaña.

Esta tradición, que nos proponemos referir a distancia de doscientos años, podrá tener quizás algún detalle, o no completo, debido a no haberse escrito a su tiempo la verdadera historia de lo sucedido, pero revisando cuidadosamente cuanto se ha podido escribir después, así como por informaciones verbales a través de generaciones, casi podemos afirmar que la nuestra es la más verídica de cuantas se han escrito en estos últimos años.
 
PÁRRAFOS OMITIDOS EN LA PÁGINA 6 [según nota en el blog de José Prats]: 

De allí [desde la base] se inician mediante ondulaciones los extremos que van dando el aspecto cupuloso, simbolismo de los templos y que remata en una magnífica cruz también de plata, siendo los contornos representados por dibujos arabescos calados en el metal, que van ofreciendo curiosas y uniformes figuras que armonizan con las campanitas, que rematan el total.

Este Sarcófago o Sepulcro, tiene un peso de más de quinienta libras, mide dos metros en su base, un ancho de 80 centímetros y una altura de metro y medio, es una obra de acabada orfebrería tan difícil en aquellos lejanos días, en el centro del mismo y visible por entre los dibujos puede verse cada Viernes Santo la imagen del cuerpo yacente de Jesús Crucificado, que es llevado por las calles de Camagüey hacia la Catedral, de donde saldrá el Domingo de Resurrección.

Con el transcurso de los años fueron lentamente sustraídas la mayor parte de las campanitas de plata, devotos, turistas y coleccionadores se las fueron llevando, hace ya algunos años un grupo de damas y caballeros de esta sociedad, por medio de una suscripción entre ellos ordenaron nuevamente a México el construir cantidad igual a las sustraídas, y actualmente el Sepulcro óbstenta sus doscientas campanitas de plata. [*]

Desde los primeros años de haberse construido el Sepulcro, los antiguos esclavos de Don Manuel así como otras personas de color se hicieron cargo de conducirlo cada año a través de las calles de Puerto Príncipe, en la ceremonia religiosa del Santo Entierro. Es de notar que a través de este largo tiempo aún los descendientes y simpatizadores de esta ceremonia siguen conduciendo el Sepulcro en sus hombros por las calles camagüeyanas, un grupo de 14 ó 16 fornidos hombres auxiliados de pequeñas almohadillas, realizan su conducción, y es típico esta conducción por el especial y acompasado ritmo que emplean, un movimiento de balanceo que hace tintinear las campanitas e imprime algo especial a la ceremonia.

Hasta hace 15 ó 20 años, esta procesión se iniciaba a las 7 de la tarde, saliendo de la Iglesia [de la Merced] por la calle de Soledad, hasta Avellaneda, seguido el Sepulcro por una imagen de la Virgen Dolorosa; seguía la procesión por Avellaneda hasta Pobres, de allí, hasta la calle Mayor, para recogerse en la Iglesia Mayor, hoy esto ha sido modificado, ahora se inicia a las 8 de la noche (habiendo acortado el recorrido, pues en vez de seguir hasta Pobres toma por Luaces hasta La Catedral.

El Domingo de Resurrección, sale el Santo Sepulcro de la Catedral y en su parte superior la imagen del resucitado, adornado de un valioso manto de púrpura y oro, de pié, para encontrarse con la Virgen María, frente a la centenaria Sociedad El Liceo, [hoy Biblioteca], donde se verifica el saludo de Madre e Hijo, haciendo ambas figuras un ligero movimiento de inclinación, siguiendo juntos hasta el Convento [de la Merced],  para repetir el siguiente año la misma ceremonia.
 


[*] NOTAS en www.camaguey.cuba.org: Al parecer, el Dr. Marrero se equivocó con el segundo apellido de Don Manuel, ya que su nombre correcto era Manuel Agüero y Ortega. Así lo encontrarán en el ensayo escrito por Ofelia Cabrera Zaldivar titulado “Leyenda del Santo Sepulcro”, publicado también en www.camagueycuba.org]. Nuestro editor recibió en 2007 una nota de un descendiente de Don Manuel que vive en Wisconsin, USA, donde nos asegura que la versión de Ofelia Cabrera es la correcta, detallando su linaje como prueba.

Ya que nos proponemos corregir la crónica, debemos mencionar dos discrepancias más: El Dr. Marrero seguramente se tomó licencia artística para alterar ciertos hechos, quizás para mejor expresar lo patético del cuento (algo que debe de permitírsele a un narrador, sobre todo al contar una leyenda), ya que nuestro corresponsal de Wisconsin indica que Don Manuel y Doña Catalina tuvieron otros hijos, entre ellos su antepasada, Josefa Agüero Bringas, y que Doña Catalina había muerto antes de que ocurriera la tragedia. En su ensayo, Ofelia Cabrera lo indica como es debido.

Nuestro corresponsal de Wisconsin envió esta fotografía que muestra el Santo Sepulcro hoy día en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced en Camagüey. Si alguna vez visita usted a la ciudad de los tinajones, pase a ver esta imponente obra de arte. 

NOTAS de esta Gaceta de Puerto Príncipe: en la página mencionada www.camagueycuba.org que edita el Sr. José Prats Martinez, se encuentran las principales tradiciones y leyendas de Camagüey. Para mayor mérito, el Sr. Prats ha traducido muchas de ellas al inglés de modo que así puedan llegar a aquellos lectores que no dominan el español. 

No sobra consignar que en el éxito de la cuestación para reponer las doscientas  campanilas, mucho tuvo que ver el periodista y locutor Juan B. Castrillón desde su estación radiofónica CMJK. 

La narración del Dr. Abel Marrero forma parte de su libro publicado en 1955, por tanto las fechas deben ser consideradas en relación a ese año, como cuando expresa que "hasta casi 15 ó 20 años la procesión tomaba por la calle Pobres hasta la Calle Mayor". Nací y viví siempre en esa calle Pobres y la procesión del Santo Entierro nunca pasó por esa calle mientras viví en ella desde la década de los treinta, por lo que además la cita no es exacta incluso relacionándola con la fecha de la publicación del libro.

Tomado de www.camagueycuba.org
Remitido por el Dr. Víctor Romero Sóñora 
Foto de la procesión del Santo Entierro: Antonio Prats (2002)