3 de febrero de 2010


Nuestra Señora de la Concepción de Suyapa

Por: Maria Teresa Villaverde Trujillo
ashiningworld@cox.net

Su Santuario se localiza en una de las zonas más humildes de Honduras. A 8 kilómetros de Tegucigalpa, capital de Honduras, se encuentra Suyapa, derivado del nombre indígena coyapa: "en el agua de las palmeras".

Según la historia o la leyenda:

...regresaban Alejandro Colindres, un joven y humilde labrador, y un niño de ocho años llamado Jorge Martínez. Cansados de trabajar durante todo el día en la cosecha del maíz, les sorprendió la noche junto a la quebrada del Piligüín. Este era un buen lugar para pernoctar y allí se acostaron en el duro suelo. Enseguida Alejandro sintió que un objeto, al parecer una piedra, le impedía acomodar la espalda. A oscuras lo tomó del suelo y lo arrojó lejos. Curiosamente al recostarse nuevamente sintió aquella molestia en el mismo lugar. Al palpar el objeto se dio cuenta de que era el mismo, así que esta vez no lo tiró sino que, intrigado por lo acontecido, lo guardó en su mochila. A la luz del amanecer descubrió sorprendido que el misterioso objeto era una pequeña imagen de Nuestra Señora tallada en madera de cedro...”

Observo que la Virgen es de tez morena, de mejillas redondas, y en su mirada angelical adivino algo de nuestra indígena. Sus manos diminutas, se juntan suavemente sobre el pecho, en actitud de oración. El ropaje que la cubre, pintado en la propia efigie, es una túnica de color rosado, cubierta con un manto oscuro adornado con estrellas doradas. A la imagen la circunda unos rayos de plata-sobredorada que se cierran en forma de un número ocho, y en el extremo de los rayos superiores, doce estrellas nimban su cabeza, como si esta imagen evocara a «la mujer vestida de sol» que se menciona en el Libro de las Revelaciones.

En 1777 el Cabildo Eclesiástico de Comayagua dio licencia para edificar una capilla y celebrar en ella la Santa Misa, efectuándose en 1780, año en que fue edificada.

En 1925 Pío XII declaró a Nuestra Señora de Suyapa
Patrona de la República de Honduras
y se escogió el 3 de febrero como el día de su fiesta.


En el año esencialmente mariano de 1954, el tercer Arzobispo de Tegucigalpa, Monseñor José de la Cruz Turcios y Barahona, puso la primera piedra del que llegaría a ser uno de los santuarios más grandes de Centro América, Santuario y Basílica Nacional de Honduras.

El 8 de marzo de 1983 el Papa Juan Pablo II en la Eucaristía que celebró en Suyapa, expresó:

"Un mismo nombre, María, modulado con diversas advocaciones, invocado con las mismas oraciones, pronunciado con idéntico amor... Aquí, el nombre de la Virgen de Suyapa tiene sabor de misericordia por parte de María y de reconocimiento de sus favores por parte del pueblo".

Febrero 3, 2010
ashiningworld@cox.net
Foto: Google
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Las Cataratas del Niágara
están compuestas por dos grandes secciones,
separadas por la Isla Goat.



Por: María Teresa Villaverde Trujillo,


Las raíces históricas de las cataratas del Niágara se encuentran en la glaciación de Wisconsin. Tanto la región de los Grandes Lagos de Norteamérica como el río Niágara son efectos de esta glaciación continental. Fue un enorme glaciar que avanzó sobre el área oriental de Canadá y obstruyó otros canales con sedimentos, forzando a los ríos a crear nuevos caminos hacia donde llevar su caudal.


Posterior al asentamiento europeo en la zona del río Niágara, las tierras a ambos lados eran de propiedad privada.  En 1885 tanto Canadá como los Estados Unidos comenzaron a adquirir los terrenos adyacentes en un intento de preservar el área. El artista Frederick Church y el paisajista Frederic Law Olmsted  -ambos de New York- encabezaron el movimiento  Free Niagara, con la firme intención de persuadir al Estado de Nueva York para comprar las tierras pero bajo la estricta garantía de hacer una reserva estatal.  Al mismo tiempo, y con el mismo propósito, la provincia de Ontario –Canadá- estableció el parque «Queen Victoria Niagara Falls Park».  Así en el lado canadiense se fue regulando el uso de las tierras a todo lo largo del curso del río Niágara y también desde el lago Erie hasta el lago Ontario. Pero debido a la erosión las cataratas fueron retirándose hacia el sur. Este proceso se inició por el desvío de cantidades cada vez mayores del flujo del río Niágara hacia las plantas hidroeléctricas instaladas en ambos lados del río.


El 2 de enero de 1929 Estados Unidos y Canadá llegaron a un acuerdo sobre el plan de acción para preservar las cataratas. En 1950 se firmó un tratado llamado Niagara River Water Diversion Treaty, cuyos temas mas importantes eran la desviación del agua y el control de la erosión, planes debido a la construcción de diques sub-acuáticos para redireccionar las corrientes, así como la consolidación mecánica de la cima de las cataratas.

El trabajo más complejo fue llevado a cabo en 1969. Durante varios meses, el río Niágara fue desviado por completo de las cataratas estadounidenses, interrumpiendo sus caídas de agua, en tanto las cataratas canadienses absorbían el flujo de agua extra y un grupo de ingenieros estudiaban y trabajaban en el lecho para retrasar la erosión.

Febrero 2008
ashiningworld@cox.net
 
Todas las fotos han sido tomadas de: 
Library and Archives Canada

 

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Y los nominados son...

La lista oficial de las nominaciones al Oscar 2010, la 82 edición de los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, ha sido anunciada ayer 2 de febrero de 2010.

Entre las novedades de la ceremonia del Oscar 2010, la Mejor Película tendrá 10 nominadas en vez de los 5 títulos anteriormente nominados.

Las cintas y personas nominadas al Oscar 2010 son los siguientes:


Mejor Película: An Education, Avatar, District 9, The Hurt Locker, Inglorious Basterds, Precious, The Blind Side, A Serious Man, Up, Up in the Air.

Mejor Dirección: James Cameron por Avatar, Jason Reitman por Up in the Air, Kathryn Bigelow por The Hurt Locker, Lee Daniels por Precious,
Quentin Tarantino por Inglorious Basterds.

Mejor Actor
: Colin Firth por Un hombre soltero, George Clooney por Up in the Air, Jeff Bridges por Corazón rebelde, Jeremy Renner por En tierra hostil, Morgan Freeman por Invictus.

Mejor Actor de Reparto:

Christoph Waltz por Malditos bastardos, Christopher Plummer por The Last Station, Matt Damon por Invictus, Stanley Tucci por The Lovely Bones, Woody Harrelson por The Messenger.

Mejor actriz:

Carey Mulligan por An Education, Gabourey Sidibe por Precious, Helen Mirren por The Last Station, Meryl Streep por Julie & Julia, Sandra Bullock por The Blind Side.

Mejor Actriz de Reparto
:
Anna Kendrick por Up in the Air, Maggie Gyllenhaal por Corazón rebelde,
Mo’Nique por Precious, Penélope Cruz por Nine, Vera Farmiga por Up in the Air.

Mejor Película en Lengua Extranjera:
Ajami (Israel), El secreto de sus ojos (Argentina), La cinta blanca (Alemania), La teta asustada (Perú), Un profeta (Francia)

La ceremonia de entrega de los Oscars será el domingo 7 de marzo.

Foto: Google

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SS Pío XII

ROMA, 02 Feb. 2010 (ACI)

L’Osservatore Romano dio a conocer hoy un artículo publicado en el diario israelí Haaretz, en el que se explica que las acusaciones contra el venerable Papa Pío XII son totalmente infundadas, que a diferencia de lo que dicen sus detractores este Pontífice hizo mucho para defender a los judíos, salvando a más de 800 mil de ellos de morir en el holocausto, y que además, los nazis lo conocían bien y le temían.

El artículo, que aparece luego de la defensa que también hiciera de Pío XII y del Papa Benedicto XVI el intelectual francés Bernard-Henri Lévy tras la firma del decreto que proclama las virtudes heroicas del Papa Pacelli, cuestiona la falta de pruebas de quienes acusan a este gran Pontífice y explica, como una de sus primeras medidas cuando todavía era Secretario de Estado, que ordenó en 1933 al Nuncio en Alemania "ver qué cosas se podía hacer para contrarrestar las políticas antisemitas del nazismo".

Seguidamente recuerda la encíclica Mit brennender Sorge, redactada por el todavía Cardenal Pacelli en representación de Pío XI que condenaba la "doctrina nazi". Este documento "fue introducido ilegalmente en Alemania y leído en los púlpitos de las iglesias el 21 de marzo de 1937".

Cinco días después, un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania, Hans Dieckhoff, escribió que "la encíclica contiene ataques durísimos al gobierno alemán y exhorta a los católicos a rebelarse a la autoridad del Estado".

"Luego de la muerte de Pío XI, el 2 de marzo de 1939 fue elegido Papa el Cardenal Pacelli. Los nazis estaban descontentos por el nuevo Pontífice que tomó el nombre de Pío XII. El 4 de marzo, Joseph Goebbels, Ministro alemán de la propaganda, escribió en su diario: ‘almuerzo con el Führer. Está considerando la idea de abrogar el concordato con Roma tras la elección de Pacelli al pontificado’".

El artículo de Haaretz explica luego que "durante la guerra, el Papa no se quedó en silencio: en numerosos discursos y encíclicas defendió los derechos humanos para todos y llamó a las naciones beligerantes a respetar los derechos de todos los civiles y prisioneros de guerra".

"Contrariamente a lo que creen muchos de sus detractores, los nazis comprendieron muy bien a Pío XII. Luego de haber examinado atentamente el mensaje de Pío XII para la Navidad de 1942, la oficina central del Reich para la seguridad concluyó: ‘Como nunca antes ha sucedido, el Papa ha repudiado el nuevo orden nacional-socialista europeo. Acusa virtualmente al pueblo alemán de injusticia hacia los judíos y se hace portavoz de los criminales de guerra judíos’".

El texto anima luego a consultar "cualquier libro que critique a Pío XII y no se encontrará ni rastros de este importante relato".

Tras señalar que Pío XII "estuvo en estrecho contacto con la resistencia alemana" y contribuyó a la ayuda que los estadounidenses le dieron a los soviéticos invadidos por los nazis, el artículo de Haaretz indica que "en el curso de la guerra, personal encargado por el Papa ordenó a los representantes diplomáticos vaticanos en muchas zonas ocupadas por los nazis y en los países del Eje, intervenir a nombre del pueblo judío en peligro".

"Hasta la muerte de Pío XII, en 1958, muchas organizaciones, diarios y líderes judíos alabaron sus esfuerzos. Para citar uno de tantos ejemplos, Alexander Shafran, rabino principal de Bucarest, en su carta del 7 de abril de 1944 al Nuncio Apostólico en Rumania, escribe: ‘No es fácil para nosotros encontrar las palabras justas para expresar el afecto y el consuelo recibidos gracias al interés del Sumo Pontífice que ha donado una suma ingente para aliviar los sufrimientos de los deportados judíos. Los judíos de Rumania no olvidaremos jamás estos hechos de importancia histórica’".

El artículo del diario israelí Haaretz finaliza señalando que "la campaña contra el Papa Pío XII está destinada al fracaso porque sus detractores no tienen ninguna prueba para sostener sus acusaciones principales, es decir, que se quedó en silencio, que era favorable al nazismo y que hizo poco o nada para ayudar a los judíos".

"Tal vez –concluye– solo en un mundo al contrario del nuestro, el único hombre que, en el periodo bélico, ha hecho más que cualquier otro líder para ayudar a los judíos y otras víctimas del nazismo, recibiría la condena más dura".

Foto: Google

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2 de febrero de 2010


Desde Cuba
El celular como folclore

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Ni las alebrestadas fantasías de la película Avatar son comparables con el espectáculo que representa un habanero tratando de hablar por su teléfono móvil en medio de un camello (metrobús) desbordante de pasajeros. Es un sainete único. Un tipo ventilando sus asuntos personales a grito pelado, en tanto decenas de individuos lo rodean, se le enciman en plan de asfixia, expectantes, todo ojos y oídos, para no perderse ni un solo detalle de la conversación.

Conozco a una señora cuya hija, que vive en Palmiche (ella quiere decir en Palm Beach), le envió un celular. Pero como la señora tiene dificultades auditivas, también debió enviarle uno de esos aparaticos que los sordos se prenden en la oreja.

De tal modo la señora asumió que el aparatico es un accesorio del móvil, y no hay Dios que la haga usarlo si no es para comunicarse telefónicamente con su hija de Palmiche.

Junto a un cierto alivio para el metastásico problema de nuestra incomunicación, el acceso más o menos masivo a la telefonía móvil ha traído a la Isla otra posibilidad de evidenciar no sólo nuestro despiste con respecto a la realidad concreta, no sólo la miseria extrema en que nos han hundido los caciques del partido único, sino además nuestra escandalosa intemperie cultural, la de verdad, esa que yace por detrás y debajo de los informes oficiales.

Cuando los denominados “teléfonos inteligentes” son el pan del día en el mundo y están cambiando las costumbres humanas con su asalto a Internet y a las redes sociales, en Cuba, a manera de prebendas para privilegiados de bajo perfil que se destacan por su fidelidad al régimen, se instalan, como último grito de la moda, los teléfonos fijos alternativos, unos armatostes que parecen extraídos de la máquina del tiempo, con capacidad de uso para menos de 7 horas cada mes.

Resulta comprensible entonces que esos celulares que ahora se ven con frecuencia en los camellos habaneros, aun cuando estén lejos de pertenecer a la generación “inteligente”, sean exhibidos como un signo de prosperidad y aun de avance, digamos, hacia nuevas alturas socio-económicas por parte de sus usuarios.

No importa que todo el mundo conozca los mecanismos que mueven la tramoya, porque igual nos comportamos como si no supiéramos que la mayoría de los móviles (y no son pocos) que hoy posee nuestra gente de a pie están siendo costeados por los paisanos de Miami, quienes se rompen el lomo trabajando con tal de que a sus familiares no les falte en la Isla lo imprescindible (que el régimen no les permite ganarse mediante el propio esfuerzo), incluida, claro, la comunicación, que es una necesidad de primer orden.

Paradójicamente, no son pocos los mantenidos por sus familiares miamenses que ante la disyuntiva de escoger entre los víveres y la novedad del celular, han resuelto apretarse el cinto con tal de ser de vez en vez la sensación del camello.

Pero eso ya forma parte del folklor. Igual que nuestros muy numerosos poseedores de teléfonos móviles que no pueden darse el lujo de utilizarlos para hablar, sino apenas para estar localizables (y para ser envidiados como beneficiarios de la modernidad), así que cuando alguien los llama, montan verdaderos sketchs, a manera de diálogos entre apaches y caras pálidas, para no incurrir sino en el mínimo gasto, con llamadas de menos de un minuto de duración.

Por lo general, sus conversaciones corrientes son más o menos del tipo: “Oigo. Ok. Chao”. O: “Sí, ya voy”. O: “Luego, ahora no”. O: “¡Te dije que no me llamaras, coño!”.

No es que sea mucho pero es mucho más que nada. Aunque hay aspectos puntuales en los que la telefonía móvil sí nos ha traído ventajas que algún día tendremos que valorar como históricas. Pongo por caso el inestimable servicio que brinda a los opositores del régimen, a la prensa independiente y a los bloggers.

Pero entre el hecho y lo dicho por los voceros oficiales acerca de nuestras conquistas de los últimos tiempos en materia de acceso a la telefonía móvil, ahí sí va un buen trecho.

Por no abstenerse a la hora de inflar el globo, mediante las páginas del periódico Juventud Rebelde afirmaron hace poco que en Cuba “la gran mayoría del tráfico de telefonía celular es subsidiado por el Estado gracias a los ingresos que se obtienen por los móviles que funcionan en moneda libremente convertible”.

Pero es que aquí todo el tráfico de telefonía celular debe ser pagado en moneda libremente convertible. Los únicos que no pagan, o no pagan en cuc, son los funcionarios y ahijados estatales. Y el servicio para ellos no lo subvenciona el Estado, sino la pobre gente de pie, o más propiamente, sus familiares de Miami.

Foto: Gloogle/AP
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El «groundhog day»
o día de la predicción de la marmota.

Tal como es tradición, una marmota en Pensilvania pronosticó hoy la duración del invierno y su dictamen ha sido seis semanas más de temperaturas gélidas. El pronóstico fue hecho delante de unas 12,000 personas que desafiaron los existentes 18ºF (-8ºC).

Para aquellos que no se atrevieron a pasar la noche en la espera de que la marmota concluyera su hibernación, los teléfonos celulares de los asistentes se encargaron de esparcir la noticia tan pronto como la marmota vio su propia sombra. Es que si hubiera sido incapaz de producir sombra, la predicción sería que la primavera estaba muy próxima. Según las estadísticas –porque para todo se hacen estadísticas- el 90% de las veces la marmota ha decepcionado a todos anunciando que lo del frío va para largo: seis semanas.


Se dice que esta tradición llegó a Estados Unidos con los primeros inmigrantes germanos, que mayormente se establecieron en el Estado de Pensilvania. La fecha del 2 de febrero ha sido la escogida desde sus inicios, ya que representa el punto medio entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera. Es curiosa, por demás, la variedad de tradiciones diferentes que existen en distintos países para este día de la Candelaria.

Foto: Google
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¡ Feliz cumpleaños, Camagüey !

Porque has llegado a tus 496 convertida en Patrimonio de la Humanidad,

porque ya eres floreciente Arquidiócesis,


porque has crecido y has triplicado tus barrios,


por tu historia de casi medio milenio, llena de gestos heroicos.


Por haber dado tantos hijos héroes y mártires como Ignacio Agramonte, Julio Sanguily, Joaquín de Agüero, Enrique Loynaz del Castillo, Salvador Cisneros Betancourt, Manuel Boza Agramonte, Eduardo Agramonte, Napoleón y Augusto Arango, Ignacio Mora, Gaspar y Diego Agüero y Betancourt, Enrique Loret de Mola y Boza, Lope Recio Loynaz, Bernabé de Varona y Borrero (Bembeta), Frank de Quesada, Manuel de Quesada Loynaz…

Por haber ofrendado a nuestras luchas libertarias los nombres de sus protomártires, Frasquito Agüero y Andrés Manuel Sánchez…

Por haber sido cuna de mujeres heroicas que amaron a la Patria y sufrieron por ella a la par de sus esposos mártires, Amalia Simoni, Ana Betancourt de Mora, Ana Josefa de Agüero, Juana de Varona, Mercedes Mora, Sofía Álvarez, Gabriela de Varona…

Por contar entre tus hijas a mujeres altruistas y benefactoras que te dotaron de asilos, escuelas y templos, Dolores Betancourt, Julieta Arango, María Montejo…

Por tus hijos médicos que te llenaron de gloria, como Carlos Finlay…

Por tus poetas y escritores, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Gaspar Betancourt Cisneros, (El Lugareño), José Ramón Betancourt, Enrique José Varona, Aurelia Castillo de González, Esteban Borrero, Emilio Ballagas, Mariano Brull, Nicolás Guillén…

Por haber dado a la Iglesia cubana el Primer Cardenal, Manuel Arteaga y Betancourt, tres Arzobispos, Adolfo Rodríguez Herrera, Francisco Oves y Juan García Rodríguez, y tres obispos, Eduardo Boza Masvidal, Willy Pino y Álvaro Beyra.

Porque nos diste sacerdotes santos como Miguel Becerril y Filiberto Martínez.

Por haber acogido en tus calles y en tus pobres la santidad del Hno. Olallo y del Padre Valencia,

Por tus músicos, como Luis Casas Romero y José Marín Varona.

Por tus deportistas, que se alzaron con galardones internacionales, como Kid Gavilán y Rafael Fortún.


Porque en tu suelo nació el «Espejo de Paciencia» y con él la literatura de Cuba.

Porque fuiste escogida para alojar a la Real Audiencia de Puerto Príncipe, con jurisdicción sobre toda Cuba, la Florida, Luisiana y Puerto Rico.

Por tus tradiciones y leyendas que alimentan el orgullo de tus hijos.

Por tus viejas iglesias, testigos hoy de una fe que renace.

Porque la fortuna te hizo recipiente de Barberán y Collar, y tu nombre resonó en los oídos del mundo entero gracias a su hazaña.

Porque fuiste la segunda ciudad de Cuba que contaste con televisión propia.

Por la riqueza de tus campos y el tesón de tus hijos en hacerte rica y floreciente, como lo fuiste.

Ya no eres más la Santa María del Puerto del Príncipe de tus fundadores, sino el Camagüey del cacicazgo, o mejor, del Bayardo. Por ello conservas la fama de ciudad enhiesta que los depredadores actuales de la Patria vigilan con recelo.

Te extraño Camagüey y te añoro, aunque para muchos no pases de ser una capital provinciana y aburrida.

Y te deseo para algún día un futuro mejor que el presente en el que ahora languideces.

Ana Dolores García
© 2009-2010
Foto: Google
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Con la verdad no se hacen chistes.
Si vas a hacer un chiste
acerca de los narizudos,
cerciórate que tu interlocutor es ñato.

Emilio A. Cosío
Escritor y humorista cubano
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1 de febrero de 2010

Gertrudis Gómez de Avellaneda
Camagüey, 23 de marzo de 1814
Madrid, 1 de febrero de 1873

Ana Dolores García,

Niñez y adolescencia

Gertrudis Gómez de Avellaneda y Arteaga, una de las más notables figuras de la literatura cubana de todos los tiempos, nació en la villa de Puerto Príncipe el día 23 de marzo de 1814 en una casa solariega de la calle San Juan (antigua «de las Carreras» pues era la calle de las carreras a caballo en las fiestas sanjuaneras), calle que hoy lleva el nombre de Avellaneda según acuerdo adoptado el 28 de septiembre de 1885 por el Cabildo Municipal de la Villa. Sus biógrafos concuerdan en que 1814 es el año correcto de su nacimiento, aunque 1816 es el año que figura en su autobiografía (La Ilustración, 1850-XI-8).

Era hija de Don Manuel Gómez de Avellaneda, un capitán de navío español, natural de Constantina, pueblo cercano a Sevilla, y de Doña Francisca de Arteaga, respetable dama de abolengo principeño.


La propia poetisa nos habla del modo en que transcurrió su niñez, tal y como la describe en la primera de sus cartas a Ignacio de Cepeda y Alcalde, el gran amor de su vida, escrita entre el 23 y el 27 de julio de 1839. Esta carta, que constituye en sí una formidable autobiografía y un magnífico ejemplo de su cuidada y amena prosa, fue el comienzo de un epistolario que se prolongó al menos hasta 1854. Leemos en uno de sus párrafos:

«…Cuando comencé a tener uso de razón, comprendí que había nacido en una posición social ventajosa: que mi familia materna ocupaba uno de los primeros rangos del país, que mi padre era un caballero y gozaba toda la estimación que merecía por sus talentos y virtudes, y todo aquel prestigio que en una ciudad naciente y pequeña gozan los empleados de cierta clase…»

Tuvo la oportunidad de recibir una educación esmerada y de desenvolverse en un ambiente cultural muy superior al habitual. Desde niña dio muestras de una extraordinaria personalidad y era notoria su avidez por la lectura de novelas y libros de poesía. Con sus amigas más allegadas rehuía conversaciones y juegos banales tan propios de la edad, y prefería disfrutar con ellas largos ratos de lectura y comentarios. Fue así moldeándose el carácter y la creatividad de quien ha sido considerada por muchos críticos como una de las voces más notables de la poesía romántica en lengua castellana.

Tenía apenas ocho años cuando falleció su padre. Las consecuencias de esta pérdida dejaron hondas huellas en ella, que lo idolatraba. De aquel primer matrimonio de doña Francisca de Arteaga quedaron sólo dos hermanos: Gertrudis y Manuel. Algún tiempo después, la madre casó de nuevo con otro militar español, Gaspar de Escalada.

A los nueve años escribió sus primeros versos, y a los quince había producido un drama histórico sobre la conquista de México.

Desenvolviéndose en un ambiente de tertulias refinadas y culturales (cortesanas, si cabe, al modo provinciano), aquella hermosa y altiva joven descollaba entre los otros jóvenes por su superior cultura y su fuerte personalidad. El amor, o lo que ella creía que era, la atrajo por un tiempo hacia uno de ellos, a quien identifica sólo con el apellido Loynaz en sus cartas a Cepeda, pero no puede decirse que hubiera llegado a establecerse entre ambos una relación formal o seria, tal vez porque Loynaz nunca correspondiera a ella.


Dejemos que ella misma, en su carta a Cepeda, continúe hablándonos de aquellos felices años de su juventud:

«…fuimos bien pronto las señoritas de moda en Puerto Príncipe. Nuestra tertulia, que se formó en mi casa, era brillantísima para el país. En ella se reunía la flor de la juventud del otro sexo y las jóvenes más sobresalientes. Todos los forasteros de distinción que llegaban a Puerto Príncipe, solicitaban ser introducidos en nuestra sociedad, y nos llevábamos todas las atenciones en los paseos y bailes. Atrajimos la envidia de las mujeres, pero gozábamos la preferencia de los hombres, y esto nos lisonjeaba…»

Sin embargo, su felicidad distaba mucho de ser completa. Antes de alcanzar los diecisiete años de edad, su familia preparó su matrimonio con un rico hacendado, compromiso que ella siempre repudió y se negó a cumplir, amenazando incluso con el suicidio. Ello la llevó a confesar: «… yo sospeché entonces lo que después he conocido muy bien: que no he nacido para ser dichosa, y que mi vida sobre la tierra será corta y borrascosa».

La Partida de Cuba

Las desavenencias y el disgusto afectaron su salud, y luego de una breve convalescencia en una finca cercana a Puerto Príncipe, marchó con su madre y padrastro a Santiago de Cuba, donde estuvieron unos meses antes de viajar a Europa para satisfacer los deseos de Escalada, que al fin había logrado convencer a su mujer de vender propiedades y esclavos y marchar definitivamente a Galicia, su tierra natal.

En Santiago de Cuba Gertrudis volvió a sonreír y a brillar en reuniones y tertulias, aunque la estancia allí fuera muy breve. Partieron en una fragata francesa hasta Burdeos el 9 de abril de 1836. La joven poetisa tenía sólo veintitrés años, y al abandonar su patria compuso los conocidos versos de su soneto «Al partir»:


¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
la noche cubre con su opaco velo,
como cubre el dolor mi triste frente.

¡Voy a partir!… La chusma diligente,
para arrancarme del nativo suelo,
la vela iza, y pronta a su desvelo
la brisa acude de tu zona ardiente.

¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor me impela,
tu dulce nombre halagará mi oído!

¡Adiós!… ¡Ya cruje la rugiente vela…
el ancla se alza… el buque, estremecido,
las olas corta y silencioso vuela!

Tardaría más de veinticinco años en regresar a la patria feliz, a la hermosa Cuba. Tan larga ausencia, colmada de triunfos literarios en España, ha sido la razón de la perenne disputa en encasillarla en el parnaso español o el hispanoamericano. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos. Sigamos a la joven Gertrudis a su llegada a Burdeos y su corta estancia en esa ciudad francesa, donde de nuevo sobresalió por su belleza, sus modales y su cultura.

En Galicia

De Burdeos la familia partió hacia Galicia, a La Coruña, destino final propuesto por Escalada. Allí, en aquel entorno, su modo de ser chocó con los nuevos parientes, quienes «la acusaban de atea por leer a Rousseau, y de señorita sabihonda con ínfulas de grandezas»

Así lo relata la propia Gertrudis en sus cartas a Cepeda, y agrega:


«… gracias al cielo, no podían herirme en mi honor por mucho que lo desearan, pero daban mil punzadas de alfiler a mi reputación bajo otro concepto… decían que yo era la causa de todos los disgustos de mamá con su marido y la que le aconsejaba no darle gusto. La educación que se da en Cuba a las señoritas difiere tanto de la que se les da en Galicia, que una mujer, aun en la clase media, creería degradarse en mi país ejercitándose en cosas que en Galicia miran las más encopetadas como una obligación de su sexo. Las parientas de mi padrastro decían, por tanto, que yo no era buena para nada porque no sabía planchar, ni cocinar, ni calcetar; porque no lavaba los cristales, ni hacía las camas, ni barría mi cuarto. Según ellas, yo necesitaba veinte criadas y me daba el tono de una princesa. Ridiculizaban también mi afición al estudio y me llamaban la Doctora…»

No obstante, y a pesar del dolor que le producían esos comentarios y rechazos -o tal vez a causa de ello-, su corazón buscó refugio en el amor de un militar español de apellido Ricafort, a quien ella describe en sus cartas de este modo: «Pocos corazones existían tan hermosos como el suyo: noble, sensible, desinteresado, lleno de honor y delicadeza». Pero aún esa sensibilidad, ese talento, no llegaban a la altura de los que poseía la joven Gertrudis. Y fue comprendiendo que era una distancia insalvable que malograría la pasión que comenzaba a sentir por el militar. Por coincidencia, Ricafort debió partir para luchar en la Guerra Carlista, y Gertrudis rompió el compromiso de matrimonio, institución que, por lo demás, no se avenía mucho con su temperamento liberal.

La etapa sevillana

Cansada de los roces y disgustos con la familia de su padrastro, decidió acompañar a su hermano Manuel a Portugal, específicamente a Lisboa, y emprender luego viaje a Andalucía, la tierra de su padre, por la que sentía una inclinación especial. Era el año de 1839.

Allí pronto empezó a destacarse en los círculos literarios. En Cádiz comenzó a escribir para el periódico La Aureola bajo el seudónimo de «La Peregrina», aunque también usó otros seudónimos para rubricar sus obras: «La franca india», «La amadora de Almonte», etc.


En aquel propio año de 1839 y en un ambiente distendido entre tertulias, bailes y funciones de teatro, la hermosa joven que contaba entonces con veinticinco años, conoció a un estudiante de Derecho de la Universidad de Sevilla, dos años menor: Ignacio de Cepeda, su gran amor frustrado, que nunca llegó a entender ni corresponder la pasión absorbente de que era objeto.

A Ignacio de Cepeda dedicó la Avellaneda el poema «A él,» que figura por derecho propio en las antologías de la poesía castellana y del que recogemos algunas estrofas:


«No existe lazo ya: todo está roto.
Plúgole al Cielo así: ¡bendito sea!
Amargo cáliz con placer agoto;
Mi alma reposa al fin: nada desea…
…¡Vive dichoso tú! Si en algún día
ves este adiós que te dirijo eterno,
sabe que aún tienes en el alma mía
generoso perdón, cariño tierno.
Cayó tu cetro, se embotó tu espada,
mas, ¡ay!, ¡Cuán triste libertad respiro!
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada,
y en honda y vasta soledad me miro».

La correspondencia entre la Avellaneda y Cepeda, comenzada en el año de 1839, continuó al menos hasta 1854, fecha en que Cepeda contrajo matrimonio con otra mujer. Sin embargo, la pasión que destilaban las primeras cartas de la Avellaneda fue disolviéndose paulatinamente y las misivas se convirtieron en meros intercambios de temas intrascendentes basados en una cordial relación de amistad dedicados a su «compañero de desilusión», como alguna vez le llamara.

La producción literaria de la Avellaneda se hizo cada vez más intensa. Y fue precisamente en Sevilla, en 1840, donde dio a conocer su drama teatral «Leoncia».

Hacia Madrid y hacia la fama

En 1840 se trasladó a Madrid y pronto comenzó a frecuentar los círculos literarios a los que concurrían los poetas románticos más conocidos: José de Espronceda, José Zorrilla, José Quintana, Juan Nicasio Gallego, Fernán Caballero, con los que entabló duradera amistad. En aquellas tertulias, como señala María Luz Morales en su «Libro de oro de la poesía en lengua castellana», fue «desaforadamente elogiada por los críticos de su época». Fue presentada en el Liceo Artístico de Madrid, donde leyó sus poemas. En 1841 publicó con ellos su primer libro, prologado por Juan Nicasio Gallego.

En ese mismo año de 1841 vio la luz su novela «Sab,» el esclavo que se enamora de la hija del amo, que es considerada por muchos como la primera novela de la literatura castellana en la que se hace presente el tema de la esclavitud, a la que critica abiertamente. Aunque algunos autores han estimado esta novela como antiesclavista, para otros simplemente se trata de una historia de amor en la que se da más énfasis a la descripción del paisaje, -indiscutible reminiscencia de la campiña cubana- y a la idealización de los personajes al modo romántico.

Max Henríquez Ureña, literato dominicano, anota la ambivalencia de esta novela al afirmar que «la novela de la Avellaneda [Sab] es, por su contenido, antiesclavista, aunque el propósito que la animó a escribirla no fuera el de librar una campaña abolicionista, sino el de dar vida, en una narración sentimental, a cuadros y escenas basados en los recuerdos de su Camagüey natal».

Para José María de Cepeda -estudioso incansable de la vida y obra de la autora, precisamente tataranieto de Ignacio de Cepeda-, «...la Avellaneda aportó, además, a la novela española y europea del XIX el ambiente caribeño, bastante desconocido entonces en estas tierras y tenido por exótico, así como un tono melancólico y lánguido que posteriores autores antillanos nos harían a los europeos mucho más familiar».

Formada desde su adolescencia con las lecturas de Chateaubriand, de Walter Scott, de Madame de Staël, Quintana y Lista, y Rousseau, la Avellaneda fue desprendiéndose de los cánones neoclásicos y abrazando decididamente el movimiento romántico que comenzaba a surgir. Por ello muchos la consideran poseedora de un romanticismo ecléctico.

En esas peñas literarias madrileñas donde el romanticismo comenzaba a imponerse, la belleza y ademanes de "Tula" eran la admiración de todos: militares, nobles o poetas. Más aún, sorprendido por la profundidad e independencia de sus juicios y el dinamismo y actividad que de ella emanaban, Bretón de los Herreros llegó a exclamar: «¡Es mucho hombre esta mujer!». Se vislumbraba en ella, en su persona y en su obra literaria, a la mujer independiente. Tanto, que muchos son los que la consideran precursora del feminismo, al que se adelantó con sobrada distancia en el tiempo.

Tassara

Fue por entonces, en 1844, en medio de una incesante producción de artículos y comentarios para periódicos y revistas, la publicación de su novela «Espatolino» y el estreno de su drama «Munio Alfonso», cuando conoció a un joven diplomático sevillano, Gabriel García Tassara. El amor contenido que sintiera por Cepeda se desbordó hacia Tassara, al que se entregó con la misma pasión que siempre ponía en todas sus cosas.

La Avellaneda quedó embarazada y al año siguiente nacía una niña, a la que llamó Brenhilde. Al deshonor público que este hecho representó hubo de agregarse la pena de ver morir a su hija antes de cumplir un año. Y el desamor de Tassara, que abandonándolas, nunca se preocupó por la suerte de ninguna de las dos.


Boda y convento

Un año después, en 1846, la Avellaneda se decidió a aceptar los requerimientos matrimoniales de un respetado político, a la sazón Gobernador Civil de Madrid, don Pedro Sabater. Tenía entonces treintidós años y creía que al fin podría alcanzar la serenidad y el sosiego que su espíritu necesitaba. ¡Vana ilusión! A los tres meses escasos de la boda Sabater murió en Burdeos, dejándola aún más desolada. Buscó refugio allí en un convento, donde permaneció algunos meses. Abandonó los temas mundanos y su producción literaria se volcó hacia el misticismo.

De nuevo en Madrid: más triunfos y segundo matrimonio

Repuestas las fuerzas, regresó a Madrid. Fue recibida con cariño y entusiasmo por sus amigos de los círculos literarios, quienes la llegaron a postular para que ocupara el sillón de la Real Academia que había quedado vacante al fallecimiento de Juan Nicasio Gallego. Sin embargo, no era tiempo todavía para que una mujer pudiera sentarse en un sitial de tanto honor, y no fue elegida.


Años después, en 1855, contrajo matrimonio nuevamente. Esta vez con Don Domingo Verdugo, militar de mucho renombre en la corte y los círculos políticos, al extremo de que los propios Reyes de España fueron padrinos de esa boda.

En 1859 se estrenó en Madrid su drama «Baltasar», una de sus más importantes obras, con el que obtuvo grandes elogios de la crítica y en el que levantó su voz en contra de las tiranías. Fue un drama atrevido, impensable en aquella España conservadora del siglo XIX. La Avellaneda demostró, una vez más, ser una mujer que no se contentaba con glosar un mero relato poético, sino que se atrevía a exponer y a defender el derecho de los pueblos a su libertad.

Paralelamente, un desgraciado acontecimiento sacudió de nuevo la felicidad de la Avellaneda. Un comentario despectivo sobre este drama teatral provocó la reacción de su esposo, que resultó gravemente herido en un altercado con el atrevido periodista autor del comentario. La Avellaneda acudió a la Reina Isabel II en busca de justicia y ésta, en compensación, nombró a Verdugo Gobernador de la isla de Cuba, para la cual partieron tan pronto como Verdugo pudo sentirse mejor de sus heridas.

La vuelta a la Patria

Habían pasado ya veinticinco años desde que abandonara la isla. Muchos años. Quien volvía ahora no era la simpática adolescente cuyas poesías eran presagio de futuros triunfos literarios. Esos triunfos eran ya un hecho. Volvía una señora cargada de personalidad, que a más de ser la esposa del Gobernador, traía consigo una sólida aureola conseguida gracias a sus dramas teatrales, novelas y poemas.

Los poetas de Cuba conocían cuánta estima gozaba entre los autores españoles. La recibieron, algunos con entusiasmo, otros con recelo. Empezó a relacionarse con los líricos cubanos más notables, Luisa Pérez de Zambrana, Juan Clemente Zenea, Gabriel de la Concepción Valdés, y comenzó a publicar sus crónicas en periódicos y revistas. Incluso, fundó una revista: «Álbum Cubano de lo Bueno y lo Bello».


¿Cubana o española?

Sin embargo, pronto surgió una disputa. Hubo autores cubanos que no miraron precisamente con buenos ojos que la Avellaneda se paseara entre ellos. ¿Envidia, o fue real y simplemente una percepción de sentirla ajena después de veinticinco años de ausencia? Lo cierto es que ninguna composición suya fue escogida para figurar en el libro «La Lira Cubana», según decisión tomada por el Areópago Literario de La Habana, responsable de la elección de los poemas, por considerarla madrileña y no cubana.

Esa decisión no fue muy justa y mucho menos unánime entre los poetas y críticos cubanos. Por ejemplo, la Junta del Liceo de Matanzas emitió una declaración en la que exponía su criterio de considerar a la Avellaneda como «una de las glorias literarias de las que Cuba puede enorgullecerse». E incluso con anterioridad a la decisión del tal Areópago de excluir a la Avellaneda de «La Lira Cubana», el Liceo de La Habana le había rendido un gran homenaje en el Teatro Tacón en la noche del 27 de enero de 1860, otorgándole una corona de laurel en oro esmaltado.

Por otro lado, España también se enorgullecía de contarla en su parnaso nacional. No era para menos. Sobraban méritos para que unos y otros se la disputaran como suya, a pesar de los detractores que siempre tuvo.

No puede ser posible que no advirtamos en su obra la presencia española; en sus costumbres, en su paisaje; ni el afecto a un país en el que transcurrieron tantos años de su vida y en el que como mujer conoció el amor y la pasión y en donde como poetisa saboreó el triunfo.

Pero también son muchas las veces en que la Avellaneda cantó a su tierra natal: el ya mencionado soneto Al partir y, además, La pesca en el mar, La vuelta a la Patria, o su elegía A la Muerte de Heredia. En sus memorias inéditas, publicadas mucho después de su muerte en 1914, escribió: «¡Feliz Cuba, nuestra cara patria!... ¡Oh, patria! ¡Oh, dulce nombre que el destierro enseña a apreciar! ¡Oh, tesoro que ningún tesoro puede reemplazar!»

Muchos le reprochan que no se pronunciara en sus obras a favor de la libertad de Cuba. Sin embargo, su drama «Baltasar» fue un bravo exponente en defensa de la libertad. Si abiertamente no habló de Cuba en él, ¿quién puede asegurar que no estuviera en su mente la condición colonial de su patria? Por demás, la época era aún de germinación confusa de ideas: autonomismo, anexionismo, independencia.

Segunda viudez y muerte

Sin haberse podido recuperar nunca de sus dolencias, su esposo falleció en 1863. Acudamos de nuevo a José María de Cepeda para que nos relate cómo pudo superar Tula esta crisis:

«Gertrudis, prematuramente envejecida por los sinsabores de la vida, trata de combatir la melancolía viajando. En 1864 la encontramos en los Estados Unidos y en 1865 regresa definitivamente a la península, a Sevilla, concretamente, donde su inspiración poética toma, otra vez, un sesgo religioso. Allí escribe el libro "Semana Santa" que, según algunos críticos, ‘es el mejor libro de devoción que han producido la piedad y la musa castellanas’».

Volvió a Madrid para vivir sus últimos años. Víctima de complicaciones por la diabetes que padecía, falleció en Madrid el 1 de febrero de 1873. Tenía 59 años. Por expreso deseo pidió ser enterrada en Sevilla junto a su último esposo.

Sus restos reposan en Sevilla, en una bóveda casi abandonada del Cementerio de San Fernando, "con las letras de su nombre gastadas por la intemperie, en la que disfruta, al fin, de la paz espiritual que no conoció en vida". (J.M. de Cepeda.)

Y en Sevilla, al igual que en su Camagüey natal, una calle lleva su nombre.

Lo más conocido de su obra literaria:
Poesía: Al partir, A él, La vuelta a la Patria, Amor y orgullo, A la muerte de Heredia, La pesca en el mar y numerosos poemas más, recogidos en varios volúmenes.

Novela: Sab, Espatolino, Guatimozín, el último emperador de México, Dolores, La mano de Dios, El artista barquero.

Teatro: Leoncia, Baltasar, Munio Alfonso, El príncipe de Viana, Saúl, Flavio Recaredo, Errores del corazón, La hija de las flores o Todos están locos, La verdad vence apariencias, La aventurera, La hija del rey René, Los duendes de Palacio, Simpatía y antipatía, Catilina, Los tres amores.

Además, Devocionario nuevo y completísimo en prosa y verso, Viaje a La Habana por la condesa de Merlín (biografía), y un sinnúmero de crónicas, leyendas y cartas.

Para concluir, dos juicios sobre la Avellaneda, sin duda contrapuestos, pero con el mucho aval que les confieren quienes los emiten:

«No hay mujer en Gertrudis Gómez de Avellaneda: todo anunciaba en ella un ánimo potente y viril; era su cuerpo alto y robusto, como su poesía ruda y enérgica; no tenían las ternuras miradas para sus ojos, llenos siempre de extraño fulgor y de dominio: era algo así como una nube amenazante". "... la Avellaneda no sintió el dolor humano: era más alta y más fuerte que él; su pesar era una roca...». José Martí.

«Lo femenino eterno es lo que ella ha expresado, y es lo característico de su arte, y lo que la hace inmortal, no sólo en la poesía lírica española, sino en la de cualquier otro país y tiempo; es la expresión, ya indómita y soberbia, ya mansa y resignada, ya ardiente e impetuosa, ya mística y profunda, de todos los anhelos, tristezas, pasiones, desencantos, tormentas y naufragios del alma femenina». Marcelino Menéndez y Pelayo.

Ana Dolores García
© Publicado en El Camagúeyano Libre, Miami Fl., 2003
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Fuentes:
Anderson Imbert y Florit, Literatura Hispanoamericana, Holt, Rinehart and Winston, Inc., New York, 1960.

María Luz Morales,
Libro de oro de la poesía en lengua castellana.
Editorial Juventud. Barcelona, 1970.

José María de Cepeda,
Gertrudis Gómez de Avellaneda y su época.

Foto: Google


NOTA ADICIONAL:
A pesar del expreso deseo de La Avellaneda de ser enterrada en Sevilla, el actual gobierno cubano ha iniciado una campaña para que España devuelva a Cuba los restos de esta gran poetisa. En la noche de hoy, al conmemorarse un año más de su deceso, se celebrará un acto masivo en Sevilla para reclmar que se respete la voluntad de La Avellaneda.
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31 de enero de 2010

El idilio de los volcanes por José Santos Chocano


El idilio de los volcanes

José Santos Chocano

El Ixtlacíhuatl traza la figura yacente
de una mujer dormida bajo el Sol.
El Popocatépetl flamea en los siglos
como una apocalíptica visión;
y estos dos volcanes solemnes
tienen una historia de amor,
digna de ser cantada en las compilaciones
de una extraordinaria canción.

Ixtacíhuatl --hace miles de años--
fue la princesa más parecida a una flor,
que en la tribu de los viejos caciques
del más gentil capitán se enamoró.
El padre augustamente abrió los labios
y díjole al capitán seductor
que si tornaba un día con la cabeza
del cacique enemigo clavada en su lanzón,
encontraría preparados, a un tiempo mismo,
el festín de su triunfo y el lecho de su amor.

Y Popocatépetl fuese a la guerra
con esta esperanza en el corazón:
domó las rebeldías de las selvas obstinadas,
el motín de los riscos contra su paso vencedor,
la osadía despeñada de los torrentes,
la acechanza de los pantanos en traición;
y contra cientos y cientos de soldados,
por años gallardamente combatió.

Al fin tornó a tribu (y la cabeza
del cacique enemigo sangraba en su lanzón).
Halló el festín del triunfo preparado,
pero no así el lecho de su amor;
en vez de lecho encontró el túmulo
en que su novia, dormida bajo el Sol,
esperaba en su frente el beso póstumo
de la boca que nunca en la vida besó.

Y Popocatépetl quebró en sus rodillas
el haz de flechas; y, en una solo voz,
conjuró la sombra de sus antepasados
contra la crueldad de su impasible Dios.
Era la vida suya, muy suya,
porque contra la muerte ganó:
tenía el triunfo, la riqueza, el poderío,
pero no tenía el amor...

Entonces hizo que veinte mil esclavos
alzaran un gran túmulo ante el Sol
amontonó diez cumbres
en una escalinata como alucinación;
tomó en sus brazos a la mujer amada,
y el mismo sobre el túmulo la colocó;
luego, encendió una antorcha, y, para siempre,
quedóse en pie alumbrando el sarcófago de su dolor.

Duerme en paz, Ixtacíhuatl: nunca los tiempos
borrarán los perfiles de tu expresión.
Vela en paz. Popocatépetl: nunca los huracanes
apagarán tu antorcha, eterna como el amor...

José Santos Chocano (1875-1934) fue un poeta peruano situado entre el romanticismo y el modernismo. Sus versos del «Idilio entre dos volcanes» son una muestra estupenda de su arte de versificador y un inmortal relato de la famosa leyenda de estos dos volcanes mexicanos.

Foto: Google