2 de febrero de 2010


Desde Cuba
El celular como folclore

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Ni las alebrestadas fantasías de la película Avatar son comparables con el espectáculo que representa un habanero tratando de hablar por su teléfono móvil en medio de un camello (metrobús) desbordante de pasajeros. Es un sainete único. Un tipo ventilando sus asuntos personales a grito pelado, en tanto decenas de individuos lo rodean, se le enciman en plan de asfixia, expectantes, todo ojos y oídos, para no perderse ni un solo detalle de la conversación.

Conozco a una señora cuya hija, que vive en Palmiche (ella quiere decir en Palm Beach), le envió un celular. Pero como la señora tiene dificultades auditivas, también debió enviarle uno de esos aparaticos que los sordos se prenden en la oreja.

De tal modo la señora asumió que el aparatico es un accesorio del móvil, y no hay Dios que la haga usarlo si no es para comunicarse telefónicamente con su hija de Palmiche.

Junto a un cierto alivio para el metastásico problema de nuestra incomunicación, el acceso más o menos masivo a la telefonía móvil ha traído a la Isla otra posibilidad de evidenciar no sólo nuestro despiste con respecto a la realidad concreta, no sólo la miseria extrema en que nos han hundido los caciques del partido único, sino además nuestra escandalosa intemperie cultural, la de verdad, esa que yace por detrás y debajo de los informes oficiales.

Cuando los denominados “teléfonos inteligentes” son el pan del día en el mundo y están cambiando las costumbres humanas con su asalto a Internet y a las redes sociales, en Cuba, a manera de prebendas para privilegiados de bajo perfil que se destacan por su fidelidad al régimen, se instalan, como último grito de la moda, los teléfonos fijos alternativos, unos armatostes que parecen extraídos de la máquina del tiempo, con capacidad de uso para menos de 7 horas cada mes.

Resulta comprensible entonces que esos celulares que ahora se ven con frecuencia en los camellos habaneros, aun cuando estén lejos de pertenecer a la generación “inteligente”, sean exhibidos como un signo de prosperidad y aun de avance, digamos, hacia nuevas alturas socio-económicas por parte de sus usuarios.

No importa que todo el mundo conozca los mecanismos que mueven la tramoya, porque igual nos comportamos como si no supiéramos que la mayoría de los móviles (y no son pocos) que hoy posee nuestra gente de a pie están siendo costeados por los paisanos de Miami, quienes se rompen el lomo trabajando con tal de que a sus familiares no les falte en la Isla lo imprescindible (que el régimen no les permite ganarse mediante el propio esfuerzo), incluida, claro, la comunicación, que es una necesidad de primer orden.

Paradójicamente, no son pocos los mantenidos por sus familiares miamenses que ante la disyuntiva de escoger entre los víveres y la novedad del celular, han resuelto apretarse el cinto con tal de ser de vez en vez la sensación del camello.

Pero eso ya forma parte del folklor. Igual que nuestros muy numerosos poseedores de teléfonos móviles que no pueden darse el lujo de utilizarlos para hablar, sino apenas para estar localizables (y para ser envidiados como beneficiarios de la modernidad), así que cuando alguien los llama, montan verdaderos sketchs, a manera de diálogos entre apaches y caras pálidas, para no incurrir sino en el mínimo gasto, con llamadas de menos de un minuto de duración.

Por lo general, sus conversaciones corrientes son más o menos del tipo: “Oigo. Ok. Chao”. O: “Sí, ya voy”. O: “Luego, ahora no”. O: “¡Te dije que no me llamaras, coño!”.

No es que sea mucho pero es mucho más que nada. Aunque hay aspectos puntuales en los que la telefonía móvil sí nos ha traído ventajas que algún día tendremos que valorar como históricas. Pongo por caso el inestimable servicio que brinda a los opositores del régimen, a la prensa independiente y a los bloggers.

Pero entre el hecho y lo dicho por los voceros oficiales acerca de nuestras conquistas de los últimos tiempos en materia de acceso a la telefonía móvil, ahí sí va un buen trecho.

Por no abstenerse a la hora de inflar el globo, mediante las páginas del periódico Juventud Rebelde afirmaron hace poco que en Cuba “la gran mayoría del tráfico de telefonía celular es subsidiado por el Estado gracias a los ingresos que se obtienen por los móviles que funcionan en moneda libremente convertible”.

Pero es que aquí todo el tráfico de telefonía celular debe ser pagado en moneda libremente convertible. Los únicos que no pagan, o no pagan en cuc, son los funcionarios y ahijados estatales. Y el servicio para ellos no lo subvenciona el Estado, sino la pobre gente de pie, o más propiamente, sus familiares de Miami.

Foto: Gloogle/AP
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El «groundhog day»
o día de la predicción de la marmota.

Tal como es tradición, una marmota en Pensilvania pronosticó hoy la duración del invierno y su dictamen ha sido seis semanas más de temperaturas gélidas. El pronóstico fue hecho delante de unas 12,000 personas que desafiaron los existentes 18ºF (-8ºC).

Para aquellos que no se atrevieron a pasar la noche en la espera de que la marmota concluyera su hibernación, los teléfonos celulares de los asistentes se encargaron de esparcir la noticia tan pronto como la marmota vio su propia sombra. Es que si hubiera sido incapaz de producir sombra, la predicción sería que la primavera estaba muy próxima. Según las estadísticas –porque para todo se hacen estadísticas- el 90% de las veces la marmota ha decepcionado a todos anunciando que lo del frío va para largo: seis semanas.


Se dice que esta tradición llegó a Estados Unidos con los primeros inmigrantes germanos, que mayormente se establecieron en el Estado de Pensilvania. La fecha del 2 de febrero ha sido la escogida desde sus inicios, ya que representa el punto medio entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera. Es curiosa, por demás, la variedad de tradiciones diferentes que existen en distintos países para este día de la Candelaria.

Foto: Google
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¡ Feliz cumpleaños, Camagüey !

Porque has llegado a tus 496 convertida en Patrimonio de la Humanidad,

porque ya eres floreciente Arquidiócesis,


porque has crecido y has triplicado tus barrios,


por tu historia de casi medio milenio, llena de gestos heroicos.


Por haber dado tantos hijos héroes y mártires como Ignacio Agramonte, Julio Sanguily, Joaquín de Agüero, Enrique Loynaz del Castillo, Salvador Cisneros Betancourt, Manuel Boza Agramonte, Eduardo Agramonte, Napoleón y Augusto Arango, Ignacio Mora, Gaspar y Diego Agüero y Betancourt, Enrique Loret de Mola y Boza, Lope Recio Loynaz, Bernabé de Varona y Borrero (Bembeta), Frank de Quesada, Manuel de Quesada Loynaz…

Por haber ofrendado a nuestras luchas libertarias los nombres de sus protomártires, Frasquito Agüero y Andrés Manuel Sánchez…

Por haber sido cuna de mujeres heroicas que amaron a la Patria y sufrieron por ella a la par de sus esposos mártires, Amalia Simoni, Ana Betancourt de Mora, Ana Josefa de Agüero, Juana de Varona, Mercedes Mora, Sofía Álvarez, Gabriela de Varona…

Por contar entre tus hijas a mujeres altruistas y benefactoras que te dotaron de asilos, escuelas y templos, Dolores Betancourt, Julieta Arango, María Montejo…

Por tus hijos médicos que te llenaron de gloria, como Carlos Finlay…

Por tus poetas y escritores, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Gaspar Betancourt Cisneros, (El Lugareño), José Ramón Betancourt, Enrique José Varona, Aurelia Castillo de González, Esteban Borrero, Emilio Ballagas, Mariano Brull, Nicolás Guillén…

Por haber dado a la Iglesia cubana el Primer Cardenal, Manuel Arteaga y Betancourt, tres Arzobispos, Adolfo Rodríguez Herrera, Francisco Oves y Juan García Rodríguez, y tres obispos, Eduardo Boza Masvidal, Willy Pino y Álvaro Beyra.

Porque nos diste sacerdotes santos como Miguel Becerril y Filiberto Martínez.

Por haber acogido en tus calles y en tus pobres la santidad del Hno. Olallo y del Padre Valencia,

Por tus músicos, como Luis Casas Romero y José Marín Varona.

Por tus deportistas, que se alzaron con galardones internacionales, como Kid Gavilán y Rafael Fortún.


Porque en tu suelo nació el «Espejo de Paciencia» y con él la literatura de Cuba.

Porque fuiste escogida para alojar a la Real Audiencia de Puerto Príncipe, con jurisdicción sobre toda Cuba, la Florida, Luisiana y Puerto Rico.

Por tus tradiciones y leyendas que alimentan el orgullo de tus hijos.

Por tus viejas iglesias, testigos hoy de una fe que renace.

Porque la fortuna te hizo recipiente de Barberán y Collar, y tu nombre resonó en los oídos del mundo entero gracias a su hazaña.

Porque fuiste la segunda ciudad de Cuba que contaste con televisión propia.

Por la riqueza de tus campos y el tesón de tus hijos en hacerte rica y floreciente, como lo fuiste.

Ya no eres más la Santa María del Puerto del Príncipe de tus fundadores, sino el Camagüey del cacicazgo, o mejor, del Bayardo. Por ello conservas la fama de ciudad enhiesta que los depredadores actuales de la Patria vigilan con recelo.

Te extraño Camagüey y te añoro, aunque para muchos no pases de ser una capital provinciana y aburrida.

Y te deseo para algún día un futuro mejor que el presente en el que ahora languideces.

Ana Dolores García
© 2009-2010
Foto: Google
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Con la verdad no se hacen chistes.
Si vas a hacer un chiste
acerca de los narizudos,
cerciórate que tu interlocutor es ñato.

Emilio A. Cosío
Escritor y humorista cubano
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1 de febrero de 2010

Gertrudis Gómez de Avellaneda
Camagüey, 23 de marzo de 1814
Madrid, 1 de febrero de 1873

Ana Dolores García,

Niñez y adolescencia

Gertrudis Gómez de Avellaneda y Arteaga, una de las más notables figuras de la literatura cubana de todos los tiempos, nació en la villa de Puerto Príncipe el día 23 de marzo de 1814 en una casa solariega de la calle San Juan (antigua «de las Carreras» pues era la calle de las carreras a caballo en las fiestas sanjuaneras), calle que hoy lleva el nombre de Avellaneda según acuerdo adoptado el 28 de septiembre de 1885 por el Cabildo Municipal de la Villa. Sus biógrafos concuerdan en que 1814 es el año correcto de su nacimiento, aunque 1816 es el año que figura en su autobiografía (La Ilustración, 1850-XI-8).

Era hija de Don Manuel Gómez de Avellaneda, un capitán de navío español, natural de Constantina, pueblo cercano a Sevilla, y de Doña Francisca de Arteaga, respetable dama de abolengo principeño.


La propia poetisa nos habla del modo en que transcurrió su niñez, tal y como la describe en la primera de sus cartas a Ignacio de Cepeda y Alcalde, el gran amor de su vida, escrita entre el 23 y el 27 de julio de 1839. Esta carta, que constituye en sí una formidable autobiografía y un magnífico ejemplo de su cuidada y amena prosa, fue el comienzo de un epistolario que se prolongó al menos hasta 1854. Leemos en uno de sus párrafos:

«…Cuando comencé a tener uso de razón, comprendí que había nacido en una posición social ventajosa: que mi familia materna ocupaba uno de los primeros rangos del país, que mi padre era un caballero y gozaba toda la estimación que merecía por sus talentos y virtudes, y todo aquel prestigio que en una ciudad naciente y pequeña gozan los empleados de cierta clase…»

Tuvo la oportunidad de recibir una educación esmerada y de desenvolverse en un ambiente cultural muy superior al habitual. Desde niña dio muestras de una extraordinaria personalidad y era notoria su avidez por la lectura de novelas y libros de poesía. Con sus amigas más allegadas rehuía conversaciones y juegos banales tan propios de la edad, y prefería disfrutar con ellas largos ratos de lectura y comentarios. Fue así moldeándose el carácter y la creatividad de quien ha sido considerada por muchos críticos como una de las voces más notables de la poesía romántica en lengua castellana.

Tenía apenas ocho años cuando falleció su padre. Las consecuencias de esta pérdida dejaron hondas huellas en ella, que lo idolatraba. De aquel primer matrimonio de doña Francisca de Arteaga quedaron sólo dos hermanos: Gertrudis y Manuel. Algún tiempo después, la madre casó de nuevo con otro militar español, Gaspar de Escalada.

A los nueve años escribió sus primeros versos, y a los quince había producido un drama histórico sobre la conquista de México.

Desenvolviéndose en un ambiente de tertulias refinadas y culturales (cortesanas, si cabe, al modo provinciano), aquella hermosa y altiva joven descollaba entre los otros jóvenes por su superior cultura y su fuerte personalidad. El amor, o lo que ella creía que era, la atrajo por un tiempo hacia uno de ellos, a quien identifica sólo con el apellido Loynaz en sus cartas a Cepeda, pero no puede decirse que hubiera llegado a establecerse entre ambos una relación formal o seria, tal vez porque Loynaz nunca correspondiera a ella.


Dejemos que ella misma, en su carta a Cepeda, continúe hablándonos de aquellos felices años de su juventud:

«…fuimos bien pronto las señoritas de moda en Puerto Príncipe. Nuestra tertulia, que se formó en mi casa, era brillantísima para el país. En ella se reunía la flor de la juventud del otro sexo y las jóvenes más sobresalientes. Todos los forasteros de distinción que llegaban a Puerto Príncipe, solicitaban ser introducidos en nuestra sociedad, y nos llevábamos todas las atenciones en los paseos y bailes. Atrajimos la envidia de las mujeres, pero gozábamos la preferencia de los hombres, y esto nos lisonjeaba…»

Sin embargo, su felicidad distaba mucho de ser completa. Antes de alcanzar los diecisiete años de edad, su familia preparó su matrimonio con un rico hacendado, compromiso que ella siempre repudió y se negó a cumplir, amenazando incluso con el suicidio. Ello la llevó a confesar: «… yo sospeché entonces lo que después he conocido muy bien: que no he nacido para ser dichosa, y que mi vida sobre la tierra será corta y borrascosa».

La Partida de Cuba

Las desavenencias y el disgusto afectaron su salud, y luego de una breve convalescencia en una finca cercana a Puerto Príncipe, marchó con su madre y padrastro a Santiago de Cuba, donde estuvieron unos meses antes de viajar a Europa para satisfacer los deseos de Escalada, que al fin había logrado convencer a su mujer de vender propiedades y esclavos y marchar definitivamente a Galicia, su tierra natal.

En Santiago de Cuba Gertrudis volvió a sonreír y a brillar en reuniones y tertulias, aunque la estancia allí fuera muy breve. Partieron en una fragata francesa hasta Burdeos el 9 de abril de 1836. La joven poetisa tenía sólo veintitrés años, y al abandonar su patria compuso los conocidos versos de su soneto «Al partir»:


¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
la noche cubre con su opaco velo,
como cubre el dolor mi triste frente.

¡Voy a partir!… La chusma diligente,
para arrancarme del nativo suelo,
la vela iza, y pronta a su desvelo
la brisa acude de tu zona ardiente.

¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor me impela,
tu dulce nombre halagará mi oído!

¡Adiós!… ¡Ya cruje la rugiente vela…
el ancla se alza… el buque, estremecido,
las olas corta y silencioso vuela!

Tardaría más de veinticinco años en regresar a la patria feliz, a la hermosa Cuba. Tan larga ausencia, colmada de triunfos literarios en España, ha sido la razón de la perenne disputa en encasillarla en el parnaso español o el hispanoamericano. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos. Sigamos a la joven Gertrudis a su llegada a Burdeos y su corta estancia en esa ciudad francesa, donde de nuevo sobresalió por su belleza, sus modales y su cultura.

En Galicia

De Burdeos la familia partió hacia Galicia, a La Coruña, destino final propuesto por Escalada. Allí, en aquel entorno, su modo de ser chocó con los nuevos parientes, quienes «la acusaban de atea por leer a Rousseau, y de señorita sabihonda con ínfulas de grandezas»

Así lo relata la propia Gertrudis en sus cartas a Cepeda, y agrega:


«… gracias al cielo, no podían herirme en mi honor por mucho que lo desearan, pero daban mil punzadas de alfiler a mi reputación bajo otro concepto… decían que yo era la causa de todos los disgustos de mamá con su marido y la que le aconsejaba no darle gusto. La educación que se da en Cuba a las señoritas difiere tanto de la que se les da en Galicia, que una mujer, aun en la clase media, creería degradarse en mi país ejercitándose en cosas que en Galicia miran las más encopetadas como una obligación de su sexo. Las parientas de mi padrastro decían, por tanto, que yo no era buena para nada porque no sabía planchar, ni cocinar, ni calcetar; porque no lavaba los cristales, ni hacía las camas, ni barría mi cuarto. Según ellas, yo necesitaba veinte criadas y me daba el tono de una princesa. Ridiculizaban también mi afición al estudio y me llamaban la Doctora…»

No obstante, y a pesar del dolor que le producían esos comentarios y rechazos -o tal vez a causa de ello-, su corazón buscó refugio en el amor de un militar español de apellido Ricafort, a quien ella describe en sus cartas de este modo: «Pocos corazones existían tan hermosos como el suyo: noble, sensible, desinteresado, lleno de honor y delicadeza». Pero aún esa sensibilidad, ese talento, no llegaban a la altura de los que poseía la joven Gertrudis. Y fue comprendiendo que era una distancia insalvable que malograría la pasión que comenzaba a sentir por el militar. Por coincidencia, Ricafort debió partir para luchar en la Guerra Carlista, y Gertrudis rompió el compromiso de matrimonio, institución que, por lo demás, no se avenía mucho con su temperamento liberal.

La etapa sevillana

Cansada de los roces y disgustos con la familia de su padrastro, decidió acompañar a su hermano Manuel a Portugal, específicamente a Lisboa, y emprender luego viaje a Andalucía, la tierra de su padre, por la que sentía una inclinación especial. Era el año de 1839.

Allí pronto empezó a destacarse en los círculos literarios. En Cádiz comenzó a escribir para el periódico La Aureola bajo el seudónimo de «La Peregrina», aunque también usó otros seudónimos para rubricar sus obras: «La franca india», «La amadora de Almonte», etc.


En aquel propio año de 1839 y en un ambiente distendido entre tertulias, bailes y funciones de teatro, la hermosa joven que contaba entonces con veinticinco años, conoció a un estudiante de Derecho de la Universidad de Sevilla, dos años menor: Ignacio de Cepeda, su gran amor frustrado, que nunca llegó a entender ni corresponder la pasión absorbente de que era objeto.

A Ignacio de Cepeda dedicó la Avellaneda el poema «A él,» que figura por derecho propio en las antologías de la poesía castellana y del que recogemos algunas estrofas:


«No existe lazo ya: todo está roto.
Plúgole al Cielo así: ¡bendito sea!
Amargo cáliz con placer agoto;
Mi alma reposa al fin: nada desea…
…¡Vive dichoso tú! Si en algún día
ves este adiós que te dirijo eterno,
sabe que aún tienes en el alma mía
generoso perdón, cariño tierno.
Cayó tu cetro, se embotó tu espada,
mas, ¡ay!, ¡Cuán triste libertad respiro!
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada,
y en honda y vasta soledad me miro».

La correspondencia entre la Avellaneda y Cepeda, comenzada en el año de 1839, continuó al menos hasta 1854, fecha en que Cepeda contrajo matrimonio con otra mujer. Sin embargo, la pasión que destilaban las primeras cartas de la Avellaneda fue disolviéndose paulatinamente y las misivas se convirtieron en meros intercambios de temas intrascendentes basados en una cordial relación de amistad dedicados a su «compañero de desilusión», como alguna vez le llamara.

La producción literaria de la Avellaneda se hizo cada vez más intensa. Y fue precisamente en Sevilla, en 1840, donde dio a conocer su drama teatral «Leoncia».

Hacia Madrid y hacia la fama

En 1840 se trasladó a Madrid y pronto comenzó a frecuentar los círculos literarios a los que concurrían los poetas románticos más conocidos: José de Espronceda, José Zorrilla, José Quintana, Juan Nicasio Gallego, Fernán Caballero, con los que entabló duradera amistad. En aquellas tertulias, como señala María Luz Morales en su «Libro de oro de la poesía en lengua castellana», fue «desaforadamente elogiada por los críticos de su época». Fue presentada en el Liceo Artístico de Madrid, donde leyó sus poemas. En 1841 publicó con ellos su primer libro, prologado por Juan Nicasio Gallego.

En ese mismo año de 1841 vio la luz su novela «Sab,» el esclavo que se enamora de la hija del amo, que es considerada por muchos como la primera novela de la literatura castellana en la que se hace presente el tema de la esclavitud, a la que critica abiertamente. Aunque algunos autores han estimado esta novela como antiesclavista, para otros simplemente se trata de una historia de amor en la que se da más énfasis a la descripción del paisaje, -indiscutible reminiscencia de la campiña cubana- y a la idealización de los personajes al modo romántico.

Max Henríquez Ureña, literato dominicano, anota la ambivalencia de esta novela al afirmar que «la novela de la Avellaneda [Sab] es, por su contenido, antiesclavista, aunque el propósito que la animó a escribirla no fuera el de librar una campaña abolicionista, sino el de dar vida, en una narración sentimental, a cuadros y escenas basados en los recuerdos de su Camagüey natal».

Para José María de Cepeda -estudioso incansable de la vida y obra de la autora, precisamente tataranieto de Ignacio de Cepeda-, «...la Avellaneda aportó, además, a la novela española y europea del XIX el ambiente caribeño, bastante desconocido entonces en estas tierras y tenido por exótico, así como un tono melancólico y lánguido que posteriores autores antillanos nos harían a los europeos mucho más familiar».

Formada desde su adolescencia con las lecturas de Chateaubriand, de Walter Scott, de Madame de Staël, Quintana y Lista, y Rousseau, la Avellaneda fue desprendiéndose de los cánones neoclásicos y abrazando decididamente el movimiento romántico que comenzaba a surgir. Por ello muchos la consideran poseedora de un romanticismo ecléctico.

En esas peñas literarias madrileñas donde el romanticismo comenzaba a imponerse, la belleza y ademanes de "Tula" eran la admiración de todos: militares, nobles o poetas. Más aún, sorprendido por la profundidad e independencia de sus juicios y el dinamismo y actividad que de ella emanaban, Bretón de los Herreros llegó a exclamar: «¡Es mucho hombre esta mujer!». Se vislumbraba en ella, en su persona y en su obra literaria, a la mujer independiente. Tanto, que muchos son los que la consideran precursora del feminismo, al que se adelantó con sobrada distancia en el tiempo.

Tassara

Fue por entonces, en 1844, en medio de una incesante producción de artículos y comentarios para periódicos y revistas, la publicación de su novela «Espatolino» y el estreno de su drama «Munio Alfonso», cuando conoció a un joven diplomático sevillano, Gabriel García Tassara. El amor contenido que sintiera por Cepeda se desbordó hacia Tassara, al que se entregó con la misma pasión que siempre ponía en todas sus cosas.

La Avellaneda quedó embarazada y al año siguiente nacía una niña, a la que llamó Brenhilde. Al deshonor público que este hecho representó hubo de agregarse la pena de ver morir a su hija antes de cumplir un año. Y el desamor de Tassara, que abandonándolas, nunca se preocupó por la suerte de ninguna de las dos.


Boda y convento

Un año después, en 1846, la Avellaneda se decidió a aceptar los requerimientos matrimoniales de un respetado político, a la sazón Gobernador Civil de Madrid, don Pedro Sabater. Tenía entonces treintidós años y creía que al fin podría alcanzar la serenidad y el sosiego que su espíritu necesitaba. ¡Vana ilusión! A los tres meses escasos de la boda Sabater murió en Burdeos, dejándola aún más desolada. Buscó refugio allí en un convento, donde permaneció algunos meses. Abandonó los temas mundanos y su producción literaria se volcó hacia el misticismo.

De nuevo en Madrid: más triunfos y segundo matrimonio

Repuestas las fuerzas, regresó a Madrid. Fue recibida con cariño y entusiasmo por sus amigos de los círculos literarios, quienes la llegaron a postular para que ocupara el sillón de la Real Academia que había quedado vacante al fallecimiento de Juan Nicasio Gallego. Sin embargo, no era tiempo todavía para que una mujer pudiera sentarse en un sitial de tanto honor, y no fue elegida.


Años después, en 1855, contrajo matrimonio nuevamente. Esta vez con Don Domingo Verdugo, militar de mucho renombre en la corte y los círculos políticos, al extremo de que los propios Reyes de España fueron padrinos de esa boda.

En 1859 se estrenó en Madrid su drama «Baltasar», una de sus más importantes obras, con el que obtuvo grandes elogios de la crítica y en el que levantó su voz en contra de las tiranías. Fue un drama atrevido, impensable en aquella España conservadora del siglo XIX. La Avellaneda demostró, una vez más, ser una mujer que no se contentaba con glosar un mero relato poético, sino que se atrevía a exponer y a defender el derecho de los pueblos a su libertad.

Paralelamente, un desgraciado acontecimiento sacudió de nuevo la felicidad de la Avellaneda. Un comentario despectivo sobre este drama teatral provocó la reacción de su esposo, que resultó gravemente herido en un altercado con el atrevido periodista autor del comentario. La Avellaneda acudió a la Reina Isabel II en busca de justicia y ésta, en compensación, nombró a Verdugo Gobernador de la isla de Cuba, para la cual partieron tan pronto como Verdugo pudo sentirse mejor de sus heridas.

La vuelta a la Patria

Habían pasado ya veinticinco años desde que abandonara la isla. Muchos años. Quien volvía ahora no era la simpática adolescente cuyas poesías eran presagio de futuros triunfos literarios. Esos triunfos eran ya un hecho. Volvía una señora cargada de personalidad, que a más de ser la esposa del Gobernador, traía consigo una sólida aureola conseguida gracias a sus dramas teatrales, novelas y poemas.

Los poetas de Cuba conocían cuánta estima gozaba entre los autores españoles. La recibieron, algunos con entusiasmo, otros con recelo. Empezó a relacionarse con los líricos cubanos más notables, Luisa Pérez de Zambrana, Juan Clemente Zenea, Gabriel de la Concepción Valdés, y comenzó a publicar sus crónicas en periódicos y revistas. Incluso, fundó una revista: «Álbum Cubano de lo Bueno y lo Bello».


¿Cubana o española?

Sin embargo, pronto surgió una disputa. Hubo autores cubanos que no miraron precisamente con buenos ojos que la Avellaneda se paseara entre ellos. ¿Envidia, o fue real y simplemente una percepción de sentirla ajena después de veinticinco años de ausencia? Lo cierto es que ninguna composición suya fue escogida para figurar en el libro «La Lira Cubana», según decisión tomada por el Areópago Literario de La Habana, responsable de la elección de los poemas, por considerarla madrileña y no cubana.

Esa decisión no fue muy justa y mucho menos unánime entre los poetas y críticos cubanos. Por ejemplo, la Junta del Liceo de Matanzas emitió una declaración en la que exponía su criterio de considerar a la Avellaneda como «una de las glorias literarias de las que Cuba puede enorgullecerse». E incluso con anterioridad a la decisión del tal Areópago de excluir a la Avellaneda de «La Lira Cubana», el Liceo de La Habana le había rendido un gran homenaje en el Teatro Tacón en la noche del 27 de enero de 1860, otorgándole una corona de laurel en oro esmaltado.

Por otro lado, España también se enorgullecía de contarla en su parnaso nacional. No era para menos. Sobraban méritos para que unos y otros se la disputaran como suya, a pesar de los detractores que siempre tuvo.

No puede ser posible que no advirtamos en su obra la presencia española; en sus costumbres, en su paisaje; ni el afecto a un país en el que transcurrieron tantos años de su vida y en el que como mujer conoció el amor y la pasión y en donde como poetisa saboreó el triunfo.

Pero también son muchas las veces en que la Avellaneda cantó a su tierra natal: el ya mencionado soneto Al partir y, además, La pesca en el mar, La vuelta a la Patria, o su elegía A la Muerte de Heredia. En sus memorias inéditas, publicadas mucho después de su muerte en 1914, escribió: «¡Feliz Cuba, nuestra cara patria!... ¡Oh, patria! ¡Oh, dulce nombre que el destierro enseña a apreciar! ¡Oh, tesoro que ningún tesoro puede reemplazar!»

Muchos le reprochan que no se pronunciara en sus obras a favor de la libertad de Cuba. Sin embargo, su drama «Baltasar» fue un bravo exponente en defensa de la libertad. Si abiertamente no habló de Cuba en él, ¿quién puede asegurar que no estuviera en su mente la condición colonial de su patria? Por demás, la época era aún de germinación confusa de ideas: autonomismo, anexionismo, independencia.

Segunda viudez y muerte

Sin haberse podido recuperar nunca de sus dolencias, su esposo falleció en 1863. Acudamos de nuevo a José María de Cepeda para que nos relate cómo pudo superar Tula esta crisis:

«Gertrudis, prematuramente envejecida por los sinsabores de la vida, trata de combatir la melancolía viajando. En 1864 la encontramos en los Estados Unidos y en 1865 regresa definitivamente a la península, a Sevilla, concretamente, donde su inspiración poética toma, otra vez, un sesgo religioso. Allí escribe el libro "Semana Santa" que, según algunos críticos, ‘es el mejor libro de devoción que han producido la piedad y la musa castellanas’».

Volvió a Madrid para vivir sus últimos años. Víctima de complicaciones por la diabetes que padecía, falleció en Madrid el 1 de febrero de 1873. Tenía 59 años. Por expreso deseo pidió ser enterrada en Sevilla junto a su último esposo.

Sus restos reposan en Sevilla, en una bóveda casi abandonada del Cementerio de San Fernando, "con las letras de su nombre gastadas por la intemperie, en la que disfruta, al fin, de la paz espiritual que no conoció en vida". (J.M. de Cepeda.)

Y en Sevilla, al igual que en su Camagüey natal, una calle lleva su nombre.

Lo más conocido de su obra literaria:
Poesía: Al partir, A él, La vuelta a la Patria, Amor y orgullo, A la muerte de Heredia, La pesca en el mar y numerosos poemas más, recogidos en varios volúmenes.

Novela: Sab, Espatolino, Guatimozín, el último emperador de México, Dolores, La mano de Dios, El artista barquero.

Teatro: Leoncia, Baltasar, Munio Alfonso, El príncipe de Viana, Saúl, Flavio Recaredo, Errores del corazón, La hija de las flores o Todos están locos, La verdad vence apariencias, La aventurera, La hija del rey René, Los duendes de Palacio, Simpatía y antipatía, Catilina, Los tres amores.

Además, Devocionario nuevo y completísimo en prosa y verso, Viaje a La Habana por la condesa de Merlín (biografía), y un sinnúmero de crónicas, leyendas y cartas.

Para concluir, dos juicios sobre la Avellaneda, sin duda contrapuestos, pero con el mucho aval que les confieren quienes los emiten:

«No hay mujer en Gertrudis Gómez de Avellaneda: todo anunciaba en ella un ánimo potente y viril; era su cuerpo alto y robusto, como su poesía ruda y enérgica; no tenían las ternuras miradas para sus ojos, llenos siempre de extraño fulgor y de dominio: era algo así como una nube amenazante". "... la Avellaneda no sintió el dolor humano: era más alta y más fuerte que él; su pesar era una roca...». José Martí.

«Lo femenino eterno es lo que ella ha expresado, y es lo característico de su arte, y lo que la hace inmortal, no sólo en la poesía lírica española, sino en la de cualquier otro país y tiempo; es la expresión, ya indómita y soberbia, ya mansa y resignada, ya ardiente e impetuosa, ya mística y profunda, de todos los anhelos, tristezas, pasiones, desencantos, tormentas y naufragios del alma femenina». Marcelino Menéndez y Pelayo.

Ana Dolores García
© Publicado en El Camagúeyano Libre, Miami Fl., 2003
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Fuentes:
Anderson Imbert y Florit, Literatura Hispanoamericana, Holt, Rinehart and Winston, Inc., New York, 1960.

María Luz Morales,
Libro de oro de la poesía en lengua castellana.
Editorial Juventud. Barcelona, 1970.

José María de Cepeda,
Gertrudis Gómez de Avellaneda y su época.

Foto: Google


NOTA ADICIONAL:
A pesar del expreso deseo de La Avellaneda de ser enterrada en Sevilla, el actual gobierno cubano ha iniciado una campaña para que España devuelva a Cuba los restos de esta gran poetisa. En la noche de hoy, al conmemorarse un año más de su deceso, se celebrará un acto masivo en Sevilla para reclmar que se respete la voluntad de La Avellaneda.
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31 de enero de 2010

El idilio de los volcanes por José Santos Chocano


El idilio de los volcanes

José Santos Chocano

El Ixtlacíhuatl traza la figura yacente
de una mujer dormida bajo el Sol.
El Popocatépetl flamea en los siglos
como una apocalíptica visión;
y estos dos volcanes solemnes
tienen una historia de amor,
digna de ser cantada en las compilaciones
de una extraordinaria canción.

Ixtacíhuatl --hace miles de años--
fue la princesa más parecida a una flor,
que en la tribu de los viejos caciques
del más gentil capitán se enamoró.
El padre augustamente abrió los labios
y díjole al capitán seductor
que si tornaba un día con la cabeza
del cacique enemigo clavada en su lanzón,
encontraría preparados, a un tiempo mismo,
el festín de su triunfo y el lecho de su amor.

Y Popocatépetl fuese a la guerra
con esta esperanza en el corazón:
domó las rebeldías de las selvas obstinadas,
el motín de los riscos contra su paso vencedor,
la osadía despeñada de los torrentes,
la acechanza de los pantanos en traición;
y contra cientos y cientos de soldados,
por años gallardamente combatió.

Al fin tornó a tribu (y la cabeza
del cacique enemigo sangraba en su lanzón).
Halló el festín del triunfo preparado,
pero no así el lecho de su amor;
en vez de lecho encontró el túmulo
en que su novia, dormida bajo el Sol,
esperaba en su frente el beso póstumo
de la boca que nunca en la vida besó.

Y Popocatépetl quebró en sus rodillas
el haz de flechas; y, en una solo voz,
conjuró la sombra de sus antepasados
contra la crueldad de su impasible Dios.
Era la vida suya, muy suya,
porque contra la muerte ganó:
tenía el triunfo, la riqueza, el poderío,
pero no tenía el amor...

Entonces hizo que veinte mil esclavos
alzaran un gran túmulo ante el Sol
amontonó diez cumbres
en una escalinata como alucinación;
tomó en sus brazos a la mujer amada,
y el mismo sobre el túmulo la colocó;
luego, encendió una antorcha, y, para siempre,
quedóse en pie alumbrando el sarcófago de su dolor.

Duerme en paz, Ixtacíhuatl: nunca los tiempos
borrarán los perfiles de tu expresión.
Vela en paz. Popocatépetl: nunca los huracanes
apagarán tu antorcha, eterna como el amor...

José Santos Chocano (1875-1934) fue un poeta peruano situado entre el romanticismo y el modernismo. Sus versos del «Idilio entre dos volcanes» son una muestra estupenda de su arte de versificador y un inmortal relato de la famosa leyenda de estos dos volcanes mexicanos.

Foto: Google

Ábrete paso, Señor,
aunque en el mundo no se comprenda
ni a veces sea escuchado el clamor de tu voz,
en situaciones en las que, tu cruz redentora,
es apartada frente a otros símbolos e ídolos
que sólo hablan de ideologías o de vacío.

Ábrete paso, Señor,
en una sociedad en la que prima
el tener, frente al ser,
la mentira, en contienda encarnizada con la verdad,
la apariencia, eclipsando a la autenticidad,
la moda, disfrazando al hombre
frente a lo eterno o definitivo.

Ábrete paso, Señor,
ante aquellos que quieren silenciarte
porque quieren que sólo se escuchen sus gritos.
Ante los que, sabiendo que tú eres Señor,
desean reinar con el cetro de la imposición,
del poder, del relativismo o del “todo vale”.

Ábrete paso, Señor,
y en tu camino déjanos pistas para seguirte.
Amor para entregar.
Pasión para desvivirnos por los demás.
Fuerza para ser testimonio de tu presencia.
Verdad para dinamitar la falsedad.
Alegría para irradiar optimismo.
Palabra, para iluminar las sombras.
Humildad, para hacer frente a la contrariedad.

Javier Leoz, www.Betania.es
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Historias y curiosidades
del Camagüey de siempre

Prof. Héctor Juárez Figueredo +

• El callejón más pequeño de Camagüey es el de La Miseria (Tula Oms), situado en la Plaza de Bedoya. Tiene 8 metros de largo por 2 de ancho. Enlaza la calle Martí con Hermanos Agüero. El más estrecho es el Callejón de Cura, entre las calles Cielo y San Luis Beltrán, con casi 80 centímetros de ancho. Otro callejón estrecho es Funda del Catre (oficialmente Ramón Ponte). El nombre popular se impuso a causa de su estrechez: era imposible que pasaran por allí dos caballos juntos o se cruzaran en sentido contrario.

• El primer pirata en visitar Camagüey fue Jacques de Sores. En 1555 rondó por las haciendas de la costa norte donde robó quesos, reses, tasajo y mujeres. A éstas las abandonó ultrajadas en Cayo Coco.

• En Puerto Príncipe fue escrita entre 1604 y 1608, la primera obra literaria escrita en Cuba: "Espejo de Paciencia". Su autor: el canario Silvestre de Balboa-Troya y Quesada, luego escribano del Cabildo.

• El pirata británico Henry Morgan asaltó y tomó Puerto Príncipe en 1668. En el primer libro de bautismos de la Parroquial Mayor, al principio, el Padre Francisco Galcerán escribió: "Entró el enemigo inglés en esta villa y quemó los libros de bautismos hechos antes, el Jueves Santo al amanecer el 29 de marzo de 1668, y salió a 1 de abril, mañana de la Resurrección del Señor, que se ha servido librarnos de semejante desdicha."

• En 1679, Puerto Príncipe fue asaltado nuevamente en esta ocasión por el pirata francés François de Granmont, quien se hacía llamar Capitán Sonda. Ocupó brevemente la villa e hizo prisioneras a 14 mujeres. Luego se retiró, atacado constantemente por los principeños y con gran pérdida de hombres. Al cabo de un mes se marchó de la costa. Había recibido un fuerte rescate por las cautivas, quienes fueron liberadas sin daño alguno.

• La primera institución docente de Puerto Príncipe fue el Colegio o Residencia de los Jesuitas. Se estableció en 1757 y funcionó hasta 1767.

• El Santo Sepulcro de la Iglesia de La Merced es de 1762, obra del mexicano Juan Benítez Alfonso.

• El Padre Valencia llegó a Puerto Príncipe el martes 20 de julio de 1813 y murió allí el 2 de mayo de 1838.

• El más antiguo cementerio que actualmente funciona en Cuba es el de Camagüey, abierto en 1814.

• En 1817 se confirió a Puerto Príncipe el título de ciudad y el uso de escudo de armas.

• Desde el siglo XVIII, el Via-Crucis recorría las calles de la población. En las fachadas de las casas señaladas como una de las 14 estaciones del Via-Crucis se colocaban cruces. Una de ellas se conserva aún en el extremo derecho a la entrada de la iglesia de La Merced.

• Las iglesias de La Merced y La Soledad están entre las construcciones representativas del barroco cubano.

• Francisco de Agüero Velazco (1793-1826), Frasquito, es considerado el primer mártir de la independencia de Cuba. Fue ahorcado en la Plaza Mayor.

• El primer tramo de ferrocarril de Puerto Príncipe y Nuevitas se inauguró en 1846. Fue de los primeros que se construyeron en Cuba.

• El 26 de septiembre de 1854, según un informe de la Contaduría Municipal, existían en la ciudad de Puerto Príncipe 60 chocolaterías, 65 confiterías, 71 dulcerías, 93 fondas, 148 panaderías, 181 puestos fijos de legumbres y frutas y 216 pulperías, bodegas y tiendas mixtas.

• El 20 de julio de 1869, Ignacio Agramonte atacó la ciudad de Puerto Príncipe.

• El 5 de octubre de 1890 se iniciaron los servicios eléctricos en Camagüey. Fue la tercera localidad de Cuba en poseerlos, después de Cárdenas y La Habana.

• El 10 de marzo de 1901, el pueblo camagüeyano se reunió en una concentración en que reclamaba la independencia absoluta, sin la enmienda Platt.

• El 3 de julio de 1921 se inició la renovación del pavimento de las más importantes calles de la ciudad. El adoquinado hacía su aparición en Camagüey, sustituyendo el empedrado de las calles. Los adoquines se granito fueron comprados en Noruega, al precio de dieciocho centavos de dólar la unidad.

• En 1924 se inauguró el Cementerio Israelita de Camagüey. Aquí existió una numerosa comunidad hebrea.

• Camagüey es llamada, con razón, la ciudad de las iglesias. Y no deja de causar admiración el constatar que cuando se construyeron esos monumentales templos, Camagüey no era mayor que el actual Altagracia…

(Publicado en el Boletín Diocesano, Camagüey, Nº 64, 20 de marzo de 2004)
Foto: Google, Regalo de la Diócesis de Camagúey a SS Juan Pablo II con motivo de su visita en enero de 1998
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30 de enero de 2010


VOTA PARA NOBEL DE LA PAZ DEL 2010
AL DR. OSCAR ELÍAS BISCET

Nobel Peace Prize for Dr. Oscar Elias Biscet


Haz clic en la siguiente dirección:

http://www.petitiononline.com/OEB6197/

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Fiesta de médicos puertorriqueños
en Haití desata la polémica


EFE San Juan,
ABC Madrid, 1-30-10

El presidente del Senado de Puerto Rico, Thomas Rivera Schatz, mostró hoy su indignación por unas fotos, «crudas e insensibles», en las que aparecen médicos puertorriqueños enviados a Haití bebiendo, fumando y portando armas de fuego.

Rivera Schatz se refería a unas imágenes que bajo el título de «Humillante feria de fotografías de las desgracias de Haití» fueron distribuidas a través de Facebook y hoy reproducen los medios puertorriqueños en sus ediciones digitales.
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La Legión del Regreso
Homenaje a Agustín Tamargo

Ana Dolores García

Probablemente ya hayan leído esta glosa otras veces porque, como es tan hermoso y verdadero lo que dice, ha circulado y circula continuamente por la web lo mismo en blogs que en mensajes personales que siguen siendo reenviados y forman una cadena interminable.

Hoy viene a la página de La Gaceta de Puerto Príncipe con una doble intención: la primera, rendir homenaje a ese gran patriota y compatriota que fue su verdadero autor: Agustín Tamargo, periodista cubano fallecido en Miami, FL, en 2007; la segunda, tratar de contrarrestar la falsa versión que circula en la web sobre su autoría, atribuyéndola a un periodista mexicano, Víctor Mona.

¿Quién publicó por primera vez este artículo afirmando que era creación de un periodista mexicano llamado Víctor Mona? Difícil de determinar. Lo cierto es que se recicla continuamente en Internet ratificando el mismo error y la misma usurpación de autoría intelectual, como lamentablemente sucede tantas veces con otros artículos. Basta que alguien lance algo a la red para que, si gusta, se reproduzca continuamente y llegue a todos los rincones del mundo cada vez más adulterado o mutilado.

Este artículo escrito por Agustín Tamargo apareció publicado por primera vez en «El Nuevo Herald» de Miami, periódico en cuya redacción trabajó por muchos años y del que fue columnista dominical de 1987 a 2005. Ha sido reproducido en incontables blogs, y así consta como ejemplo en las siguientes páginas de la web:

http://www.juanperez.com/tamargo.html
http://www.mombu.com/culture/nicaragua/t-la-legion-del-regreso-por-agustin-tamargo-3641216.html
http://es.answers.yahoo.com/question/index?qid=20090716161734AAs6nVB

En el error de atribuirlo a Víctor Mona cayó también el blog http://cubanitoweb.wordpress.com/como-son-los-cubanos, pero su realizador tuvo la honestidad de rectificarlo, publicando lo siguiente:

«Aclaración necesaria: Hasta el 10/06/2009 este artículo fue mostrado en El CubanitoWeb como realizado por el periodista mexicano Víctor Mona, sin conocer que realmente es original de un gran periodista cubano Agustin Tamargo, ya fallecido en el exilio, que muchos lo califican como gran patriota y luchador irreductible contra la tiranía cubana. Sirva esta aclaración como un acto más de reconocimiento para ese cubano que murió sin volver a su patria, como tantos otros, soñando con ver a una CUBA LIBRE. Damos igualmente nuestros más efusivos agradecimientos a la Sra. Rosy Clemente-Gimeno por indicarnos la filiación original de este magnífico artículo que nos define íntegramente a nosotros, los cubanos.»


LA LEGIÓN DEL REGRESO
Por Agustín Tamargo

Salen de una isla pequeña y se han diseminado por toda la tierra grande. Uno, es profesor en una universidad de Australia; otro, abrió en Alaska un restaurante. Nada los arredra, ni el frío ni el calor. Los seduce el trópico de la Florida pero soportan igualmente a pie firme los hielos de Boston y Nueva York. No mendigan: trabajan.

Los que allá eran pobres, aquí son ricos. Los que allá eran medio pelo, aquí son pelo y medio. Ningún obstáculo sujeta su laboriosidad beligerante si la oferta es digna. Uno es rector de la Universidad; otro, maquilla muertos. Cambian, pero en la superficie.

En Miami, siguen jugando bolita, peleando gallos escondidos y enviando los hijos a la escuela privada.

En Madrid, están contra José Luis Rodríguez Zapatero y en Caracas, contra Hugo Chávez. Siempre en la oposición.

Se les critica y se les envidia pero en el fondo se les admira. Gallegos por el trabajo y judíos por la voluntad de sobrevivir constituyen una legión empecinada que no se deje ignorar.

Traen la música calurosa, el ruido, los frijoles negros y la palomilla con moros y maduros. Pero traen sobre todo la simpatía, la cordialidad y la laboriosidad.

¿Quiénes son? Son los cubanos del destierro,la única población mundial trasplantada que (salvo los hebreos) en un tercio de siglo no ha perdido su identidad.

Los que admiraban a Cuba desde lejos como ejemplo supremo de pujanza latinoamericana, los que veian a Cuba como un milagro étnico y cultural donde todo parecía un relajo pero todo funcionaba bien, ya no tienen que ir a Cuba para conocerla. Aquí la tienen. Esta es Cuba. Estos son los cubanos.

Exagerados, fanfarrones, ruidosos, sí. Pero también vitales, intensos y profundamente creadores. Qué no han hecho en estos 46 años los cubanos del destierro para sobrevivir con dignidad? ¿Qué actividad manual o intelectual no han ensayado, en éste o en aquel país, por complicada que pareciera, para no quedarse detrás, para no dejarse discriminar?.

En algunas de esas actividades han llegado tan lejos que superan a emigraciones que los precedieron por cerca de medio siglo. No hay hospital en Estados Unidos donde no haya hoy un médico cubano. No hay periódico donde no haya un periodista cubano, ni banco donde no haya un banquero cubano, ni publicitaria donde no haya un publicitario cubano,ni escuela donde no haya un maestro cubano,ni universidad donde no haya un profesor cubano, ni comercio donde no haya un manager cubano.

En las Grandes Ligas del béisbol el nombre de más color y brillo es el de un cubano. En Madrid, el primer poeta latinoamericano es un negro cubano. En la Coca Cola, el presidente fue un cubano. Hasta en el Congreso de Washington se sienta en su modestia y en su eficiencia una cubana.

En las tierras prestadas el extranjero parece llevar siempre en la frente la marca del sitio de donde viene. Los cubanos llevan a Cuba. Pero la enaltecen y la honran, porque además de en la frente la llevan en el corazón.

Pero hay algo en el desterrado cubano, a mi juicio, superior aún a esa actividad profesional triunfante. Y es su odio al despotismo del que huye, su amor a la tierra que dejó. Eso lo separa y lo define. Eso da a sus triunfos en medio del desarraigo, una grandeza que de otro modo no tendría.

¿Por qué, preguntan algunos, no se acaban de quedar tranquilos los exiliados cubanos? ¿Por qué no aceptan de una vez que perdieron la batalla, que Castro les ganó, y que con los medios de que disponen nunca podrán vencer a la tiranía?

¿Por qué no acaban de afincarse definitivamente en estas tierras hospitalarias que los han acogido y donde viven en lo material muchas veces mejor que como vivían allá?.

Los que preguntan no conocen a los cubanos. El cubano sabe esto: aún teniéndolo todo, si le falta Cuba, no tiene nada. Sabe más todavía. Sabe que esa prosperidad de que disfruta, lejos de su isla hambreada y aterrada, es en cierto modo una forma de traición. Por eso, si se mira bien, se verá que a veces parece que el cubano ríe, pero en realidad está llorando.

Le nace el hijo, le crece, se le gradúa en la Universidad, pero el cubano suspira: ¡Ah, si estuviera en Cuba! Compra una casa, su auto, o su lancha, y sigue suspirando: ¡Ah, si los tuviera en Cuba!

De una manera misteriosa, que no puede definir, hay un vínculo con aquello que tira de él hacia allá. Ahora que la perdió sabe que no puede vivir sin Cuba, y la sueña de noche, y le agiganta los valores, y la embellece y la idealiza, y se culpa de no haberla entendido mejor, y la recrea en sus cantos y bailes, y la revive en sus historias, en sus costumbres y en sus comidas.

¿Por qué compran hoy los cubanos más libros cubanos que nunca?¿Por qué tienen sus casas, sus negocios y sus oficinas, llenas de palmas, de banderas, de escudos y de retratos de Martí? ¿Por qué escarban en la Historia? ¿Por qué redescubren a Guiteras y adquieren viejas colecciones de Bohemia? ¿Por qué se reúnen en los municipios borrando antiguos antagonismos de partido o clase? Porque el cubano sabe que lo único auténticamente suyo es Cuba y que a ella tiene fatalmente que regresar.

Ahora la tiranía castrista anda en sus estertores finales, se ve claramente que el cubano se ha estado preparando siempre, aunque no lo supiera, solo para esto: para el momento del regreso.

No hablan de otra cosa. No les importa que les digan que todo lo que dejara la tiranía es hambre y ruina. No les preocupa que le devuelvan la residencia o el negocio, si lo tenían. No admiten que el rescoldo de odio que deja el comunismo acaso los quemara. Lo único que desean es volver.

La casa donde nació está derruida, al pueblo se lo han puesto desconocido, la madre ha muerto. Pero no importa. El exiliado quiere de todos modos a esa casa, a ese pueblo y a esa tumba. La Patria empieza ahí.

En el exilio tropezó, erró, y se equivocó, pero está salvado también porque en el fondo de su ser nunca traicionó a Cuba. Barco, avión o balsa, no lo sé. Pero el abrazo está próximo.

A los que les molesta a veces el llamado predominio cubano en Miami yo les digo: Paciencia, ya falta poco. Aquí va a haber muy pronto para ustedes miles de puestos vacantes y de casas vacías.

¡Y qué les aproveche!

Foto: www.cuadernodecuba.com
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Mal mes para los cubanos

Por Elsa M. Rodriguez

Julio para los cubanos es un mes en el que se han originado desgracias para el pueblo cubano. Sabemos que el 26 de Julio de 1953 Fidel Castro y sus amigos perpetraron el famoso ataque al cuartel Moncada. Ese día nuestro dictador entró en la historia de Cuba y en la del resto del mundo. Todo lo que ha sucedido después es parte de esta historia.

Esta semana aprendimos, gracias a la mente brillante de nuestro historiador, novelista, maestro y buen comunicador, el Sr.Manuel Márquez-Sterling, que el mes de Julio también tiene otra fecha (el 20 de Julio de 1958), en la que se selló lo que sería el futuro de Cuba, cuando el comunismo empezó a formar parte del movimiento revolucionario de Castro, para nuestra desgracia y dolor que aun permanece latente. En la presentación el pasado día 27 de Enero, de 2010, del libro "CUBA 1952-1959 The True Story of Castro´s Rise To Power" (La verdadera historia de la llegada al poder de Castro), el Sr. Márquez-Sterling como buen profesor que es nos llevó a la conclusión de que aunque los cubanos tenemos muchos recuerdos de cómo y porqué Castro llegó al poder, ya ésto estaba decidido desde ese famoso 20 de Julio.

Como siempre, los cubanos, aún con la mejor intención del mundo, creemos en cantos de sirena y entregamos en las manos de nuestros enemigos nuestro futuro. Hay que leer este libro, ya yo lo estoy haciendo, porque no solamente es ameno, también es instructivo y constituye un manual de referencias para hechos que nos han marcado en la historia de nuestro país.

Elsa M. Rodríguez
Hialeah, FL
lapupasmiami@att.net
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